LILY
-Practiquemos- solté sin más.
-¿Cómo?- preguntaron Hansel y Jannette a la vez, lo que hizo que se ruborizasen.
-Se supone que tenemos que derrotar a cuatro tipos, fuertes, poderosos, inteligentes, y que además son dioses. Nosotros somos cuatro niños y niñas, que apenas pueden usar sus poderes. ¿Creéis que compensa?
-No, está claro- respondió Rick mirando a la pared.
Las siguientes horas (milagrosamente no nos encontraban) pasaron entre fuego, aire, tierra y agua. Cualquiera que hubiese entrado se habría asombrado bastante al ver a unos niños que se divertían, mientras una de ellos levitaba, otro hacía malabares con fuego, una servidora se dedicaba a crear figuritas con agua en el aire, y un último chico hacía crecer afilados rosales en las estanterías.
También hicimos descubrimientos impactantes. Mezclar, fusionar nuestros poderes era uno de ellos. Mientras yo hacía figuritas en el aire, Jannette mandaba heladas ráfagas de aire que congelaban el agua, o cuando hacía dianas de agua flotantes, Rick se divertía lanzando dardos incendiados que dejaban agujeros humeantes en la figura. No tardamos en empezar a controlarlos.
Se abrió la puerta súbitamente de golpe. Pat se asomaba al otro lado. El pobre hombre jadeaba cansado.
-Chicos, han llegado- anunció atemorizado. Era la primera vez que no veía a Pat tranquilo y sereno.
Nos pusimos de pie. Había llegado la hora de luchar, el momento que tanto habíamos esquivado, llegaba por fin. El sol empezaba a ponerse, no tardaría demasiado en hacerse de noche.
-Bien, vamos a patear unos cuantos traseros divinos- exclamó Jannette mientras salía por la puerta trasera y chasqueaba los dedos, como una auténtica diva. Rick, Hansel y yo nos miramos atónitos. La niña tímida y serena acababa de desaparecer, con un chasquido de dedos.
La seguimos emocionados, todo el miedo se había disipado, dando lugar a la más profunda emoción. De la cafetería la gente salía huyendo a raudales, ni un alma quedó allí dentro tras pocos minutos. Nadie excepto ellos.
Cuatro hombres, ya no encapuchados, de ojos tan rojos como la sangre, y colmillos más afilados de lo normal, ponían patas arriba toda el establecimiento mientras nos buscaban.
-Va-va... ¡VAMPIROS!- chillamos los cuatro atemorizados. Ellos reaccionaron tan solo un instante después, y corrieron hacia nosotros.
La velocidad y la fuerza de aquellas criaturas era algo inaudito, por lo que decidimos no huir, era hora de luchar. Rick saltó hacia uno de los vampiros, pero este lo esquivo con facilidad, y poco después, había conseguido inmovilizarle. Corrí en su ayuda, y empapé al vampiro de inmediato, aunque no ayudó mucho. Sirvió lo suficiente para despistarle, de manera que aflojó el agarre de Rick, y él consiguió escapar.
Mientras, Jannette y Hansel se las tenían que ver con otros tres vampiros, que poco a poco les acorralaban contra una esquina.
-¡Chicos, reaccionad!- les grite.
Jannette salió de su asombro, y consiguió elevarlos a los dos en el aire hasta rozar el techo. Hansel aprovechó el desconcierto de los malhechores para volver a descender con la ayuda de Jannette y tocar el suelo, haciendo crecer una maraña de zarzas que acorraló a los vampiros contra los últimos lengüetazos de sol que atravesaban una de las ventanas.
Aullidos desgarradores indicaban que la luz empezaba a hacer efecto sobre su piel, y pocos segundos después, tres vampiros quedaron reducidos a cenizas.
-¡Rick, tu turno!- gritó Hansel.
Rick lo comprendió al instante: fuego. Al cuarto vampiro también se le acababa el tiempo. Todo parecía marchar sobre ruedas, pero los refuerzos no tardaron en aparecer.
Al menos media docena de hombres que parecían estar hechos de humo corrían calle abajo hacia la cafetería, escoltados por un dragón de escamas negras brillantes tan grande como varios autobuses juntos. Una horda de lobos sedientos de sangre apareció tras otra esquina. Pero no todo era malo, al parecer, nuestros refuerzos también llegaban. Siguiendo las Protectoras, que habían adoptado su forma juvenil y vestían unas brillantes armaduras, había una multitud compuesta por ninfas del bosque, camuflándose en árboles que se acercaban... ¿andando?
Hansel sonreía radiante.
-Ahí vienen- murmuró alegre.
Siguiendo a los árboles, había ninfas de agua, tritones y sirenas que iban creando un rastro de agua con afilados tridentes a su paso, seres en forma de torbellinos, hombres prendidos en llamas... Por nombrar solo unos pocos.
Los refuerzos oscuros se acercaban a su vez. Entonces la batalla se desató.
Lobos que saltaban buscando extremidades que morder y desgarrar, árboles que golpeaban con sus altas ramas al dragón, que sobrevolaba el lugar echando fuego a través de sus fauces, hombres de humo en cuyas manos aparecían armas letales del mismo material... Aquello era un completo caos.
-¡Lily cuidado!- gritó alguien a lo lejos. Conseguí tirarme al suelo en el preciso instante en el que el dragón barría el suelo con su cola. Me levanté de golpe y busqué a mis compañeros entre la multitud.
Rick mantenía a raya con fuego, a un par de lobos que se le acercaban mostrando los dientes ferozmente. Hansel había conseguido atrapar a varios hombres de humo entre sus zarzas, pero estos simplemente las atravesaron. Corrí a la ayuda de Jannette. Lancé una cascada de agua sobre una multitud de lobos que la seguían, consiguiendo despistar a unos cuantos. Jannette se elevó en el aire, justo en el momento en el que uno de los lobos saltaba hacia ella.
-¡Jannette!- grite. No fue a tiempo. El lobo consiguió morder su tobillo, a lo que ella lanzó un grito de dolor que la desconcentró, haciéndola caer desde casi ocho metros de altura.
Piensa Lily, piensa.
En un instante se me ocurrió hacer algo, que no sabía si funcionaría. Hice aparecer una gran piscina de agua en el suelo, justo en el punto sobre el que Jannette debía de caer. Lo conseguí. Jannette impactó contra el agua, haciendo que esta se dispersara por toda la calle. Corrí hacia ella, estaba tumbada en el suelo, inmóvil.
-Jannette, ¿Estás bien?- dije mientras me agachaba a su lado. La herida de su tobillo sangraba cada vez menos, y podía notar como respiraba con normalidad.
Parpadeó repetidas veces, y se incorporó.
-Sí, tranquila- observó su tobillo, ya casi curado- esto de ser un dios, tiene sus ventajas- dijo sonriendo.
- Por no hablar de la inmortalidad.- soltó Rick mientras se acercaba junto a Hansel.
-Técnicamente... no sois inmortales- dijo Lisa. Michelle, Ann y Holly la acompañaban.
-¿QUÉ?- preguntamos estupefactos.
-Bueno, ya sabes... cuando os desterraron de Paradise, el lugar de donde provenimos, vuestra inmortalidad quedó inutilizable.- explicó mirándonos. Se esperaba lo peor.
-¿Y entonces nuestros poderes? ¿Porque siguen activos?
-Al estar desactivados por aquel entonces, eran imposibles de detectar, por lo que los Supremos Poderosos pensaron que ya os los habían arrebatado... Después de las atrocidades que cometisteis...
-¡Cuidado!- avise chillando. Todos nos agachamos en el momento justo. El dragón, herido, cayó rozando nuestras cabezas, e impactó duramente contra el pavimento. Observé entre la multitud buscando a quién había conseguido abatir a la criatura.
Las ninfas de los bosques, habían conseguido aliarse junto a las ninfas del agua, y tras escalar a las copas de los altos árboles andantes, habían disparado flechas de agua y ramas fusionadas, creando unas armas más letales aún.
-¡Bien hecho!- les grité desde la otra acera. Ellos me respondieron con una leve reverencia.
Observé el terreno de batalla. Nuestros aliados habían conseguido acabar con todos los lobos y el dragón, solo quedaban en pie los hombres de humo, a los que no parecían afectarles ninguno de nuestros ataques. A Hansel pareció ocurrírsele una idea.
-Jannette- exclamó alegre por su descubrimiento- ¿Que vence al humo?
Jannette pensó durante un momento.
-¡Viento!- añadió tras un instante.
En menos de lo que dura un parpadeo, Jannette ya se había puesto manos a la obra, lanzando huracanes, ventiscas, torbellinos y vendavales a cualquier rastro de humo que iba quedando. Los hombres se iban disipando, en cuanto una ráfaga de aire les tocaba. En pocos minutos, no quedó ni rastro de ellos.
-Se acabó...-murmuró Rick junto a mi- todo ha acabado...
Los vítores y celebraciones empezaron a resonar en toda la calle. Todos, alegres, felicitaban al resto por haberlo conseguido, aunque no duró mucho. Todos observábamos en silencio los cuerpos inertes de los caídos. Las bajas habían sido considerablemente numerosas.
-No cantéis victoria antes de tiempo...- dijo una tenebrosa voz.
Nos giramos lentamente. Cuatro hombres, ataviados en negro, que nos observaban con expresiones victoriosas, descendían del cielo nocturno mientras nos observaban sin descanso.
Ante nosotros, se erguían imponentes los Dioses Oscuros en persona.