Una Pareja Imposible

By Traductions_9_3_4

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Harry es un empata forzado a extremas medidas. - Está bien El ojiverde sonrió radiantemente y abrazó muy tími... More

1.- Una lechuza de Gringotts
2.- El ático olvidado
3.- Un poco de planes...
4.- En el Wizengamot
5.- Prince Hall
6.- Hogwarts, escuela de magia y hechicería
7.- Slytherin, Slytherin y Slytherin
8.- ¡¿Troll en las mazmorras?!
9.- Navidad en Hogwarts
10.- El monstruo del bosque prohibido
11.- El corazón del laberinto
12.- Marca de lealtad
13.- Un anuncio por palabras
14.- El guardián de la cámara
15.- De visita en Malfoy Manor
16.- Pim... Pam... Pum! ¡¿Ginny?!
18.- El club de duelo
19.- Un asunto disciplinario
20.- Una jarrita de miel, un pastel y una botella de hidromiel
21.- La cámara de Slytherin
22.- Pesadilla de navidad
23.- El largo camino de regreso...
24.- Fantásticas bestias y donde encontrarlas
25.- ¿Luna de miel?
26.- El baile más esperado
27.- El patronus de Evans
28.- Orden y caos
29.- La dama gorda
30.- El grim, el lobo y la rata
31.- Navidades américanas
32.- El secreto mejor guardado de los Malfoy
33.- El cáliz de fuego
34.- Jugando con fuego
35.- El veredicto del cáliz
36.- Y los segundos serán los primeros...
37.- Bajo las aguas
38.- El final del torneo
39.- Largo y cálido verano
40.- El ataque de la amenaza... rosa
41.- Runas escondidas
42.- La alta inquisidora de Hogwarts
43.- Cuento de Samhain
44.- ¿La caída de un ídolo de pies de barro?
45.- Nueva vida
46.- El fin y el principio

17.- Rubio, rico y radiante

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Un tal Creevey había intentado sacarle una foto a Evans mientras caminaba hacia la salida de los invernaderos... desafortunadamente, se lo había pedido justo delante de un muy irritado y ofuscado Ron, aun mas resentido por la vergüenza de la regañina publica de su madre... aunque fuese vía Howler.

– ¿Fotos? ¿Ahora sí que te dedicas a firmar fotos, Potter?

El pelirrojo había escupido su nombre casi como si fuese un insulto, apretando los puños. Su cara estaba roja hasta las orejas y resollaba como un toro bravo que ha visto un rojo capote... el control de la ira no era lo suyo. Del otro lado del patio se acercaron con caras de malas pulgas Crabbe y Goyle, mientras Draco que estaba charlando con Warrington tras dar una rápida ojeada se daba media vuelta y emprendía una discreta retirada con Teo pisándole de cerca los talones. Evans reprendió secamente a Ron, recordándole (una vez más) su nombre y quitándole 25 puntos por su falta de respeto. Los Leones se lo iban a comer vivo, apenas comenzaba el curso y ya estaban en negativo! Aún más enojado, Ron masculló:

– ¡Traidor! ¡Te has vendido a las serpientes!

El pelirrojo agitó el puño, tomando impulso y pese al evidente e inminente peligro, Evans no reaccionó... visiblemente al menos. Cuando Ron le lanzó un derechazo, Evans usó la potencia del golpe y el impulso de su atacante para derribarlo en el suelo, atrapando la muñeca del pelirrojo en una dolorosa presa. Que la nariz de Ron se chafase bastante brutalmente contra el suelo no fue más que un efecto secundario de su llave. Muchas varitas salieron a relucir... y en ese momento llegó Severus, acompañado de un jadeante Draco y un pálido Teo. Con una sonrisa feroz y abriéndose paso sin miramientos, Severus alzó del suelo bastante bruscamente por el cuello de la túnica a un balbuceante y vociferante Ron; y murmuró con un brillo casi de sádico placer en los ojos:

– Señor Weasley, ande... alégreme el día.

Minerva llegó recogiéndose el tartán de la falda, el moño agitándose y las gafas descolocadas, para encontrar a uno de sus leones sujetándose la sangrante nariz mientras Severus le sujetaba por el cuello de la ropa rudamente; todo ello en medio de un corro de Slytherins que apuntaba a dicho alumno mientras otros enfrentaban a una abochornada Hermione. El farfullo de Ron era ininteligible e irritada, Minerva le aplicó un brusco pero efectivo Episkey que le hizo soltar un chillido nada masculino. Ofreciéndole un pañuelo y mientras Evans explicaba calmadamente los hechos, Minerva palideció.

– ¿Es eso cierto?

Ante la evidente aspereza del tono de su Jefa de Casa Ron se removió, mirando al suelo con testarudez y masculló con el pañuelo aun en la nariz:

– Potter debía ser un Gryffindor, no un asqueroso y baboso Slytherin...

Con una radiante, encantadora sonrisa, Evans murmuró que Ron quedaba expulsado de su clase... indefinidamente. Por su inconcebible y reiterada falta de respeto y su visible incapacidad para aprender siquiera su nombre. Severus miró con fría ira al bravucón de pasillo, hasta hacer que el pelirrojo tragara saliva y se encogiera dando un pasito en dirección a su jefa de Casa, en inconsciente búsqueda de protección. Tras añadir que ya discutiría la apropiada detención para Ron, Hermione y los demás, le deslizó un brazo por los hombros a Evans y le acompañó guiándolo suavemente en dirección a sus habitaciones, murmurando que sin duda necesitaba descansar un rato después de semejante ordalía.

Reprimiendo el deseo de darle en ese mismo instante una buena tunda, (conociendo el uso que Molly daba a su cuchara de madera, tal vez eso era lo único capaz de penetrar el pétreo cráneo bajo la estopa pelirroja) Minerva se llevó a Ron a la enfermería tras restarle aún más puntos y endilgarle una buena reprimenda a Hermione porque había sacado la varita. Pero ni aun ahí su paz fue duradera. Todavía no había podido hablar con Albus y Poppy estaba ocupándose de la nariz y la barbilla de Ron cuando la enfermería se vio asaltada por un súbito flujo de pacientes.

Entre el barullo alcanzó a entender que Lockhart había mandado a la enfermería a varios de los alumnos... en su primera clase. Contusiones, golpes, mordiscos de duendecillos de Cornualles y algún esguince... eso sin contar la destrucción de vidrios, pupitres y libros. Tras dar un vistazo y un par de órdenes indicándoles que hicieran cola para recibir tratamiento, Minerva usó la chimenea de las habitaciones personales de la enfermera para ir a hablar urgentemente con el Director.

Los Slytherin llegaron más tarde, agrupados ordenadamente, aunque habían salido de la clase los primeros y estaban más o menos casi ilesos. Habían enviado de inmediato a buscar a su Jefe de Casa con un alumno de otro curso y hasta que este, furioso y soberbio, acompañado de un algo pálido e inusualmente serio Evans no llegaron, no entraron a la enfermería. Sus pequeñas serpientes no tenían nada serio, aunque Pansy estaba por completo histérica.

Poppy se multiplicaba, muy agradecida de la inapreciable ayuda que Severus y Evans representaban. Era altamente inusual que tuviera tantos pacientes. Los Leones se quejaban sin recato y protestaban vigorosamente, en atropellada algarabía. La verdad, por el ruido que armaban, parecía estar a las puertas de la muerte. Y aunque Neville era el peor parado de todos con un muy doloroso tobillo fisurado, era el que más callado de todos estaba, con un gesto de estoica resignación que le ganó una mirada calculadora de Severus. Documentando a golpe de varita en los historiales las lesiones, Severus observó trabajar a Evans con contenido orgullo, incluso mientras ayudaba a la atareada enfermera a ocuparse de los leones.

Sus pequeñas serpientes no precisaban más que la limpieza de algún corte o mordisco, pequeños vendajes y pomadas para las contusiones. Pansy necesitó una dosis completa de poción tranquilizante. La pérdida por chamuscado de una buena porción de su melena la había mandado a una crisis de histerismo de cabeza. Y el dolor de las leves quemaduras de sus manos no ayudaba precisamente a tranquilizarla. Evans no osó hacer uso de su influjo (las emociones de los alumnos eran demasiado caóticas y mantener su propio autocontrol ante el asalto de tan descontrolada turba ya era un esfuerzo) y optó por darle media dosis de poción calmante, tras muda consulta a Severus con sus verdes ojos.

Hermione estaba sentada con cara de limón (agria y regañada) junto a un doliente Ron, mientras la enfermera (finalmente) le cerraba el corte de la barbilla al pelirrojo, cuando las puertas de la enfermería se abrieron de nuevo y un nuevo tropel de alumnos sofocados y con las ropas desordenadas entró por las puertas. Los ojos de Poppy se dilataron y después se entrecerraron con determinación.

La enfermera convocó un nuevo delantal, desechando el que llevaba y retomó su bandeja de curas. Eran los Gryffindor de primero, rodeando a un par de los suyos que habían sido sorprendidos por los rebeldes duendecillos que aun campaban a sus anchas por la arruinada clase de defensa. Ginny berreaba sujetándose una mejilla lacerada. Más calmados y estoicos, virtualmente indemnes; los Slytherin les habían seguido en apretado grupo... no fuera a ser que les acusaran a ellos del desaguisado.

Furioso, Severus examinó rápida y visualmente a su más reciente nidada de pequeñas serpientes y les indicó con un gesto que se apartaran a un lado. No había nadie herido (salvo quizás en su orgullo y amor propio) y la enfermería empezaba a estar abarrotada. La enfermera apretó los labios y Evans supo por sus emociones que Lockhart estaba con el agua hasta el cuello. Con discreción, Severus llamó a uno de sus elfos personales y le entregó un pequeño puñado de notas. Con una minúscula reverencia la criatura desapareció casi silenciosamente. Minutos después, un par de los elfos de Hogwarts aparecieron con enormes bandejas llenas de teteras de tila con hierbaluisa, manzanilla o pasiflora; potes de miel de azahar y servicios de té, diminutos bollitos y pastas salpicadas de semillas de amapola. (NA: todas esas cosas son remedios relajantes naturales)

Mientras comenzaban a repartir las bebidas, Minerva regresó a la enfermería, alertada por segunda vez de que sus alumnos andaban en problemas. Tras una breve y apresurada puesta al día de Poppy, y dedicando una mirada de agradecimiento tanto a Severus como a Evans, Minerva intercambió breves palabras con los alumnos heridos. Salvo Neville que debía hacer reposo, y Ginny, a la que Poppy había tenido que dormir para curarla; todos quedaban libres para retornar a sus clases. O al menos para regresar a sus salas comunes, que un rato de descanso no les iba a venir mal después de un sobresalto como ese.

Minerva apretó los labios ante la breve y sumaria convocatoria de Severus. Gilderoy aún no había asomado la nariz fuera de la madriguera en la que se había escondido. Y ella pasó la mayor parte restante del día deshaciéndose de los duendecillos que se habían desperdigado por los pasillos y controlando los daños; aunque afortunadamente, salvo algún susto y chichón, no hubo más alumnos heridos.

Filch era una completa inutilidad. Al primer encontronazo, una pareja especialmente revoltosa de duendecillos le había atacado con su propia escoba, encerrándole en uno de los cuartos de limpieza. La Sra. Norris aún estaba desaparecida y el celador, catatónico de shock en un cubículo cerrado por biombos en la enfermería. Albus se había limitado a ignorar todas sus llamadas, dejándola lidiar a solas con el problema.

Tras dar una última vuelta a los alumnos que habían resultado lastimados, Minerva encaminó sus pasos hacia el despacho de Severus en las mazmorras.

Evans había dado un toque algo más personal al austero lugar. Eran un par de sencillos detalles: una alfombra formando un damero de distintos tonos de piel con pelo bajo el escritorio, una copia artística del título de Maestro de Pociones bellamente enmarcado en la pared de detrás, y un marco de fotos en el lugar de honor sobre la chimenea. El marco mostraba dos imágenes. Una era la primera foto que Severus había sacado de Evans, el joven por primera vez sobre Beauty, el brioso árabe que le había obsequiado. La segunda, les mostraba a ambos relajadamente paseando por unos hermosos jardines. Ocasionalmente, Evans parecía reír mirando a su acompañante, y este sonreía, deslizando su brazo sobre los jóvenes hombros. Era una de las muchas fotos que Narcisa había tomado ese verano.

Un pequeño fuego azul ardía en la chimenea, como tenue fuente de luz y más que nada para disipar la perpetua humedad de las mazmorras, y Evans la invitó amablemente a tomar asiento. Los demás ya estaban esperando, sentados en torno a la mesa de despacho. Evans puso en su mano una taza de té y desapareció discretamente tras unas murmuradas disculpas y con una última sonrisa, usando la puerta que comunicaba con su propio despacho. Filius contempló la puerta y Pomona terminó su pasta, mientras Severus murmuraba:

– Evans es de lo más discreto... aunque a todos nos hubiera gustado incluirle, no es lo correcto y entiende perfectamente que esta reunión es solo para los Jefes de Casa oficialmente nombrados.

Tras mirar a sus colegas, Severus añadió, directo al grano:

– Mis Slytherins no volverán a esa clase. No quiero tener que escribir una carta explicándoles a unos padres que su retoño ha sufrido un desgraciado accidente.

Pomona pareció alterarse, su pelo escarolado pugnando por salir de su cofia y Filius se atiesó en su silla. Minerva apretó los labios en un rictus. Sin apenas pausa, Severus susurró:

>> Esta vez, Dumbledore se ha lucido realmente. Lockhart no solo es un presumido incompetente incapaz de atarse los cordones... y mucho menos de dar clases. Es un riesgo para los alumnos. Una amenaza.

Como si masticase cristales, Minerva murmuró:

– Es cada vez más difícil encontrar profesores dispuestos a aceptar el puesto, pero creo que tienes razón. Donde ha dejado Gilderoy el talento que poseía... eso no lo sé, pero parece que lo único que permanece intacto es su vanidad. No puedo rebatir las decisiones de Albus como Director, pero hablaré con Gilderoy. No más demostraciones prácticas.

Filius entrecruzó las cortas piernas y murmuró:

– Y esos libros... no tienen nada que ver con el programa educativo...

– ¿Cómo van a aprender algo leyendo libros de aventuras?

Preguntó con ojos preocupados Pomona. Con un pequeño suspiro, Severus murmuró:

– Los mayores pueden tutelar a los pequeños, en mi casa el sistema funciona desde hace años para todas las asignaturas... y además podría estudiar el cambiar alguna de las actividades de entrenamiento físico obligatorias para mis alumnos por clases de duelo...

Tras una breve pero intensa deliberación, Minerva accedió a ponerle freno a Lockhart, restringiendo sus clases al curriculum teórico establecido. Y sin práctica alguna. Básicamente, los alumnos emplearían las clases para leer y hacer una vez a la semana test de anteriores exámenes. La práctica la suplirían con tutorías en el seno de cada casa. Los profesores prestarían especial apoyo a los alumnos de TIMO y EXTASIS.

Y mientras sus Jefes de Casa se alineaban para salvaguardar la integridad física de los alumnos; en su elevada torre de marfil, Albus Dumbledore continuaba comiendo caramelos de limón.

HP&SS

Pese a que el Director se había negado a asignar castigo o detención alguna por la muy irregular llegada de Ron y Hermione y su aparatoso choque contra el Sauce Boxeador, Severus había encontrado suficientes motivos para endosarles a ambos detenciones. Ron pasó una amarga y larguísima semana sin cenar, aguantando el incesante parloteo de Gilderoy, sus consejos sobre moda y ayudándole a contestar las cartas de sus fans.

Mientras que Hermione se enfrentó a la tarea de copiar y ordenar manualmente centenares de fichas de detenciones, supervisada intermitentemente por un muy cabreado Filch y vigilada de cerca por una recelosa Sra. Norris. Además estaba la detención a la más joven de los Weasley, por su poco... correcto comportamiento.

Bajo la confusa y muy desconcertada vigilancia de Hagrid, una furiosa Ginny acabó limpiando durante esa semana, poco a poco toda la sala de trofeos sin magia; solo un par de baldes de agua, una pastilla de jabón basto, dentífrico y una montaña de trapos. Dejar relucientes además de los suelos, cristales y plata con tan sencillos elementos no era imposible, pero si laborioso.

HP&SS

Draco era ahora el orgulloso poseedor de una Nimbus 2001 y estaba listo para demostrar su valía en las pruebas para ingresar al equipo de Slytherin. Evans había entrenado con él durante el verano... su Nimbus 2000 era un poquito especial... era única, un prototipo, con el diseño básico de la serie 2000, además de mejoras y mayor potencia que habían sido refinadas para el diseño final del nuevo modelo 2001. Draco prefería su propia escoba, la de Evans aunque tenía más potencia bruta y en teoría podía ser algo más rápida, era mucho más temperamental y quisquillosa. Su padre le había prometido a Severus comprar y donar un lote completo de escobas y nuevos uniformes para el equipo si Draco conseguía ingresar... no era un soborno, solo una manera de asegurar que si Draco entraba en el equipo, este contaba con las mejores equipaciones. Así que aunque estaba nervioso, Draco estaba dispuesto a ganarse por sus méritos un puesto en el equipo.

Vestido en su equipamiento de vuelo, su propia escoba negligentemente apoyada junto a él, Evans envió una sutil onda de confianza y serenidad hacia Draco, junto con una sonrisa y un gesto (un puño con el pulgar hacia arriba) en el momento en que Flint tocó el silbato indicando que todo el mundo debía montar en su escoba. Severus normalmente "ponía un ojo" cuando se celebraban las pruebas, a distancia y muy discretamente... sin que sus alumnos se percatasen, por si surgía cualquier problema. Este año, había delegado la responsabilidad en Evans, que a su vez optó por asistir abiertamente. Muchos alumnos le habían pedido consejos para mejorar su forma de volar, y él era un asiduo visitante del campo de Quidditch. Incluso participaba en algunos entrenamientos, a petición de Marcus Flint.

Evans observó como el casi completo equipo competía contra los nuevos aspirantes. La experiencia les daba algo de ventaja, pero si alguien con talento aparecía... el equipo necesitaba contar con los mejores jugadores posibles. Y sustitutos para estar listos ante las eventualidades. La única plaza actualmente descubierta era la de buscador. Higgs terminó sus estudios y el año anterior no habían tenido sustituto adecuado para él. Tras unas horas, el equipo se recompuso oficialmente. Tenían de nuevo siete titulares con la nueva adicción de Draco como flamante buscador.

Draco era el más prometedor de los que se habían presentado al puesto, aunque necesitaba mucho entrenamiento para integrarse al equipo. Derrick y Bole repetían como bateadores, al igual que Pucey, Montague y Flint como cazadores, y Warrington entraba como reserva. Bletchley seguía siendo su guardián. A regañadientes, Crabbe y Goyle fueron admitidos como bateadores sustitutos en prueba. Si su rendimiento académico no era satisfactorio, su Jefe de Casa no les dejaría jugar... ser miembros del equipo era un privilegio. Tenían también unos cuantos jugadores que con duro entrenamiento podían llegar a titulares, y ante la ausencia de otra cosa, Flint los incluyó como sustitutos.

Zabini tenía madera de guardián, aunque hacer de cazador no se le daba mal; y en tercero Luke Patton, un lejano primo de Pansy, era un pasable bateador y en caso de absoluta necesidad, podía hacer las veces de buscador, aunque ese no era su fuerte. Los que habían probado suerte y fallado, felicitaron algo desangeladamente a los elegidos, sus ojos animándose cuando Evans murmuró que siempre podían seguir entrenando con él o por su cuenta y volver a intentarlo el año siguiente. Y en pacifica armonía, el grupo de Slytherins emprendió el camino de regreso a la seguridad de sus mazmorras.

Draco no paraba de platicar excitadamente, narrándole con pelos y señales a Evans todos y cada uno de sus movimientos y "proezas" durante su prueba (como si no la hubiese visto desde las gradas) cuando el sonido de unos cascos le hizo alzar la cabeza. Con deleite, Draco exclamó:

– ¡Firenze!

Y se separó alegremente del grupo para ir al encuentro del joven centauro rubio que trotaba hacia ellos desde el linde del bosque. Evans alzó una ceja y con un suspiro resignado, encomendó a Marcus y otro de los prefectos acompañar al grupo hasta el santuario de sus habitaciones, e informar a su esposo de su paradero y previsible retraso.

Draco corrió por la hierba, dejando atrás su escoba. El centauro aceleró hasta el galope y cruzó la distancia en un santiamén, deteniéndose con una súbita levantada de cascos delanteros muy cerca del rubio jovencito. Evans recogió la escoba de Draco, y la cargó con la suya sobre el hombro, avanzando a un paso comedido, alzando una ceja con sorpresa. Firenze estaba... diferente. Era evidente que el centauro había hecho un esfuerzo excepcional en su aseo personal.

Su salvaje melena rubia relucía y estaba medianamente ordenada pese a la galopada. La piel de su torso humano estaba bastante limpia y su barba estaba afeitada. El pelaje de su cuerpo de caballo relucía y su espesa cola blanca estaba semirecogida en una trenza en su base. Además, los correajes que sujetaban su arco y su carcaj estaban bruñidos y aceitados. En la distancia, Firenze inclinó la cabeza doblándose levemente por la cintura mientras una de sus patas delanteras se doblaba. Evans inclinó la cabeza en respuesta y Firenze volvió sus ojos completamente hacia Draco, que le sonreía animadamente.

Firenze hincó ambas rodillas delanteras en el suelo cuando Draco le saludó con una inclinación de cabeza y una sonrisa radiante, y abrió los brazos. Draco le abrazó con ímpetu, y el centauro se alzó, volteando entre sus fuertes brazos al muchacho, que gritó deleitado como un niño pequeño mientras volaba por los aires. Con la risa de Draco aun en los oídos, Firenze murmuró, dejándolo delicadamente en el suelo:

– Has crecido desde la última vez que nos vimos, mi pequeño Draco. Ya no pareces un pequeño potrillo de patas temblorosas...

– ¡Hey!

Se indignó Draco, dando una mirada asesina y un manotazo al pecho equino de Firenze. Mascullando entre dientes, el jovencito espetó con toda la airada razón de la adolescencia, cruzando amulado los brazos ante el pecho:

>> Mido 1,57 y casi medio, y he crecido casi siete cm desde el año pasado. Mi madre ha tenido que renovar todo mi guardarropa este verano.

Con una media sonrisa Firenze susurró:

– No pretendía ofenderte pequeño potro. Solo constatar que el verano te ha sentado muy bien Draco...

Draco no podía irritarse con el gentil centauro por más de unos minutos así que, tras remolonear unos momentos con el ceño fruncido y los brazos cruzados, alzó la mirada hacia los impactantes ojos de Firenze por entre la cortina de pelo rubio alborotado y susurró:

– ¿De verdad?

Firenze asintió muy serio, y con una brillante, deslumbrante sonrisa, Draco comenzó a relatar su reciente proeza al ingresar en el equipo de Quidditch. Caminando a paso lento y con el hombro rozando a menudo el flanco o el brazuelo del centauro, llegaron cerca de la cabaña de Hagrid... y Firenze se despidió con un suave abrazo de Draco y una reverencia de Evans, para contemplarles recorrer los últimos centenares de metros hasta el castillo desde el huerto de calabazas. Solo cuando las pequeñas figuras desaparecieron tras las puertas de roble, reluctantemente, el rubio centauro volvió grupas de regreso a su bosque con un suspiro.

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