Epílogo

41.2K 5.4K 3.9K
                                    

Epílogo

Holland

10 de septiembre

He vuelto a dibujar.

Para mí, el arte siempre ha sido una escapatoria. Me refugio en él en los peores momentos porque me ayuda a evadirme del mundo exterior. Sin embargo, apenas he tocado un lápiz este verano y no ha sido porque no me lo haya propuesto. Lo intenté un par de veces, pero no podía sacarme su imagen de la cabeza y al final decidí alejarme de mis cuadernos y de todo lo que me recordase a él.

Me he pasado así dos meses y medio. Ayer terminó la maldición. Mamá me ayudó a hacer las maletas porque me iré a Manchester dentro de dos días y la inspiración me arrolló como un huracán. Me puse manos a la obra esa misma noche. No me acosté hasta las tantas porque temía que, cuando me despertase, mis ganas de dibujar se hubiesen esfumado. Pero no ha sido así.

Ya es por la mañana, y sigo aquí.

He recortado una cartulina para conseguir un trozo del tamaño de la carcasa de un CD. Como fondo, he dibujado una pared de ladrillos negros que apenas se aprecian. Sobre ellos, un número y dos letras mayúsculas «brillan» en un color rosa chillón. Se supone que es un letrero de luces neones, pero no sé cómo lograr ese efecto usando lápices de colores. He hecho lo mejor que he podido. La idea está aquí.

Llego tres meses tarde, pero supongo que cumplí mi promesa: 3. A. M. ya tiene logo.

Es uno de los pocos juramentos que no he roto.

Dejo caer el lápiz con un suspiro y me levanto de la cama para sentarme frente a mi portátil, que está sobre el escritorio. Me aseguro de que están todas las canciones antes de darle a «grabar». No hay forma de comprarlas en ninguna parte, así que me he tomado la libertad de descargármelas de YouTube. Los chicos se fueron a Londres con tres canciones y, después de pasarse dos meses y medio allí, casi han duplicado esa cifra.

Espero impacientemente hasta que se graban, dando golpecitos inquietos en la mesa, y evito pensar en lo patética que soy por hacer esto. Después, saco el CD y lo meto una la carcasa transparente. Aliso mi dibujo antes de colocarlo como cubierta. También he hecho la contraportada del disco, donde se leen los títulos de sus cinco canciones.

1. Es tuyo.

2. Mil y una veces.

3. Insomnio.

4. Cántame al oído.

5. Sigue latiendo.

Aún no he escuchado las dos últimas. Puede que sea porque conozco muy bien la historia que cuentan y no me atrevo a revivirla aún, o porque no he dejado de revivirla desde que se marcharon. Sea como sea, prefiero no pensar en eso. Miro el disco y trago saliva porque se me ha formado un nudo insoportable en la garganta.

—Feliz cumpleaños, Owen —me susurro, y pestañeo para no echarme a llorar.

A continuación, abro un cajón y escondo el disco para no tenerlo presente. Verlo hará que me acuerde de que hoy cumplo dieciocho y no he tenido noticias de ellos, y me entrarán aún más ganas de reprocharme que todo es culpa mía, porque rompí mi promesa. Le dije a Sam que seguiría escribiéndole y que le llamaría todos los días, y no lo hice.

No he vuelto a saber de ellos desde que pusieron un pie en el avión.

Los bloqueé en todas mis redes sociales y borré sus números de teléfono esa noche. Supongo que me escribieron, pero nunca recibí sus mensajes, así que no contesté. Sé que mamá intercepta el correo que llega a mi nombre y que quizá me han enviado alguna carta, pero nunca he mostrado interés en saberlo. No quiero saber nada de ellos. Hay una parte egoísta de mí que no soportaría saber que han pasado un verano increíble y que, mientras tanto, yo he estado pudriéndome entre estas cuatro paredes.

No lo soporto. Soy egoísta. No lo soporto.

La única amiga que tengo ahora es Emma. De hecho, he quedado con ellas en quince minutos. No estoy de humor para celebrar mi cumpleaños, pero, cuando la llamé anoche para decírselo, amenazó con presentarse en mi casa para sacarme a patadas sino me dignaba a salir por mi propio pie, y no pude negarme.

Hace unas semanas me presentó a un chico. Se llama Jack. Insistió tanto en que debía darle una oportunidad que acabé enrollándome con él. Después lo llamé para decirle que había sido un error y que me sentía terriblemente culpable porque estaba utilizándole para olvidar a otra persona. Fingió que le daba igual, pero Emma me dijo que estaba empezando a sentir algo por mí.

Es curioso que haya utilizado la misma excusa para romper el corazón de dos personas distintas.

Supongo que Jack no vendrá esta noche.

Me recuesto sobre la silla y miro al techo. Me pregunto si se habrán acordado de que hoy es mi cumpleaños. ¿Qué estarán haciendo ahora mismo? ¿Saliendo a comer, tal vez? ¿Dando un paseo por la ciudad? ¿Riéndose de las bromas de Finn?

¿Sam habrá aprendido a cocinar? ¿Mason y Blake habrán dejado su orgullo de lado de una vez?

¿Alex se habrá olvidado de mí?

¿Acaso alguno de ellos se acuerda de mí?

No dejo que Emma me hable de ellos. Sigue en contacto con Finn, aunque «lo suyo» se terminó a principios de verano, porque se irá a Oxford en unos días y están planeando lo que harán cuando se vean. Sé que él ha preguntado por mí y que Emma se siente mal porque no dejo que les dé información. No sé qué me pasa, por qué me excluyo de esta forma, pero no soporto pensar que nunca formaré parte de sus vidas de la forma en que me gustaría.

Supongo que he decidido que, al final, sí que quiero pasar página.

O eso creo.

Es tarde, así que me levanto y me pongo las sandalias. Me corté el pelo a la altura de los hombros y ahora no tardo tanto en peinarme. Cojo mi móvil y mi cartera y le echo un rápido vistazo a la habitación antes de salir. Emma ya debe estar esperándome para que salgamos a «celebrar» mi cumpleaños.

El disco de los chicos sigue en el cajón cuando vuelvo esa noche, más rota de lo que creen los demás. Me meto en la cama, cojo el portátil y, en la oscuridad de mi habitación, le doy a reproducir.

«Siempre me mira como si supiera que soy un desastre

y no le importase,

y a veces escucha mis canciones

y sonríe como si supiera

que todas suenan a ella».

Cierro el portátil. Nunca logro escuchar una canción entera sin echarme a llorar. Lo dejo sobre la mesilla y me doy la vuelta en la cama. Luego me aferro con fuerza a mi almohada y dejo que los ojos me lloren.

No vuelvo a reproducir el CD después de esa noche.

De hecho, no escucho la quinta canción del álbum hasta un año más tarde, cuando me subo a un avión con destino Londres, donde los corazones rotos siguen latiendo en busca de quien los hizo pedazos.

FIN DEL PRIMER LIBRO

La historia continúa en Dímelo cantando



Gracias a todas por dejarme compartir la historia de Alex, Holland y 3 A. M. contigo. Es todo un honor escribir para vosotras :)

Cántame al oído | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora