╔══════ ❀•°❀°•❀ ══════╗
«Feliz navidad»
╚══════ ❀•°❀°•❀ ══════╝
▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃
—¿Que Snape le ofrecía ayuda? ¿Seguro que le ofrecía ayuda?
—Si me lo preguntas una vez más te meto esta col por... —lo amenazó Harry.
–Por el culo –terminó de decir Cassie llegando junto a Sirius. Harry dejó caer las coles al suelo y se levantó de inmediato.
—¡Sólo quiero asegurarme! —se defendió Ron.
–¿Cómo está mi ahijado favorito? –Sirius abrazó a Harry.
–Soy tu único ahijado, Sirius –rió Harry por lo bajo y su mirada se dirigió a Cassie, ambos se miraron, embobados por el otro.
–Por favor, Harry, no te preocupes por mí. Sé qué ustedes están saliendo de nuevo, Ivy me lo dijo –Sirius jugaba con las coles de Ron, haciendo malabares.
—¿Qué están haciendo? —preguntó Fred. Los gemelos acababan de entrar en la cocina—. Mira esto, George. Están usando cuchillos y todo. ¡Qué escena tan conmovedora! Hola, Cassie... Casi suegro, cliente estrella de Sortilegios Weasley –los gemelos le hicieron una reverencia a Sirius.
–¿Casi suegro?
–No te preocupes, Harry. No tenemos intenciones de robarte a Cassie, al menos no por el momento –George le guiñó un ojo a la castaña.
–En mi tercer año, con los gemelos hicimos un pacto; si uno de ellos no conseguía novia...
–Ya entendimos –farfulló Ron, mirando con fastidio las coles.— ¡Dentro de poco más de dos meses cumpliré diecisiete años —gruñó Ron—, y entonces podré hacerlo mediante magia!
—Pero mientras tanto —dijo George al tiempo que se sentaba a la mesa de la cocina y apoyaba los pies encima— podemos disfrutar con tu exhibición del uso correcto de un... ¡Ojo!
—¡Mira lo que me he hecho por tu culpa! —protestó Ron chupándose el corte del dedo—. Espera a que tenga diecisiete años...
—Estoy convencido de que nos deslumbrarás con habilidades mágicas hasta ahora insospechadas —replicó Fred dando un bostezo.
—Y hablando de habilidades mágicas insospechadas, Ronald —intervino George —, ¿es cierto lo que nos ha contado Ginny? ¿Sales con una tal Lavender Brown?
Ron se sonrojó un poco, pero no pareció molesto. Siguió limpiando coles. —Métete en tus asuntos.
—Una respuesta muy original —dijo Fred—. Francamente, no sé cómo se te ocurren. No, lo que queremos saber es cómo pasó
—¿Qué quieres decir?
—¿Tuvo Lavender un accidente o algo así?
—¿Qué?
—¿Cómo sufrió semejante lesión cerebral?
La señora Weasley entró en la cocina justo cuando Ron le lanzaba el cuchillo de pelar coles a Fred, que lo convirtió en un avión de papel con una perezosa sacudida de su varita.
—¡Ron! —gritó ella—. ¡Que no vuelva a verte lanzando cuchillos! ¡Qué gusto verte, Sirius, Cassie! Jane, James y Rosalyn llegaron hace poco, están en el jardín, si gustas ir –Sirius asintió con una sonrisa y salió de la cocina.
—Sí, mamá —dijo Ron, y por lo bajo añadió—: Procuraré que no me veas hacerlo. —Y siguió con su tarea.
—Entonces ¿está confirmado que no vamos a verle el pelo al idiota de Percy? — preguntó Fred.
Su madre se dio la vuelta antes de contestar:
—No, supongo que tiene trabajo en el ministerio. —Y se marchó de la cocina
—O es el tío más imbécil del mundo. Una de dos —dijo Fred—. Bueno, vámonos, George.
— ¿Qué estáis tramando? —preguntó Ron—. ¿No podéis echarnos una mano con las judías? Si usáis la varita nos veremos libres de esta lata.
—No, no puedo hacerlo —dijo Fred con seriedad—. Aprender a limpiar coles sin utilizar la magia fortalece el carácter y te ayuda a valorar lo crudo que lo tienen los muggles y los squibs.
—Y cuando quieras que alguien te eche una mano, Ron —añadió George lanzándole el avión de papel—, más vale que no le lances cuchillos. Te daré una pista: nos vamos al pueblo. Una chica preciosa que trabaja en la tienda de periódicos opina que mis trucos de cartas son maravillosos. Dice que es como si hiciera magia de verdad.
—Imbéciles —refunfuñó Ron, viendo cómo los gemelos cruzaban el nevado jardín—. ¿Por qué Cassie no está ayudándonos?
–Soy invitada, Ronald. Qué mal anfitrión eres –con la goma de mascar, hizo un globo, mientras miraba a Harry y Ron.
–¡Yo también lo soy!
–Sí, pero Jane quiere que aprendas labores domésticas, ¿estás desautorizando a tu madre, Harry? –el azabache negó y bajó la mirada a su trabajo.
Los Weasley y sus invitados estaban sentados en el salón, que Ginny había decorado tan magníficamente que parecía una exposición de cadenetas de papel. Fred, George, Cassie, Magnus, Harry y Ron eran los únicos que sabían que el ángel que había en lo alto del árbol navideño era en realidad un gnomo de jardín que había mordido a Fred en el tobillo mientras él arrancaba zanahorias para la comida de Navidad. Lo habían colgado allí tras hacerle un encantamiento aturdidor, pintarlo de dorado, embutirlo en un diminuto tutú y pegarle unas pequeñas alas en la espalda; el pobre miraba a todos con rabia desde lo alto.
Era el ángel más feo que Cassie había visto jamás: su cabezota calva parecía una patata y tenía los pies muy peludos.
Se suponía que estaban escuchando un programa navideño interpretado por la cantante favorita de la señora Weasley, Celestina Warbeck, cuyos gorgoritos salían de la gran radio de madera. Fleur, que al parecer encontraba muy aburrida a Celestina, se hallaba en un rincón hablando en voz muy alta, y la señora Weasley, ceñuda, no paraba de subir el volumen con la varita, de modo que Celestina cada vez cantaba más fuerte.
Amparados por un tema jazzístico particularmente animado, que se titulaba Un caldero de amor caliente e intenso, Fred y George se pusieron a jugar a los naipes explosivos con Ginny. Ron no dejaba de mirar de soslayo a Bill y Fleur, como si albergara esperanzas de aprender algo de ellos. Magnus y Rosalyn jugaban ajedrez mágicos. Los merodeadores y Eric estaban sentados al lado de la chimenea.
Cassie reposaba la cabeza en el hombro de Harry, deseando que todo fuera así de tranquilo siempre.
—¡Esto lo bailábamos cuando teníamos dieciocho años! —recordó la señora Weasley secándose las lágrimas con la labor de punto—. ¿Te acuerdas, Arthur?
–¿Alguien más desea quemarse los tímpanos? –se quejó Cassie. James y Sirius alzaron las manos.
–Jane rodó los ojos y se levantó:– Ya voy –y fue hasta Molly, intentando convencerla de cambiar a Celestina.
—Pero supongamos... —objetó Harry—. Supongamos que Dumbledore se equivoca respecto a Snape...
Los adultos y Harry, habían comenzado a cuestionar la lealtad de Snape.
—Esa suposición ya se ha formulado muchas veces. Se trata de si confías o no en el criterio de Dumbledore. Yo confío en él y por lo tanto confío en Severus.
—Pero Dumbledore puede equivocarse —insistió Harry—. Él mismo lo reconoce... –miró a su padre y le preguntó—: ¿De verdad te cae bien Snape? –James miró de reojo a Jane–
–Mi opinión respecto a Snape es neutral: no me cae ni bien ni mal. Sí, tenemos demasiado resentimiento acumulado hacia el otro, pero somos adultos, Harry. Dumbledore confía en él, ¿y cuándo se ha equivocado ese anciano?
–Además –intervino Eric– Preparaba las pociones para Remus, en su estancia como profesor de Hogwarts.
—Quizá no se atrevió a adulterarla porque Dumbledore lo vigilaba —sugirió Harry.
—Veo que estás decidido a odiarlo —dijo Lupin esbozando una sonrisa—No dudes en contarle a Dumbledore lo que nos has contado a Arthur y a nosotros, pero no esperes que él comparta tu punto de vista sobre ese tema; no esperes siquiera que le sorprenda lo que le expliques. Es posible que Severus interrogara a Draco por orden de Dumbledore.
–Al parecer son los únicos que lograron superar la etapa escolar. ¡Snape nos odia! Durante las clases, siempre intenta humillar a mi padre por sus antecedentes de prófugo –bufó Cassie.
–Rosalyn nos contó que Severus ha sido muy agradable con ella...
–Jane, todos sabemos el por qué –acusó Sirius a la pelirroja, con la mirada.
—¿Les apetece una copita antes de acostaros? —preguntó la señora Weasley poniéndose en pie—. ¿Quién quiere ponche de huevo?
Aceptaron el vaso de ponche de huevo que le ofreció la señora Weasley y le dieron las gracias.
—¿Han oído hablar alguna vez de alguien llamado el Príncipe Mestizo?
—¿Cómo dices? –preguntó Sirius, incorporándose en su asiento y prestándole más atención a Harry.
—El Príncipe Mestizo —repitió Harry y escudriñó su rostro en busca de alguna señal de reconocimiento.
—En la comunidad mágica no hay príncipes —contestó Lupin, volviendo a sonreír—. ¿Estás pensando en adoptar ese título? ¿No estás contento con eso del «Elegido»?
–Harry está obsesionado con él. El Principe Mestizo es alguien que estudiaba en Hogwarts y Harry tiene su viejo libro de pociones. Anotó hechizos en sus páginas, hechizos inventados por él. Uno de ellos se llamaba Levicorpus...
–¡Ese era mi favorito! –exclamó James con entusiasmo.
–Recuerdo que en quinto curso hubo unos meses en que no podías dar un paso sin que alguien te dejara colgado por el tobillo –dijo Remus, con nostalgia.
—Pero por lo visto lo inventaron cuando ustedes iban al colegio —insistió Harry.
—No precisamente. Los embrujos se ponen de moda o se olvidan como todo lo demás. —dijo Jane mirando al muchacho a los ojos– Si estás pensando en tu padre, te equivocas. Todos utilizamos el embrujo, incluso Rose –miró a Cassie, y ambas se sonrieron.
—Ya. —Harry se quedó mirando el fuego—. Creía... Bueno, ese príncipe me ha
ayudado mucho con las clases de Pociones.
—¿Es muy viejo el libro? –preguntó Sirius.
—No lo sé, no he mirado la fecha que pone.
–Príncipe Mestizo... Se me hace familiar –murmuró Jane.
Poco después, Fleur decidió imitar a Celestina y se puso a cantar Un caldero de amor caliente e intenso, lo cual todos interpretaron, después de ver la cara que ponía la señora Weasley, como una señal de que era hora de ir a acostarse.
–¡Buenos días! –gritó Cassie abriendo las cortinas de la habitación.
—Se ha vuelto loca...
–¡Hey! –replicó Cassie frunciendo el ceño.
—¿Qué es eso? —preguntó Harry, notó la presencia de Cassie y se sonrojó.
—No lo digo por ti, Cassie, aunque sí estás un poco loca –Cassie le lanzó una almohada al pelirrojo– Me la envía Lavender —masculló Ron—. No pensará que voy a ponérmela...
«Amor mío.»
—¡Pero si es muy bonita! —exclamó Cassie tras soltar una risotada—. Muy elegante. Tendrías que ponértela y enseñársela a Fred y George.
–No te burles, Cassie. Harry tiene la misma cadena escondida bajo su almohada –dijo Magnus. El chico de ojos celestes se dio vuelta e intentó seguir durmiendo.
–Ni se te ocurra, Potter –amenazó Cassie.
–¡No tengo nada! Al menos no en cadena... –murmuró Harry.
–Bien. ¡Levanten sus pálidos traseros, es navidad! –y sin decir nada más, salió de la habitación.
A la hora de comer, cuando se sentaron a la mesa, todos llevaban jerséis nuevos;
todos excepto Fleur (por lo visto, la señora Weasley no se había dignado tejerle uno) y la propia señora Weasley, que lucía un sombrero de bruja azul marino nuevecito, con diminutos diamantes que formaban relucientes estrellas, y un vistoso collar de oro.
Cassie se acercó a la ventana, donde una lechuza la esperaba. Tomó la carta del pico del animal y el paquete.
Feliz navidad.
—D.M
Abrió el regalo. Se trataba de una fotografía mágica, en la que salían Cassie y Draco, en su tercer año en Hogwarts, ambos parecían tener una guerra de bolas de nieve.
Perdón por el capítulo kk :')