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«Discusiones»
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Harry llevaba un buen rato gritando y recriminándole a sus amigos lo horrible que fue su verano.
—¿QUIÉN TUVO QUE PASAR POR DELANTE DE DRAGONES Y ESFINGES Y DE TODO TIPO DE BICHOS REPUGNANTES EL AÑO PASADO? ¿QUIÉN VIO QUE ÉL HABÍA REGRESADO? ¿QUIÉN TUVO QUE HUIR DE ÉL? ¡YO! —Ron estaba allí plantado con la boca abierta, atónito y sin saber qué decir, mientras que Hermione parecía a punto de llorar—. PERO ¿POR QUÉ TENÍA QUE SABER YO LO QUE ESTABA PASANDO? ¿POR QUÉ IBA A MOLESTARSE ALGUIEN EN CONTARME LO QUE SUCEDÍA?
—Harry, nosotros queríamos contártelo, de verdad... —empezó Hermione.
—NO CREO QUE ESO LOS PREOCUPARA MUCHO, PORQUE SI NO ME HABRÍAIS ENVIADO UNA LECHUZA, PERO CLARO, DUMBLEDORE LOS HIZO JURAR...
—Es verdad, Harry, nos...
—HE PASADO CUATRO SEMANAS CONFINADO EN PRIVET DRIVE, ROBANDO PERIÓDICOS DE LOS CUBOS DE BASURA PARA VER SI ME ENTERABA DE LO QUE ESTABA PASANDO...
—Nosotros queríamos...
—SUPONGO QUE OS HABRÉIS REÍDO DE LO LINDO, ¿VERDAD?, AQUÍ ESCONDIDOS, JUNTITOS... ¡HASTA MALFOY ME ENVIÓ UNA CARTA!
—No, Harry, en serio...
– ¿Puedes dejar de actuar como un niño malcriado, Harry? –Cassie quedó frente a Harry, con la misma expresión de enojo que él– ¡Todo esto es demasiado para ti, al igual que para nosotros! Dumbledore nos pidió que no tuviéramos ningún contacto contigo, si quieres reclamarle a alguien, házselo saber a él. ¡Y deja de actuar así! ¡Deberías estar felices de que tus padres estén vivos y hayas recuperado a tu familia, no todos tenemos la misma suerte! –caminó hasta la puerta, sin voltear– Ah, ¡Y D.M, soy yo!
Cassiopeia salió dando un portazo, no podía creer lo inmaduro que podía llegar a ser Harry, ¡Su padre arriesgó su vida para reunir a los Potter, y ni un gracias le dio!
La castaña se encerró en su habitación, pero se llevó una gran sorpresa al ver a Magnus esperándola, sentado en su cama.
– ¿Y tú qué haces aquí, Sauce loco? –espetó con molestia.
– Tu amiguito sí que sabe cómo llamar la atención, ¿no? –alzó una ceja.
– ¡No me hables de Potter, es un egoísta! –refunfuñó recostándose en la cama, boca abajo. Hundió en rostro en una almohada y ahogó un grito.
– ¿Ya te diste cuenta que no es un buen partido para ti? –Cassie apartó la cara de la almohada y miró con incredulidad al chico.
– ¿Harry y yo? Pff, ni en sueños.
– Los vi en la última prueba, Cass. ¿Terminaron...? –la chica hizo una mueca.– Ya veo, nunca tuvieron algo, él sólo te besó y ya.
– ¡Ya cállate! –le lanzó una almohada, que Magnus esquivó con facilidad.
– ¿Por qué no lo confrontas? Puede que nosotros no nos llevemos del todo, pero odio verte así. Esta casa se me hace más que aburrida si no te estoy molestando, o tú a mí.
– Odio que tengas razón.
Cassiopeia dio la reunión como terminada, por lo que bajó. Para su sorpresa, se encontró a Sirius, James, Remus y Harry hablando.
– ... Eras un bebé bastante cariñoso, Harry, ¡no te despegabas de Cassiopeia! –escuchó hablar a James– Hablando del diablo...
– Tomaré eso como un cumplido –James y Sirius se sonrieron, mientras que Harry se removió en su lugar, no le agradó que Cassie escuchara la conversación.– ¿De qué hablaban?
– Sobre mi expulsión, están armando un plan –se apresuró a decir Harry, su padre lo miró con una sonrisa divertida.
– Por sus caras, deduzco que a nadie se le ocurre nada.
– Te equivocas, ahijada. Tengo el plan perfecto...
– ¡No mataremos a nadie, James! –se apresuró en interrumpir Remus.
– Entonces, no tengo un plan.
Remus negó con la cabeza, James seguía siendo el mismo que hace quince años.
– Iré a la biblioteca, quizás encuentre algo.
La señora Weasley plantó un grito en el silencio, anunciando que la cena estaba lista y que la comida se enfriaba. James y Sirius se batieron una carrera, quien llegaba de los últimos debía pagar una penitencia, por lo que sus hijos quedaron solos.
– Harry, debemos hablar –soltó Cassiopeia con el semblante serio.
– No es buen momento, Cassie...
– ¡Nunca lo es!, ¡Te di todo el tiempo que se le puede dar a alguien! –exclamó con enojo, Harry rodó los ojos. El azabache se sentía bastante presionado ya, como para que Cassie le insistiera en hablar.– Me besaste, Harry...
– Fue algo sin importancia –Harry evitó la mirada decepcionada de Cassie. Él sabía que no era así, el beso había significado todo para él. La castaña dio un largo suspiro y desapareció del campo visual del chico, sin nada más que decir, decir que estaba decepcionada y desilusionada era poco.
La cena transcurrió con normalidad, Harry preguntaba cada vez que tenía la oportunidad sobre la orden y Jane le respondía lo que podía, bajo la acusadora mirada de Molly Weasley. La matriarca de la familia de pelirrojos, hablaba sobre los arreglos que se debían hacer en la casa, Cassie hablaba felizmente con Bill Weasley, aunque su conversación terminó en cuanto las cosas comenzaron a ponerse tensas en la mesa:
— Y tienen razón —lo interrumpió la señora Weasley—. Son demasiado jóvenes.
Estaba sentada, muy tiesa, en su silla, con los puños apretados sobre los reposabrazos; ya no había ni rastro de somnolencia en ella.
—¿Desde cuándo tiene uno que pertenecer a la Orden del Fénix para hacer preguntas? —terció Sirius—. Harry se ha pasado un mes encerrado en esa casa de muggles. Creo que tiene derecho a saber qué ha pasa...
– Sirius, deberías velar por el bien de tu propia hija –espetó Molly.
– ¡No metas a Cassiopeia en esto!
– Me encuentro bastante bien, señora Weasley.
—¡Un momento! —le cortó George.
—¿Por qué Harry puede hacer preguntas? —quiso saber Fred enojado. —¡Nosotros llevamos un mes intentando sonsacaros algo y no habéis soltado prenda! —protestó George.
– «Son demasiado jóvenes, no pertenecen a la Orden» —dijo Fred con una vocecilla aguda increíblemente parecida a la de su madre—. ¡Harry ni siquiera es mayor de edad!
—Yo no tengo la culpa de que no os hayan contado a qué se dedica la Orden — comentó Sirius con calma—, eso lo han decidido sus padres. Harry, por otra parte...
—¡Tú no eres nadie para decidir lo que le conviene a Harry! —saltó la señora Weasley. Su rostro, por lo general amable, había adoptado una expresión amenazadora.
– Pero nosotros sí. Somos los padres de Harry, y no tenemos ningún inconveniente en que sepa a lo que nos estamos enfrentando –habló James con molestia en la voz.
– ¡No pueden olvidar lo que ha dicho Dumbledore!
—¿A qué te refieres en concreto? —preguntó Sirius con educación, pero con el tono de quien se prepara para pelear.
—A lo de que no teníamos que contarle a Harry más de lo que necesita saber —dijo la señora Weasley poniendo mucho énfasis en las dos últimas palabras.
– Molly, con todo respeto, creo que no es un tema en el cual debas entrometerte –Jane no tenía ninguna pizca de enfado en su voz, al contrario, se le veía muy tranquila.
—¡Harry no es miembro de la Orden del Fénix! —dijo la señora Weasley—. Sólo tiene quince años y...
—Y se ha enfrentado a situaciones más graves que muchos de nosotros —afirmó James.
—¡Nadie pone en duda lo que ha hecho! —exclamó la señora Weasley elevando la voz; sus puños temblaban sobre los reposabrazos de la silla—. Pero sigue siendo...
—¡No es ningún niño! —soltó Sirius con impaciencia.
—¡Tampoco es ningún adulto! –exclamó la señora Weasley, cuyas mejillas estaban poniéndose coloradas—. ¡Ustedes apenas están conociendo a su hijo!
La mesa quedó en completo silencio. El rostro pacifista de Jane se transformó en uno molesto.
– ¡Harry es nuestro hijo, y nosotros velaremos por lo que es mejor para él!
– Harry no es un amigo más, Jane.
— Te agradezco lo que has hecho por él durante estos cinco años, pero él es un Potter, no un Weasley. Y te agradecía aún más, si no metieras tus narices donde no te han llamado –Jane dejó los cubiertos en la mesa y se levantó, con intenciones de irse– Permiso, debo ir a ver a Rosalyn.
—¡Arthur! —exclamó la señora Weasley buscando con la mirada a su marido—. ¡Apóyame, Arthur!
El señor Weasley no habló de inmediato. Se quitó las gafas y se puso a limpiarlas parsimoniosamente con su túnica sin mirar a su mujer. No contestó hasta que se las hubo colocado de nuevo con mucho cuidado.
—Dumbledore sabe que la situación ha cambiado, Molly. Está de acuerdo en que habrá que informar a Harry, hasta cierto punto, ahora que va a quedarse en el cuartel general.
—Bueno —cedió ésta, respirando hondo y recorriendo la mesa con la mirada por si alguien le ofrecía su apoyo, lo cual no ocurrió—; bueno..., ya veo que mi opinión queda invalidada. Sólo voy a decir una cosa: Dumbledore debía de tener sus razones para no querer que Harry supiera demasiado, y hablo como alguien que desea lo mejor para Harry...
— Harry no es hijo tuyo —dijo Sirius en voz baja.
— Como si lo fuera —repuso la señora Weasley con fiereza—. ¿A quién más tiene?
— ¡Nos tiene a nosotros, que sí somos sus padres! –exclamó James con la misma actitud que había adoptado su esposa y amigo hace unos minutos.
Sirius hizo ademán de levantarse de la silla.
— Molly, tú no eres la única de los que estamos aquí que se preocupa por Harry —intervino Lupin con dureza—. Siéntate, Sirius. —A la señora Weasley le temblaba el labio inferior. Sirius volvió a sentarse con lentitud en la silla, pálido como la cera —. Creo que Harry tiene derecho a opinar en este asunto —continuó Lupin—. Es lo bastante mayor para decidir por sí mismo.
— Quiero saber qué ha estado pasando —dijo Harry de inmediato.
— Muy bien —dijo la señora Weasley con la voz quebrada—. Ginny, Ron, Hermione, Fred y George: salid ahora mismo de la cocina.
Hubo un repentino revuelo.
— ¡Nosotros somos mayores de edad! —gritaron Fred y George al unísono.
— Si a Harry le dejan, ¿por qué a mí no? —protestó Ron.
— ¡Mamá, yo quiero oírlo! —gimoteó Ginny.
— ¡No! —sentenció la señora Weasley, levantándose y echando chispas por los
ojos—. Se los prohíbo terminantemente...
— Molly, a Fred y a George no puedes impedírselo —dijo el señor Weasley con
tono cansino—. Son mayores de edad.
– Todavía van al colegio.
— Pero legalmente ya son adultos —replicó el señor Weasley de nuevo con la misma voz cansada.
La señora Weasley estaba colorada de ira.
— Pero ¿cómo...? Bueno, está bien, Fred y George pueden quedarse, pero Ron...
– De todos modos, Harry nos lo contará todo a Hermione y a mí! —aseguró Ron
con vehemencia—. ¿Verdad? –añadió con aire vacilante mirando a su amigo.
Harry y Ron se miraron.
—Pues claro —afirmó Harry.
Ron y Hermione sonrieron radiantes.
—¡Muy bien! —gritó la señora Weasley—. ¡Muy bien! ¡Ginny! ¡A la cama!
Cassie miró a su padre, quien asintió con la cabeza.
– Puedes quedarte, Ivy.