35 | Lo que no te rompe te hace más fuerte

37K 5.1K 14.9K
                                    

35 | Lo que no te rompe te hace más fuerte

Holland

Me paso toda la semana intentando hablar con Alex, pero no hay forma de que nos quedemos a solas. Siempre es el primero en salir del aula de francés y no se separa de Mason, Finn o Blake cuando nos cruzamos por los pasillos. Puede que se haya dado cuenta de que quiero forzar una conversación, porque ahora me evita de forma más descarada.

No quiere saber nada de mí, y mientras tanto yo tengo que hacer acopio de todas mis fuerzas para no echarme a llorar cada vez que nos vemos. Me pregunto si me habrá olvidado. ¿Habrá conocido a alguien más? Solo han pasado unas semanas y Alex siempre ha sido muy introvertido, pero ahora hay cientos de chicas que van detrás de él y ya no tiene razones para rechazarlas.

Si no le pregunto a Sam nada al respecto, es porque me da pánico conocer la respuesta.

Por fin terminamos los exámenes y llega el viernes, mejor conocido como el «día de la graduación». Mamá se presenta esa tarde con el vestido que ha elegido para mí y se ofrece a peinarme y a maquillarme. No estoy de humor para discutir, de manera que dejo que haga lo que quiera conmigo.

Me gradúo con la mejor nota de la clase, por encima de Emma. Mi yo de hace unos meses se habría regodeado por la victoria, pero ahora mis calificaciones me dan igual. Nos damos un abrazo y nos felicitamos mutuamente, y mi corazón se encoge de alivio al saber que todavía me queda una amiga. No obstante, ni Sam ni ella consiguen que vaya a la fiesta que hay después.

Miento diciendo que estoy enferma y mis padres me llevan de vuelta a casa. Pensaba hablar con Alex después del acto —o intentarlo, al menos—, pero parecía tan feliz antes, cuando lo he visto riéndose con los chicos, que me he echado atrás. No quería arruinarle la noche.

Acabo yéndome a la cama sin cenar.

El sábado, Sam me pide que le ayude a hacer las maletas, pero me invento una excusa para negarme porque sé que si voy me echaré a llorar y no quiero que se sienta mal por mi culpa. Para compensar, le invito a ver una película esa misma tarde. Hacemos palomitas y nos dedicamos a fingir durante unas horas que dentro de dos días no estará a cuatrocientos kilómetros de aquí.

Se marcha de madrugada, después de recordarme que mañana celebrará su «fiesta de pijamas de despedida» y que no puedo faltar. Si no me niego a ir, es porque sé que la organiza por mí. Solo iremos los chicos y yo, y soy la única que tiene que decirles adiós.

Además, será la última oportunidad que tenga de aclarar las cosas con Alex. Sam me ha contado que ha tenido que convencerle de que fuera porque, y cito, «no quería volver a verme». Me lo merezco, pero no puedo dejar que se vaya a la otra punta del país creyendo que no siento nada por él.

Londres está exactamente a trescientos treinta y seis kilómetros de Manchester. Equivaldrían a unas tres horas en transporte público. Es mucho tiempo y dinero. No he pensado en lo que supondría tener una relación a distancia porque no quiero hacerme ilusiones. No sé si me perdonará o no. Lo único que tengo claro es que haría cualquier cosa por él, y si eso incluye pasarme seis horas en tren cada fin de semana, está bien.

Estos días separados me han hecho darme cuenta de lo mucho que lo echo de menos. Sin él, parece que me falta algo. Echo de menos su risa y que intente parecer molesto cuando discutimos de broma. También que me mire disimuladamente en clase y que sonría cuando nota que me doy cuenta, y que me persiga a la salida para convencerme de que me quede un rato más. Echo de menos tener que defenderle de las bromas de Finn durante los almuerzos. Nuestras llamadas nocturnas. Su entusiasmo cuando habla sobre música. Sus canciones.

Cántame al oído | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora