El instante más hermoso de la...

By PalomaCaballero

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(LGBT+) Mikoto se encuentra sumido en una tristeza profunda después de que su novio, Harry, lo deja por otro... More

Notas Iniciales
Mikoto
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Notas de autor

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By PalomaCaballero


Era sábado por la tarde y Mikoto estaba haciendo la compra. Miró el reloj digital que colgaron en la tienda y se dio cuenta que tenía que apresurarse, porque Mars estaría de visita un rato en su casa para la hora de la comida. Mikoto sonrió mientras escogía algunas verduras y las metía en una bolsa, desde que había limpiado la casa se sentía mucho más cómodo recibiendo visitas tan seguido, le daba la sensación de haber mejorado su imagen frente al resto del mundo y además también estaba muy orgulloso de estar reabasteciendo su cocina poco a poco. Por supuesto, no se podía permitir tener todo lo que le hubiera gustado, pero dentro de su presupuesto ahora estaba mejor.

Sin poder evitarlo se miró de vez en cuando en las superficies reflectantes de los refrigeradores industriales donde se guardaban algunas verduras, lácteos o carnes frías. Sentía que su apariencia había mejorado desde que se había cortado el cabello y además ya había subido un poco de peso. Comer acompañado ayudaba bastante, estaba seguro de que el cambio debió ser un poco más evidente porque las personas en el trabajo estaban más amables desde entonces.

Mikoto ladeo el rostro y observó a la gente a su alrededor, todos estaban concentrados en su propio mundo, pero de vez en cuando algunas personas lo miraban. Un par de chicas discutían entre ellas sobre si Mikoto podría leer los carteles del supermercado o no. Después de eso se apresuró a salir de ahí, le daba mucha vergüenza cuando las personas murmuraba sobre él, así que no le gustaban los lugares con gran afluencia de gente.

Cuando llegó a la cola para pagar casi sitió que el corazón se le subía a la garganta. Las filas eran bastante largas, parecía que todo el barrio había decidido hacer la compra ese día. Mikoto se apresuró para ponerse en donde había menos gente, él no llevaba más de un minuto ahí cuando una ancianita se metió justo delante de sus narices. Aquello lo sorprendió muchísimo, pero pensó que ella se había equivocado, así que le tocó el hombro para decírselo. Ella se volteó con brusquedad y le miró con una expresión tan agresiva que le dejó sin palabras.

—¿Qué? —le preguntó enfadada—. No hablo japonés —y regresó la vista al frente.

Silencio.

Mikoto se sintió tan avergonzado que no dijo nada, simplemente se encogió un poco en su lugar mientras las mejillas se le pintaban de rojo.

—Disculpa —la señora le tocó el hombro al muchacho que estaba enfrente, el cual se giró sorprendido por el contacto. Mikoto lo reconoció enseguida, era el chico del ascensor, el que vivía en el mismo bloque de edificios—. ¿Acaso estás ciego? —preguntó. El muchacho abrió los ojos de par en par. Casi no lo reconoce, ya no traía el pelo naranja.

—¿Perdón? —él miró a la anciana sin entender de qué iba.

—¿Piensas dejar que esta anciana espere parada otra media hora con sus rodillas reumáticas y sus manos doliendo por la artritis? —ahora estaba un poco más enfadada que cuando habló con Mikoto.

—Oh, disculpe —él se hizo inmediatamente a un lado para dejarla pasar. Luego se dio cuenta de su presencia y parecía aún más avergonzado que cuando la viejecita lo confrontó.

Mikoto le sonrió un poco y se encogió de hombros, él se acarició el cuello en un gesto nervioso. Los dos buscaban algo que decirse cuando de repente la señora comenzó a incordiar a una mujer de unos cuarenta años que estaba delante de ella.

—No puedo creer que haya sobrevivido a la segunda guerra mundial para que una maleducada me deje morir en una fila —espetó molesta. Mikoto se llevó las manos a la boca sorprendido y el muchacho no pudo evitar el gesto de incredulidad que se le formó en el rostro.

—¡Mamá! —un hombre mayor apareció de repente, disculpándose con todo el mundo y regañando a la mujer por su grosería, a lo que ella respondió con insultos. El espectáculo duró incluso después de que Mikoto pagó, lo cual le causó cierto temor, porque cuando estaba saliendo tuvo que pasar al lado de la señora gritona.

Él casi corre cuando vio que la viejecita le echaba una mirada, pero finalmente ella lo dejó ir. Solo cuando estuvo afuera pudo respirar tranquilo.

—Eso fue intenso —dijo el muchacho, quien estaba en la entrada, recuperando el aliento. Mikoto lo miró y comenzó a reírse.

—Pensé que iba a pegarme —dijo, llevándose las manos a la cara. El muchacho asintió con fuerza.

—Yo pensé lo mismo —inquirió, de repente los dos estaban riéndose, sin embargo, las risas se cortaron de golpe cuando vieron a la viejecita dirigirse a la puerta del supermercado—. Ups, creo que eso hora de irse —espetó el chico, con una mueca de obvia tensión.

—Oh dios —Mikoto comenzó a recoger sus bolsas del carrito, pero eran demasiadas como para tomarlas en sus manos. El muchacho, que tenía una modesta bolsa, comenzó a ayudarlo a recoger todo.

—Mmm ¿Vas a tu departamento? —Preguntó, sin mirarlo a los ojos—. Puedo llevarte si quieres, traje mi camioneta —comentó, el nerviosismo inicial pareció atacarlo, aunque Mikoto no estaba seguro de si era timidez o la ansiedad de ser atacado por una ancianita desquiciada.

—Oh —Mikoto también se pudo nervioso, tenía ganas de decirle que no, sobre todo para evitar una situación embarazosa, pero después de escuchar a la ancianita mientras se acercaba peligrosamente tuvo que tomar una decisión rápida—. Eso sería maravilloso —convino, tratando de sonreír.

—Primero los alemanes, luego americanos y ahora los japoneses. La reina necesita imponerse y exigir un cambio en las leyes de inmigración. ¡Todos esos extranjeros no hacen más que ensuciar nuestro inglés!

—¡Mamá! ¡Cállate por favor!

El muchacho miró a Mikoto, muy sorprendido.

—Creo que es hora de correr —dijo y los dos salieron disparados hacia la camioneta que estaba al final del estacionamiento. Mikoto siguió al chico tratando de no quedarse atrás por culpa de sus piernas cortas.

Una vez que estuvieron a salvo dentro del vehículo y el muchacho arrancó rumbo a los departamentos, ellos comenzaron a lanzarse miradas nerviosas.

—Me llamo Demian —dijo, después de que se centró en la carretera. Por la forma en que apretaba los dedos sobre el volante era obvio que estaba nervioso. Mikoto compartía el sentimiento, y ya que sabía lo que era sufrir de ansiedad cuando hablaba con alguien nuevo, trató de comportarse tan amable como fuera posible.

—Yo me llamo Mikoto —respondió, tratando de sonreír.

—Lo sé —el chico respondió de inmediato, pero luego se dio cuenta de lo sorpresiva que fue su forma de hablar, así que se apresuró a justificarse—. Quiero decir, eres el único asiático en el bloque, por eso lo sé —parecía que quería decir algo más, pero al final se quedó callado.

—Oh —a Mikoto se le pusieron rojas las mejillas ante la idea de resaltar tanto por culpa de su apariencia, pero trató de comportarse más relajado de lo que estaba—. Soy famoso —dijo, soltando una risita temblorosa.

Demian le correspondió el gesto.

—Sí, lo eres.





—Tu corte nuevo es muy bonito.

Después de unos minutos hablando ellos estaban un poco más cómodos y Mikoto se dio cuenta que Demian era muy atento a los detalles, porque mientras bajaban las compras de la camioneta, había hecho aquel comentario sobre su cabello.

—Oh gracias, me lo hizo un amigo —dijo, acomodándose el flequillo para después comenzar a recoger sus bolsas.

—Es un amigo talentoso —convino, cerrando la puerta y ayudándolo con parte de las compras—. Te ayudaré a cargarlas —Demian también parecía feliz de ayudar, así que Mikoto resistió el impulso de decirle que no lo hiciera.

—Gracias —murmuró—. Le diré a mi amigo que hizo un buen trabajo.

Ellos estaban compartiendo una charla animada cuando fueron interrumpidos.

—¡Mikoto!

Mars estaba parado a unos metros de donde ellos estaban y llevaba sus llaves en una mano, mientras que en la otra cargaba una pequeña bolsa, seguramente con algún tipo de bocadillo dentro.

—¡Mars! ¡Hola! —Mikoto trató de saludarle, pero tenía las manos ocupadas, así que le fue imposible. El hombre caminó hacia él con una expresión extraña en el rostro y tomó todas las bolsas con sumo cuidado.

—Deja que te ayude —dijo. Su tono también fue un poco raro, amable, pero raro. Cuando sus manos estuvieron libres, Mikoto se giró hacia Demian y tomó lo que quedaba de sus compras.

—Muchas gracias por traerme —Mikoto buscó una manera de decirle que ya tenía alguien que lo ayudara sin sonar ofensivo, pero el chico miró a Mars unos segundos y después bajó la vista.

—Entonces me adelanto —y salió huyendo como alma que llevaba el diablo.

Mikoto estaba acostumbrado a la apariencia feroz de Mars, por lo que no supo que había pasado.

—Compraste un montón de cosas ¿Por qué no me llamaste? Pude haberte llevado —la expresión amable en el rostro de Mars se normalizó en cuanto estuvieron solos.

—Está bien, no puedo estar molestándote todo el tiempo —dijo encogiéndose de hombros—. ¡Ah! El que se fue corriendo es mi vecino, el de Hércules, se llama Demian —le contó y procedió a relatarle toda su travesía en el súper, a Mikoto le gustaba tener cosas que contar y Mars sonrió, pero su mente no estaba en el momento. En realidad, lo único en lo que podía pensar era en la extraña sensación anidándose en su subconsciente.

Sentía que había algo delante de él que se estaba complicando más de la cuenta.

¿Pensaron que en este capítulo estaría el encuentro de Mars y Chris? Pues no mis cielas xD antes tenía que poner esto porque estamos por llegar a la mitad de la historia en unos cuantos capítulos y tenía que ir presentando a los personajes que van a ser arrastrados a los quilombos en los que se mete Mikoto (?).

Espero que les guste y díganme ¿Que piensan de Demian?

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