Cántame al oído | EN LIBRERÍAS

Galing kay InmaaRv

2M 227K 344K

«Escribiría todas mis canciones sobre ti». Holland finge que tiene una vida perfecta. Alex sabe que la suya e... Higit pa

Introducción
01 | Mi rata es una superviviente.
02 | Conociendo a Holland Owen.
03 | Rumores que hieren.
04 | Somos unos cobardes.
05 | Un tratado de paz.
06 | La música no es lo mío.
07 | K. K. Splash Pro
08 | Rota en pedazos
9 | Con la música en las venas
10 | Nociones básicas de supervivencia
11 | Los archivos del despacho de dirección
12 | Indestructible
13 | Dedícate a lo que te haga feliz
14 | Nuestra primera canción
15 | Oportunidades
16 | Asumiendo la realidad
17 | Mi verdadero yo
18 | Arriésgate a que te rompan el corazón
19 | Todas mis canciones suenan a ti
20 | Recuerdos que no duelen
21 | Consecuencias
22 | Un corazón roto
23 | Una pareja para el baile
24 | Quien soy en realidad
25 | Primeras veces
26 | Siempre que me necesites
27 | Mil y una veces
28 | Artísticamente hablando
29 | Dibújame cantando
30 | Ser feliz y tomarse el lujo de no saberlo
31 | El precio de soñar
32 | Lo que mereces
34 | Efectos colaterales
35 | Lo que no te rompe te hace más fuerte
Epílogo

33 | Sigue latiendo

36.4K 4.7K 12.3K
Galing kay InmaaRv

33 | Sigue latiendo

Holland

Un corazón roto sigue latiendo. Lo descubro esa misma semana y es una suerte que, aunque esté hecha añicos, aun me queden fuerzas para actuar con normalidad.

La semana termina antes de lo que me gustaría. Durante los días previos a una despedida, parece que el tiempo pasa más rápido y que las horas se te escurren entre los dedos. Solo me queda un examen más por hacer, así que renuncio a pasarme las tardes estudiando y, en su lugar, aprovecho hasta la más mínima ocasión para estar con mis amigos.

Y con Alex.

Fingir que todo va bien cuando estamos juntos es difícil. Está convencido de que su charla del otro día me hizo cambiar de opinión y que, si ya no estoy completamente centrada en los exámenes, es porque he aprendido a organizarme y guardar un "equilibrio". Lo que no sabe es que, en realidad, no puedo concentrarme a la hora de estudiar. Tampoco puedo pensar en nada que no sea que, a partir del sábado, volveré a estar tan sola como a principios de curso.

Así que intento aprovechar estos últimos días con él, con ellos, tanto como puedo. Si mis amigos notan un cambio en mi actitud, no lo mencionan. Aun así, tengo que soportar las miradas de preocupación que me lanza Sam y huir de la conversación siempre que nos quedamos a solas. Me he cerrado en banda y no estoy dispuesta a hablar con nadie sobre el tema. Ni siquiera con él. O con Emma.

El viernes, asisto al que probablemente será el último concierto que vea de 3 A. M. No se marcharán hasta dentro de tres semanas, pero mantendré las distancias con Alex después del sábado y, me guste o no, los chicos fueron sus amigos antes que los míos. Además, por mucho que me duela admitirlo, yo ya estoy acostumbrada a estar sola. Me siento con Bill, como siempre. Hablamos sobre temas triviales y pienso en lo mucho que le echaré de menos a él también.

Los chicos tocan Insomnio y el público les pide una más, y entonces Alex canta It´s yours y no aparta sus ojos de los míos en toda la canción. Llega un momento en el que no lo aguanto más y acabo yéndome al baño porque estoy a punto de echarme a llorar. Él me sigue y dejo que me abrace, riéndose, porque piensa que mis lágrimas son de emoción.

Los días pasan y, cuando quiero darme cuenta, estoy parada frente al espejo de mi habitación, un sábado por la noche, preguntándome qué palabras escoge una cuando necesita romperle el corazón al chico al que quiere.

He estado evitando pensar en ello durante toda la semana. Solo de imaginarme la escena, me entraban ganas de llorar. Tampoco soy capaz de tomar esa decisión ahora, así que salgo de casa sin tener nada preparado. Se supone que hemos quedado esta noche porque hace mucho que no pasamos tiempo a solas y nos echamos de menos. Alex cree que las cosas están bien entre nosotros y, cada vez que lo pienso, mi corazón se rompe un poquito más.

Me siento culpable. Cruel. No se merece que le haga esto.

Y yo tampoco me merezco tener que hacerlo.

Pero no puedo dejar que renuncie a sus sueños por mí.

Cuando salgo del ascensor y me detengo frente a su apartamento, estoy tan nerviosa que me tiemblan las manos. Llamo al timbre y me cruzo de brazos. Escucho pasos que se acercan a la puerta y mi corazón pega un salto.

Me entran ganas de echar a correr. Ni siquiera sé qué debería decirle o cuál sería el momento más adecuado para hacerlo. Me gustaría que se hubiera comportado como un imbécil estas últimas semanas, que fuese un chico agotador o que me hiciese sentir insegura, como me pasaba con Gale, porque así hacer esto no me costaría tanto.

De pronto, Alex abre la puerta y me recibe con una de sus características sonrisas, y entonces lo sé.

Le quiero. Me da igual lo que mamá piense al respecto.

Le quiero.

—Pase, por favor —bromea y se aparta para dejarme entrar. Ignorando los nervios que me revolucionan el estómago, me obligo a sonreír.

Después, miro alrededor e intento que el recuerdo de este lugar se quede grabado en mi memoria. No sé si volveré a entrar aquí. Me aferro a los momentos que hemos compartido entre estas paredes. Pienso en la noche de su cumpleaños, cuando me dijo por primera vez que estaba enamorado de mí, y me prometo que no lo olvidaré jamás.

Estoy tan perdida en mis pensamientos que me sobresalto cuando me toca. Alex se ha colocado detrás de mí y está quitándome la chaqueta con delicadeza. Se me seca la boca.

—¿Desde cuándo eres tan educado? —intento bromear. Me sorprende que no me haya temblado la voz.

Su risa me provoca un escalofrío. Se aleja para colgar la chaqueta del perchero y, cuando regresa, me abraza por la espalda. Se me tensan todos los músculos, pero no parece darse cuenta.

—Siento decepcionarte, pero no estaba siendo educado. No podía hacer esto cuando la llevabas —responde, antes de darme un beso en el hombro.

Sus labios ascienden por mi clavícula y mi corazón se detiene durante un segundo. Mi cerebro se llena de advertencias y le agarro las manos, dejándome llevar por un impulso. Debería zafarme de su agarre, pero lo que hago en su lugar es entrelazar sus dedos con los míos.

—Estás tensa —susurra en mi oído. No quiero echarme a llorar, así que me limito a negar con la cabeza. Alex suspira—. Intenta relajarte, ¿vale? Solo por esta noche. Tú misma lo dijiste: hoy solo somos tú y yo. Todo lo demás puede esperar hasta mañana. —Hace una pequeña pausa—. A no ser que necesites hablar de ello.

El corazón me da un vuelco. Debería decírselo ahora mismo. No existe un momento mejor que este, así que, ¿por qué no me atrevo a pronunciar esas dichosas palabras? ¿Por qué no puedo decirle que sí, que necesito que hablemos, y soltárselo así, sin más?

No puedo esperar más. Tengo que hacerlo cuanto antes. Esta noche. Y después, cuando vuelva a casa, llamaré a Mason para que mañana venga a asegurarse de que Alex está bien. Tendrá un día para asimilar lo ocurrido, y el lunes o el martes deberá enfrentarse de nuevo a la vida real y ponerse a estudiar para los exámenes.

Es un plan horrible. Estoy dejándome guiar por un falso sentimiento altruista y sé que está mal. Que es ridículo. Pero no me deja otra opción. Me gustaría poder hablar con él como dos personas maduras, pero tomando esa decisión Alex me ha demostrado que, por muy mayor que parezca por fuera, sigue comportándose como un crío.

Tengo que hacerlo. No me queda otra. Y tiene que ser ya.

Pero eso es lo que dice mi parte racional.

La otra se guía por el corazón y está convencida de que Alex tiene razón: todo lo que me preocupa puede esperar hasta mañana. Me he pasado toda la semana dándole vueltas al tema y darme un respiro, aunque solo sea durante una noche, no me hará daño. Al menos, no más del que me ha hecho ya.

Lucho por que mi voz suene clara y tranquila y asiento.

—Solo por hoy —cedo.

Él sonríe. Me abraza con más fuerza y vuelve a darme besos por el hombro y la zona lateral del cuello, e incluso se inclina hacia adelante para alcanzar mi mejilla. Arrugo la nariz, riéndome. Me hace cosquillas.

—No voy a separarme de ti en toda la noche —anuncia.

Mi corazón está encantado con esa afirmación.

—Qué empalagoso eres —me quejo, de todas formas.

—Te encanta.

—Si tú lo dices...

Me gira entre sus brazos para que quedemos cara a cara. Recorro su rostro con la mirada y siento un revoloteo en el estómago. Me encanta que sonría así. Sobre todo en momentos como este, cuando estamos así de cerca, observándonos en silencio. Parece tan feliz que me entran ganas de comérmelo a besos.

—Admítelo —susurra, y me pone los labios en la frente y después en la punta de la nariz.

Cierro los ojos.

—Que admita, ¿qué?

"Te quiero".

"Voy a echarte de menos".

"Hay cosas más importantes que el amor".

—Que no quieres separarte de mí en toda la noche.

Mi mirada recae sobre su boca y trago saliva. Intento con todas mis fuerzas que no note que se me está acelerando el corazón.

—¿Serviría de algo que te llevase la contraria? —pregunto, arqueando una ceja.

—Puedo apartarme ahora mismo, si eso es lo que quieres.

—Se supone que tienes que seguirme el juego, no tomarte mis bromas en serio.

Eso le roba una sonrisa.

—Te he echado de menos.

Me muero de ganas de decirle que yo también.

En su lugar, dejo que mis acciones hablen por mí. Me pongo de puntillas y mis labios buscan los suyos, y Alex me coloca las manos en la espalda para que me acerque más. Mi corazón se pone a dar volteretas. Intento dejar la mente en blanco y no pensar en que, dentro de poco, esto se habrá convertido en un recuerdo. Me concentro en el aquí y el ahora, y eso se resume en él.

Pero no es suficiente. Necesito que esté más cerca. Enredo los brazos en su cuello y, cuando profundizo el beso, Alex deja escapar un suspiro entrecortado que me vuelve loca. Está tan concentrado besándome que no hace nada con las manos, así que tiro de ellas para que las ponga en un sitio útil. Parecía tener mucho interés en esa zona el otro día.

Ahora está tocándome el culo. Espero que se aparte, pero parece encantado con la idea.

—Si vas a pasarte pegado a mí toda la noche, al menos hazlo bien —le susurro.

Cuando noto su risa contra mi boca, me recorre un escalofrío de la cabeza a los pies. Alex pone mi mundo del revés. En momentos como este, todos mis sentidos están en sus manos. Los revoluciona por completo, y eso es algo que Gale jamás pudo hacer.

Este chico lo consigue solo riéndose. O mirándome. No le hace falta nada más.

Apoya su frente sobre la mía, con la respiración entrecortada, y no aguanto las ganas de besarle una y otra vez. Sonríe y me corresponde con ganas. Retrocedemos por el pasillo sin darnos cuenta.

—Estamos solos —me informa, entre beso y beso.

—¿Tu padre no está?

—Mi hermana tampoco.

—Se me había olvidado que tienes una hermana.

Vuelve a reírse. Mis manos ascienden hasta su nuca y enredo los dedos en su pelo. Me encanta hacer esto. Alex me agarra de la parte trasera de los muslos y hace que me incline hacia atrás. Podría caerme si no me estuviera sujetando con tantas ganas.

—Te quiero —dice—. Te quiero, te quiero, te quiero.

Preferiría que no hablásemos porque, cuando dice cosas así, recuerdo lo que he venido a hacer y un doloroso sentimiento de culpabilidad se instala en mi pecho. Por eso no contesto. Tampoco le confieso que, en el fondo, me gustaría que no me quisiera tanto porque así la situación no sería tan complicada.

En vez de eso, solo le beso otra vez.

—Demuéstramelo —le pido en un susurro, y no hace falta nada más.

Me levanta en volandas y enredo las piernas en su cintura. Avanza a tientas por el pasillo sin dejar de besarme. Las películas son irreales y pintan estas escenas como si fueran perfectas, cuando la realidad es que Alex tiene que esforzarse para que no nos caigamos. La situación nos hace reír y le resta seriedad al asunto, y de pronto me siento aún más cómoda entre sus brazos. Este momento es muy nosotros.

Ojalá nunca dejemos de ser nosotros.

Mi cabeza se llena de contradicciones porque sé que esto está mal y aun así no quiero echarme atrás. No sé cómo llegamos a su habitación. Me deja suavemente en el suelo y, sin dejar de reírme en su boca, tiro de él para que entremos. Cierro la puerta a mis espaldas y me apoyo contra ella, y le agarro los codos para que no se aleje. Alex me deshace la coleta y el pelo me cae sobre los hombros.

Me arde la piel. A nuestro alrededor, no se oye más que el sonido de sus besos y de nuestras respiraciones agitadas. Tira de mi camiseta hacia abajo para que mi clavícula quede al descubierto y, acto seguido, su boca abandona la mía y se pierde en mi cuello. Suspiro sin querer y, en un acto reflejo, me aferro a él con más fuerza. Sé que jamás sería capaz de pedírmelo, pero no puedo aguantarlo más, así que me saco la camiseta por la cabeza y la tiro al suelo.

He visto a Alex nervioso muchas veces, pero nunca tanto como ahora. Se separa de mí y me mira sin parpadear. Sus ojos recorren todo mi cuerpo, en silencio, e intento no sentirme cohibida. Parece que no sabe qué decir.

A lo mejor me he pasado.

—¿Qué? —demando, claramente a la defensiva.

Por fin reacciona y niega con la cabeza, sin dejar de mirarme.

—Me vas a matar.

Me siento tan aliviada que duele. No había pensado antes en lo mucho que temía su reacción.

Intentando dejar la mente en blanco, le ahueco las mejillas y vuelvo a besarle. La risa se me escapa cuando Alex coloca sus manos bajo mis muslos y me levanta, de nuevo. Aterrizo de espaldas sobre la cama y se coloca encima de mí, y enredo las piernas en sus caderas mientras me prohíbo pensar en nada más.

—Eres tan bonita —susurra contra mis labios—. Ojalá te vieras como te veo yo.

Se me forma un nudo en la garganta. Como si lo hubiera notado y quisiera deshacerlo, sus labios se posan sobre mi barbilla y deja un camino de besos sobre mi piel que descienden hasta mi ombligo. Las sensaciones me explotan en el estómago y se me tensan todos los músculos. Enredo las manos en su pelo y tiro de él para que suba aquí y vuelva a besarme porque no soporto que haya distancia entre nosotros.

El corazón me late tan rápido que se me va a salir del pecho. Le empujo para que cambiemos de posición, porque así no tengo movilidad, y me levanta y se sienta sobre la cama para que pueda acomodarme a ahorcajadas sobre su regazo. Noto lo acelerada que tiene la respiración. Sus dedos ascienden lentamente por mi espalda desnuda, erizándome la piel.

Me levanto sobre mis rodillas, sin dejar de besarle, y tiro del dobladillo de su camiseta.

—Fuera —ordeno sobre su boca.

Espero que dude o que se eche atrás, pero no se lo piensa dos veces. Se la quita y la lanza a algún lugar a mis espaldas, al que ni siquiera presto atención porque estoy demasiado ocupada mirándole a él.

He estado en esta misma situación con Gale cientos de veces. Durante los dos años que estuve con él, me besó, me tocó y se paseó frente a mí sin camiseta en numerosas ocasiones porque le encantaba oír mis cumplidos. Me dijo que era guapa y perfecta y que me merecía lo mejor. Que lo mejor éramos "nosotros".

Intento buscar una forma de comparar todos esos momentos con este preciso instante, y no encuentro ninguna. Porque no tienen nada que ver.

Gale no me hizo sentir ni la mitad de lo que siento ahora mismo.

"Quiero a Alex, mamá. Me da igual lo que pienses. Le quiero".

¿Verdad?

—¿Es demasiado para ti? —bromea Alex, señalándose el pecho.

Su voz me trae de vuelta a la realidad. Quiere parecer tranquilo, pero le conozco y sé que está nervioso. Llevo mirándole en silencio unos segundos y a lo mejor se ha sentido incómodo.

Quiero darle seguridad, así que sonrío y digo:

—Estaba pensando en que cualquiera de tus fans mataría por ser yo en este momento.

Eso le hace reír. Cuando vuelvo a besarle, me felicito interiormente porque está más relajado. Recorro sus brazos y coloco las manos en su pecho, y mi corazón salta cuando noto lo acelerado que está en suyo. Después, mis dedos continúan bajando. Solo rozo su piel con las yemas y Alex suspira y me acerca más a sí.

"Es gracias a ti. Esta confianza se la has dado tú", pienso.

"Y tú se la vas a arrebatar".

—¿Y tú? —dice—. ¿Quieres estar aquí?

Asiento.

—Sí.

—¿Seguro?

—Completamente. —Hago una pausa y le miro a los ojos—. ¿Crees que estamos yendo muy rápido?

Niega rápidamente, como si creyera que eso es absurdo.

—No, por dios. En absoluto.

Sonrío.

—¿Qué es lo que quieres, Alex?

—Estar aquí.

—Sé más específico.

—Quiero estar aquí, contigo, Owen. Te quiero a ti.

La culpabilidad me oprime los pulmones y, de pronto, tengo que cerrar los ojos para no echarme a llorar. Sin embargo, todo pasa a un segundo plano cuando profundiza el beso y una de sus manos asciende por mi espalda mientras me sujeta por la cintura. Enredo las mías en su pelo. Cuando sus dedos rozan el broche de mi sujetador, mi corazón pega un salto.

Intenta quitarlo utilizando solo una mano, pero no es capaz. Se frustra y se separa de mí. Entierro la nariz en su cuello, riéndome.

—¿Necesitas ayuda? —bromeo.

Ha apoyado la barbilla en mi hombro para poder manipularlo mejor.

—No puedo concentrarme en tantas cosas al mismo tiempo.

Puede que sea por los nervios, pero no puedo dejar de sonreír. Es adorable. Quiero distraerle aún más, así que presiono mi boca contra su cuello y asciendo hasta su oreja.

—Tenemos tiempo de sobra —le susurro.

—Lo sé. Quiero quedarme contigo, Owen. No pienso irme a ningún sitio.

La magia termina en ese preciso instante.

Le agarro las manos tan rápido que se sobresalta. No puedo hacerle esto.

No puedo acostarme con él y después romperle el corazón.

—Lo siento. —Es lo único que digo.

No espero una respuesta. Me levanto a toda prisa y, sin mirarle, me encierro con pestillo en el baño de su habitación.

Porque soy así de patética.

Estoy temblando. Arrastro la espalda contra la puerta y me siento en el suelo, e intento con todas mis fuerzas no ceder ante el nudo que se ha instalado en mi garganta. Los ojos me escuecen y, sin querer, me echo a llorar, pero siempre sin hacer ruido porque no quiero que me escuche desde fuera. Mi cerebro me manda una retahíla de reproches y dejo que me martirice porque lo único que he hecho desde que entré aquí ha sido cometer errores.

Se supone que venía a romper con él. No a esto.

¿En qué diablos estaba pensando?

Nunca tendría que haberle besado, en primer lugar. He sido una cobarde y una egoísta. No quiero romper con Alex. No soporto la idea de perderle. He intentado retrasar este momento todo lo posible y solo me ha servido para empeorarlo todo. No me he dado cuenta hasta ahora de lo cruel que ha sido jugar con sus sentimientos así. No se merece nada de esto.

Quiero quedarme aquí encerrada, deshaciéndome en lágrimas, para siempre, pero Alex necesita una explicación.

Lentamente, me levanto del suelo y, cuando me miro al espejo, me duele ver que tengo los labios hinchados y que estoy despeinada. Esto no tendría que haber pasado. Le echo un vistazo a mi cuerpo y no puedo evitar pensar en que, hace unos meses, estaba segura de que nunca le gustaría a nadie, y ahora Alex no deja de repetirme lo enamorado que está de mí.

Eso se acaba hoy.

Trago saliva. Si quiero que esto salga bien, tendré que ser la fuerte de los dos.

Tras llenar me los pulmones de aire, me recojo el pelo en una coleta y me giro hacia la puerta. No se ha molestado en venir a preguntarme si estoy bien. Me pregunto si estará enfadado. No estoy preparada para enfrentarme a él todavía, pero sé que nunca lo estaré, así que abro la puerta antes de que pueda echarme atrás.

Pero la habitación está vacía.

Mis pulmones se llenan de alivio. Se ha ido y eso significa que, o bien está enfadado conmigo, o solo quiere darme espacio, y espero con todas mis fuerzas que sea lo segundo.

Por si acaso, abro la puerta de su cuarto y le echo un vistazo al pasillo. Las luces del salón están encendidas. Vuelvo a cerrarla y echo el pestillo, y entonces miro la habitación. La cama está hecha un desastre y saber por qué me sienta como una patada en el estómago.

Recojo su camiseta, la estiro sobre el colchón y después voy a buscar la mía, que está tirada en un rincón. Me encantaría vestirme con su ropa, porque seguramente huele a él y sé que echaré de menos su olor, y además sería como sacar una bandera blanca; pero termino poniéndome mi camisa y remetiéndola por dentro de los vaqueros.

Analizo el cuarto una vez más, hasta que encuentro lo que buscaba sobre el escritorio. Su cuaderno de matemática. Está lleno de apuntes y anotaciones mías y verlas también me revuelve el estómago. Arranco una hoja en blanco, saco un bolígrafo de su estuche y le quito el capuchón con los dientes.

No sé hasta qué punto es correcto lo que estoy a punto de hacer, pero, aun así, escribo:

«Razones por las que lo hice:

1. Hay cosas más importantes que el amor.

2. Llevas la música dentro y no puedo dejar que renuncies a ella otra vez.

3. 3 A. M. te necesita.

4. Alex, 3 A. M. eres tú.

5. Si tienes que elegir entre tu sueño y yo, quiero que escojas tu sueño.

6. Conocerás a chicas mejores.

7. Te quiero.

Estarás bien. Un corazón roto sigue latiendo.

- Owen».

Tengo los ojos llenos de lágrimas. Me las seco con el brazo antes de que caigan sobre el papel y lo doblo en dos. Acto seguido, voy hasta el armario, porque sé que es ahí donde Alex guarda su maleta. En efecto, está tumbada al fondo del mismo. Me estiro para abrirla un poco y meto dentro la nota. Con suerte, la leerá justo antes de irse, cuando ya sea demasiado tarde para echarse atrás.

Y puede que entonces deje de odiarme.

Suelto un suspiro tembloroso y me trago mis ganas de llorar. Eso se acabó. Miro la habitación por última vez y le digo adiós a todos los momentos que hemos compartido aquí. También me despido, en silencio, del mural que me pasé horas pintando y que vio la noche de su cumpleaños.

Después, con el corazón desgarrado y en un puño, salgo al pasillo.

Ya no hay vuelta atrás.

Me cuesta horrores recorrer el pasillo. Sin embargo, lo peor me espera en el salón porque, cuando llego, descubro que, en efecto, Alex está ahí. Se ha puesto una camiseta nueva y está sentado sobre el reposabrazos del sofá, mirando su móvil, inquieto. Noto su nerviosismo porque le tiembla la pierna derecha. Me muero de ganas de acercarme y tranquilizarle y decirle que todo va bien, pero no me muevo.

—Alex —lo llamo en su lugar.

Me mira y deja el teléfono de inmediato. Se pone de pie.

—¿Estás bien? —Es lo primero que dice.

Mi corazón se resquebraja porque, una vez más, me antepone a todo. Le observo antes de asentir. Lo que más me duele es ver la expresión de su rostro. Parece preocupado.

—Es culpa mía —continúa—. Debería haberme dado cuenta de que algo iba mal. No quería que... Lo siento si has creído que tenías que...

—No es culpa tuya.

Quiero que eso quede claro, aunque puede que dentro de unos minutos empiece a contradecirme. Alex me mira a los ojos, como si no me creyera del todo.

—Cuéntame qué pasa —me pide, bajando la voz—. Sabes que puedes hablar conmigo.

Se me cierran los pulmones.

—Sí, necesito hablar contigo.

—Vale. —Asiente con lentitud, sin apartar sus ojos de los míos. Acto seguido, hace un gesto para que le siga al sofá—. Ven.

—No.

Ya estaba girándose, pero, cuando me oye, se vuelve hacia mí con sorpresa. Es listo y enseguida nota que las cosas van peor de lo que él creía. Intento mantenerme impasible, porque no quiero que note lo mucho que verle así me rompe el corazón.

Necesito sentirme protegida, así que me cruzo de brazos. Para mis adentros, lucho por convencerme de que, ahora que he expresado todos mis sentimientos por escrito, me será más fácil fingir que no existen.

—Antes de nada, quiero que sepas que esto no tiene nada que ver con lo que acaba de pasar —aclaro, con la voz temblorosa.

Alex frunce el ceño. Odio verle tan desconcertado. Pero necesito que eso se le grabe a fuego en la cabeza. No me arrepiento de nada y quiero que lo tenga presente.

Aunque probablemente no volverá a creerse nada que salga de mi boca después de esto.

—Dime qué pasa, Owen.

No puedo mentirle a la cara, así que desvío la mirada. Tomo una profunda bocanada de aire y me abrazo con más fuerza, y simplemente digo:

—No funciona.

—¿Qué? —pregunta, confuso.

—Tú y yo. Esto. No funciona.

—Owen...

No me atrevo a mirarle, pero noto el pánico en su voz.

—Lo he intentado, ¿vale? He intentado solucionarlo por mi cuenta, pero no puedo más. Lo siento. Sé que estás enamorado de mí y lo que menos quiero es hacerte daño, pero esto no funciona. Se acabó.

Nunca pensé que tendría que pronunciar estas palabras. Con Alex no. Pero hacerlo sienta como si alguien hubiera cogido mi corazón y estuviera estrujándolo sin piedad entre sus dedos. No soporto la idea de mirarle a los ojos, pero supongo que es lo mínimo que se merece, así que me fuerzo a levantar la mirada.

Lo que veo me parte en pedazos.

Alex está perplejo. Sus ojos encuentran los míos y abre la boca, pero la cierra sin decir nada y solo traga saliva. No entiende nada y es normal, porque esto no tiene sentido. Agradezco que mantenga las distancias porque, si se acercase ahora mismo, me derrumbaría por completo.

—No lo entiendo. ¿Por qué...? Yo no... —titubea, sin dejar de mirarme, y traga saliva—. Lo siento, Owen, pero no... No sé...

Esto es demasiado. No puedo soportarlo ni un segundo más. Parpadeo para ocultar las lágrimas.

—Lo siento —me limito a responder.

Sin más, me giro y salgo del salón. Necesito salir de aquí cuanto antes, porque estoy a punto de echarme a llorar y me sería muy difícil no ceder si viene a consolarme. No obstante, Alex no está dispuesto a dejarme marchar. De pronto, llega corriendo hasta mí y me agarra para que me dé la vuelta.

Su toque me quema la piel. Me zafo de su agarre y veo el dolor en sus ojos.

—Dime a qué viene todo esto —me pide. Casi suena como una súplica—. Si he hecho algo mal, si he metido la pata... Solo dímelo y lo solucionaré. De verdad. Podemos hablar de ello. Owen, por favor.

Niego, con un nudo en la garganta.

—No has hecho nada mal.

—Si esta es una de tus bromas, para. No me hace ninguna gracia.

—¿Crees que bromearía sobre algo así?

Estallo y los ojos se me llenan de lágrimas. Alex me conoce y sabe que he llegado al límite. Intentando parecer tranquilo, traga saliva y niega.

—No, lo siento. —Me mira con miedo, como si creyera que, si se despistase un segundo, podría esfumarme ante sus ojos—. Escúchame, ¿vale? Vas a venir conmigo al salón, vas a sentarte y vas a contarme lo que ha pasado. Sea lo que sea, lo solucionaremos. Juntos.

Me quiere tanto. Se nota en su forma de mirarme, en lo que le tiembla la voz, como si fuera consciente de que está a punto de perderme y la idea le aterrorizara. Verle luchar contra el enfado, la tristeza y el dolor y tratarme así casi me hace ceder. Se merece lo mejor de este mundo.

Y eso no está aquí, conmigo.

Sino en Londres.

—Mis padres se han enterado de que estamos juntos.

No me paro a pensar en ello. Solo lo digo y ya está, mientras me seco las lágrimas y finjo que esto no me duele tanto como a él. Esperaba no tener que recurrir a esto, pero no me deja más opciones. No dejará que me marche sin darle explicaciones.

Alex frunce el ceño, confuso.

—¿Qué?

—He estado ocultándoles lo nuestro durante todo este tiempo porque sabía que no lo aprobarían —confieso, tragando saliva—. Pero se han enterado.

Una ráfaga de dolor se cruza en su mirada, pero no estalla.

—Te han dicho que no puedes estar conmigo —atisba, con cautela.

—Me han hecho dudar de lo que siento por ti.

Estaba aferrándose a sus últimas esperanzas y acabo de hacerlas pedazos. Sus murallas se tambalean y me mira con tanta perplejidad que duele.

—Owen... —empieza a decir, con voz temblorosa.

—Fui a buscarte la noche que rompí con Gale porque sabía que me recibirías con los brazos abiertos. No he estado sola nunca, Alex. Tú mismo lo dijiste: me odio por ello, pero necesito que me quieran. Desde que hablé con mis padres, no dejo de preguntarme si estoy utilizándote para llenar el vacío que él me dejó.

Estoy siendo cruel. Más que mamá. O que Stacey. Estoy aprovechándome de sus inseguridades y he ido a donde duele. Sé que así me creerá. Acabo de confirmar aquello con lo que ha estado torturándose desde que empezamos a salir y me siento fatal por haberlo hecho.

Sobre todo, porque, después de decirlo, he sabido, por primera vez y con total certeza, que es mentira.

Todo lo que he dicho es mentira.

Alex parece leerme la mente y niega, como si no me creyera.

—Si vas a decirme que sigues enamorada de él, vas a tener que buscar otra excusa, porque sé que no es verdad.

—Alex, tampoco sé si estoy enamorada de ti.

Presencio el momento exacto en el que su corazón se hace pedazos.

Lo puso en mis manos y estas son las consecuencias. Ahora estoy aquí, haciéndole creer que todas las veces que le he dicho que le quiero estaba mintiendo. Me merezco lo peor. Quiero que se enfade y me grite. Que me diga que soy retorcida porque he sido capaz de venir aquí y casi meterme en su cama para decirle después que ya no siento nada por él.

Pero Alex no hace nada de esto.

Entre nosotros se instaura un doloroso silencio.

Mi corazón bombea tan fuerte que solo puedo oír sus latidos. Eso, junto a su respiración desacompasada. Alex me mira como si no creyera que lo que acabo de decirle es verdad. O, más bien, como si no quisiera creerlo. Su mirada recorre mi rostro, aferrándose a esa última esperanza, en busca de algo que le demuestre que no es cierto.

Pero soy una buena mentirosa. Llevo mintiendo toda mi vida.

Y me cree.

El dolor que veo en sus ojos me parte en pedazos. Deja escapar un suspiro tembloroso y traga saliva con fuerza, y después se gira, como si no pudiera seguir mirándome, y se pasa las manos por la cara. Me quedo parada, observándole en medio del pasillo, y juraría que me tiemblan los brazos cuando me abrazo a mí misma con ellos. El silencio me está matando, pero no seré yo quien hable primero.

No quiero hacerle más daño. Lo más sensato sería marcharme, pero mis pies parecen estar anclados al suelo. En el fondo, una parte de mí desea que Alex se dé cuenta de que todo esto es mentira y que me muero de ganas de lanzarme a sus brazos.

Pero eso no va a pasar.

—Lo sabía —dice entonces, como para sí mismo.

Me quedo sin aire en los pulmones.

—¿Qué?

—Sabía que era demasiado bueno para ser verdad.

No, no, no, no. Ahora sí, mis defensas se vienen abajo. Se me llenan los ojos de lágrimas y noto una dolorosa presión en el pecho. No puedo oír esto.

—Alex... —intento decir, pero no puedo hablar.

—Una parte de mí lo sabía. Desde el día después del baile, cuando te presentaste en mi casa y te echaste a llorar. Sabía que eras demasiado buena para mí. Pensé que se había acabado. Que me pedirías que lo olvidásemos y que quedásemos como amigos. Que te habías dado cuenta de que solo estabas utilizándome. —Hace una pausa—. Pero no lo hiciste.

"Porque te quería. Porque no podía dejar de pensar en ti". Pero no le digo eso. Solo sacudo la cabeza y aprieto los labios con fuerza.

—Lo siento mucho.

—Intenté convencerme de que era real, Holland. Y me lo creí. Supongo que tienes razón cuando dices que no me entero de nada. Soy tan gilipollas que no me he dado cuenta de que mi novia ya no está enamorada de mí hasta que ella misma me lo ha dicho. —Entonces, sus ojos conectan con los míos y, como si las palabras le ardieran en la garganta, añade—: Aunque quizá sea mucho asumir que antes me querías.

No puedo respirar. Me siento como si estuvieran encerrándome en una habitación muy pequeña. La presión me oprime el pecho y me estruja los pulmones, y es como si no hubiera forma de recuperar el oxígeno.

Odio oírle hablar sobre sí mismo. Odio que crea que no siento nada por él. Odio pensar en lo mucho que me ha costado reconstruir su autoestima y saber que acabo de tirar todo mi esfuerzo por tierra. Mamá tiene razón. Soy cruel. Nadie se merece esto. Intento repetirme que lo hago por su bien y que, dentro de unos años, cuando 3 A. M. esté triunfando sobre los escenarios, sabré que ha merecido la pena.

Pero ese futuro queda aún muy lejos y el presente está aquí, partiéndome en pedazos.

—Sé que no es culpa tuya —dice, acercándose, sin apartar sus ojos de los míos—. También sé que probablemente no me merezco ni la mitad de lo que eres. Pero te quiero, Holland, y no hay forma de que deje de hacerlo. Dame una oportunidad. Puedo hacer que te enamores de mí. Déjame demostrarte que puedes ser feliz conmigo. Por favor.

La sensación de asfixia cada vez va a más. Quiero decirle que no tiene que demostrarme nada, porque ya lo ha hecho, y porque cualquier chica en el mundo sería feliz al lado de alguien como él. Es una persona tan noble. Tan pura. Sé que nunca encontraré a nadie que me quiera así.

Y sé que, aunque lo encontrara, no tendría ojos para alguien que no fuese Alex.

—Ojalá pudiera quererte de la misma forma que me quieres tú —le digo, y pronunciar esas palabras me deja la garganta en carne viva.

Alex da unos pasos hacia mí, ansioso y aterrado.

—Puedo ayudarte. Déjame intentarlo. No puedo perderte. Dame una oportunidad para solucionarlo. Lo haremos juntos.

Quiero decirle que sí. Ahora mismo, sería capaz de contarle toda la verdad. Pero eso es lo que dice mi corazón y mi cerebro sabe que no es lo correcto.

Así que me trago el nudo que tengo en la garganta y simplemente digo:

—Ya lo has intentado. Durante tres meses. No puedo. Lo siento. No quiero seguir haciéndote daño.

Me duele el corazón. Me mira como si no quisiera asimilar mis palabras.

—No me quieres —dice, y noto lo mucho que le duele pensar en ello.

—Lo siento mucho.

En cuanto me escucha, parece que las emociones le superan y por fin deja de resistirse y cede ante ellas. Se pasa las manos por la cara, frustrado, y el corazón se me encoge cuando me mira y veo que tiene los ojos llorosos.

—¿Ya sabías que ibas a romper conmigo cuando llegaste? —me pregunta. Ahora está más alterado y casi me exige una respuesta.

Sé por dónde van los tiros. Me lo merezco. Asiento.

—Sí.

—¿Qué coño ha sido lo de antes, entonces? ¿Crees que puedes venir aquí, liarte conmigo y hacerme creer que todo va bien y después cargártelo todo? ¿Qué diablos soy para ti, Holland?

Me estremezco. No solo por su forma de hablar ni por lo enfadado que parece, sino porque detesto oír ese nombre en su boca. Me pregunto si lo hará aposta. Si me llama así porque sabe que me duele.

—No debería haberte besado —respondo, desviando la mirada.

—Ni siquiera deberías haber venido a buscarme la noche del baile.

Sus palabras se me clavan como una estaca en el pecho. Le miro a los ojos.

—No lo dices en serio.

Ahora habla la Holland de verdad, que lleva escondiéndose desde que empezó esta discusión y acaba de notar cómo su corazón se rompe un poco más.

Alex continúa hablando, con sus potentes ojos clavados sobre mí.

—Estás rota en pedazos, Holland. El problema de la gente como tú es el daño que hacéis a los demás. Creí que podría repararte y he acabado sufriendo las consecuencias. Debería haberlo sabido. No estás preparada para querer a nadie. Rompes todo lo que tocas.

Noto una punzada en el pecho. Está siendo cruel. Sé que está enfadado, pero eso no le da derecho a tratarme así. Me clavo las uñas en las palmas de las manos, con los ojos llenos de lágrimas, y cedo ante lo que me pide el orgullo.

—Estoy preparada para querer a alguien, pero está claro que esa persona no eres tú.

No debería haber dicho eso. Lo sé en cuanto clavo mis ojos en los suyos y veo lo mucho que le ha afectado mi respuesta. Quiero echarme atrás, decirle que todo esto es mentira y que le quiero, que nunca podré enamorarme de nadie más.

Pero el tiempo se me escurre entre los dedos.

—En ese caso, creo que deberías irte —dice.

Habla con tanta frialdad que duele. Niego, al borde de las lágrimas.

—Alex...

—Vete de una maldita vez.

Se acabó.

No espera a que responda. Se gira y se aleja por el pasillo. Unos minutos después, escucho cómo se encierra en su habitación. En cuanto desaparece, mis murallas se derrumban y no puedo evitar soltar un sollozo. Me tapo la boca con una mano e intento ahogarlos para que no me escuche llorar, y pronto siento que me quedo sin aire en los pulmones. Se acabó.

Cierro los ojos y las lágrimas se me enredan en las pestañas. Me recuerdo que lo he hecho por él, que se merece lo mejor y que eso está en la otra punta del país, con nuestros amigos; que ha nacido para la música y que sería injusto que renunciase a su seño. Que no podría soportar saber que se ha quedado conmigo en lugar de ir a luchar por lo que quiere. Que el amor no lo es todo. Que conocerá a alguien mejor. Que me superará y esto no dolerá para siempre.

Me aferro a todas esas suposiciones porque son las únicas que impiden que corra a buscarle a su habitación y a suplicarle que me perdone. Se ha convertido en una de las personas más importantes de mi vida. Sino en la que más. Y acabo de perderle. Por un tiempo. O puede que para siempre. Y no hay vuelta atrás.

Salgo de la casa como un autómata, sin pensar siquiera en ello, y cierro la puerta a mis espaldas. Decido usar las escaleras porque no estoy de humor para esperar al ascensor. Cuando llego a la calle, me seco las lágrimas y lleno mis pulmones de aire. Ya no queda ni rastro de las emociones que he sentido antes, mientras me besaba, o cuando lo he escuchado reír. Ahora en mi pecho solo hay vacío.

Supongo que lo que puse en la nota era cierto. Un corazón roto sigue latiendo. También sé que nunca lo descubriré, porque el mío se ha quedado ahí arriba, al otro lado de la puerta de su apartamento.


Nota de autora: Los personajes SE EQUIVOCAN. Eso no significa que de pronto sean malas personas y que se merezcan todo lo malo del mundo. Holland cree que está haciendo lo correcto y su intención no es hacerle daño a Alex (aunque lo haya hecho). Igual que vosotras, habrá personajes que crean que ha actuado bien y otros que piensen que ha actuado mal. Dadle tiempo a la historia, por favor. :)

━━━━━━━━・♬・━━━━━━━━

Os recuerdo que Cántame al oído y Dímelo Cantando están disponibles en físico gracias a la editorial Wonderbooks <3

Twitter @InmaaRv

Instagram @InmaaRv 

Ipagpatuloy ang Pagbabasa

Magugustuhan mo rin

103 60 11
"Cuando el corazón se expresa, la mente toma nota"❤️🤞🏻 Aquí hablaremos de todo lo relacionado al amor, la soledad, la pasión desenfrenada pero tamb...
219K 18.6K 15
¿Cuánto esta bien entregarle al otro? ¿Con cuanto alguien se siente satisfecho? Dinero, fama, éxito.. O tal vez... ¿nuestra propia vida? Fiorella se...
292 19 3
Ela Slog es secuestrada durante dos años, en una cabaña en medio del bosque. Tras intentos fallidos de escapar de ese lugar logra hacerlo. De inmedi...
611K 26.5K 46
¿Como algo que era incorrecto, algo que estaba mal podía sentirse tan bien? sabíamos que era un error, pero no podíamos estar sin el otro, no podíamo...