Conocimiento sensible

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Narra Mica

Salí de ensayar la salsa con mis compañeros. Estaba muy cansada, era una carga más mental que física, demasiadas cosas de las que estar pendiente para que se viera de una forma correcta y limpia. No era sólo saber los pasos, sino que esos pasos fueran perfección en estado puro.

Me dirigí hacia la puerta giratoria para poder poner fin a la intensa jornada de trabajo. Quería llegar a mi auto, ir hasta mi casa y dormir. Salí del estudio y ahí estaba en la puerta. Recargado sobre mi vehículo, con la cabeza gacha e inspeccionando el suelo, como si fuese a encontrar oro.

Levantó la mirada y me vio observándole. Rodé mis ojos molesta por su presencia. ¿Acaso no había tenido suficiente con mi indirecta tan directa del otro día? lo echaba de mi vida y el siempre volvía.

-Pensaba que había dejado bastante claro que no quería volver a verte.-Dije molesta.

-Sólo quiero hablar contigo.-Suspiró.

-Ya, pero yo no. Es como ver a tu hermano, y adivina qué: no me apetece.-Sonreí falsamente.

-Yo no soy mi hermano.-Contestó.

-Los dos me habéis hecho lo mismo ¿Cuál es la diferencia entre tú y él? los tatuajes de la amistad tan monos que se hace quizá.-Reí divertida.

-¿Celosa por un poco de tinta?.-Alzó una ceja.

-¿Celoso por que no eres él?.-Lo imité.

-A mi no me gusta Flor, Vigna al menos no.-Sonrió socarronamente.

-Supera lo del beso, yo ya lo hice.-Respondí mordazmente.

-No es el beso.-Me extendió su móvil.

Confusa, miré la pantalla del aparato. Estaba en la aplicación de Twitter, concretamente metido en un hastag, un hastag Ramigna, ¿así se llamaban ahora? ¿acaso quería restregarlo aún más por mi cara? ambos iguales de patéticos y cínicos.

-No siempre puedo tener la última palabra ¿no?.-Lo miré de manera altiva.

-A lo mejor no la última palabra, pero si el último acto.-Se encogió de hombros.

-Ah, ¿ahora quieres ayudarme? es tu hermano. No harías eso.-Fruncí el ceño.

-No, no lo haría.-Admitió.

-¿Entonces?.-Pregunté.

-Sólo venía a recordarte que siempre tuve la razón cuando te dije que te alejaras de mi hermano.-Contestó.

-Bien, ya lo has hecho ¿te ha valido la pena el viaje hasta aquí y la espera? me alegro de que verme así compense la mierda de vida que tienes.-Lo aparté de mi auto y abrí la puerta de este.

-Micaela no te lo tomes así.-Dijo desde afuera, pero lo ignoré.

Arranqué el auto y lo dejé allí sólo, maldiciendo en voz alta al aire, su único acompañante ahora.

No me podía creer lo que estaba pasando, me parecía surrealista, primero se besan y ahora tienen una legión de gente que quieren verlos juntos. Que rápido cambian las personas, se dan vuelta como los panqueques, pero yo a los panqueques me los como. ¿Quería hacerme daño?

Yo tenía una ley; si te pagan con tres, devuélveles cinco y que se queden con la vuelta.


Narra Rama

Estaba en mi cama tirado, en todo el día había llamado quince veces a la rubia, todos los intentos sin éxito. Ante su respuesta de ignorarme decidí apagar el móvil para sólo recibir llamadas, no quería saber más nada.

Mi hermano se había ido, según el a arreglar las cosas con su novia o ex, como sea la relación que tienen ahora. Estaba sólo, y así quería quedarme. No me interesaba nadie, pero eso a Micaela no le importaba por que ella era fiel seguidora de la filosofía empirista, y del conocimiento sensible; todo lo que ven mis sentidos (en este caso sus ojos) es real, el resto no existe.

Así que sí, para ella existía mi traición sobre su persona con su mayor enemiga, porque lo vio con sus propios ojos. Pero no existía su creencia en mis palabras, por que eso solo se puede percibir con el corazón y la confianza en alguien, y eso no entra en su filosofía de vida.

De repente mi móvil comenzó a sonar. No me apetecía responder, seguramente sería trabajo o alguna otra estupidez que ahora mismo era, no secundario, sino terciario en mi vida. En este momento nada me hacia perder mi cara de amargado, pero era lo que yo me había buscado.

Desganado, tomé el móvil de la mesita de luz sin molestarme en ver quien era el contacto que llamaba. Presione en la pantalla táctil por inercia la tecla de ''contestar'' y traté de fingir una voz agradable.

-¿Sí?.-Atendí.

-¿No te cansas de llamar sabiendo la respuesta?.-Escuché su voz al otro lado de la línea.

-¿Micaela?.-Pronuncié su nombre sin poder creerlo.

-Sí, lo sabes de sobra.-Contestó molesta.

-Necesito verte.-Dije desesperado, quería evitar mi estado de ánimo pero no podía.

-Claro.-Rió.-A partir de ahora podrás verme todos los días, de lunes a domingo por la televisión en el canal nueve.-Dijo.

-Es enserio.-Suspiré.

-Yo también lo digo enserio, te di una oportunidad y así lo demostraste todo. Dejé a mi ex, con quien lo estaba intentando por ti, sabiendo que él no se encontraba en las mejores condiciones para llevarse este tipo de noticias. No te importa nada ni nadie, con tal de pisar cabezas para obtener tu juguete. Algo te enseñó tu querida Flor.-Noté su voz cargada de rabia.

-No es lo que tu piensas.-Rebatí.

-No me interesa. Se lo que vi ¿o tampoco es lo que vi? ¿vi una ilusión, un holograma o una quimera? no, yo creo que no. Fue bastante claro y bastante real.-Contestó, acto seguido colgó.

Me fijé y vi a mi hermano con una mueca de asco mirándome desde el umbral de la puerta, viendo como me encontraba pegado al móvil suplicando.

-¿Cuánto tiempo llevas ahí?.-Pregunté.

-El suficiente como para querer matarte. Está en su casa.-Se dio media vuelta para irse de mi habitación.

-¿Cómo lo sabe?.-Grité en voz alta.

-Lo sé y punto.-Se encerró de un portazo en su habitación.

A mi conflicto con la persona que estaba enganchado se le sumaba que mi hermano aún no había superado lo que en algún momento ellos tuvieron. Ya no sabía que estaba bien o mal, si ir a buscarla o dejarla ir.


Silencio ; RamaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora