07 | K. K. Splash Pro

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Maratón 2/2

07 | K. K. Splash Pro


ALEX


Solo he sentido miedo irracional una vez en mi vida. Fue durante un verano de hace unos años. Mi hermana invitó a sus amigas a casa sin avisar y, como hacía mucho calor, yo no llevaba nada aparte de los calzoncillos. Terminé escondido debajo de la mesa del salón mientras ellas me buscaban por toda la casa, armadas con una cámara de fotos y un perfil de Instagram con casi dos mil seguidores.

Creía que nunca volvería a sentirme de esa manera.

Como era de esperarse, estaba equivocado.

—¡Blake!

Me sobresalto cuando el nombre de mi hermana resuena en el pasillo. Por instinto, retrocedo para esconderme detrás de ella y la empujo para que salga a dar la cara por mí. Cualquiera pensaría que soy un cobarde, pero no me importa. No es momento de pensar en mi reputación. Ahora mismo, solo tengo una prioridad, y es sobrevivir.

Aunque parece molesta, Blake no se aparta. Lleva la mirada al frente, donde se encuentra el dueño de la voz: un chico fornido, de piel tostada y pelo oscuro, que se separa del grupo de jugadores para acercarse a nosotros. Debe haber estudiado en una escuela secreta de ninjas, porque se detiene junto a mi hermana antes de que yo pueda idear un plan de escape.

Entonces, sonríe y su mirada se ilumina.

—Sinceramente, debo darte la enhorabuena. Me sorprende que no hayas salido corriendo —anuncia. Observa a Blake con tanta atención que dudo que haya recaído en mi presencia—. Creía que no volvería a verte. Estuviste casi una hora hablando con mi primo y conmigo, y Finn es un experto en traumatizar a las chicas. Es un alivio que no nos estés evitando. Lo harás, por supuesto, pero me alegro de que todavía creas que somos normales.

Lo siguiente que escucho es la risa de mi hermana. Pone los ojos en blanco y empuja descuidadamente al chico, que agranda su sonrisa. Pestañeo. Actúan como si fueran amigos. Creo que me he perdido algo. ¿Desde cuándo soporta Blake a los deportistas?

Lleva criticándolos desde que entramos en secundaria.

—No digas estupideces, Mase. —A continuación, estira el cuello para mirar hacia la multitud—. ¿Dónde está Finn?

Entonces, ese chico, que debe haberse pasado toda su vida metido en el gimnasio, se gira para llamar a sus amigos. Mi corazón se desboca cuando todos se vuelven a mirarnos. Deben ser, como mínimo, diez, y todos ellos tienen unos brazos musculosos que son el triple de ancho que los míos.

Mi hermana acaba de firmar mi sentencia de muerte. De pronto, me falta el aire. Retrocedo con disimulo. Si Gale está entre esos chicos, necesitaré ventaja para ganar la persecución que se avecina.

Sin embargo, él no es quién responde a Mason. Ni por asomo.

—¡Blake, no te lo vas a creer!

Se me destensan los hombros. En ese momento, un individuo bastante peculiar echa a correr hacia nosotros. De primeras, mi cerebro lo cataloga como una no-amenaza. Se trata de un adolescente de mediana estatura (lo que se traduce en que le saco, como mínimo, una cabeza), cuya delgadez es notoria incluso debajo de su ropa holgada. Tiene el rostro lleno de acné y el flequillo le cae descuidadamente sobre los ojos.

Se detiene junto a nosotros, sonriendo, como si trajera buenas noticias. Da un pequeño saltito y toca el hombro de mi hermana como diez veces seguidas.

Cántame al oído | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora