29 | Dibújame cantando

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29 | Dibújame cantando

Holland

—¿Así que ahora sois amigas?

La pregunta me hace suspirar. Se supone que hemos quedado para estudiar, pero no le hemos prestado mucha atención a las matemáticas. Ahora Alex está tumbado bocarriba en su cama, mirando al techo con aburrimiento, mientras que yo he preferido sentarme en la silla giratoria que hay frente al escritorio. Tengo mi bloc de dibujo abierto sobre los muslos y llevo un rato intentando hacer trazos limpios sobre el papel.

Me gustaría que estuviésemos en silencio porque así me concentraría mejor, pero ya llevamos una hora así y no puedo pedirle que siga renunciando a sus ganas de conversar.

—No somos amigas —respondo, sin dejar de dibujar—. Solo hemos acordado una... tregua, supongo.

No es que Emma y yo vayamos a convertiros en íntimas amigas a partir de ahora. Tampoco pienso lanzarle mis secretos a la cara para que pueda usarlos en mi contra. Sin embargo, me parece una buena persona y me gustaría darle una oportunidad.

—Bueno, tú y yo hicimos una tregua y mira cómo hemos acabado.

Su comentario me hace reír. Alex tuerce el cuello para mirarme, sonriendo, y enseguida me pongo de mal humor. Resoplo, molesta, mientras me planteo seriamente si lanzarle un cojín a la cabeza.

—No te muevas —le ordeno, por décima vez en media hora, pero no me hace caso—. Alex —insisto.

Suspira con cansancio antes de volver a mirar al techo. Entrelaza los dedos sobre su estómago y empieza a dar golpecitos, siguiendo el ritmo de la canción que suena dentro de su cabeza. Su impaciencia crece a medida que se alarga el silencio.

—¿Qué sentido tiene que estés en mi habitación si no puedo mirarte? —se queja, unos minutos después.

Me cuesta no sonreír.

—Me has dicho que podía dibujarte.

—Podrías haber sido más específica. Llevo aquí más de una hora y ni siquiera me has dejado poner música.

Tiene razón, y no se ha quejado hasta ahora. Está portándose demasiado bien conmigo. Me muerdo el labio y borro mis últimos trazos.

—No quería que te pusieras a bailar —me justifico, porque me siento un poco culpable.

—No me habría puesto a bailar.

—No, pero habrías empezado a mover la cabeza y a cantar en voz baja. Lo haces sin darte cuenta.

No pienso antes de hablar y me delato sin querer. Alex sonríe, pero no se atreve a mirarme porque sabe que le reñiré.

—¿Eres tan observadora con todo el mundo o solo con los chicos que te gustan? —me pregunta, y su atrevimiento me hace reír.

—Lo he sido contigo, así que está claro que lo soy con todo el mundo.

Alex pone los ojos en blanco y me entran ganas de comérmelo a besos. Me parece adorable cuando intenta que me crea que está molesto.

—Estoy tentado a moverme para que me lances un cojín y poder tirártelo de vuelta.

—Si sobrevives —apunto, burlona, y se echa a reír.

Se pasa una mano por el flequillo para echárselo hacia atrás y mi corazón reacciona con ganas. Podría pasarme mirando a Alex todo el día. Tiene un perfil increíblemente bonito y por eso he querido dibujarle así esta vez. Sin embargo, lo que más me llama la atención de él no es su físico, sino esa mente tan creativa y diferente que tiene. Me encantaría saber qué pasa por su cabeza en momentos como este, cuando se aburre y solo puede pensar.

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