Heavy as a hurricane, louder than a freight train
This is how we rise up
Heart is beating faster, feels like thunder
Magic, static, call me a fanatic
It's our world, they can never have it
The Resistance, Skillet
No tiene tiempo de quitarse el traje cuando siente que lo avalancha otro ser humano. Carajo, acaba de entrar, ¿no pueden tenerle piedad? Hasta que se da cuenta de que es Denki y que se ve como nuevo.
—¡Kacchan, estoy de vuelta!
En qué momento se le ocurrió dejarlo que le dijera así.
—No te extrañé —espeta, quitándoselo de encima.
Mentira. Katsuki alza la vista y ve como, unos pasos más atrás, Kirishima se cruza de brazos y alza una ceja. Así que le responde con el mismo gesto. Kaminari nunca llega a notarlo.
—Lo que te deje dormir por la noche —le dice Kirishima.
—¡El que no podía dormir eres tú! —contesta Katsuki.
Kaminari alterna su mirada divertida entre dos. Sonríe. Tiene una sonrisa amplia y cuando enseña todos los dientes no puede evitar contagiar su felicidad en todas partes. Katsuki deja salir un bufido y le revuelve el cabello.
—¿Ya estás como nuevo? —pregunta.
—Listo como si nada hubiera pasado. Me dijeron que me tomara unos días, si quería. —Vuelve a sonreír—. ¿Qué hay de cenar?
—¡Acabo de llegar y ya estás pidiendo comida, no la hago aparecer de la nada! —Deja caer las granadas a un lado de la puerta. Se quita también el antifaz y lo deja en la mesa del recibidor antes de dirigirse a la cocina—. Dije que había katsudon esperándote en casa, ¿no?
Se quita los guantes también y los deja lejos de la estufa.
—Endeavor estaba en el hospital cuando me fui —dice Kaminari.
—¡Eijiro, los trastes del desayuno! ¡Si yo cocino, ustedes lavan los trastes! —espeta Katsuki.
—¡Voy! —grita Eijiro.
Por qué carajos siempre hay trastes del desayuno.
—Bueno, como yo estaba diciendo —sigue Kaminari—, comentaron que Endeavor seguía ahí. Un accidente. Del mismo día que yo.
—¿Sigue ahí? —pregunta Katsuki mientras saca todos los ingredientes que necesita para el katsudon—. Todoroki dijo que no era nada tan serio el día que me lo encontré. —Maldice para si cuando se da cuenta de que quizá no tienen suficiente arroz. Bueno, tendrá que ser con un poco menos—. ¿Sabes algo?
Kaminari se encoge de hombros.
—No mucho. Kirishima dice que fuiste a una junta.
Katsuki gruñe, sólo de recordarla.
—Hoy. Dos horas perdidas en mi vida que nunca recuperaré de héroes diciendo estupideces —se queja—. Todo es «pero cómo es posible», «es un escándalo», «nadie creía posible que atacaran directamente la agencia de Endeavor». Inútiles. Ya pasó y todo el mundo sigue lamiéndose las heridas del orgullo y no haciendo nada. —Gruñe—. Hay muy pocas pistas sobre los villanos. Un grupo, por si fuera poco. Odio a los grupos de villanos.
La liga no le había dejado muy buenos recuerdos.
—Porque son demasiado patéticos como para ser relevantes por si solos —completa Kirishima, que lo ha oído decir eso unas mil veces. Hasta lo dice con sonsonete.
—Así que nadie sabe nada.
—No —espeta Katsuki—. Hay detenidos, pero no les han sacado una palabra todavía. Nada que valga la pena, al parecer. Querían volar la agencia de Endeavor, al menos eso sabemos.
—¿Podemos hablar de otra cosa? —pregunta Kaminari—. Acabo de regresar del hospital y si seguimos con esto, Kacchan le va a hacer un hoyo a la pared de pura frustración.
—Hay más razones por las que le puedo hacer un hoyo a la pared, idiota.
—Nos las sabemos todas —asegura Kaminari.
—Toditas. —Kirishima le sigue el juego.
—Empezando por lo inútiles que, según tú, son en la comisión.
—Siguiendo por los sueldos.
—El hecho de que Todoroki casi te alcance en el ranking. —En ese momento, Katsuki se las ha arreglado para escalar algunos puestos y se encuentra en el ocho. Todoroki lo sigue de cerca, en el once.
—O de que Midoriya te supere. —Son los únicos dos estudiantes de su generación en el ranking y Katsuki vive de mal humor porque Deku se las arregló para superarlo y caer en el número seis.
—O los vecinos de abajo que hacen mucho ruido todos los viernes.
—O cualquier mención a Endeavor...
—¡BASTA! —grita Katsuki.
—¿Lo ves? Lo sabemos todo. —Kaminari parece muy satisfecho de sí mismo.
—Que sepan que los odio —murmura Katsuki.
—No nos estarías haciendo katsudon si fuera así —asegura Kaminari—. ¿No quieres ayuda?
—¡Eres un peligro en la cocina y acabas de salir del hospital! —espeta Katsuki—. ¡Disfruta tu descanso o lo que sea! ¡Fuera de mi vista!
Kaminari se encoge de hombros.
—Los esperaré en la mesa. ¿Cuánto falta para cenar?
—¡No empieces!
—Es sólo que tengo que decirles algo. Importante —añade—. Nada que ver con héroes ni nada pero... importante. Creo. No sé.
—¡NO DES VUELTAS!
—Bakugo, sé amable.
—¡Estoy siendo amable!
—No, lo que estás consiguiendo es que los vecinos de abajo hagan todavía más ruido el viernes para vengarse por tus gritos —lo corrige Kirishima—. ¿No estabas diciendo que Kaminari acaba de salir del hospital?
—¡Lo dejaré tranquilo! ¡Listo! —espeta—. Igual podría decirnos ahora lo que sea que tiene...
—No, ¡no! —Kaminari parece escandalizarse ante eso—. Cuando la cena esté servida. Mejor.
—Bien.
Katsuki vuelve a concentrarse en el katsudon que tiene que hacer. Entonces suena su celular. Maldice. Extiende una mano para agarrarlo y contestar. El nombre en la pantalla no le augura nada bueno.
«Hawks».
—Más vale que sea importante porque...
«... estoy cocinando».
—¡Bakugo! —lo interrumpe la voz de Hawks—. ¡Hay un problema!
—Creí que habías vuelto a...
«... Fukuoka».
No puede completar ni una frase cada que Hawks lo interrumpe.
—¡Debería, pero ocurrió algo y...! ¡Se necesitan refuerzos!
Así es la vida. Katsuki deja de hacer lo que está haciendo en ese momento. Esas llamadas siempre llegan en el momento más inoportuno, porque todos lo son.
—¿A dónde?
—El hospital, donde estaba Endeavor... hay...
—Déjalo, voy para allá.
Cuelga. Tanto Kirishima como Kaminari lo ven expectantes.
—Hay problemas, van tras Endeavor y están atacando el hospital y sinceramente no sé en qué estado este ese lugar porque Hawks parecía incapaz de decir dos frases completas. —Inhala. Exhala. Quiere mantenerse tranquilo. Voltea a ver a Kirishima—. Vámonos.
El otro todavía tiene las manos mojadas y un plato en la mano.
—¡Tengo que ir a cambiarme de nuevo!
—Tienes tres minutos —espeta Katsuki—. Desde ahora.
—Yo también voy.
—No.
—¡Bakugo, no te estoy pidiendo permiso, te estoy avisando! —Kaminari ya está de pie y a medio camino de su habitación.
—¡Acabas de salir del hospital!
—¡Pero dijeron que podía volver a trabajar normalmente!
—¡También te sugirieron tomarte unos días!
—¡También voy y no voy a discutir!
Katsuki gruñe de pura frustración, pero tampoco puede detenerlo. Él mismo agarra los guantes que se había quitado y se dirige al recibidor, donde había dejado las granadas y el antifaz y lo que Kirishima llamaba «los picos de su cabeza».
Va a ser una noche larga.