Capítulo 22 - Intento

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  • Dedicado a Andrea V. Deloera
                                    

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Intento

No quité los ojos de ese libro, era muy extraño, decía tanto y no me daba una sola respuesta, plantaba en mi grandes dudas pero me marcaba un camino para encontrar la respuesta, era frustrante y a la vez fascinante. Me encontraba en un modo de transe que nada ni nadie podría interrumpirme... o por lo menos eso pensé hasta que los primeros rayos del sol comenzaron a asomarse por las pequeñas ventanas, iluminando muy suavemente toda la biblioteca... ¡MIERDA MI ENTRENAMIENTO!

Cerré el libro de un golpe y este saltó de la mesa y se colocó en su logar en la repisa. Miré asombrado por el hecho y salí corriendo al elevador, segundo piso. Pude ver en la puerta a Lólindir con un reloj de bolsillo en su mano. Atravesé la puerta y me dice:

-          Un minuto más y tendría que ir a buscarte.

Sin prestarle mucha atención tomé mi lugar en la habitación y traté de calmar mi respiración. El soldadito de plomo cerró la puerta y se dirigió a la clase.

-          Como saben, hemos perdido un día de entrenamiento, entonces espero avances significativos de todos ustedes. Podrán terminar con su entrenamiento aquellos que logren mostrarme que pueden entrenar por su cuenta.

Siempre me pareció curiosa su forma de hablar, una fusión entre dar órdenes y sugerencias. Con todo lo que había leído me sentí mucho más cómodo con el manejo de la energía. Cerré los ojos, puse mi mente en blanco y abrí bruscamente mis ojos. Sentía como un flujo constante caminaba desde mi pecho hasta mis ojos, no era tan complicado, aunque sí muy cansado. Lólindir se acercó a mí y me miro con gran atención. Después de 30 minutos me pidió que desactivará mi habilidad, acaté la orden.

-          Es realmente sorprendente tu progreso. Me duele admitirlo pero si así lo deseas puedes retirarte en este momento... Por cierto, informaré a Huor de ti, quizás cambie tu horario de entrenamiento.

Me levanté lentamente y le agradecí. Mi cabeza daba vueltas y la luz me lastimaba la vista. Creo que lo mejor era descansar... Pero el sello de mi cuarto no me lo va a permitir. ¿Qué puedo hacer?

Decidí ir a la cafetería para comer algo. Al llegar, esta se encontraba vacía, era de esperar, todos se encontraban entrenando. Aunque la idea de estar solo me parecía bastante placentera. Conforme comía mis alimentos, el cansancio y la fatiga desaparecían. Al parecer puedo recobrar mi energía perdida comiendo... creo que leí algo de eso en el libro. Quería regresar a la biblioteca para saber un poco más al respecto... Es ahí cuando me di cuenta. El credo realmente me está cambiando, pero creo que era de esperar, estoy aprendiendo muchas cosas nuevas que no se pueden tomar a la ligera, cada vez olvido más mi mundo como estudiante universitario, me gustaría llamar madurar pero no creo que se trate de eso. Solo tengo una visión diferente del mundo, al final de cuentas esa es mi habilidad, el poder ver lo que otros no pueden... aunque me gustaría entender lo que veo.

-          Galdor, cuando tengas tiempo libre ve a mi oficina.

Giré para saber quién me hablaba, pero no se encontraba nadie, la voz parecía provenir de mi cabeza... solo podía ser Huor, es el único que tiene ese tono de voz... y la poca educación como para entrar en mi cabeza sin permiso.

Fui a su oficina y me pidió que tomará asiento frente a él.

-          Me alegra que vinieras lo antes posible Galdor. Tengo un par de cosas que quiero proponerte.

-          Te escucho Huor, aunque yo tengo un par de preguntas para ti.

-          Siempre tan lleno de preguntas, dime, ¿qué es lo que quieres saber?

El Credo - IniciaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora