Capítulo 23 - Ensayo y error

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  • Dedicado a Andrea V. Deloera
                                    

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Ensayo y error

Vi como ambos espectros de humo chocaron, el manto gris cubrió al rosa, debilitándolo y haciéndolo desaparecer poco a poco. Por un momento creí que había roto el sello... no podía estar más equivocado. En un instante el manto rosa tomó mucha más fuerza, disolviendo mi energía en el aire y lanzándome por encima del barandal del pasillo, haciéndome caer en el peor lugar posible... la madriguera de los dragones. Cerré los ojos y apagué mi habilidad.

Me encontraba rodeado por cuatro dragones, cada uno de ellos más intimidante que el anterior. Me petrifiqué, esperando el momento en que alguno lanzará una bola de fuego. Fueron los segundos más angustiantes de mi vida, me puse de pie muy lentamente, tratando de no hacer movimientos bruscos y de buscar una forma de salir. Una gota de sudor cayó al suelo, haciendo que los cuatro dragones me gruñeran... mierda.

Corrí a refugiarme detrás de una roca, apenas evitando las llamaradas infernales de las cuatro bestias.

-          Veo que quieres saber más sobre los dragones, aunque no te recomiendo que lo hagas de esa forma.

Fëanáro estaba montado en un quinto dragón de escamas azules, garras gruesas y afiladas, sus alas extendidas y una expresión de querer arrancarme la cabeza.

-          Créeme que nunca había planeado entrar a este lugar.

El jinete soltó una fuerte carcajada y miró a los cuatro dragones que seguían lanzando sus llamaradas.

-          Si te quedas ahí, la roca se derretirá y ya no tendrás escapatoria.

-          Si tienes un mejor plan estoy totalmente dispuesto a escucharlo.

-          Podría sacarte de la madriguera... pero me quitarías lo que parecer ser mi única diversión del día.

Si será idiota, el ver a uno de sus compañeros morir le parece divertido. Creo que nunca podré pedirle ayuda a ese domador de bestias. Volví a activar mis ojos, con la esperanza de encontrar alguna escapatoria.

Un enorme espectro de colores entraron por mis ojos de un solo golpe. Pero no veía solo cortinas de humo, aparecieron otras... texturas si de alguna forma se puede llamar, colores líquidos, colores solidos formas específicas, era imposible interpretar tanta información y mucho menos con mi poco conocimiento sobre el tema.

Pero algo llamó mi atención, una línea delgada de color amarillo, casi parecía una ruta de escape. No dude más y la seguí, sin pensar ni razonar las posibles consecuencias.

Los dragones seguían intentado quemarme con su peculiar habilidad, pero mientras seguía ese rastro amarillo, no lograban alcanzarme. Lograba eludir todas las llamas, aunque la línea me indicaba que debía saltar sobre la cabeza de uno de los dragones. No poseía tiempo para dudar, me armé de valor y salte en la cabeza del dragón, este, en un intento por alcanzarme, salta bruscamente, arrogándome varios metros en el aire, dejándome caer a salvo sobre el pasillo del segundo piso.

-          Realmente estoy impresionado, nunca había visto a un novato salir tan rápido.

Fëanáro lo decía con honestidad, no sentí sarcasmo en su voz y a su alrededor había un halo de luz blanca que me llenó de paz.

-          No tengo ni la menor idea de cómo lo he hecho.

-          Sea como sea, debes aprender a hacerlo más a menudo, creo que eso te puede salvar el pellejo.

El Credo - IniciaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora