33 | Sigue latiendo

36.2K 4.7K 12.2K
                                    

33 | Sigue latiendo

Holland

Un corazón roto sigue latiendo. Lo descubro esa misma semana y es una suerte que, aunque esté hecha añicos, aun me queden fuerzas para actuar con normalidad.

La semana termina antes de lo que me gustaría. Durante los días previos a una despedida, parece que el tiempo pasa más rápido y que las horas se te escurren entre los dedos. Solo me queda un examen más por hacer, así que renuncio a pasarme las tardes estudiando y, en su lugar, aprovecho hasta la más mínima ocasión para estar con mis amigos.

Y con Alex.

Fingir que todo va bien cuando estamos juntos es difícil. Está convencido de que su charla del otro día me hizo cambiar de opinión y que, si ya no estoy completamente centrada en los exámenes, es porque he aprendido a organizarme y guardar un "equilibrio". Lo que no sabe es que, en realidad, no puedo concentrarme a la hora de estudiar. Tampoco puedo pensar en nada que no sea que, a partir del sábado, volveré a estar tan sola como a principios de curso.

Así que intento aprovechar estos últimos días con él, con ellos, tanto como puedo. Si mis amigos notan un cambio en mi actitud, no lo mencionan. Aun así, tengo que soportar las miradas de preocupación que me lanza Sam y huir de la conversación siempre que nos quedamos a solas. Me he cerrado en banda y no estoy dispuesta a hablar con nadie sobre el tema. Ni siquiera con él. O con Emma.

El viernes, asisto al que probablemente será el último concierto que vea de 3 A. M. No se marcharán hasta dentro de tres semanas, pero mantendré las distancias con Alex después del sábado y, me guste o no, los chicos fueron sus amigos antes que los míos. Además, por mucho que me duela admitirlo, yo ya estoy acostumbrada a estar sola. Me siento con Bill, como siempre. Hablamos sobre temas triviales y pienso en lo mucho que le echaré de menos a él también.

Los chicos tocan Insomnio y el público les pide una más, y entonces Alex canta It´s yours y no aparta sus ojos de los míos en toda la canción. Llega un momento en el que no lo aguanto más y acabo yéndome al baño porque estoy a punto de echarme a llorar. Él me sigue y dejo que me abrace, riéndose, porque piensa que mis lágrimas son de emoción.

Los días pasan y, cuando quiero darme cuenta, estoy parada frente al espejo de mi habitación, un sábado por la noche, preguntándome qué palabras escoge una cuando necesita romperle el corazón al chico al que quiere.

He estado evitando pensar en ello durante toda la semana. Solo de imaginarme la escena, me entraban ganas de llorar. Tampoco soy capaz de tomar esa decisión ahora, así que salgo de casa sin tener nada preparado. Se supone que hemos quedado esta noche porque hace mucho que no pasamos tiempo a solas y nos echamos de menos. Alex cree que las cosas están bien entre nosotros y, cada vez que lo pienso, mi corazón se rompe un poquito más.

Me siento culpable. Cruel. No se merece que le haga esto.

Y yo tampoco me merezco tener que hacerlo.

Pero no puedo dejar que renuncie a sus sueños por mí.

Cuando salgo del ascensor y me detengo frente a su apartamento, estoy tan nerviosa que me tiemblan las manos. Llamo al timbre y me cruzo de brazos. Escucho pasos que se acercan a la puerta y mi corazón pega un salto.

Me entran ganas de echar a correr. Ni siquiera sé qué debería decirle o cuál sería el momento más adecuado para hacerlo. Me gustaría que se hubiera comportado como un imbécil estas últimas semanas, que fuese un chico agotador o que me hiciese sentir insegura, como me pasaba con Gale, porque así hacer esto no me costaría tanto.

De pronto, Alex abre la puerta y me recibe con una de sus características sonrisas, y entonces lo sé.

Le quiero. Me da igual lo que mamá piense al respecto.

Cántame al oído | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora