41. Señorita Lacroix.

70.7K 2.1K 4.5K
                                    

Capitulo dedicado a mialamasbella @mialamasbella espero que te guste, linda 💕

"Soy un hombre con dinero, te juro que puedo enviar a alguien al infierno aunque siga con vida y eso es lo que haré con todos los que te hagan daño".

Escena +18 🔥👀

Todo fue extraño, al llegar a la mansión Eider subió directo a su despacho, sin decir o hacer nada. 

Harold quiso hablar conmigo pero no quise dejar solo a Eliot, así que estoy con él en la habitación, y por primera vez, él puso seguro a la puerta mientras estábamos dentro.

Él había abierto la puerta de cristal del balcón y corrido las cortinas, la única luz en el ambiente era la tenue iluminación de la luna en menguante, la habitación permaneció en penumbra, Eliot se veía ansioso, me mantuve a una distancia prudente, más que nada dejándole un poco de espacio.

Dejó sobre la cama la medalla que había ganado y se quitó el saco para luego frotarse la cara con cansancio, el silencio era realmente inquietante.

Y la tensión que había en el auto antes de llegar se había movido e impregnado en la mansión.

Era realmente incómodo, la sensación de peligro era muy estresante.

—¿Quieres que te traiga algo? —pregunté en voz baja.

Eliot me miró, sus ojos estaban cristalizados en lágrimas, su labio tembló levemente, lo ví abrir los brazos y seguido se acercó un poco a mí, totalmente indefenso a punto de quebrarse, no tardé nada en ir hacia él para poder abrazarlo.

Lo rodeé con mis brazos y él hizo lo mismo conmigo, solo basto eso y Eliot empezó a llorar, sus lágrimas lo llevaron de rodillas al suelo y a mí con él, no dejé de abrazarlo.

Otra vez esa sensación de dolor, mi pecho se apretó, mi corazón se aceleró y mi piel se erizó al volver a escucharlo llorar así.

Fue horrible.

Dolía.

Y... Y yo no estaba haciendo nada.

Frote su espalda —Mi amor, está bien... Está bien, tranquilo. Por favor, no llores, tesoro no llores... —mi voz se quebraba y el pecho me empezó a doler.

Lo sentí temblar entre mis brazos —Había olvidado cómo se sentía... —confesó en llanto con la voz quebrada—. Había olvidado cómo era la sensación de no merecer lo que tengo. Esa sensación de tenerlo todo pero no tener nada. Esa sensación de ver que logras algo increíble pero sentirte miserable. Pensé que... Pensé que no volvería a sentirlo.

Estaba temblando, llorando de rodillas en el suelo, aferrándose a mí como si yo fuera lo único que lo mantuviera con vida en todo el turbulento caos que lo rodeaba.

Me abrazó como si solo yo pudiera protegerlo —Estoy harto de odiar todo lo que tengo por su culpa, estoy cansado de no sentirme orgulloso de lo que hago por su culpa. Estoy harto de él y de todo esto... —la voz se le cortó y volvió a llorar.

Lo abracé con fuerza y con la voz temblorosa por el llanto le hice saber:

—Mereces ese premio Eliot, lo ganaste, tu trabajo en aquel edificio fue increíble, ganaste el premio más importante en arquitectura con lo que creaste, esa medalla es muy importante —él no dejaba de llorar—. Lo que diga tu padre no importa. Lo que haga no debe importarte, ese premio es tuyo y... —mi voz se cortó al admitir—: y detesto tanto que estés llorando cuando se supone que debes estar alegre por lograr algo tan importante.

Cartas con destino al cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora