Decídete, Margarita [Saga Mar...

By Nozomi7

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Tras su reciente divorcio, una mujer de veintiocho años se reencuentra con un joven de dieciocho, quien le co... More

✿ Decídete, Margarita ✿
✿ Sinopsis ✿
✿ Dedicatoria ✿
✿ Epígrafe ✿
✿ Capítulo 1 ✿
✿ Capítulo 2 ✿
✿ Capítulo 3 ✿
✿ Capítulo 4 ✿
✿ Capítulo 6 ✿
✿ Capítulo 7 ✿
✿ Capítulo 8 ✿
✿ Capítulo 9 ✿
✿ Capítulo 10 ✿
✿ Capítulo 11 ✿
✿ Capítulo 12 ✿
✿ Capítulo 13 ✿
✿ Capítulo 14 ✿
✿ Capítulo 15 ✿
✿ Capítulo 16 ✿
✿ Capítulo 17 ✿
✿ Capítulo 18 ✿
✿ Capítulo 19 ✿
✿ Capítulo 20 ✿
✿ Capítulo 21 ✿
✿ Capítulo 22 ✿
✿ Capítulo 23 ✿
✿ Capítulo 24 ✿
✿ Capítulo 25 ✿
✿ Capítulo 26 ✿
✿ Capítulo 27 ✿ [CAPÍTULO FINAL]
✿ Epílogo ✿
Anotaciones finales
El secreto de Margarita [Saga Margarita 2]

✿ Capítulo 5 ✿

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By Nozomi7

No le di ningún ‹‹Sí›› a la pregunta que Luis me hizo. Pero hay un viejo dicho, ‹‹Un hecho dice más que mil palabras››, y en este caso se aplicaba a la perfección.

Cuando tomó mi mentón con la mano que tenía libre y acercó su rostro hacia el mío, ya no opuse resistencia. Me dejé llevar por la gran emoción que me embargaba, y así fue como ambos nos dimos nuestro segundo beso. De forma tierna y delicada, sus labios rozaron los míos en un beso que duró lo suyo, pero que para mí fue un momento eterno... Un mágico y maravilloso momento.

Luego de que la relación entre los dos fluyó con más naturalidad, conversamos sobre lo que nos había sucedido durante los años que no nos habíamos visto. Ahí pude enterarme un poco más sobre cómo había sido su adolescencia.

Esta había sido normal, dentro de lo que cabía. Luis llevaba una relación muy distante con su padre, porque este siempre quería imponerle sus puntos de vista. Pude darme cuenta de que el hablar de ello le causaba mucha frustración y tristeza, así que decidí rápido cambiar de asunto y charlar sobre temas más triviales.

—No has cambiado tu toque(1) —me dijo mientras tomaba una taza de café que le había servido. Estaba sentado en una de las sillas del comedor de mi casa—. Tienes unas manos increíbles.

—Solo es café pasado—le indiqué. Estaba sentada en otra silla, la de la cabecera de la mesa, a la izquierda de él—. No hay mucho arte en su preparación.

—Vamos, no te minimices. ¿Te dije alguna vez que me encantaba cómo preparabas el té y el café cuando me lo servías en mi casa?

—No que yo recuerde —dije sintiéndome complacida.

En el fondo, estaba muy feliz por sus halagos hacia mí.

—Pues te lo digo ahora —agregó para luego dar un último sorbo a su taza y levantarse de la silla.

—¿Ya te vas? —dije con cierta pena.

—Aunque quisiera quedarme más rato, ya es muy tarde —me indicó mientras observaba su reloj—. Son casi la 1:30 de la madrugada.

—¡Dios bendito! Tienes razón. ¿Qué dirán en tu casa cuando llegues tan tarde?

Él tomó su casaca y se la puso. Ambos nos dirigimos a la puerta de la entrada.

—Bah. Ya inventaré cualquier excusa, que me encontré con algún amigo de la universidad o del grupo de rap. Total, mi viejo no está en mi casa y mi mamá se traga cualquier cuento que le diga.

—¿Hace mucho que cantas rap? —dije, buscando cualquier tema con el pretexto de hacer que se quedara unos minutos más.

—Bueno... Desde hace dos años, cuando entré a la universidad llevé la asignatura de Música como actividad libre. Ahí conocí a mi amigo Pablo, quien sabía de toda la onda de Eminem y grupos de rap. De tanto andar con él terminó por gustarme este género musical. Luego me presentó a otros patas(2) con los que él se juntaba. Así que algunos días, después de las clases, nos reunimos en los parques o en la casa de alguno a cantar y ensayar canciones.

—Vaya, pues sí que te ha dado fuerte lo de la música. Y tienes talento, mucho talento.

—¿Tú crees? —preguntó con avidez.

—Pues claro. Tienes una preciosa voz. Cuando cantaste antes, en el auto...

—¿Cómo Pablo Alborán? —me interrumpió enarcando la ceja y sonriendo de manera traviesa.

—Sí. —Fruncí el ceño—. ¡Un momento! ¿Cómo sabías que me gustaba esa canción?

—Pues recuerdo que te gustaba escuchar canciones románticas con mi hermana. Ambas se encerraban en su habitación y se ponían a cantar. Ustedes tenían sus cancioneros(3)y todo eso. Tú cantabas tan bonito, aunque no puedo decir lo mismo de Ada. Con sus gallos.... ¡era insoportable! Más aún, cuando se creía la próxima Thalía y se ponía frente a los espejos de mi casa mientras cantaba. —Comenzó a imitar a su hermana.

No pude contener la risa al observarlo.

—¡Qué malo eres! —le dije dándole un pequeño golpe en el hombro.

—Es cierto. Pero bueno... me acordé de esto porque, luego, cuando te ibas a pasear con ella, me metía en la habitación de Ada e investigaba cuál era la canción que estabas cantando.

—Eras muy curioso, ¿eh? —le reproché de mentiras.

—Bah. Se llama estrategia —señaló cerrando los brazos, muy orgulloso de sí y apoyándose en la pared del recibidor.

—¿Estrategia? —pregunté muy curiosa.

¿De qué estaba hablando?

—Quería saber cuáles eran los tipos de canciones que te gustaban. Y en el cancionero de Ada encontré canciones de Miguel Bosé, Franco De Vita, Ricardo Arjona, Noelia, Chayanne, Gianmarco... Ya sabes, todos esos que cantan canciones cursis que le gustan a las mujeres —manifestó muy burlón.

—Perdón, ¿me estás llamando cursi? —mencioné sintiéndome ligeramente ofendida.

Tan evidente debió de ser mi fastidio, que él se acercó de nuevo a pocos centímetros de mí. Lo que me dijo me dejó frita.

—Sí, te estoy llamando cursi —me susurró en el oído.

¡Qué descaro! Me enojé por su desenfado y falta de respeto hacia mí. Ya empezábamos con mal pie nuestra relación.

—Y mi estrategia funcionó contigo.

—¿Cómo es eso?

De pronto, me sentí como un trofeo de guerra. ¿Me había equivocado acaso con él? Percibí una gran punzada en mi corazón que me dolió mucho de solo imaginarme que lo que temía pudiera ser verdad.

—Al cantarte en el coche una canción del tipo de música que sé que te gusta, de esas románticas y cursis, caíste rendida a mis pies. ¿Fue así o me equivoco? —preguntó con esa sonrisa tan pícara que lo caracterizaba.

—¡Bah! —le respondí. Ahora era yo quien cruzaba los brazos y miraba a un costado.

Al verme delatada, sentí una pequeña vergüenza en mi interior... Pero era de las buenas, como a quien le descubrían una pequeña mentira blanca en un juego de niños, sin mucha culpabilidad de por medio.

Luis me abrazó por la espalda y acarició mi cintura con mucha ternura. Me sentí en las nubes y con una gran felicidad que embargaba mi corazón. Lo miré a los ojos y ahora fui yo quien tomó la iniciativa. Lo besé a los labios por tercera vez.

—Eres más que solo un gusto —me dijo luego de terminar de besarnos y quedarse observándome con atención.


 ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿


Desde esa noche, me di cuenta de que algo había cambiado en mi interior. Me sentía renacida, renovada, con otra visión de la vida. Luis había llegado a mi vida llenándola de frescura, música, picardía, ternura; pero, sobre todo, ¡de mucha felicidad!

Hasta esa noche todo me había parecido negro. El divorcio con César me tenía agotada psicológicamente, vivía estresada, malhumorada, sin mayores objetivos para mi vida. ¡Qué distinto era todo ahora!

Esa mañana, después de la noche en la que Luis se me declaró, estaba en mi oficina preparando un informe para mis superiores.

—Guau, ¡qué bien has amanecido hoy! Si hasta cantas y todo —señaló Magaly, mi compañera de cubículo.

La canción de Pablo Alborán, Solamente tú, sonaba en la radio que se escuchaba en la oficina. Debí de haberla estado cantando sin darme cuenta al recordar mi primer beso con Luis, que no reparé en que era observada por mi compañera.

—Es una canción muy bonita —dije para salir del paso.

—Pues parece que estás enamorada. ¿Hay algún nuevo galán rondándote y no me lo has comentado? —me preguntó, mientras sacaba una paleta de rubor y se retocaba su maquillaje.

La imagen de Luis y sus trenzas rubias mientras íbamos cogidos de la mano por la calle, diciéndome: ‹‹Eres más que solo un gusto›› al oído, vino a mi mente de inmediato. Pero una mirada de reproche de la gente que nos veía pasar me golpeó en la cara, sacándome de mi fantasía momentánea.

—No, no hay nadie —contesté.

—Vamos, ¿ahora ya no me cuentas tus cosas?

Mi compañera era mayor que yo por cinco años. Estaba recientemente casada con un hombre maravilloso que era mayor que ella por diez. Cuando la conocí, hacía tres años, al entrar a laborar en la empresa, estaba de novia con su ahora esposo.

En una ocasión le conté de mis problemas maritales que tenía con César. Magaly me comentó que el problema que ella veía en mi relación era la falta de madurez de mi aún marido, ya que él era de mi edad y que, para estos casos, lo mejor era que el hombre fuera mayor que la mujer, ya que ellos solían madurar mentalmente más tarde que nosotras.

En aquella ocasión le di la razón. César era muy inmaduro para muchas cosas, entre ellas, su falta de compromiso para el matrimonio y su fidelidad para conmigo. Gustaba de irse de juergas con sus amigos sin siquiera avisarme con una llamada de ello. Más de una vez, lo esperaba con la cena servida y no se aparecía en la casa hasta muy tarde. Cansada de aguardar, muchas veces me quedaba dormida en la sala, viendo la televisión. Cuando llegaba, muy entrada la madrugada y con varias copas de más, yo me despertaba; al reprocharle su comportamiento, solo me respondía: ‹‹Soy un hombre y puedo hacer lo que me venga en gana››. ¡Cuánta inmadurez y falta de consideración de su parte!

Con estos pensamientos y recuerdos, ¿qué pensaría Magaly sobre mi relación con alguien a quien yo le llevaba diez años? No, ahora no era buen momento para contarle sobre mi relación con Luis.

En esos momentos mi jefa, Constanza, me llamó a su oficina. Más oportuna que nunca, me alegré de que lo hiciera.

—Margarita, te he llamado para preguntarte para cuándo vas a programar tus vacaciones. Debo enviar la solicitud a Recursos Humanos pidiendo tu licencia para esta tarde —me habló Constanza, quien estaba cómodamente sentada en su sillón negro, detrás del mueble de metal gris de su oficina. Yo estaba sentada al frente de ella.

¡Dios santo! ¡Mis vacaciones! ¡Me había sentido tan feliz y en las nubes que me había olvidado por completo del tema!

Como era vox populi en mi trabajo que me estaba divorciando y era evidente en mi semblante lo que aquello me estaba afectando, ella —quien no solo era mi jefa inmediata, sino una gran amiga mía— me había sugerido que me tomara unas vacaciones adelantadas; sobre todo, para disiparme de todo lo que me ocurría con César y regresar con mejores ánimos al trabajo. De este modo, le había comunicado que me iría de viaje a Trujillo, al norte del país, para descansar unos días. Sin embargo, mis intenciones de viajar habían cambiado. No quería irme de Lima en estos momentos. Tenía un gran motivo, con trenzas rubias y una hermosa voz, que me hacía impensable querer irme de la capital.

—Ya no voy a tomar vacaciones —le informé.

Me miró con ojos de sorpresa. Parecía que la noticia le había caído como un balde de agua fría.

—¿En serio? Mira que no hay problema si adelantamos tus vacaciones...

—No hay problema, Coti. He pensado bien las cosas y creo que estoy bien.

—¿Estás segura? Porque si no tomas vacaciones ahora, ya no podrás pedir licencia hasta abril. Sabes muy bien que el fin de año está próximo y que los tres primeros meses del año es la época cuando hay más trabajo para la empresa, debido a que coincide con el plazo de las declaraciones anuales de impuestos.

—Estoy segura —le dije muy decidida.

—¿Y ese cambio de planes? ¿Todo bien con César? ¿Cómo va tu divorcio? Y te hago estas preguntas ya no como tu jefa, sino como tu amiga —manifestó, mostrándose sinceramente preocupada por mí.

—Eso es lo mejor, ¿sabes? He tomado otra actitud con mi vida. He decidido no huir de mis problemas y afrontarlos, a César y a todo el problema del divorcio. Por eso he visto bien quedarme aquí en Lima —hablé, muy emocionada.

Me fue muy difícil disimular que quería gritar a los cuatro vientos que me sentía como nueva al lado de Luis y de su frescura. La siguiente pregunta que me hizo mi jefa fue una prueba de ello:

—¿Acaso tienes un nuevo pretendiente?

Me quedé en blanco al oír su pregunta. ¡¿Cómo podría ella saber?! ¡¿Qué diablos?!

—No —dije como un autómata y negando con la cabeza.

—Uhm...

Me observó por un momento. Luego continuó:

—Porque de ser así, déjame felicitarte. Siempre he sido de la idea de que un clavo saca a otro clavo.

Ella estaba divorciada hacía varios años. Cuando se enteró de que estaba próxima a unirme a su ‹‹Club de divorciadas››, como llamaba a las mujeres separadas, me aconsejó que no perdiera el tiempo, conociera a otros hombres y que saliera con ellos. Y bueno, había seguido su consejo, sí, aunque no del modo en el que ella se hubiera imaginado.

—No es nada de eso —insistí, negándolo con mi cabeza.

—¿En serio?

—Así es —dije con una evidente falta de seguridad.

La verdad era que la insistencia de mi jefa y la de Magaly comenzaban a fastidiarme.

—Bueno, de ser así, no insistiré más. Pero ya sabes, para cualquier cosa puedes acudir a mí. Ya sea para pedir un consejo o, si cambias de parecer, irte de vacaciones.

—Está bien.

 ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿


A partir de esa charla con Constanza y con Magaly, una serie de pensamientos y dudas comenzaron a asaltarme. Por el momento, Luis y yo habíamos acordado no decirle a nadie sobre nuestra relación. A pesar de que él insistía en que no le importaba lo que opinara su familia, no compartía con él ese parecer.

Temía la reacción de los Villarreal. Quizá me vieran como una robacunas, como una aprovechadora o qué se yo. El asunto era que estaba convencida de que, si ellos se enteraban de mi relación con Luis, su opinión sería desaprobatoria.

A su vez, era un quebradero de cabeza para mí el pensar qué pensarían mis padres al respecto. Eran muy tradicionales, siempre tan pegados a la iglesia y a la religión, si ya de por sí me reprochaban el comenzar mi divorcio con César. Mi madre decía que una se casaba para toda la vida, y que si el matrimonio no funcionaba era ¡por culpa de la mujer! A pesar de que le confesé que era César quien me había sido infiel, seguía en sus trece. ¡Para ella yo era la culpable de todo!

¿Y mi padre? Bueno, aunque no contradecía a mi madre, siempre se había mostrado distante conmigo. A ella la apoyaba en todo lo que le proponía, respecto a su participación y apoyo en la iglesia a la que ambos iban.

También me puse a pensar en qué opinarían en mi trabajo o en mi círculo de amistades.

Trabajaba para un estudio contable muy importante, el cual tenía su oficina en el distrito de San Isidro, cuna financiera de la ciudad de Lima. ¿Qué pensarían mis compañeros de trabajo si me vieran con mi ropa de trabajo, tan formal, andando de la mano de Luis, con la pinta tan estrafalaria que él tenía?

Mis amigos y conocidos, algunos de los cuales eran comunes a César y a mí, estaban acostumbrados a andar con gente de nuestra edad. ¿Qué ocurriría si me invitaban a alguna reunión social y acudía acompañada de Luis? ¿Se burlarían de mí? ¿Comentarían a mis espaldas que él sería la causa de mi reciente divorcio? ¿Me dirían robacunas y sería motivo de burlas?

Todas estas dudas comenzaron a asaltarme desde el día en el que comencé mi relación con Luis; sin embargo, no quería decírselo. No todavía...

La gran alegría que experimentaba al sentirme querida por él, no quería que se viera empañada por todos estos pensamientos negativos. Pero, ¿hasta cuándo sería así? 

 ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿

(1) Sazón.

(2) Chicos, jóvenes, muchachos.

(3) Cuadernos o libros pequeños que los adolescentes y/o jóvenes suelen coleccionar, en los cuales están las letras de las canciones de los grupos o cantantes de moda.

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