Decídete, Margarita [Saga Mar...

By Nozomi7

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Tras su reciente divorcio, una mujer de veintiocho años se reencuentra con un joven de dieciocho, quien le co... More

✿ Decídete, Margarita ✿
✿ Sinopsis ✿
✿ Dedicatoria ✿
✿ Epígrafe ✿
✿ Capítulo 1 ✿
✿ Capítulo 2 ✿
✿ Capítulo 3 ✿
✿ Capítulo 4 ✿
✿ Capítulo 5 ✿
✿ Capítulo 6 ✿
✿ Capítulo 7 ✿
✿ Capítulo 8 ✿
✿ Capítulo 9 ✿
✿ Capítulo 10 ✿
✿ Capítulo 12 ✿
✿ Capítulo 13 ✿
✿ Capítulo 14 ✿
✿ Capítulo 15 ✿
✿ Capítulo 16 ✿
✿ Capítulo 17 ✿
✿ Capítulo 18 ✿
✿ Capítulo 19 ✿
✿ Capítulo 20 ✿
✿ Capítulo 21 ✿
✿ Capítulo 22 ✿
✿ Capítulo 23 ✿
✿ Capítulo 24 ✿
✿ Capítulo 25 ✿
✿ Capítulo 26 ✿
✿ Capítulo 27 ✿ [CAPÍTULO FINAL]
✿ Epílogo ✿
Anotaciones finales
El secreto de Margarita [Saga Margarita 2]

✿ Capítulo 11 ✿

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By Nozomi7

—¿Qué quieres? —pregunté con una falsa indiferencia.

Está bien, quería fingir como si no me importara que Luis hubiera venido a verme. Aunque en el fondo, estaba más feliz que una perdiz.

—¿Puedo subir? —insistió.

—No.

—Necesito hablar contigo.

—¡No tenemos nada más de qué hablar!

—Solo cinco minutos, por favor.

¡Tuve un déjà vu! Me había dicho lo mismo el día que se me declaró y terminé creyendo todas sus mentiras.

—Ambos ya sabemos que tus cinco minutos son mucho más que eso, ¿no?

—Por favor....

—¡No quiero hablar nunca más contigo!

—Margarita, por favor...

—¡No insistas más! Y si sigues fastidiando, llamaré a los de serenazgo(1), alegando que eres un ladrón que está rondando mi departamento para que vengan y te echen de aquí. Si pueden llevarte a la cárcel por ser un acosador, mucho mejor —dije, muy enfadada.

—¡Pues llámalos! Si con eso puedo captar tu atención y explicarte lo de esta tarde, no me importa, ¿sabes? —señaló, muy decidido.

¿Lo decía en serio? Dios, de ser así, no quería armar todo un escándalo en el edificio, menos que los del serenazgo se lo llevaran, aún a pesar de mi advertencia. Porque si era así, estos llamarían a su familia, los Villarreal se preguntarían qué estaba haciendo él aquí, comenzarían a atar cabos y... ¡No! ¡Esto no podía ser! No aún...

Decidí escuchar lo que Luis tenía que hablar.

—Voy a bajar, espérame.

—¿Cómo?

—Que me esperes abajo, he dicho. Ni te creas que después de lo que me enteré hoy voy a dejarte volver a subir a mi departamento.

—Bien, aquí estaré.

Fui rápido al baño para lavarme el rostro.

¡Dios mío! Tenía un aspecto desastroso producto de las lágrimas que antes había derramado. Me lavé con cuidado la cara hasta que el ardor de mis ojos lograra disimularse. Entré a mi habitación y me cambié de ropa. Dejé el pijama en la cama y me puse un buzo azul. Cogí mi maquillaje y regresé a los servicios higiénicos.

Ya en el baño, me eché suficiente base de maquillaje alrededor de mis ojos. Quería disimular las enormes ojeras que tenía producto de llorar hace un rato. Mi orgullo no quería que Luis se diera cuenta de todo el sufrimiento que me había provocado.

Después de terminar de arreglarme, cogí el control remoto de la televisión. Bridget Jones, la protagonista de la película, estaba ahí, felizmente besándose con el señor Darcy, el galán, mientras este la abrigaba de la nieve que empezaba a caer, ya que ella estaba vestida solo con ropa interior. ¡Cuánta envidia me daba!

—Hmmpff —gruñó Napoleón, levantándose del suelo y dando saltitos alrededor de mí.

—No me demoro. No te preocupes.

Le acaricié su cabeza para poder tranquilizarlo, pero fue en vano. Se mostraba muy inquieto, moviendo la cola, muy nervioso y poniendo sus patitas delanteras sobre mí.

—Ya vuelvo —dije antes de salir y de echar una última mirada a mi perro. Con sus grandes ojos negros me observaba muy atento y daba un chillido lastimero.

¿Era un preámbulo de lo que me esperaba?


✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿


Cuando bajé a la puerta de entrada, verifiqué que el portero no estuviera pendiente de lo que ocurría. La luz de la pequeña habitación que hacía de dormitorio del señor Fuentes estaba apagada, un indicio de que, por la hora, estaría dormido ya. Sin embargo, estaba equivocada.

Al lado de la puerta de metal de entrada estaba sentado en una pequeña silla, leyendo lo que parecía ser una revista de deportes.

—Buenas noches, señor Fuentes.

—Buenas noches, señora. Ese joven la está esperando —dijo indicando con la cabeza a la derecha.

Ahí estaba Luis, parado en la esquina de la calle, observando hacia la luna llena que iluminaba la noche en todo su esplendor. Estaba fumando un cigarrillo. Aún no se había percatado de mi presencia.

—Lo sé —alegué.

—¿Todo bien?

—Sí.

—Porque si necesita de algo...

—No se preocupe —acoté, interrumpiéndole.

No quería que nadie más se involucrara en lo que sucedía entre mi exnovio y yo. Tenía suficiente con lo que pasaba como para tener que cargar con un problema extra.

Cuando Luis me vio acercarme a él, quiso darme un abrazo, pero lo rechacé de inmediato. Dejaría bien en claro que las cosas entre nosotros ya no serían como antes.

—Aquí estoy. ¿De qué querías conversar? —pregunté, muy seria.

El gesto de decepción y tristeza en su rostro ante mi desplante fue evidente. Hizo una mueca con pesar y no insistió en abrazarme. Por lo menos, respetaba mi decisión.

—Bueno, yo...

—¿Sí?

Se mostró muy dubitativo. Por primera vez, en todo el tiempo que estábamos juntos, no fue capaz de observarme a los ojos. Algo no marchaba bien, definitivamente.

—¿Te parece bien si subimos a tu departamento? No quiero hablar de esto en público.

—Creo que dejé bien claro que no te iba a permitir volver a subir.

—Las cosas no son lo que parecen... —dijo azuzando los brazos, al tiempo que soltaba lo que quedaba de su cigarrillo al suelo y pisaba la colilla con su pie izquierdo.

—Entonces, sea lo que sea, puedes decírmelo aquí, sin rodeos —acoté cerrando mis brazos. Esperaba con impaciencia lo que tenía que soltar.

—No quiero hablar de algo tan privado aquí en la calle, mi boquita de caramelo...

—No me vuelvas a llamar así, ¿te quedó claro? ¡Nunca más lo vuelvas a hacer! —le señalé muy enojada, interrumpiéndolo.

Me volvió a observar muy quieto. En sus ojos se observaba mucha angustia. En ese instante, empezó a caminar acortando la distancia que nos separaba.

—Margarita...

—¿Qué quieres? —pregunté muy malhumorada.

—A ti.

Intentó abrazarme, pero lo rechacé de inmediato. ¡No quería volver a sentir el contacto físico de su piel con la mía! Porque si era así, tenía miedo de que volviera a caer rendida ante él y sus mentiras.

Insistió de nuevo, mas puse mis manos sobre sus antebrazos y di unos pasos hacia atrás.

En ese instante, mis vecinos, Rosario y Arturo Vásquez, llegaban caminando de la mano de dirección norte a sur por la vereda. Quise evitar saludarlos porque no quería que me vieran en esta situación tan embarazosa. Desvié la mirada hacia otro lado y traté de taparme el rostro con mi flequillo para evitar que me reconocieran. No obstante, fue en vano.

—Buenas noches, Margarita. —Escuché que me habló la mujer.

—¡Ah! Buenas... buenas noches, Rosario —dije casi a rastras—. Buenas noches, Arturo.

La incomodidad de verme observada en la calle con Luis, en esa delatadora escena, me invadió de nuevo. ¡Dios mío!

Para él también debió de ser así, ya que de inmediato se separó de mí y dejó de persistir en su abrazo.

Por un instante me sentí aliviada de no tener que lidiar con él. Pero, por otro lado, estaba muy avergonzada de que mis vecinos me hubieran visto rechazando a mi ahora exnovio. ¿Qué pensarían de mí? ¿Empezarían a correr los rumores de mi relación con él? ¡Caray!

Cuando los Vásquez entraron al edificio, me sentí más tranquila. Era poco usual que a esa hora se viera en las calles de mi barrio a gente caminando. pero, como era sábado por la noche, podías toparte con alguna persona regresando de alguna reunión o fiesta. Siendo así, otro vecino como los Vásquez atestiguaría lo que estaba ocurriendo con Luis y conmigo. ¡Maldita sea!

—Tengo el coche de mi papá estacionado a la vuelta de la cuadra, frente al parque. Si deseas, ahí podemos hablar con más tranquilidad.

—No quiero... No quiero estar en un espacio muy reducido contigo. ¿Y sabes por qué? Conociéndote, vas a tratar de agarrarme desprevenida y besarme como aquella vez en tu carro.

—No haré nada que tú no quieras, Margarita, te lo prometo. Pero insisto, no veo conveniente hablar sobre lo que tengo que decirte aquí en la calle. Necesitamos privacidad.

—¿De qué es lo que quieres hablar que estás tan insistente? ¡Está más que claro que me estuviste engañando todo este tiempo! Tú y esa chiquilla... ¡Diana!

—No es lo que te estás imaginando.

—¿Ah no? —Volví a interrumpirlo. Creo que en esta ocasión yo estaba levantando la voz—. Y entonces, ¿me vas a negar que tú y ella no están juntos?

Bajó la mirada. Estaba más que claro que, con su silencio, estaba confirmando mis peores temores y sospechas.

En ese instante, un coche con unos jovencitos se detuvo en la esquina. Comenzaron a silbar y a reír sin parar.

—¡Hey, Lucho!

¡Dios santo! ¿Todo el mundo se había puesto de acuerdo para interrumpirnos o qué?

—Hola, Ariel, Iván y El Chino —dijo Luis levantando la mano derecha a modo de saludo.

Recordé que me había comentado en una ocasión que él conocía mi barrio porque uno de sus amigos, de nombre Ariel, vivía en mi calle, cuadras más abajo.

—Estamos yendo a la fiesta de la flaca Erika —dijo el chico del asiento del copiloto—. ¿Te apuntas?

—No sé. Ya veré —respondió Luis.

—¡Vamos, bro! Estás desaparecido desde hace días. Ya no vas a las fiestas como antes —indicó quien estaba sentado en el asiento del conductor.

Un joven con el pelo amarrado con una coleta, quien estaba al volante del carro negro, a quien yo había identificado como uno del grupo de los cantantes de rap con los que Luis andaba, insistió en su petición.

—¡Nos tienes abandonados, Lucho! ¿Qué pasa?

—Ya veré, Ariel. Quizá voy a eso de la una o dos.

—¡Ajaaá! Por esto es que ya no sales con nosotros hace tiempo y nos tienes abandonados, ¿eh? —señaló el joven que manejaba, ahora identificado como Ariel, mientras me observaba con curiosidad y con una sonrisa estúpida en la cara. ¡Qué impertinente!

—Bien ahí, ¡campeón! —dijo el chico sentado atrás

—¡Tienes buen gusto, brother! ¡La tía está buenaza! —alegó el copiloto.

El trío de amigos comenzó a observarme, a susurrar y a reír, mientras se daban codazos entre ellos. ¡Qué pesados!

—¿No tienen nada mejor que hacer? —señaló Luis bastante fastidiado.

—Ohhh. ¿Qué pasa, bro? —mencionó el joven con ojos pequeños ubicado en el asiento del copiloto. Él debía de ser al que le decían El Chino—. ¿Por qué tan ofensivo?

—¿Ya no reconoces a los amigos? —indicó un chico con gafas que estaba sentado en la parte de atrás del coche.

—Ahora porque está con una mujer mayor se ha sobrado. ¡Qué mal, Lucho!

—¿QUIEREN DEJARME EN PAZ? —exclamó Luis con la respiración agitada, azuzando los brazos como si estuviera a punto de estallar.

Se le veía muy mortificado y era comprensible, porque yo también me sentía así.

Sus amigos se quedaron callados y estupefactos. Era obvio que no esperaban que él reaccionara de ese modo.

Luis suspiró profundo, buscando serenarse. Me pareció que, mentalmente, estaba contando hasta diez.

Después de pocos segundos, en los que parecía que todo volvió a su cauce, él se dirigió al auto y les habló a sus amigos por la ventana del conductor:

—Ahora estoy ocupado —habló de un modo más pausado—. Entiéndanme, bros. Luego los llamo, ¿sí?

¡Qué tal cambio! En cuestión de instantes, Luis había pasado de ser un chico alterado y fastidiado por las bromas de sus amigos, a uno más tranquilo y sosegado. Sobre todo, ¡queriendo controlar la situación de ese momento!

Si algo siempre había admirado en él y, por lo cual, me había sentido tan bien a su lado, era la madurez que mostraba para diversas situaciones, aún a pesar de su corta edad. Y esto era un claro ejemplo de aquello.

—Está bien, compadre. Nos vemos en la fiesta —mencionó Ariel.

—Adiós, bro —dijo el resto del grupo.

Segundos después, los amigos de Luis por fin se habían ido. De nuevo, él y yo nos encontrábamos solos.

—Vamos a tu carro a conversar —dije.

—¿En serio? ¡Por fiiiin! —habló con una pequeña sonrisa.

—¡Aún no cantes victoria! Es solo porque no quiero que otros tontos como tus amigos nos vengan a interrumpir.

Ya en su auto, el calor del ambiente contrastaba con el frío que se percibía fuera. A pesar de ser noviembre, la primavera no se quería ir. Por lo fría de la noche, parecía que iba a llover en Lima.

—Bien. ¿En qué estábamos? Ah, sí. Estabas por confirmarme que tú y esa chica son todavía novios —dije con hiriente sarcasmo.

—¡No es así! —me interrumpió, mirándome fijo a los ojos.

—¿Entonces? ¿Me puedes explicar qué diablos está pasando aquí! Porque Diana llegó muy suelta de huesos a tu casa esta tarde. Me contó que ella y tú se habían conocido en Arequipa, que son novios desde hace tres años y...

—¡Éramos! —volvió a interrumpirme.

—¿Acaso ya han terminado su relación?

No contestó y volteó el rostro hacia el otro lado. De nuevo, su silencio carcomía mis entrañas, haciéndome saber que temía por lo que aquello podía significar. Pero yo debía de continuar y descubrir la verdad.

—¿Puedes explicarte mejor y dejar de callarte cuando te hago una pregunta? —le dije, muy indignada.

Volvió a observarme.

¡Dios mío! Sus ojos estaban más tristes que nunca. ¿Qué era lo que querían decirme?

—Es cierto que Diana y yo nos conocimos hace tiempo... Y fuimos enamorados por varios años.

—¿Y?

—Ella y yo terminamos en marzo pasado. Nuestra relación no funcionaba.

—¿Por qué?

—Ufff. Por muchas cosas, pero sobre todo por su forma de ser. Es muy engreída, materialista, inmadura... Además, por lo que te confesé antes.

—¿Cómo?

—¿No te acuerdas lo que te dije el primer día que nos reencontramos?

—Me dijiste muchas cosas.

—¿Cómo puedes haberlo olvidado?

Lo miré esperando a que continuara.

—Siempre estuve pensando en ti durante todos estos años, Margarita. ¡Por Dios! ¿Ya lo olvidaste?

—Ah, eso —dije muy orgullosa de ello.

¡Claro que recordaba lo que me había dicho el día en que se confesó conmigo! Pero mi vanidad femenina y orgullo herido estaban antes que todo.

—Y cuando conocía a una chica que me gustaba, pues la comparaba contigo y me decía ‹‹Ella no es como mi Margarita››.

Estaba muy complacida al escuchar aquello. El orgullo que sentía al escuchar sus palabras no cabía dentro de mi pecho.

—En definitiva, ¡Diana no es como tú! —indicó dando unos golpes en el volante de su coche con su mano izquierda, mientras se acercaba a mí y tocaba con su mano derecha mi mentón.

Con esas palabras y gestos, la llama de la esperanza se encendió en mi interior.

—Cuando terminamos, ella insistió en regresar conmigo —continuó hablando, luego de soltarme—. No te voy a negar que me llamaba muy seguido, pero ya no me interesaba. Esa relación ya estaba muerta desde hace tiempo atrás.

—Entonces, ¿por qué sigue diciendo que es tu novia, si tú y ella han terminado hace meses?

—En mis vacaciones de invierno viajé a Arequipa. Un amigo me hospedó en su casa y ahí me reencontré con Diana. Al principio, las cosas siguieron como siempre entre nosotros. Me buscaba para regresar; yo no quería. Pero...

—¿Pero? —lo animé a continuar.

Me desvió la mirada y volteó el rostro hacia la izquierda.

—La noche antes de regresar a Lima, mis amigos de Arequipa me organizaron una fiesta de despedida. Tomé mucha cerveza. Allí estaba Diana y... ¡vamos! —Entrecerró los ojos—. Me da hasta vergüenza admitirlo. —Bajó la cabeza y la sacudió varias veces.

Lo observé impaciente. Pude sentir que una gota de sudor bajaba por mi sien de la expectación.

—Ella se me insinuó y acepté. ¡Me acosté con ella! Y la pasé bien, ¿para qué voy a negarlo?

Se quedó callado por un buen rato.

¿Eso era todo? ¿Luis se sentía mal conmigo porque había tenido un remember(2) con su ex? ¿Tanto escándalo por eso?

—No te voy a juzgar por ello, ¿bien?

¡Y no lo iba a hacer! Después de todo, lo que me contaba ocurrió cuando él y yo no éramos novios.

En mi caso, César y yo, antes de separarnos definitivamente, habíamos tenido lapsos de estar distanciados por algunos días. Y durante ese tiempo, aún a pesar de sus infidelidades, debido a la educación tan estricta que recibí de que ‹‹un matrimonio debía durar para toda la vida››, aún albergaba la leve esperanza de regresar con él. Si hubiera habido la oportunidad de un remember, quizá yo hubiera cedido. Ya ahora, con el tiempo transcurrido desde mi separación, eso era imposible. Más aún, desde que había comenzado mi relación con Luis. Por todo esto, me sentía impedida de, siquiera, juzgarlo por su comportamiento. Y así se lo hice saber.

—Si querían retomar lo suyo... —dije a modo de ironía y de broma.

Solté una pequeña risa para tratar de calmar la tensión.

—¡Bah! ¡No fue así! —señaló también con una leve sonrisa—. Fue cosa de una sola noche y ya.

—Bueno, que te quede claro que no te juzgo por ello. Después de todo, los dos estaban sin pareja entonces, ¿sí?

—Así es —dijo apoyando su cabeza en la mano izquierda, aún sin dirigirme la mirada.

—¿Y entonces regresaron?

—¡No! ¡Nada que ver! ¡Ni loco regreso con ella! ¡Es muy celosa, posesiva...! —Hizo una pausa y luego una mueca de fastidio—. En fin, simplemente fue cosa de una noche y ella lo sabía muy bien antes de que pasara.

—Luego de eso, ¿qué ocurrió?

—Pues lo de siempre: le dije que iba a regresar a Lima y me despedí de ella. Pero ¡volvió a joderme! Seguía llamándome, diciéndome que me extrañaba y todo eso, pero ¡yo nada que ver! ¡No quería nada con ella! Cambié hasta de número de celular para que ya no insistiera más.

—¿Y después de eso?

—Eso ya lo sabes, Margarita. Me reencontré contigo y he sido más feliz que nunca, como no lo fui antes con otra chica.

Con lo que acababa de confesarme, empecé a experimentar una leve alegría y albergar la ilusión de que todo el dolor que había sentido era solo un malentendido en mi relación con él, que solo debía dejar pasar. No obstante, algo me decía también que no había acabado de soltar todo lo que tenía dentro de sí. Y estaba en lo cierto.

—Insisto, si han sido así las cosas con Diana, ¿por qué sigue diciendo que ella y tú son novios?

—Porque llamaba a mi casa y decía que tenía algo muy importante que contarme, pero siempre me hacía negar. ¡No quería volver a conversar con ella! Y eso fue hasta hoy, en la tarde, que la vi ahí, en mi sala, cuando me dijo que tenía algo muy urgente de qué hablar y que por eso había venido a Lima.

—¿Qué es eso tan importante?

Volvió a observarme. En sus ojos se podía contemplar una tristeza que nunca se la había visto. La mirada pícara y traviesa que siempre lo caracterizaba, había desaparecido para siempre.

Me abrazó muy fuerte, como nunca lo había hecho. Lo curioso era que, con ese gesto, lo sentía tan cerca de mí y a la vez tan lejos, como si algo nos separara... y para siempre.

—No te quiero perder, Margarita —me susurró al oído.

—¿Por qué dices eso? ¿Acaso has regresado con ella?

Me miró a los ojos. Parecía que quería llorar. ¡Madre santa! ¡¿Qué diablos estaba pasando aquí?!

—Diana tiene tres meses de embarazo. Está esperando un hijo mío.


✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿

(1) Policía municipal.

(2) Cuando una pareja, a pesar de haber terminado su relación amorosa, decide de nuevo tener relaciones sexuales, pero sin compromiso alguno. 

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