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ุจูˆุงุณุทุฉ Ignapotter

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๐Œ๐š๐ฅ๐๐ข๐œ๐ข๐จฬ๐ง ๐๐จ๐ญ๐ญ๐ž๐ซ|. ๐ƒ๐จ๐ง๐๐ž ๐’๐ข๐ซ๐ข๐ฎ๐ฌ ๐๐ฅ๐š๐œ๐ค ๐ฅ๐ž ๐ฉ๐ข๐๐ž ๐š ๐ฌ๐ฎ ๐ก๐ข๐ฃ๐š ๐‚๐š๐ฌ๏ฟฝ... ุงู„ู…ุฒูŠุฏ

โ”โ”๐ข๐ง๐ญ๐ซ๐จ๐๐ฎ๐œ๐ญ๐ข๐จ๐ง
โ”โ”๐ฉ๐ซ๐จ๐ฅ๐จ๐ ๐ฎ๐ž
โ”โ”โ”๐•๐Ž๐‹. ๐Ÿ โ ๐œ๐š๐ฅ๐ข๐ณ ๐๐ž ๐Ÿ๐ฎ๐ž๐ ๐จ โž
i. cassiopeia black
ii. la invitaciรณn de draco malfoy
iii. el hurรณn saltarรญn
iv. beauxbatons y durmstrang
v. campeรณn de hogwarts
vi. beso inesperado
vii. la primera prueba
viii. baile de navidad
ix. el huevo y la segunda prueba
x. el regreso de canuto y magnus saucet
xi. sentimientos de la tercera prueba
xii. "estรกn vivos"
โ”โ”โ”๐•๐Ž๐‹. ๐Ÿ โ ๐จ๐ซ๐๐ž๐ง ๐๐ž๐ฅ ๐Ÿ๐žฬ๐ง๐ข๐ฑ โž
xiii. los potter
xiv. reencuentros familiares
xv. discusiones
xvi. r.a.b
xvii. aclaraciones
xviii. umbridge
xix. los celos de cassie
xx. castigo con umbridge
xxi. una noche juntos
xxii. el juramento de la garrita
xxiii. michelle, the beatles
xxiv. el libro de rose mansour
xxv. a weasley vamos a coronar
xxvi. sala de menesteres
xxvii. seรฑor weasley
xxviii. san mungo
xxix. navidad
xxx. fuga en masa en azkaban
xxxi. expecto patronum
xxxii. perfecta
xxxiii. gemelos weasley
xxxiv. timos
xxxv. canuto
xxxvi. departamento de misterios pt.I
xxxvii. departamento de misterios pt. II
xxxviii. pรฉrdida
๏ฟผ โ”โ”โ”๐•๐Ž๐‹. ๐Ÿ‘ โ๐„๐ฅ ๐ฆ๐ข๐ฌ๐ญ๐ž๐ซ๐ข๐จ ๐๐ž๐ฅ ๐ฉ๐ซ๐ขฬ๐ง๐œ๐ข๐ฉ๐žโž
xxxix. la madriguera
xl. (des)ilusiรณn
xli. sortilegios weasley
xlii. club de las eminencias
xliii. la victoria de snape
xliv. amortentia
xlv. quidditch
xlvi. katie bell
xlvii. felix felicis
xlviii. fiesta de slughorn
xlix. feliz navidad
l. despacho de slughorn
li. nosotros
lii. aragog
liii. sectumsempra
liv. torre de astronomรญa
lv. el sepulcro blanco
โ”โ”โ”๐•๐Ž๐‹. ๐Ÿ’ โ๐‹๐š๐ฌ ๐ซ๐ž๐ฅ๐ข๐ช๐ฎ๐ข๐š๐ฌ ๐๐ž ๐ฅ๐š ๐ฆ๐ฎ๐ž๐ซ๐ญ๐žโž
lvii. los delacour
lviii. el legado de dumbledore
lix. la boda
lx. grimmauld place
lxi. regulus black
lxii. huida
lxiii. adiรณs
lxiv. peligro
lxv. los mansour
lxvi. almas gemelas
lxvii. tenemos a potter
lxviii. el refugio
lxix. gringotts
lxx. el รบltimo escondite
lxxi. aberforth dumbledore
lxxii. hogwarts
lxxiii. batalla de hogwarts pt.i
lxxiv. batalla de hogwarts pt.ii
lxxv. batalla de hogwarts pt.iii
lxxvi. batalla de hogwarts pt.iv
lxxvii. batalla de hogwarts pt.v
โ”โ”โ”๐•๐Ž๐‹. ๐Ÿ“ โ๐ƒ๐ž๐ฌ๐ฉ๐ฎ๐žฬ๐ฌ ๐๐ž ๐ฅ๐š ๐ ๐ฎ๐ž๐ซ๐ซ๐šโž
- snitch.
- eternos
- Potter Black
- reuniรณn familiar
๐„๐ฉ๐ข๐ฅ๐จ๐ ๐ฎ๐ž
๐ž๐ฑ๐ญ๐ซ๐š
๐ž๐ฑ๐ญ๐ซ๐š ๐ข๐ข
๐ž๐ฑ๐ญ๐ซ๐š ๐ข๐ข๐ข
๐ž๐ฑ๐ญ๐ซ๐š ๐ข๐ฏ (๐๐ซ๐š๐œ๐จ'๐ฌ ๐ฏ๐ž๐ซ๐ฌ๐ข๐จ๐ง)
๐ž๐ฑ๐ญ๐ซ๐š ๐ฏ
๐ž๐ฑ๐ญ๐ซ๐š ๐ฏ๐ข

lvi. los nueve potters

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ุจูˆุงุณุทุฉ Ignapotter

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«Los nueve potters»

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▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃

Cassiopeia se quitó la capa y entró a la casa que pertenecía a los tíos de Harry y Rosalyn. Dentro de ella, esperaban los miembros de la Orden.

–Disculpen la tardanza, tuve unos inconvenientes –entrecerró los ojos mirando a su padre de reojo.

–Ni hablar, Cassiopeia. Es demasiado peligroso –negó Sirius, Cassie rodó los ojos.

–Soy mayor de edad, papá...

–No quiero perderte, Cassie –musitó con tristeza reflejada en los ojos.

–Y no me perderás, confía en mí –sonrió. Sirius, aún no convencido del todo, asintió con la cabeza– ¿Y? ¿Qué están esperando?

—Si no nos hubieras interrumpido... —musitó Moody.

–¡También te extrañé, Moody!

–Moody soltó un gruñido y prosiguió- La clave fundamental es que no verán a 18 personas volando hacia la casa de los padres de Tonks, porque habrá nueve Harry Potters surcando el cielo esta noche, cada uno con un acompañante, y cada pareja se dirigirá a una casa segura diferente.

Moody sacó de su capa un frasco que contenía un líquido parecido al barro.

—¡No! —gritó, y su voz resonó en la cocina—. ¡Ni hablar!

—Ya les advertí que te lo tomarías así —intervino Hermione con un deje de autocomplacencia.

—¡Si creéis que voy a permitir que personas se jueguen la vida...!

—Como si fuera la primera vez que lo hacemos —terció Ron.

—¡Esto es diferente! ¡Haceros pasar por mí, vaya idea!

—Mira, a nadie le hace mucha gracia, Harry —dijo Fred con seriedad—. Imagínate que algo sale mal y nos quedamos convertidos en unos imbéciles canijos y con gafitas para toda la vida.

Harry no sonrió y razonó:

—No podrán hacerlo si yo no coopero. Necesitan pelo de mi cabeza.

—¡Vaya! Eso echa por tierra nuestro plan —intervino George—. Es evidente que
no hay ninguna posibilidad de que entre todos te arranquemos unos cuantos pelos.

—Sí, claro, trece contra uno que ni siquiera puede emplear la magia. Lo tenemos
muy mal, ¿eh? —añadió Fred.

—Muy gracioso —le espetó Harry—. Me parto de risa.

–Partido ya estás, cariño –Cassie señaló la cicatriz en su frente. Se acercó a Harry y le arrancó unos mechones de su cabello.

—Muy bien —dijo Moody y, cojeando, se acercó y quitó el tapón del frasco—. Mételos aquí.

Cassie lo hizo. En cuanto entraron en contacto con aquella poción semejante al barro, ésta produjo espuma y humo, y de repente se tornó de un color dorado, limpio y brillante.

—Muy bien. Que los falsos Potters se pongan en fila aquí —indicó Moody.

Ron, Hermione, Fred, George, Cassie, Fleur y Jane formaron una fila enfrente del reluciente fregadero de tía Petunia.

—Falta uno —observó Lupin.

—Está aquí —indicó Hagrid con aspereza.

Levantó a Mundungus por la nuca y lo puso al lado de Fleur, que arrugó la nariz sin disimulo y se colocó entre Fred y George.

—Ya os lo dije, prefiero ir de escolta —protestó Mundungus.

—Cállate —ordenó Moody—. Como ya te he explicado, gusano asqueroso, si nos encontramos a algún mortífago, éste intentará capturar a Potter, pero no matarlo. Dumbledore siempre dijo que Quien-tú-sabes quería acabar con Potter personalmente. Así pues, los que corren mayor riesgo son los escoltas, porque a ellos los mortífagos sí intentarán matarlos.

Esta explicación no tranquilizó demasiado a Mundungus, pero Moody ya había sacado media docena de copitas —del tamaño de una huevera— de debajo de su capa y, tras verter en ellas un poco de poción multijugos, se las fue dando a cada uno.

—Vamos, todos a un tiempo...

Ron, Hermione, Fred, George, Fleur, Cassie, Jane y Mundungus bebieron. En cuanto tragaron la poción se pusieron a hacer muecas y dar boqueadas, y a continuación las facciones se les deformaron y les borbotearon como si fueran de cera caliente:

–Puedo sentir la miopía apoderarse de mí –murmuró Cassie parpadeando rápidamente.– ¿Me veo guapa, Harry? –le lanzó un beso y puso su mejor cara coqueta.

Fred y George se miraron y exclamaron al unísono:

—¡Vaya! ¡Somos idénticos!

—Sí, pero no sé, creo que aun así yo soy más guapo —alardeó Fred examinando
su reflejo en la tetera.

—¡Bah! —dijo Fleur mirándose en la puerta del microondas—. No me migues, Bill. Estoy hogogosa.

—Aquí tengo ropa de talla más pequeña para aquellos a los que se os haya quedado un poco amplia —dijo Moody señalando el primer saco—, y viceversa. No os olvidéis de las gafas: hay seis pares en el bolsillo lateral. Y cuando os hayáis vestido, en el otro saco encontraréis el equipaje.

Cuando todos empezaron a desnudarse sin ningún recato, le habría gustado pedirles que tuvieran un poco más de respeto por su intimidad, pues parecían más cómodos exhibiendo el cuerpo de Harry de lo que se habrían sentido mostrando el suyo propio.

–Esto debe ser lo más bizarro que me ha pasado en la vida –dijo James mientras miraba a los Harrys, Sirius, igual de sorprendido que él, asintió.

Una vez vestidos, cada uno de los falsos Harrys cogió del segundo saco una mochila y una jaula que contenía una lechuza blanca disecada.

—Estupendo —murmuró Moody cuando por fin estaban los Harrys vestidos, con gafas y cargados con el equipaje se colocaron ante él—. Las parejas serán las siguientes: Mundungus viajará conmigo, en escoba...

—¿Por qué tengo que ir yo contigo? —gruñó el Harry que estaba más cerca de la puerta trasera.

—Porque eres el único del que no me fío —le espetó Moody, y con su ojo mágico, efectivamente, no dejó de observarlo mientras continuaba—: Arthur y Fred...

—Yo soy George —aclaró el gemelo al que Moody estaba señalando—. ¿Tampoco nos distingues cuando nos hacemos pasar por Harry?

—Perdona, George...

—¡Ja! Sólo te estaba tomando el pelo. Soy Fred.
—¡Basta de bromas! —gruñó Moody—. El otro (George, Fred o quienquiera que sea) va con Remus. Señorita Delacour...

—Yo llevaré a Fleur en un thestral —se adelantó Bill—. No le gustan las escobas. Fleur se puso al lado de su prometido y le dirigió una mirada sumisa y sensiblera.

Harry suplicó que aquella expresión jamás volviera a aparecer en su cara.

—La señorita Granger irá con Kingsley, también en thestral... Ron y Eric, en escobas. Al igual que Cassiopeia irá con Sirius y Jane con James. ¿Quedó claro?

—Y tú vienes conmigo, Harry. ¿Te parece bien? —dijo Hagrid con cierta aprensión—. Iremos en la motocicleta, porque ni las escobas ni los thestrals soportan mi peso. Pero no queda mucho espacio en el asiento, así que tendrás que viajar en el sidecar.

—Genial —dijo Harry con escasa sinceridad.

—Creemos que los mortífagos supondrán que vas en escoba —explicó Moody como si le hubiera leído el pensamiento—. Snape ha tenido mucho tiempo para contarles hasta el mínimo detalle sobre ti, así que si tropezamos con alguno de ellos, lo lógico es que persiga al Potter que dé la sensación de ir más cómodo encima de la escoba. Muy bien —murmuró mientras cerraba el saco con la ropa que se habían quitado los falsos Potters y los precedía hacia la puerta—. Faltan unos tres minutos para partir. No tiene sentido que cerremos la puerta, porque eso no impedirá entrar a los mortífagos cuando vengan a buscarte. ¡Vamos!

Todos salieron de la casa, listos.

–Cassie –la anunciada giró–, cuídate, ¿sí? Recuerda, el Expelliarmus...

–Lo sé, Harry –rió– Cuídate también –se abalanzó para besarlo, pero se retractó– Dejemos el beso para después, ahora sería un poco raro.

—Ten cuidado, Hagrid, te lo suplico —le advirtió James, mientras Jane mantenía los ojos cerrados, pues le aterrorizaban las escobas.

—¡Atención! —dijo Moody—. Todo el mundo preparado, por favor. Quiero que salgamos todos al mismo tiempo, o la maniobra de distracción no servirá para nada.

—¡Buena suerte a todos! —gritó Moody—. Nos veremos dentro de una hora en La Madriguera. ¡Contaré hasta tres! ¡Uno... dos... TRES!

Sirius y Cassie ascendieron, al igual que los demás.

–¡La próxima vez te encerraré en el sótano! –gritó Sirius.

–¡Cuidado! –le interrumpió Cassie cuando mortífagos aparecieron frente a ellos. La castaña sacó la varita y les lanzó un encantamiento aturdidor, que esquivaron con facilidad. Sirius, con la mano disponible, ayudó a su hija. La capucha de unos de los mortífagos se corrió y dejó a la vista unos mechones rubios– ¡Espera, es Draco! –frenó a su padre y el encantamiento aturdió al otro mortífago.

–¡Cassiopeia! –gritó Sirius cuando el mortífago se aferró a la ropa de la castaña y ambos cayeron.

La castaña se soltó del mortífago y se aferró a su varita, usó un encantamiento y alivió el golpe que la esperaba, cayendo en la hierba. Draco decidió abandonar a Sirius para que este fuera con Cassiopeia.

Sirius, desesperado, descendió rápidamente.

–¿Estás bien? ¡Mierda, Cassiopeia, no vuelvas a acercarte al peligro! –exclamó y la abrazó, la sangra brotaba por la nariz de Cassie.

–Soy la novia de Harry, eso será difícil –dijo con dificultad. Volvieron a montar la escoba y volaron hasta su destino.

Cassiopeia y Sirius llegaron a la Madriguera, en el mismo momento en que Harry salía de la casa.

–¡Ivy! –gritó con felicidad y corrió hasta su novia, a quien, en el abrazo, la elevó un poco– ¡Estás sangrando!

–¿Qué? ¿Me vino? –preguntó asustada, luego pareció  comprender a lo que se refería– Oh, sí, tuvimos unos percances, ¡pero estamos bien!

–Me has cambiado –dijo Sirius mientras lanzaba la escoba al pasto, Harry le dio un brazo también– ¿Alguien más falta?

–Sólo faltan Ron, Eric, Bill y Fleur –dijo guiándolos hacia el interior de la madriguera.

–¡Cassandra! –Magnus apartó bruscamente a Harry y la abrazó efusivamente– ¡Me tenías preocupado! ¿A quién molestaré si mueres? –Harry carraspeó la garganta y Magnus se separó de Cassie– No jodas, Potter, la conocí primero.

Cassie no les hizo caso y se acercó hasta la cabellera pelirroja que yacía en el sofá.

—¿Cómo te encuentras, Georgie? —susurró Molly.

George se palpó la cabeza con la yema de los dedos.

—Echo de menos mi lenteja —murmuró.

—¿Qué le pasa? —preguntó Fred con voz ronca, al parecer profundamente consternado—. ¿Tiene afectado el cerebro?

—Lenteja, oreja... —explicó George abriendo los ojos y mirando a su hermano —. ¿No lo pillas, Fred?

Los sollozos de la señora Weasley se intensificaron, mientras el color volvía al pálido rostro de Fred, que dijo:

—Patético. ¡Patético! Con el amplio abanico de posibilidades que ofrece la palabra «oreja», ¿tú vas y eliges «lenteja»?

—Bueno —dijo George sonriéndole a su llorosa madre—. Ahora ya podrás distinguirnos, mamá. ¿Estoy en el cielo? Porque veo un ángel acercándose –Cassie le propinó un golpe en el brazo– Quizás esté en el infierno.

–¿Quién te hizo eso?

–Snape.

–Ese grasiento, voy a asesinarlo –dijo Cassiopeia entre dientes.

–¿Y para mí no hay nada? –dijo Fred a sus espaldas, la castaña giró.

–¿Quieres un golpe también?

–Preferiría otra cosa, pero no creo que sea correcto.


Los minutos transcurrían con una lentitud insoportable. De repente, un leve susurro los sobresaltó, y todos se giraron para comprobar si se había movido algún arbusto o un árbol, con la esperanza de ver asomar entre su follaje, ileso, a otro miembro de la Orden. De pronto, justo encima de sus cabezas se materializó una escoba y descendió como una centella.

—¡Son ellos! —exclamó Hermione. Eric aterrizó con un prolongado derrape, salpicando tierra y guijarros en todas direcciones.

—¡Remus! —gritó Eric al mismo tiempo que se apeaba de la escoba. Tambaleándose, fue a abrazar a Lupin, quien, pálido y serio, era incapaz de articular palabra.

Ron fue dando trompicones hacia Harry, Hermione y Cassie.

—¡Estás sana y salva! —farfulló antes de que Hermione se abalanzara sobre él y lo abrazara con fuerza.

—Creí... creí...

—Estoy bien —dijo Ron dándole unas palmaditas en la espalda—. Estoy bien.

—Ron se ha comportado de una manera espectacular —explicó Eric con entusiasmo, y soltó a Lupin—. Impresionante. Le ha lanzado un hechizo aturdidor a un mortífago, directo a la cabeza, y ya sabéis que apuntar a un objetivo en movimiento desde una escoba en vuelo...

—¿Eso has hecho? —se asombró Hermione mirando a Ron, a quien todavía tenía abrazado por el cuello.

—Siempre ese tono de sorpresa —refunfuñó él soltándose—. ¿Somos los últimos?

—No —respondió Ginny desde la ventana—. Todavía estamos esperando a Bill y Fleur y a Ojoloco y Mundungus. Voy a decirles a mamá y papá que estás bien, Ron. —Y desapareció.

—¿Qué ha pasado? ¿Qué os ha retenido? —preguntó Lupin a Eric.

Los Weasley bajaron corriendo los escalones de la puerta trasera, seguidos por Ginny Abrazaron a Ron y luego se dirigieron a Lupin y Eric.

—Gracias por devolvernos a nuestros hijos —dijo la señora Weasley.

—No digas tonterías, Molly —replicó Eric.

—¿Cómo se encuentra George? —preguntó Lupin.

—¿Qué le pasa a George? —inquirió Ron.

—Ha perdido...

Pero unos repentinos gritos de júbilo ahogaron la respuesta de la señora Weasley, porque un thestral acababa de aparecer en el cielo. Tras descender a gran velocidad, se posó a escasa distancia del reducido grupo. Bill y Fleur, despeinados pero ilesos, se apearon del animal.

—¡Bill! ¡Menos mal! ¡Benditos los ojos que te ven!

La señora Weasley fue hacia ellos, pero Bill sólo la abrazó de pasada. Miró a su padre y anunció:

—Ojoloco ha muerto.

Nadie dijo nada, nadie se movió.

—Lo hemos visto con nuestros propios ojos —explicó Bill. Fleur asintió; la luz proveniente de la cocina iluminaba los surcos que las lágrimas le dejaban en las mejillas—. Ocurrió justo después de que saliéramos del círculo; Ojoloco y Dung estaban cerca de nosotros y también iban hacia el norte. Voldemort puede volar, ¿sabéis?, y fue derecho hacia ellos. Oí gritar a Dung, que se dejó dominar por el pánico; Ojoloco intentó detenerlo, pero se desapareció. Entonces la maldición de Voldemort le dio a Ojoloco en pleno rostro; cayó hacia atrás y... No pudimos hacer nada, nada. Nos perseguían una docena de mortífagos... —Se le quebró la voz.

—Claro que no pudisteis hacer nada —lo consoló Lupin.

Se quedaron todos allí plantados, mirándose, siguieron en silencio a los Weasley y fueron al salón de La Madriguera, donde encontraron a Fred y George riendo.

—¿Qué ocurre? —preguntó Fred escudriñando sus rostros—. ¿Qué ha pasado? ¿Quién...?

—Se trata de... de Ojoloco —dijo su padre—. Ha muerto.

Las sonrisas de los gemelos se convirtieron en muecas de conmoción; parecía que nadie sabía qué hacer.

Bill fue al aparador y sacó una botella de whisky de fuego y unos vasos pequeños.

—Brindemos —propuso, y con una sacudida de la varita hizo volar los doce vasos llenos por la habitación hasta cada uno de los presentes; cogió el suyo y lo levantó—. ¡Por Ojoloco!

—¡Por Ojoloco! —repitieron todos, y bebieron.

—¡Por Ojoloco! —brindó Hagrid con retraso, hipando.

—Conque Mundungus ha desaparecido, ¿eh? —masculló Sirius, que había vaciado su vaso de un trago.

El ambiente cambió de inmediato: todos se pusieron tensos, observándolo.

—Sé lo que piensas —dijo Bill—, y yo también me lo he preguntado cuando venía hacia aquí, porque pareció ciertamente que los mortífagos nos estaban esperando. Pero Mundungus no puede habernos traicionado. No sabían que habrían tantos Harrys y eso los desconcertó cuando nos vieron aparecer. Por si lo has olvidado, fue Mundungus quien propuso nuestro ardid. Así que, dime, ¿por qué no iba a revelarles el dato más importante? Lo que pasa es que a Dung le entró pánico, así de sencillo. Él no quería venir, pero Ojoloco lo obligó, y Quien-tú-sabes fue directo hacia ellos; eso habría bastado para aterrorizar a cualquiera.

—Quien-tú-sabes ha actuado exactamente como Ojoloco previó que haría — repuso Eric con desdén—. Moody nos dijo que El-que-no-debe-ser-nombrado supondría que el Harry auténtico iría con los aurores más fuertes y expertos. Así que primero persiguió a Ojoloco y, cuando Mundungus se delató, fue a buscar a Kingsley.

—Sí, todo eso está muy bien —intervino Fleur—, pego no explica cómo sabían que íbamos a tgasladag a Hagy esta noche, ¿no? Alguien debe de habeg tenido algún descuido. A alguien se le ha debido escapag la fecha hablando con algún intguso. Es la única explicación de que los mogtífagos supiegan la fecha del plan.
Los miró uno por uno a la cara —todavía conservaba el rastro de las lágrimas en sus hermosas mejillas—, desafiándolos en silencio a contradecirla. Nadie lo hizo. El único sonido que interrumpió el silencio fue el de los hipidos de Hagrid, que seguía tapándose la cara con el pañuelo. Harry lo miró; Hagrid era quien acababa de arriesgar su vida para salvarlo; Hagrid, a quien quería y en quien confiaba, aquel al que en una ocasión habían engañado para que le diera a Voldemort una información crucial a cambio de un huevo de dragón...

—No, no puede ser —dijo Harry con decisión, y todos lo miraron sorprendidos. El whisky de fuego parecía amplificarle la voz—. Es decir... si alguien ha cometido algún error y revelado algún detalle del plan, estoy convencido de que no fue su intención. No es culpa de nadie —aseguró con un tono más fuerte del que habría empleado normalmente—. Tenemos que confiar los unos en los otros. Yo confío en todos vosotros y no creo que ninguno fuera capaz de venderme a Voldemort.

Se produjo otro silencio. Todos contemplaron a Harry, que, acalorado, bebió otro sorbo de whisky de fuego sólo por hacer algo. Entonces pensó en Ojoloco, que siempre había sido muy mordaz respecto a la buena disposición de Dumbledore a confiar en la gente.

–Harry, no bebas tanto –regañó Jane con severidad.

—Bien dicho, Harry —soltó de pronto Fred.

—¡Eso! ¿Lo habéis oído todos? Yo sólo a medias —bromeó George mirando de soslayo a Fred, que tuvo que contener una sonrisa.

—Tenemos trabajo. Puedo pedirle a Kingsley que...

—No —lo interrumpió Bill—. Iré yo.

—¿Adónde? —preguntó Fleur.

—A buscar el cadáver de Ojoloco —contestó Lupin—. Debemos recuperarlo.

—Pero ¿eso no puede...? —musitó la señora Weasley mirando suplicante a su
hijo Bill.

—¿Esperar? No, madre, a menos que prefieras que se lo lleven los mortífagos. Nadie replicó.

Lupin, Sirius, James y Bill se despidieron y salieron de la habitación.

Los demás se dejaron caer en las sillas, todos excepto Harry, que permaneció de
pie. Lo repentino e irremediable de la muerte los acompañaba como una presencia.

–Yo también tengo que marcharme —anunció.

—No digas tonterías, Harry —dijo la señora Weasley—. ¿De qué estás hablando?

—No puedo quedarme aquí. —El muchacho se frotó la frente; volvía a sentir pinchazos en la cicatriz; no le dolía tanto desde hacía más de un año—. Mientras yo esté aquí, todos correréis peligro. No quiero que...

–¡No seas tonto, Harry James! El objetivo principal de esta noche era traerte aquí sano y salvo, y por suerte lo hemos logrado –habló Jane levantándose de golpe, Harry evitó la mirada de su madre.

—Si Voldemort descubre que estoy aquí...

—Pero ¿cómo va a descubrirlo? —replicó Molly, esta vez.

—Podrías estar en un montón de sitios, Harry —arguyó su marido—. Él no tiene manera de saber en qué casa protegida te hemos escondido.

—¡No estoy preocupado por mí! —protestó Harry.

—Ya lo imaginamos —repuso el señor Weasley con calma—, pero, si te marchas, todo el esfuerzo que hemos hecho esta noche habrá sido en vano.

—Tú no vas a ninguna parte —gruñó Hagrid—. ¡Jo, Harry! ¡Con lo que nos ha costado traerte aquí!

—Sí, ¿qué me dices de mi oreja? —intervino George incorporándose un poco. —Ya sé que...

—A Ojoloco no le habría gustado que...

—¡YA LO SÉ! —bramó Harry.

–¡No nos levantes la voz, jovencito! –exclamó Jane, perdiendo la paciencia.

Harry se levantó y salió de la habitación. Cassiopeia, al notar que Harry no volvía, decidió ir en buscar de él.

—¡Harry! –Cassie, a pasos agigantados, se acercó hacia él.– ¿Qué ocurre, Harry? –el azabache no contestó, la cicatriz comenzaba a molestarlo aún más. Cassie tomó su rostro y le acarició la mejilla, mientras unían sus frentes.

La molestia comenzaba a descender con rapidez, como si el tacto de su novia fuera el remedio. Hermione y Ron salieron también.

—Supongo que no seguirás pensando en marcharte, ¿verdad? –dijo Hermione llegando hacia ellos.

—Tienes que quedarte, colega —dijo Ron dándole una fuerte palmada en la espalda.

—Bueno —repuso Harry con voz temblorosa—, seguro que tengo mejor aspecto que Ollivander.

Cuando terminó de contarles lo que acababa de ver, vinieron los regaños.

–Basta –bramó Cassie, harta de su discusión.– Debemos estar unidos, ¿recuerdan? Todos sabemos que Harry no se caracteriza por ser la persona más obediente, no es necesario discutir sobre el por qué no siguió con la oclumancia.

–Cassie tiene razón –concordó Hermione– Debemos permanecer unidos.

–Como los cuatro mosqueteros.

–Cassie, son tres mosqueteros.

–¿A quién le importa?













Harry cuando Magnus abrazó a Cassie:


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