CAPÍTULO 8.- segundo fragmento

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—¿Están listos para morirse de envidia? —anunció Estefan inflando el pecho orgulloso.

—¿Qué podría envidiar yo a un residuo humano como tú? —pestañeó Gabriela mirándolo con indiferencia.

—Ya estamos muy grandes para estar comparando quien es mejor que quien —bufo Bael—. Tengo cosas que hacer.

Ay por favor —Gabriela puso los ojos en blanco—. Lo dice el que se cree mejor que todos porque es la nueva mascota de mi tío Jaime.

—No sé de qué hablas...

—Bael, nosotros sabemos que vas por ahí actuando como el agente secreto de mi tío Jaime —Estefan negó con la cabeza—. ¡Pero eso no importa!, de verdad tengo que mostrarles algo importante.

Retrocedió mirando a Bael y a Gabriela con emoción y misterio. Sus dos primos pasaron de mirarlo con aburrimiento a estar totalmente pasmados al ver sus enormes alas detrás de él.

—¡Hijo de perra! —Gabriela dio un pisotón al suelo con sus tacones caros, empezando una rabieta—. ¡No es justo!

—Carajo —Bael se acercó a Estefan, este bailaba para que sus alas se tambalearan y mostraran más sus hermosas plumas—. Están terroríficas, que genial...

—¡Primero su demonio sale y ahora esto! —dijo Gabriela roja de la envidia.

Estefan se regocijaba del placer de ver tan impresionado a Bael y tan envidiosa y molesta a Gabriela.

—Me salieron ayer —dijo presumido—. Estaba molesto por algo y ¡Pum!, aparecieron, ¿No son grandiosas Gabriela?

—Te odio —dijo Gabriela haciendo un puchero de cólera.

—Lo sé —Estefan le pavoneo las alas—. Yo sé que quieren tocarlas, ven y hazlo, a la próxima te cobraré.

Gabriela se acercó a regañadientes y miro aquellas plumas de color negro con las puntas rojas.

—Son diferentes a las de mi papá —observó Bael—. Las tuyas son algo más duras y hasta parecen metálicas.

—Es muy extraño —hablo Estefan—. Puedo sentirlas, como si me hubiera salido otro par de brazos en la espalda.

Gabriela las acarició y noto lo que Bael había dicho, las plumas de su papá eran suaves y esponjosas. Las de Estefan eran como hojas metálicas y puntiagudas.

De pronto sintió las ganas de arrancarle algunas como un lindo recuerdo de su querido primo.

Tomó una desde su raíz y jalo con fuerza, pero al casi arrancarla, una corriente eléctrica pasó por su cuerpo.

—¡Ah! —gritaron Estefan y Gabriela al mismo tiempo.

Bael retrocedió cuando las plumas empezaron a recorrer pequeños rayos de electricidad de manera amenazante.

—¡¿Qué hiciste idiota?! —exclamó Estefan furioso.

—¡Yo no hice nada! —mintió Gabriela—. ¡Yo solo estaba tocándolas!

—Tu controlas la electricidad, tal vez por eso tus alas pueden hacerlo —dijo Bael sonriente—. Es asombroso.

—No sabía que podía hacerlo —dijo Estefan intentando calmarse.

—¿Crees que podrás exteriorizarlo? —preguntó Bael.

—¿Lanzar rayos con ellas? —dijo Estefan meditándolo—. Sería algo inútil ya que yo puedo lanzar muchas sin las alas.

HEIRS OF THE RISING KINGDOMWhere stories live. Discover now