Capítulo 5 - Búsqueda

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Búsqueda

Obscuridad, fría y eterna obscuridad. No era capaz de ver mis manos… ni tampoco de sentir mi cuerpo, pero mi mente se encontraba en ese lugar, pero… ¿En dónde me encontraba? Una densa y fantasmal neblina brotaba de todos y de ningún lado. Una silueta se dibujaba a lo lejos.

-          Debes entender lo que está pasando.

-          ¿QUIÉN ERES?

-          Tú tienes una responsabilidad con la humanidad, pero antes debes prepararte. No puedes huir de lo que eres, nosotros podemos ayudarte a entender… lo que eres.

Traté de gritarle, pero no era capaz de emitir un solo sonido, el cansancio se apoderaba de mí mientras que la silueta se acercaba a mí, dando pasos sin tocar ningún tipo de suelo. ¿Dónde me encontraba?, ¿Quién era él?, ¿Qué quiere de mí? Observe por unos segundos esa silueta, era totalmente negra, excepto por sus ojos, tenían un resplandor de color gris. Extendió su mano para tocarme y un fuerte aullido sonó.

Desperté de golpe en mi cama, el sudor recorría mi frente y respiraba agitadamente, me encontraba cansado, como si hubiera hecho mucha actividad física, la garganta la tenía seca y mis labios estaban partidos. Al mirar al buro vi que el lobo del libro parecía estar… enojado. Miré la hora en mi celular, eran las tres de la mañana. Creo que no podré conciliar el sueño, y quien podría hacerlo, después de tener un sueño tan vivido, pero a la vez tan irreal. Debía mantener mi mente ocupada para no pensar en el tema.

Tomé mi cámara y fui al sótano de la casa, ahí tenía un pequeño cuarto obscuro para revelar mis fotografías. No contaba con mucho equipo, pero si con el material suficiente. No dejaba que nadie entrara para que todas las cosas se encontraran en su lugar siempre. Las bandejas de los químicos se encontraban en una larga mesa al fondo del sótano, de izquierda a derecha se encontraba el revelador, el baño de paro, el fijador y una bandeja más grande que las demás con agua. A la derecha de esa mesa había un lavabo donde tiraba los químicos que había utilizado. Debajo del lavabo había una trampa de luz para revelar los rollos y detrás de mí había un archivero que utilizaba para guardar el papel fotográfico. Nunca trabajé con la luz de seguridad, siempre lo hacía todo en completa obscuridad. Conocía ese cuarto obscuro como la palma de mi mano, y no necesitaba de mis ojos para saber dónde se encontraban las cosas.

Cuando apague la luz, el recuerdo del sueño llegó a mí. Respire profundamente, camine hasta la mesa de trabajo, tome la trampa de luz, saqué el rollo de la cámara y procedí a revelar las fotografías que había tomado. El proceso me tomo unos 30 minutos para tener los negativos, después de otros 30 minutos, había terminado de revelar las tres fotografías que había tomado en el parque. Las colgué en una pequeña cuerda cerca del archivero y las dejé secar.

Salí del cuarto sin ver como habían quedado las fotografías. Lo que me gustaba era el proceso de revelado, requería de toda mi concentración para poder hacerlo, el resultado… no era muy importante para mí.

Regresé a mi cuarto para recostarme un momento. Mire el libro, lo tome con delicadeza, el lobo de la portada aun parecía estar enojado y no planeaba hacerlo enojar más… ¡cómo diablos un libro se va a poder enojar! Me comencé a preguntar si de verdad me estaba creyendo los cuentos que leí, no puedo tomármelos en serio, es solo una historia. Pero algo me decía “que tal si no es solo una leyenda” pero no puede ser verdad, es demasiado fantástica e irreal.

Dejé el libro en la cama y camine a la sala, encendí la televisión y tomé el control de mi consola de videojuegos, me senté en el sofá… ¡Maldito Cristian! Había olvidado que él robó mis consolas para que leyera ese tonto libro. Pero ya no tiene más palabras… ¡Y NI SIQUIERA ÉL PUDO LEERLO! Creo que si quiero mis videojuegos de regreso tengo que ir por otro libro a la biblioteca. Resignado arrojé el control a un lado mío y aquella melodía comenzó a sonar. Sabía que venía del libro, traté de ignorarlo pero la melodía se hacía más y más fuerte.

De un salto, fui hasta mi cuarto, tomé el libro y dije “el credo”, el libro se abrió y para mí sorpresa ya era legible el texto faltante. Honestamente ya me estaba acostumbrando a este tipo de eventos y comencé a tomarlos como la cosa más normal del mundo. Me senté en la cama recargando mi espalda contra la pared, la lectura me absorbió por completo, cada palabra cobraba vida en mi cabeza.

Gelmir Mithrandír se encontraba camino a su viejo hogar, pensando sobre la gran responsabilidad que han puesto en sus hombros, aunque no lograba entender la importancia del evento, tenía un gran sentido de obligación por hacer lo que aquel lobo le encomendó. Entender y dominar el poder de los hombres, sus conocimientos y transmitirlos a los que considerara merecedor.

Al llegar al pueblo, esperó hasta el anochecer, entró a una vieja tienda y robo todos los pergaminos que contenía. Absolutamente nadie notó su presencia. Se refugió en una red de túneles subterráneos que se encontraban a varios kilómetros del pueblo. Con la ayuda de una antorcha comenzó a leer todos los pergaminos. Durante 48 días con sus noches, estudió y memorizó cada palabra de cada pergamino, con cada lectura él entendía con mayor exactitud su papel en esta vida y también el horrible final que se aproxima, por un momento se sintió incompetente, ya que él no sería la persona que evitaría el trágico final, él solo es quien debe transmitir el mensaje y las enseñanzas necesarias, para que en un futuro, la humanidad esté preparada para enfrentar el inevitable destino.

“Yo solo soy el conducto de la última esperanza de todas las especies, Estará en manos de otros hacer de esa esperanza… una realidad”

Gelmir escribió eso en uno de los muros. Caminó por toda la compleja red de túneles, dejando símbolos y nombres escondidos por todos lados hasta que encontró la salida. Movió uno de sus brazos y bloqueo la salida con un gran árbol que creció en ese momento.

-          Si quiero aprender a controlar mis poderes, debo encontrar a los maestros adecuados.

Gelmir caminó hasta perderse en el bosque.

-          ¡AUCH!

Grité de dolor. El libro se cerró de golpe atrapando uno de mis dedos. Si de por si la nariz aun me duele por tratar de abrirlo, ahora esté maldito libro ataca mis dedos. Cuando miré la portada note que el lobo cerró los ojos lentamente. Creo que quieres dormir un rato… ¿estoy hablando con un libro? Miré por la ventana y los primeros rayos del sol se asomaban en el horizonte. Admiré la hermosa vista, las pocas nubes tomaron un color marrón y los tonos rojizos del cielo eran hipnóticos… ¡MIERDA, LA UNIVERSIDAD!

Salté de la cama y fui directo a la ducha, traté de bañarme lo más rápido que pude… después de 30 minutos salí, me vestí, tomé mi mochila y las llaves del auto. Tomé unas donas de la cocina y las comía mientras buscaba mi billetera. Cuando por fin la encontré en mi habitación salí corriendo.

-          Nos vemos libro.

… ¿Me acabo de despedir del libro? ¡AH! No importa, si no llego a la universidad en cinco minutos el profesor de literatura me va a matar… ¿Y desde cuando me importa? Me detuve por un momento y un recuerdo me golpeo tan fuerte que fácilmente pudo haberme tirado. Si tengo una falta más, repruebo la materia directamente. Mi cuerpo tomo unos segundos para reaccionar, y como si de un corredor olímpico se tratará, llegue a mi auto, lancé mi mochila al asiento trasero y encendí el motor. Los pilotos de fórmula uno eran lentos en comparación de cómo conduje hasta la universidad. Corrí hasta mí salón de clases, que casualmente se encontraba en el cuarto piso. Corrí por el pasillo y doble a la izquierda, vi la puerta del salón aún abierta, di mi último esfuerzo y aceleré lo más que pude.

Pero cuando me encontraba a tres metros de la puerta, el profesor cerró la puerta justo frente a mí. Ya no contaba con la posibilidad de detenerme, y mi mente se burló de mí de la manera más absurda que se le pudo ocurrir.

Recordé la primera ley de Newton; Todo cuerpo persevera su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él. En otras palabras: yo soy el cuerpo en movimiento y la fuerza que me obliga a detenerme… adivinaron. ¡LA MALDITA PUERTA!

El golpe fue tan fuerte que se pudo escuchar en todo el edificio, la puerta parecía que iba a ceder por la gran fuerza, pero se mantuvo firme y me arrojo al suelo. Si no era suficiente el dolor de mi nariz y de mi dedo, ahora lidio con un dolor en mi hombro derecho. Y para colocar la cereza a mi desgracia, mi cuerpo recordó otra cosa. La tercera ley de Newton: Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria. En ese momento no sabía si maldecir a Newton por sus estúpidas leyes, a mi mente por hacerme esa broma de mal gusto, o a mí por aprenderme todo ese artículo de Wikipedia.

El Credo - IniciaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora