4.Etapas (Editado)

2.2K 152 21
                                    

(Gula)

—Hipo...

—¿Mmm?

—Quiero helado.

—¿Qué?

—Quiero helado. Tráeme un helado,... o si no un pastel.

—...

—Por favor, ¿si?

—Astrid son las tres de la mañana, no voy a salir a comprarte ni helado ni pastel. Ya duérmete.

—Por favor. Es lo único que te he pedido.

—Eso y las galletas hace tres horas, y las papas en la mañana, y el pollo ayer y-

—Ya vale, si no quieres ir yo voy. —Inmediatamente Astrid se levanto de la cama y comenzó a vestirse.

—Astrid son las tres de la mañana por dios, no vas a salir a la calle a esta hora.

—Pues si tu no vas tu, yo voy. —A esas alturas ya se había puesto el pantalón y los zapatos.

Hipo rodo los ojos pero se quitó las cobijas de encima, listo para salir a mitad de la madrugada a dios sabía donde por helado.

—Bien, yo voy. Vuelve a la cama.

—¿Seguro?

—No, pero de salir yo a que lo hagas tu...

—De acuerdo —Astrid se le acerco, completamente satisfecha con la decisión de su esposo, y le dio un beso en la mejilla —Te amo.

—Ajá.

Astrid se volvió a desvestir y se metió en la cama. Hipo por su parte ya estaba de  pie, alistándose para salir a quién sabe dónde por un bote de helado.

¿Quién salía a las tres de la madrugada a comprar helado? Él claro esta. Ahí se encontraba, dando vueltas por las calles como perdido buscando una bendita tienda abierta.

Finalmente la encontró,  una tienda de veinticuatro horas, suspiro aliviado. Bajó del auto y se dirigió a la ventanilla, pues la puerta se encontraba cerrada.

—Buenas noches, podría darme un bote de helado, no importa de que sabor, y un paquete de donas. Mejor que sean dos botes, por favor, de sabores distintos.

El cajero asintió, dejó la revista que tenía en las manos y fue por el pedido para volver dos minutos después.

—Aquí tiene, son setenta pesos.

Hipo tomó la bolsa, listo para pagar cuando sintió algo contra su espalda.

—¡¡DENME TODO LO QUE TENGAN, ESTO ES UN ASALTO!!!

Tanto el encargado como Hipo voltearon a ver al asaltante, que tenía el cañón de su arma pegado en la espalda del castaño, pero este ni se inmuto.

—¿¡QUE NO ME ESCUCHARON!? !!ÉL DINERO!!!

—Espera, detenme esto. —Hipo le coloco la bolsa sobre su brazo libre y metió la mano dentro de su bolsillo para sacar el dinero —Tome —Le dio el dinero al empleado y después se giro al asaltante que no tenía ni idea de que hacer —Gracias —Tomó la bolsa, se subió a su auto y arranco para después irse.

Tanto el ladrón como el empleado se quedaron viendo la escena, sin entender absolutamente nada.

—¿Aún quieres el dinero?

—No, ya no, olvídalo.

Y así, sin más, el ladrón se fue, completamente perdido, reflexionando sobre su vida; mientras que el cajero simplemente volvió a tomar su revista.

A la mañana siguiente, luego de levantarse y estar completamente despierto, Hipo finalmente hizo lo más sensato luego de tener la punta de una pistola pegada a tu espalda: vomitó todo el día.

Historias de un amorWhere stories live. Discover now