El instante más hermoso de la...

By PalomaCaballero

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(LGBT+) Mikoto se encuentra sumido en una tristeza profunda después de que su novio, Harry, lo deja por otro... More

Notas Iniciales
Mikoto
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Notas de autor

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By PalomaCaballero

Su madre siempre aparecía en el peor momento. Ella estaba en la puerta el lunes a primera hora, con una expresión de permanente desprecio y cuando Mikoto le abrió la puerta, ella le recibió con una bofetada que resonó por todo el pasillo.

—¿Estás saliendo con ese hombre? —preguntó y se notaba furiosa. Mikoto se quedó sin habla, llevándose la mano al rostro trató de reaccionar, pero la repentina intromisión de la mujer lo había dejado paralizado.

—¡Mamá! —Natsuki estaba a medio pasillo, caminaba apresurada para alcanzar a su progenitora. Nunca la había visto tan agitada, su hermana no era el tipo de chica que levantaba la voz, pero en ese momento estaba prácticamente gritando.

—¡Cállate! ¡Estoy harta de ti también! ¡Estoy harta de los dos! —ella estaba tan molesta que le temblaban las manos. Natsuki se congeló en su lugar, aunque estaba acostumbrada a tratar con su madre, la situación estaba fuera de control—. ¡Me enteré de todo! ¿Creíste que podrías ocultármelo toda la vida? ¡Se que sigues viendo a ese don nadie y que no haz intentado ni una sola vez arreglar las cosas con Harry!

Mikoto la miró sorprendido. No tenía idea de qué estaba pasando, pero las cosas comenzaban a acomodarse en su cabeza.

—Hablé con Harry esta mañana y está dispuesto a darte una oportunidad —su tono se calmó de repente, pero todavía sonaba alterada—. Mas te vale que te arregles rápido, porque quedamos a las once y tenemos que ir a comprarte ropa, no puedes ir a verlo con eso que traes puesto —su tono era despectivo y parecía que tenía ganas de golpearlo una segunda vez.

Él parpadeó, pero no se movió de su lugar. Esto pareció exasperar a su madre, quien le dio un jalón del brazo.

—¡Mikoto despierta! —la mujer estaba perdiendo la paciencia y el hecho de que permaneciera impávido la molestaba muchísimo.

—Mamá, para con esto —se hermana frunció el ceño, saliendo de su estupor. Pero la mujer estaba tan alterada que por primera vez en mucho tiempo le dio igual lo que Natsuki pensara o dijera.

—¡Tu cállate! ¡No puedo creer que hayas regresado los regalos de Takahiro! ¡El viene de una familia increíble y ha hecho mucho por ti! ¡Pero a ti no te importa él ni te importo yo! —su madre parecía querer darle una bofetada a ella también, pero todavía tenía la suficiente conciencia para no hacerlo. Natsuki endureció su expresión.

—Ese no es asunto tuyo —dijo y su madre soltó un bufido ante la respuesta de la chica.

Mikoto pestañeó y luego miró a su madre y a su hermana.

—No voy a ir a ningún lado —sollozó, frunciendo el ceño. Si antes no tenía ganas de ver a Harry, ahora prefería evitarlo el resto de su vida.

—No te atrevas a llevarme la contraria —ella lo señaló con el dedo, se había olvidado de las formas y actuaba de una manera en que incluso ella se calificaría de maleducada.

Mikoto se le quedó mirando. A su madre no le gustaba salir de japón, así que pasó muchos años sin verla. Durante su adolescencia había echado de menos a sus padres, aunque los conocía poco. Incluso siendo más joven sus recuerdos de ella no eran del todo buenos, así que no sabía por qué, pero la quería. Sin embargo, no podía vivir de esa manera, dejando que irrumpiera en su vida y lo obligara a moverse a su voluntad. Estaba harto de que las personas constantemente trataran de decirle que hacer.

—Mamá —dijo viéndola a los ojos, recomponiendose. Quizás fue por la tranquilidad de su tono, pero la mujer lo miró, guardando silencio—. Vete de mi casa.

Su madre soltó gemido de sorpresa. Su rostro se puso rojo, sus puños se apretaron y abrió la boca, pero no pudo pronunciar palabra.

—¡Cómo te atreves! —dijo finalmente—. ¡Cómo te atreves! ¡Después de todo lo que hecho por ti! —ella parecía a punto de maldecirlo, pero, para su sorpresa, los ojos se le aguaron y comenzó a llorar. Mikoto sintió ganas de llorar con ella—. ¡Después de todo lo que hecho por ti! —repitió, pero era obvio que no se le ocurría que más decir.

Mikoto guardó silencio, él también estaba sin palabras.

—Mamá, vámonos —Natsuki la tomó de los hombros mientras ella gimoteaba, quejándose de su desagradecido hijo. Su hermana le dedicó una expresión de disculpa y se marchó sin decir nada más.

Mientras observaba la figura de las mujeres alejarse, apretó los labios y luchó contra el sentimiento de impotencia y culpa. Desde la puerta del departamento escuchó el llanto de su madre incluso después de que el pasillo se quedó vacío y ahí un momento más, esperando algo, sin saber qué. Su alma permaneció en vilo unos momentos antes de suspirar y meterse en el departamento, para dejarse caer en el sillón más cercano.

Su madre solo lloraba cuando se pelaba con su padre, por lo que en esos momentos sentía como si hubiese cometido un pecado imperdonable. Durante un instante se preguntó si al verse al espejo podría ver el rostro de su padre, pero se dio cuenta con pesar, que realmente recordaba muy poco del hombre. Si se lo encontrara en la calle tal vez no podría reconocerlo a la primera.

Apretó los labios.

Él amaba a su madre y suponía que ella lo amaba también, o que al menos en algún punto de su vida lo había amado mucho, como se suponía que una madre debía querer a su hijo, pero las cosas no podían seguir de aquel modo, no podía continuar en un estado de alerta infinito. Estaba harto de que la gente llegara a su casa y lo hiciera sentir incómodo. Estaba harto de ser él quien cediera ante los demás, no quería ser un títere, quería ser él mismo y hacer lo que se le viniera en gana, aunque todos lo miraran mal.

Suspiró.

Al final, aunque trató de contenerse, de todas formas, lloró.





Mars fue a bailar esa noche, era la única forma que tenía de distraerse mientras pasaba por una de las decepciones más abrumadoras de su vida. A él lo habían mandado al demonio de diferentes maneras en lo que llevaba de existencia, pero aparte de la de Chris, la mayoría no le supuso demasiado problema.

Con Mikoto era diferente por el simple hecho de que Mars estaba perdido por él y su acercamiento no se debía a la mera atracción física. En el pasado se había dedicado a ligotear y tener sexo por montón. Mientras la relación fuera divertida la mantenía, cuando las cosas se ponían densas salía corriendo, lo mismo con sus amistades. Tenía gente para salir a beber, esas personas llenaban los contactos de su teléfono, pero nada más. Sin embargo, a Mikoto lo conoció en su etapa más oscura, lo había visto a través de su peor momento y se sorprendió al darse cuenta que le gustaba.

En ese momento supo que no había nada que pudiera hacer excepto esperar. Cada segundo de su día lo utilizaba para tratar de llenarse la cabeza de cosas que no fueran "Mikoto". Esperaba que sus instintos no le llevaran sin querer a su departamento o le llamase sin darse cuenta.

Estaba exausto.

Mars colocó un codo en la barra, mientras observaba a la gente bailando y se preguntaba si sería buena idea haber ido al bar aquella noche. Las luces de colores ocultaban su expresión de fastidio, así que el resto del mundo no podía notar su estado de ánimo. Quizás por eso aquel rostro conocido le sonrió cuando le vio entre la gente y se acercó a saludar. Era un chico asiático, de rasgos angulosos y una de las miradas más sexys que conocía.

Sonrió.

Conoció a ese chico un tiempo atrás y trató de acostarse con él, pero no pudo. En ese momento ya había decidido no estar con nadie que le recordara a Mikoto y aunque físicamente no se parecían, la manera en que coincidieron era suficiente para que terminara alejándose del él ¿Cómo se llamaba? Mars buscó rápidamente en su memoria hasta que encontró la respuesta.

Joshua, un nombre muy occidental para alguien que se veía tan asiático. El sabía que a las familias inmigrantes les gustaba la idea de mantener su identidad racial, así que debía tener sangre mixta o quizás era ciudadano de tercera generación.

Quizás le había dado un nombre falso, daba igual, le seguiría diciendo Joshua.

—Te vi desde que llegaste —espetó sin preámbulos—. Pero como no te dignas a saludar tuve que venir acá —No sabía cómo, pero el chico se las arreglaba para que su voz sonara sexual aún cuando estaba diciendo algo completamente inofensivo.

—No te había visto —respondió, pensando en la suerte que tuvo en rechazarle antes de decidirse a ir a su departamento. Estaba seguro que de haberlo intentado con más fuerza se habría avergonzado al decirle por otro nombre en el acto o peor, que no se le parara.

Sonrió, esperaba que el muchacho no estuviera ahí para una segunda oportunidad, porque tendría que rechazarlo con firmeza y prefería no tener ningún tipo de enfrentamiento en ese momento.

—¿Bailas? —le preguntó—. ¿O dejas que te invite un trago? —su voz sonaba como una insinuación, pero ya se había dado cuenta que él siempre se escuchaba así.

—Ummm —Mars se lo pensó dos veces, luego notó que la vista del chico se movía de vez en cuando a la pista. El rostro de Joshua era atractivo incluso en la oscuridad, pero su expresión no parecía la de una persona que estaba pasándosela bien—. ¿Hay algún problema? —inquirió.

Él levantó la vista dando un respingo.

—¿Eh? —por un momento no supo que decir, luego sonrió—. Mis amigos están al otro lado, me estaba escabullendo de ellos cuando te vi —Joshua ladeo el rostro—. Al parecer están tratando de emparejarme, pero no me interesa lo que tengan que decir al respecto —comentó, con aire aburrido.

—¿No es tu tipo? —Mars le hizo una seña para que se sentara a su lado.

—Ni para saludarlo —espetó con una sonrisa dormilona que le recordó a la de un gato—. Pero no importa ¿Tu que haces aquí? Pensé que no te interesaba ligar —inquirió, mirándolo con interés.

—¿Esa impresión te dio? —preguntó, pensando que seguramente fue muy obvio cuando se excusó la ultima vez. Daba igual, de todas formas, esa era la gracia.

—Se te notaba a leguas —dijo encogiéndose de hombros, luego le dirigió una mirada significativa—. ¿Que? ¿Ahora ya estás disponible? —Joshua adoptó una sonrisita que en otro tiempo lo habría convencido.

—No —aseguró, riéndose.

—Lástima, el chico se encogió de hombros.

Después de eso Mars se esmeró en interrogarlo sobre el asunto con sus amigos. A decir verdad, pasar un par de horas escuchando problemas que no eran los suyos resultaba liberador. Además, escuchar a alguien con una voz tan aterciopelada como la de aquel chico, también era un placer.

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