23 | Una pareja para el baile

36.3K 5.4K 6.4K
                                    

23 | Una pareja para el baile

Holland

Que esté aquí, en mi casa, sentado en mi salón con sus padres, mirándome y sonriendo como si no hubiese pasado nada, me provoca una fuerte opresión en el pecho. De pronto, no puedo moverme. Aunque recuerdo a la perfección las palabras que siempre me repite mamá, que me recuerdan que debo ser amable y sonreír, sin importar que hacerlo me rompa en pedazos, ahora mismo no me veo capaz de fingir.

Apenas puedo respirar. Necesito salir de aquí cuanto antes. Esquivo el abrazo que intenta darme mi madre y, intentando que no note lo que me pasa, me disculpo apresuradamente antes de precipitarme escaleras arriba. Me encierro en mi habitación, apoyo la espalda contra la puerta y me siento en el suelo. Mi corazón late con todas sus fuerzas, pero, aunque he subido aquí porque no quería que me vieran llorar, pronto descubro que ya no me quedan lágrimas.

Al menos, no para Gale.

Me tiemblan las manos. Las coloco bajo mis rodillas y las atrapo con mis piernas para que se queden quietas. Echo la cabeza hacia atrás y me esfuerzo por respirar. Sin embargo, la situación me supera porque no encuentro ninguna salida. Apenas he pensado en Gale este fin de semana porque tenía clara mi decisión. Rompería con él la próxima vez que nos viésemos.

No contaba con que fuera a presentarse en mi casa con sus padres para ponerme las cosas difíciles.

No puedo quedarme quieta. Me levanto y doy vueltas por el dormitorio, exasperada. Mi móvil vibra en el bolsillo trasero de mis vaqueros. Seguramente mamá estará escribiéndome para que baje de una vez. Los padres de Gale no suelen venir mucho, de manera que, si están aquí, es por algo importante. Puede que estén pensando en volver a contratar a mamá. Sea como sea, como me han repetido toda mi vida, debería estar presentable para la ocasión.

Cojo mi estuche de maquillaje, me planto frente al espejo y trago saliva. Llevo unos vaqueros anchos que se ajustan a mis caderas y un jersey corinto. Es un conjunto informal, sobre todo porque voy con zapatillas. Mis manos siguen temblando cuando saco mi base líquida del neceser. Estoy a punto de empezar a aplicármela, cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo.

Gale siempre ha odiado mis pecas. Cuando salíamos juntos, me daba vergüenza salir a la calle sin maquillaje.

Pero ya no soy esa persona.

Cierro el estuche, retrocedo y me miro al espejo. A principios de curso, habría dado lo que fuera por ser alguien diferente. Ahora sé que eso es imposible. Esta soy yo. Holland. Sin más. He estado escondiéndome durante mucho tiempo, pero eso se ha terminado. Como me dijo Blake esta mañana, no puedo dejarme ganar.

Sin pensármelo, salgo de mi habitación y bajo al primer piso.

Conozco a los padres de Gale desde que empezamos a salir y por eso sé que pueden llegar a ser tan retorcidos como su hijo. Están obsesionados con guardar las apariencias; en ese sentido, se parecen mucho a los míos. Con razón son tan buenos amigos. Cuando entro en el salón, su conversación cesa y Eva, la madre de Gale, se levanta para saludarme.

Sus uñas alargadas me rozan los brazos cuando me abraza.

—Holland, cariño, qué guapa estás.

—Casi tanto como usted —respondo automáticamente y fuerzo mi mejor sonrisa. La mujer imita mi gesto antes de volver con su marido, que me saluda con un movimiento de cabeza.

Nadie sabe lo rápido que me late el corazón. Al fondo, mi madre me mira con reproche. Está claro que después tendremos una conversación acerca del numerito que he montado al encerrarme en mi habitación. Trago saliva. Mis ojos se cruzan con los de Gale, que sigue sonriendo con arrogancia. Aparto la vista enseguida.

Cántame al oído | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora