Decídete, Margarita [Saga Mar...

By Nozomi7

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Tras su reciente divorcio, una mujer de veintiocho años se reencuentra con un joven de dieciocho, quien le co... More

✿ Decídete, Margarita ✿
✿ Sinopsis ✿
✿ Dedicatoria ✿
✿ Epígrafe ✿
✿ Capítulo 1 ✿
✿ Capítulo 2 ✿
✿ Capítulo 3 ✿
✿ Capítulo 5 ✿
✿ Capítulo 6 ✿
✿ Capítulo 7 ✿
✿ Capítulo 8 ✿
✿ Capítulo 9 ✿
✿ Capítulo 10 ✿
✿ Capítulo 11 ✿
✿ Capítulo 12 ✿
✿ Capítulo 13 ✿
✿ Capítulo 14 ✿
✿ Capítulo 15 ✿
✿ Capítulo 16 ✿
✿ Capítulo 17 ✿
✿ Capítulo 18 ✿
✿ Capítulo 19 ✿
✿ Capítulo 20 ✿
✿ Capítulo 21 ✿
✿ Capítulo 22 ✿
✿ Capítulo 23 ✿
✿ Capítulo 24 ✿
✿ Capítulo 25 ✿
✿ Capítulo 26 ✿
✿ Capítulo 27 ✿ [CAPÍTULO FINAL]
✿ Epílogo ✿
Anotaciones finales
El secreto de Margarita [Saga Margarita 2]

✿ Capítulo 4 ✿

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By Nozomi7

Cuando volvió la cordura en mí, me alejé rápido de Luis y salí del coche.

¡Dios mío! ¿Qué había hecho?

—Adiós —dije sin dirigirle la mirada, mientras buscaba con angustia la llave de la puerta principal de mi departamento para poder entrar.

Estaba tan consternada por lo sucedido que me volví torpe y no había modo de encontrar la dichosa llave que me permitiera escapar de tan vergonzosa situación.

Luis apagó el motor del auto y salió de él. Pude sentir sus pasos detrás de mí.

‹‹¡Mierda! ¿Dónde está la maldita llave?››, pensé.

El bolso se me cayó al suelo de los nervios que sentía. Cuando me dispuse a agacharme para recogerlo, Luis ya estaba a mi lado.

—Toma —señaló mientras me entregaba la cartera.

—Gracias —dije sin devolverle la mirada. Me levanté rápido y proseguí con mi búsqueda.

—¿No me vas a hacer pasar?

¡Vaya descaro! Este chico quería entrar a mi departamento solo porque nos habíamos dado un beso. ¿En qué estaba pensando?

—No es una buena idea —respondí.

—¿No crees que debemos hablar sobre lo ocurrido?

Volteé para increparle, pero fui incapaz de hacerlo.

Lo observé. Él estaba ahí, a pocos metros de mí, apoyando su cabeza y su brazo izquierdo sobre la puerta principal del edificio. Tenía esa mirada tan pícara sobre mí, la cual me di cuenta de que comenzaba a encandilarme.

—Déjame pasar, ¡vamos! Además, hace frío y no quiero resfriarme por tu culpa.

—Es tarde. Ya debes irte a tu casa a dormir.

Esquivé su miraba, observando el fin de la calle a mi izquierda. Un coche pasaba por ahí en esos instantes y rápidamente volteé mi rostro hacia la puerta del edificio, tuve miedo de que algún vecino o conocido me viera conversando con Luis a esas horas.

—Solo cinco minutos, por favor —insistió.

Después de pensarlo con detenimiento, me di cuenta de que no podía escapar de esta situación. Me había dejado llevar por el momento y tenía que afrontarlo. Aunque sea, para dejar las cosas bien claras con Luis y hacerle ver que no estaba interesada en él en lo más mínimo. Pero, ¿de verdad era así?

✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿

Ya en mi departamento, me sentí más aliviada, por decirlo de algún modo. Subir las escaleras con Luis, a pocos metros de mí, solo hizo que mis nervios aumentaran. Pude haber tomado el ascensor, pero evité quedarme en una habitación tan pequeña al lado de él. No podía tentar a situaciones como las de hace minutos.

—Siéntate en donde mejor te apetezca —hablé, mientras dejaba mi abrigo en el perchero de mi puerta.

No pronunció palabra alguna. Simplemente se colocó en el sofá de dos cojines que estaba en mi sala. ¿Esperaba a que lo acompañara? Ni idea, pero hice justo lo contrario a lo que pensé que deseaba. Me acomodé en el sillón del frente de un único asiento. Así, la distancia entre nosotros dos estaría bien asegurada.

—Y bien, ¿de qué quieres hablar? —dije al tiempo que estrujaba mis manos por el nerviosismo que me invadía.

—Sabes muy bien de qué debemos hablar —me contestó, observándome de manera fija.

Sentí que sus ojos atravesaban mi alma.

—Si te refieres a lo que pasó antes... eso simplemente fue un gran error. ¡Y no debe volver a ocurrir! —repliqué sin mirarlo, tratando de buscar un objetivo visual en mi sala que me permitiera evadir esa incómoda pregunta.

—¿Un gran error? ¡¿Un gran error?!

Se levantó, cruzó el espacio que nos separaba y se sentó sobre la pequeña mesa de madera que adornaba el centro de la sala. Estábamos frente a frente.

—Margarita, por si no te has dado cuenta, me gustas mucho —dijo cogiéndome de manera suave la mano izquierda.

Volteé a mirarlo.

Ahí estaba Luis, sin perder el tiempo, yendo directo al grano. Y, al escucharlo, tuve sentimientos encontrados.

Por un lado, ¡algo dentro de mí se encendía! Tenía muchas ganas de correr, de gritar, de saltar... Sentía dentro de mí todas esas emociones nuevas que suceden cuando descubres que eres especial para alguien. Y en mi caso, era el doble. Ya que, de solo escucharlo, experimenté que todo el sombrío panorama que había vislumbrado por mi divorcio daba paso a un sol brillante, que comenzaba a iluminar en mi vida.

Pero, por otro lado, no supe qué decirle. ¡Yo era mayor que Luis por diez años! Aunque se le veía muy centrado, encaminado en saber qué quería hacer con su vida —a tal punto de querer enfrentarse a sus padres y renunciar a su carrera universitaria, en pos de seguir sus sueños, lo cual hizo que admirara su determinación, la cual yo nunca tuve—. La realidad era dura y chocaba frente a mí. ¡PARA MÍ ÉL SOLO ERA UN NIÑO!

Acababa de reencontrarme con los Villarreal, a quienes conocía de toda la vida y quienes siempre me habían tratado como una hija más. Me sentí muy feliz de volver a ver a mi amiga Ada, de tener de nuevo nuestras charlas de antes, sus consejos y la complicidad que todo esto implicaba. ¿Cómo arruinar este reencuentro con lo sucedido con su hermano? ¿Qué pensaría ella si, de buenas a primeras, le dijera: ‹‹Me gusta tu hermano, ahora eres mi cuñada››?

Sin lugar a duda me diría que era una mala amiga, que me había aprovechado de la hospitalidad que su familia me había dado, sin contar que en mis oídos resonaban imaginariamente las palabras que empecé a odiar: ‹‹Eres una robacunas››.

Con la imagen mental de Ada y sus padres diciéndome ese terrible calificativo, las palabras de Luis me hicieron volver a la realidad.

—¿No tienes nada que decirme?

Enmudecí. Era incapaz de soltar palabra alguna.

Rápidamente, solté mi mano de la suya. Después de un suspiro, le contesté:

—No tengo nada de qué hablar. Sabes que es imposible que suceda algo entre tú y yo. Te saco muchos años...

—¿Y el beso que ocurrió minutos antes? ¿Qué significó para ti? Porque yo no te obligué a nada. Tú me correspondiste. Pude sentirlo.

—¡Espera! Lo malinterpretaste... Yo...

Luis me interrumpió. Se levantó de la silla y se dirigió a la pequeña ventana que daba a la calle. Era luna llena. La noche estaba silenciosa y brillante. El cielo de Lima estaba despejado, algo inusual para la estación. Él contemplaba la noche sin dirigirme la mirada. Pude darme cuenta, al observarlo, que tenía una ancha espalda. Definitivamente, ya era un hombre, no el niño que había dejado de ver hacía años.

—¿Sabes? Nunca te lo dije antes porque entonces era solo un mocoso y era algo imposible para mí, pero siempre me has gustado. Cuando era más chico, en silencio te observaba y soñaba con crecer rápido para que te fijaras en mí.

—Luis...

—Déjame hablar —acotó.

Asentí con mi cabeza.

—Yo pensé que eras solo un amor platónico para mí. Más aún cuando luego me enteraba de que estabas de novia con algún chico, no sabes cómo me sentía. Me decía a mí mismo: Margarita es solo es una idealización. Crecí con esa idea pensando que, con ello, esto que sentía se me pasaría. Quizá luego me gustaría otra chica y continuaría con mi vida. Pero, cuando me enteré por conocidos en Arequipa, que hace seis años te casaste con ese tonto con cara de nerd, no sabes cómo me dolió. ¡No lo sabes, Margarita...!

Parecía muy compungido al revelarme todo aquello. Quise levantarme para ir a su lado, aunque no estaba muy segura de qué decirle para que se sintiera mejor. Él volteó y me observó como si adivinara mis pensamientos.

—Lo siento —solo pude agregar.

—Déjame continuar, por favor.

Le obedecí.

—Seguí con mi vida. Tuve dos novias, pero no era igual a lo que sentía por ti, así que no funcionaba. Porque, ¿sabes?, siempre te llevé... aquí..., muy dentro de mí —dijo Luis poniendo su puño derecho en su corazón. Me emocioné con ese simple gesto—. Y fue verte hoy, más temprano, tan bella y angelical como siempre, que todo esto que tenía dormido —hizo una leve pausa. Luego continuó—... volvió a despertar. Y cuando te escuché contarle a mi hermana que te estabas separando de tu esposo, la ilusión volvió en mí. ¡No sabes cuán alegre me puse!

Quería decirle algo, contarle que no tenía ni la más mínima idea de todo lo que me estaba relatando. ¡Nunca me hubiera imaginado todo aquello! Siempre lo vi como un hermano menor, pero ahora era todo tan distinto. Luis había crecido y ya no era el niño que yo había dejado de ver hacía tiempo, no. Había madurado y parecía muy seguro de lo que sentía y me decía.

—Hoy he sentido una felicidad que nunca antes había experimentado —continuó, sentándose de nuevo frente a mí y contemplándome con una mirada que nunca le había visto. Parecía muy complacido—. Y eso fue cuando correspondiste a mi beso, porque eso significa que no te soy indiferente y que mi espera de largos años ha tenido su recompensa —me sonrió muy tierno para luego levantarse y alzar los brazos a modo de victoria—. ¡Por fin! ¡Le gusto a Margarita y ella me corresponde! ¡Y esto es mucho más de lo que alguna vez pude aspirar!

Se le veía muy eufórico y feliz, lo que me hizo sentir muy bien al ser la causa de ello. Luego de su grito de victoria, volvió a sentarse frente a mí y a coger mi mano izquierda.

—¿No estoy en lo cierto acaso? —añadió.

No sé si fue cosa de este sentimiento que comenzaba a crecer, de sentirme conmovida de todo lo que me acababa de confesar —sabiendo que él me había tenido tan en alto y que yo desconocía en su totalidad—, de sentir el roce tierno y cálido de su mano... El caso fue que esta vez fui incapaz de soltar mi mano de la suya. Solo lo observé de manera fija y le contesté con una pequeña sonrisa de complicidad. 

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