13. Si te metes con ella te metes conmigo.

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Eliot Lacroix a fin de cuentas no es tan antipático

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Eliot Lacroix a fin de cuentas no es tan antipático.
Bueno, sí lo es, pero no tanto.

Los últimos dos días fueron bastante extraños. Todo estaba demasiado calmado con lo de los rumores, y no dejaba de darme vueltas en la cabeza la amenaza de Jonathan después de que Eliot lo enfrentará en casa.

Los pasillos estaban llenos, más de lo normal para ser el descanso, camine hasta la cafetería y compre algo para comer, pensé comer ahí pero estaba llenísimo, era mejor comer en la biblioteca. Pero antes de que pudiera volver a pisar el pasillo alguien se plantó frente a mí con sus brazos definidos y su olor a huevo y proteína en polvo.

Era la rata mugrosa —Estoy empezando a creer que me estás evitando.

—Jonathan, nosotros vamos a seguir te esperamos arriba —le dijo Robert que iba acompañado de dos chicos más.

—Vale, los alcanzo ahora.

Robert me miró —Adiós, preciosa.

Entorné los ojos y ellos siguieron su camino hacia el pasillo cada uno con sus mochilas al hombro.

—Madison, te ves radiante —me dijo con una sonrisa la rata rastrera.

—¿Qué quieres?

Levantó las manos —Oye vengó en son de paz, bájale tres rayitas hermosa.

Solté un bufido —No te lo preguntaré otra vez...

Me sonrió ampliamente diciendo: —De acuerdo, de acuerdo, si quiero algo... Quiero invitarte a mi fiesta de cumpleaños. —Miró hacia atrás por encima de su hombro, hacia el pasillo, enseguida volvió a verme—. ¿Qué dices?

Mis alarmas de sospecha se encendieron.

—Digo que no—intenté rodearlo para pasarle de largo pero me lo impedía en cada intento.

—Podemos seguir así toda la tarde —dijo mientras me obstruía el paso.

Solté el aire de mis pulmones —¿Qué traes en tus puercas manos?

Me mostró las palmas de su mano —Mis ganas de hacer las paces contigo.

Solté una risa —Claro.

—Vamos sé honesta. ¿Tienes miedo de engañar a tu novio conmigo?

Fruncí el ceño —¿Qué te hace pensar que me metería contigo?

Se encogió de hombros —Solo estoy buscándole respuestas al porqué no quieres ir a la fiesta. Hasta Harold va a ir.

—Escuché mi nombre —dijo con diversión el castaño haciéndose presente a mí diestra.

Jonathan dejó de sonreír.

Harold me rodeó con su brazo por encima del hombro, dejó un beso en mi mejilla y miró a Jonathan —¿Qué se supone qué haces? Además de molestarla.

Cartas con destino al cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora