El instante más hermoso de la...

By PalomaCaballero

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(LGBT+) Mikoto se encuentra sumido en una tristeza profunda después de que su novio, Harry, lo deja por otro... More

Notas Iniciales
Mikoto
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Notas de autor

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By PalomaCaballero


—¿No tenías trabajo hoy? —preguntó su madre de repente, cuando ya estaban comiendo.

Mikoto no había tocado su plato, no tenía hambre, se sentía extraño, las náuseas le estaban impidiendo pensar con claridad. Estaba nervioso por lo que venía, porque era seguro que su madre tenía sus propios planes para aquel encuentro.

El tema del trabajo lo puso mucho más tenso, su madre no sabía que estaba trabajando en un restaurante de comida rápida, iba a ponerse furiosa si se enteraba.

La mujer estaba consiguiendo enfermarlo rápidamente.

—Me dieron el día libre —Inquirió Mikoto, su voz tembló al saber que estaba mintiéndole a su madre.

—¿Te has puesto a dieta? —Natsuki se le quedó mirando, ella parecía distante, como siempre, pero sus ojos eran bastante extraños, tenía una mirada que perturbaba a cualquiera que la viera. Desde que era un niño siempre tuvo la certeza de que nada se escapaba de su vista.

Ella el tipo de persona que sabía cuándo iba a llover por el color del cielo y que sabía exactamente cuando sus padres estaban por comenzar una pelea. Natsuki aparecía en su habitación y lo enviaba a la tienda para que fuera por un helado o le pedía al chef que le preparara postres mientras lo escondía de la pareja. Era una persona amable, aunque siempre silenciosa, su presencia era como una sombra en la casa.

—¿Que dices Nastuki? Si lo que tu hermano necesita es perder peso —comentó la mujer, haciendo una seña con las manos. Su madre dijo aquello con un gesto divertido colándose en su mueca hostil, siempre parecía disfrutar cuando hablaba de la apariencia de Mikoto.

Natsuk lo miró y siguió comiendo.

—No has probado la comida de tu plato —comentó, y su madre entorno la mirada.

—No te preocupes nena, Mikoto siempre ha sido remilgoso —ella, soltó un suspiro largo y cansado—. Como todos en la familia, no es fácil acostumbrarse a la horrenda comida occidental.

Mikoto hizo una mueca, sabía que a su madre no le gustaban las cosas del extranjero y se sintió muy mal por estar parcialmente de acuerdo con ella. Una de las cosas que más problemas le causaban era el tipo de alimentación de Inglaterra, tan dependiente del pan.

—Um —Natsuki hizo aquel ruido que era tan característico de ella. Era su forma de contestar y su madre asumía que era la manera en que la chica demostraba que estaba de acuerdo con ella, aunque a Mikoto le parecía una muletilla para rellenar el espacio cuando no tenía nada que decir.

—Entonces —La manera en que su madre pronunció aquella palabra le hizo darse cuenta de que lo peor estaba por llegar—. Me enteré de que sales con alguien nuevo —dijo, con una sonrisa fastidiada—. Que siempre está metido en tu departamento.

Mikoto no supo que decir, no había portero en el edificio que pudiera contarle a su madre lo que estaba pasando, tampoco tenía amigos cercanos que frecuentaran a la mujer. Sin poder evitarlo el rostro de Harry apareció en su cabeza y Mikoto sintió que se le formaba un nudo en el estómago.

—Es un amigo —comentó, bajando la cabeza.

—Un amigo... —Su madre repitió la palabra con un gesto que mostraba su desacuerdo.

Él apretó los labios, no le gustaba la dirección que estaba tomando aquella conversación.

—¿Quieres guarniciones? —completamente ajena al ambiente, Natsuki le sirvió algunas verduras. Su madre la miró con desaprobación y después se dirigió hacia él nuevamente.

—Tienes una forma de elegir amistades... —agregó su madre, haciendo una mueca. A ella no le caía bien Nara, porque la chica era coreana y su mamá era un poco cerrada en ese aspecto. Mikoto se había asegurado de que jamás se encontraran, aunque en algunas ocasiones sus cálculos fallaron—. Me han contado que su padre murió en la cárcel y que su mamá era peluquera —añadió, negando con la cabeza como si al padre de Mars lo hubieran puesto ahí por algo muy malo y el trabajo de la madre estuviera al mismo nivel que ser un convicto.

Mikoto se quedó sin habla, no tenía idea de lo que estaban hablando, porque, si lo pensaba bien, a pesar de lo mucho que Mars había hecho por él, Mikoto no sabía absolutamente nada de la vida del hombre.

—¿Vino? —acto seguido su hermana les sirvió a los tres hasta el tope. Su madre frunció el ceño, a ella no le gustaba que llenaran las copas por completo, pero no le dijo nada, en otro momento quizás le habría gritado, pero ahora se tragó su mal humor y se dirigió a Mikoto.

Natsuki siguió comiendo, ya casi vaciaba su plato, debía tener hambre.

—También me contaron que lo suspendieron dos veces en la escuela secundaria*, al parecer se metía en peleas y una vez casi lo expulsan por bandalizar la escuela, pero los padres de Harry lo ayudaron a pagar las multas y convencieron a la junta directiva para que no tomara cartas en el asunto —ella parecía horrorizada mientras contaba la historia. Mikoto no tenía manera de decir que aquello era una mentira excepto su propia experiencia conociendo al hombre y sabía que su madre no aceptaría aquello como un argumento.

Tampoco dijo nada, porque al mismo tiempo se sentía dudoso. Defender a Mars significaba contradecir a Harry.

—Takehiro cocina mejor que esto —Natsuki hizo una mueca mientras murmuraba una queja, era una de sus conocidas micro-expresiones. En esta ocasión nadie volteó a verla.

Mikoto estaba tan perdido en aquella situación que cuando tocaron la puerta de la entrada no escuchó y su madre se levantó se inmediato a atender. Mikoto tembló, aquello no era bueno, estaba seguro de que solo una persona se aparecería tan temprano en casa y su madre estaba rezando porque fuera él.

Mikoto se apresuró detrás de ella, pero la mujer alcanzó la puerta antes que él.

Mars estaba esperando afuera con una caja de donas.

—No estamos comprando nada, vuelve después —dijo y dio un portazo. Mikoto observó la escena horrorizado antes de poder moverse.

—¡Mamá! —espetó, corriendo a abrir la puerta, afuera Mars estaba sonriendo, parecía que el incidente se le antojó divertido.

—Hola —le saludó, levantando una ceja ante la mirada crítica de la mujer—. Parece que llegué en mal momento —comentó, extendiendo la caja de donas.

—No, no, no, para nada —se disculpó, tomando la caja, aunque de hecho había llegado en el peor momento.

—¿Ese es tu amigo? —Su madre hizo una mueca de molestia—. Tiene pinta de delincuente —ella se dirigió a Mikoto, sin preocuparse porque su hombre siguiera parado en la puerta.

—¡Mamá! —Mikoto se giró, sintiendo que la situación lo superaba, luego miró a Mars para disculparse, pero este le hizo una seña para que se detuviera, quitándole importancia al asunto.

Mikoto tenía ganas de llorar.

—Nos te preocupes, nos vemos después —Mars se dio media vuelta y Mikoto se apresuró a sostenerlo de la mano. Sentía que, si lo dejaba ir, estaría molesto y no querría verlo jamás. Por supuesto, el hombre no era esa clase de persona, pero estaba muy asustado ante la perspectiva.

—Asegúrate de lavarte las manos antes de volver a la mesa—espetó su madre, cruzándose de brazos.

Mars levantó una ceja, ni siquiera era lo peor que le hubieran dicho alguna vez.

Por su parte, Mikoto tenía ganas de gritar. Apretó los labios y de repente no recordaba porque quería agradarle a su mamá, no tenía idea de por qué había pasado tanto tiempo tratando de ser un buen hijo a pesar de sus fracasos, porque en ese momento lo único que quería era gritarle que se fuera y no volver a verla jamás.

—Es momento de marcharnos —Natsuki apareció de repente, llevaba su abrigo en las manos. Su madre parecía dispuesta a protestar, pero Natsuki miró su reloj de pulsera y agregó—. Llego tarde.

—Oh —su madre se llevó una mano a la boca y corrió a recoger su bolso—. Entonces tenemos que irnos —dijo, tratando de parecer una dama elegante, aunque estaba demasiado molesta como para fingir.

—¿Sigues teniendo el mismo número? —le preguntó su hermana cuando pasaba a su lado.

—¿Eh? —Mikoto se le quedó mirando, estaba demasiado abrumado para reaccionar de inmediato. El rostro inexpresivo de Natsuki le generó una extraña aversión, aunque de nuevo, no estaba seguro de porqué.

—Tu teléfono —repitió—. ¿Sigue teniendo el mismo número?

—Mmm, sí —las palabras le salieron a la fuerza, estaba tan molesto y desconsolado que sentía que iba a explotar si tenía que seguir aguantándose un segundo más.

—Te hablaré después —Y desaparecieron tan rápido como habían llegado.

Mikoto los observó hasta que bajaron por las escaleras, Natsuki debía tener prisa como para obligar a su mamá a saltarse el elevador.

Cuando ellas ya no estuvieron cerca se dirigió a Mars, quien todavía seguía tenso por lo ocurrido y le sostuvo del brazo, esa fue la única manera que encontró de transmitirle de verdad sus sentimientos.

—Lo siento —agregó, con los ojos llorosos. Mars dejó escapar un suspiro.

—No te preocupes, no es tu culpa —El hombre le sonrió un poco y señaló la mano con la que Mikoto cargaba la caja de donas—. Por lo menos las dona se salvaron —agregó, con una sonrisa divertida.

A Mikoto se le aguaron los ojos y se puso a llorar. Mars lo miró sorprendido y luego se río.

—¿Por qué estás llorando? —preguntó, pensando en que aquella era una reacción lógica viniendo de Mikoto.

—Fue muy mala —dijo, recargando el rostro en el brazo de Mars—. No quiero verla, no quiero volver a escucharla decir cosas malas de ti —su voz sonaba inestable. Se sentía terrible, porque estaba familiarizado con el sentimiento de tristeza, pero jamás había odiado tanto a nadie como en ese momento. Estaba tan frustrado que por primera vez su llanto tenía origen en la ira.

Mars se le quedó viendo y suspiró envolviéndolo en un abrazo.

—Está bien, no estoy enojado —murmuró, esperando hacerlo sentir mejor. Ver a Mikoto tan destrozado le hizo olvidar la sensación desagradable que la mujer le causó. Los insultos no le molestaban, pero la idea de que gente como ella siguiera existiendo era inaudita.

Cada vez que una persona lo despreciaba, terminaba pensando en sus sobrinos y en como eso podría afectarles.

—¡Pero yo sí! —Mikoto lo rodeó, correspondiendo el gesto, hundiéndose en el olor a colonia que le era tan familiar a esas alturas. Sentía como si su mente se hubiera hundido en un pozo sin fondo y lo único que podía hacer era seguir llorando.

Mars acarició su espalda y su cabello, pensando en aquel desafortunado encuentro. Al final, aunque era quien actuaba como soporte físico, era irónico que el llanto de Mikoto resultara tan conciliador.

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