Me quedé en silencio mientras seguía viendo lo mismo en su mirada. No se veía endurecida, sino que se veía triste.. capaz un poco roto, cosa que no terminaba entendiendo completamente.
—No quiero hablar del beso, solo diré que lo hice por salvar mi vida, ¡no como vos que te vas a chaparte a la otra! —Grité ya molesta.
—¡Dije que no es por el beso! —Gritó de vuelta, haciéndome encoger en mi lugar.
Sin embargo, traté de reponerme para no dejarme ver muy intimidada.
—¿Ah no? ¿Si no es por el beso entonces qué es? —Cuestioné cruzándome de brazos.
—Es miedo, odio que me hagás poner así. ¿Por qué me tenés que hacer sentir tan vulnerable? —Preguntó con la voz rota.
Me sorprendí al oírlo así, su expresión realmente denotaba tristeza y frustración, lo que podría verse como angustia.
—No es por el beso, es porque no me llamaste. Es porque decidiste escucharlo a él. —Prosiguió negando con la cabeza.
Yo mordí mi labio sintiéndome muy mal de pronto, luchando contra las ganas de llorar.
—Es porque no me das tu alma, ¿qué habría hecho yo donde él te hubiera matado? —Dijo Mateo. —Es porque tengo miedo de perderte.
Desvié mi mirada a otro lugar.
—Yo te juro que te entiendo, que sea difícil para vos, pero tampoco puedo así. —Dijo Mateo y volví a mirarlo.
—¿A qué te referís? —Cuestioné.
—A que odio esto. —Dijo y pasé saliva mientras sentía mis ojos mojarse. —Odio el dolor que causa amarte y que no te entregués a mi, odio que me hagás preocupar tanto, que me volés la cabeza y todo el tiempo quiera tener mis manos en tu cuerpo. Odio el miedo que provocás en mi, ¿cómo es posible?
No podía creer todo lo que estaba diciendo.
—¿Cómo es que tenés el poder de asustar a un demonio? —Preguntó con cierta molestia.
No sabía como responder a todo lo que él había dicho, lo entendía, pero no sabía que decisión tomar.
—Y por una mierda, que me costaría, pero no es imposible dejarte. —Dijo tomándome por sorpresa. —No podés tenerme tan angustiado todo el tiempo, yo no voy a soportar amarte y luego dejarte ir porque decidiste dejar ir tu alma al carajo antes que dármela a mi.
—No, Mateo. Te.. estás alterando. Yo no quiero que te alejés de mi, sabés que te amo. —Dije rápidamente. —Yo no quería que te sintieras así.
—No estoy diciendo que querías, pero me siento así y no puedo. No podés darme tu alma, pero luego, ¿no podés llamarme para que te cuide? —Dijo y volvió a negar con la cabeza.
Estaba siendo completamente transparente conmigo, mostrándome cuanto le afectaba, y valoraba mucho eso.
—Perdón, no va a volver a pasar. —Dije mirándolo a los ojos. —Dale, no te pongás así, perdoname. Es que es difícil confiar en vos.
—En vos también, Amelia. Cada vez que te dejo sola te mandás una. —Dijo frunciendo el ceño-
—¡Ya entendí! Tenés razón, ¿qué más querés que te diga? —Dije frustrada.
Suspiré al verlo callado en silencio.
—No me volvás a decir que te vas a alejar de mi. —Pedí mirándolo fijo.
Mateo relamió sus labios y asintió. Se acercó hasta el extremo de la cama, donde yo estaba sentada y se inclinó un poco para que su rostro estuviera a mi altura.
Volví a sentirme bien cuando sus labios se unieron con los míos, era la primer discusión decente que teníamos, porque siempre terminábamos.. bueno, yo era la que terminaba siempre arruinada. Y era mil veces mejor oír su corazón, que ser mandada a la entrada del infierno.
Me relajé un poco al sentir sus labios moverse sobre los míos, acariciándolos suavemente.
—¿Me perdonás? —Dije mirándolo fijamente.
—Puede ser.. —Sonrió.
—Dale, vos solo querés que te ruegue. —Dije y él rió.
Al menos ya no estaba triste, ni molesto.
—Si me rezás puede que no me enoje más. —Dijo mordiendo su labio inferior y acariciando mi mejilla.
—¿Cómo te rezo? —Pregunté curiosa.
Mateo se alejó un poco de mi, y me puse nerviosa cuando bajó de pronto su pantalón junto a su bóxer, dejando así su miembro al aire.
Mire que ya estaba un poco parado e inevitablemente pasé mi lengua por mi labio inferior para humedecerlo un poco.
—Rezale un poquito, dale.
*carita pervertida* ahre