Llegaste tú 2 || Gemeliers

By jdnovels

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¿Reencuentros? ¿Problemas? ¿Planes de futuro? Adéntrate en la SEGUNDA TEMPORADA DE "llegaste tú || gemeliers" More

Reparto.
Prólogo.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38 .
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48.
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52.
Capítulo 53.
Capítulo 54.
Capítulo 55.
Capítulo 56.
Capítulo 57.
Capítulo 58.
Capítulo 59.
Capítulo 60.
Capítulo 61.
Capítulo 62.
Capítulo 63.
Capítulo 64.
Capítulo 65.
Capítulo 66.
Capítulo 67.
Capítulo 68.
Capítulo 69.
Capítulo 70.
Capítulo 71.
Capítulo 72.
Capítulo 73.
Capítulo 74.
Capítulo 75.
Capítulo 76.
Capítulo 77.
Capítulo 78.
Capítulo 79.
Capítulo 81.
Capítulo 82.
Capítulo 83.
Capítulo 84, I.
Capítulo 84, II.
Capítulo 85, I.
Capítulo 85, II.
Capítulo 86.
Capítulo 87.
Capítulo 88.
Capítulo 89.
Capítulo 90.
Capítulo 91.

Capítulo 80.

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By jdnovels

Viernes

Narra Dani.

-Dani: bro, llegamos tarde -repito por milésima vez abriendo la puerta que da a la calle

-Jesús: que sí joder, que sí -responde de mala gana colgándose la mochila del hombro

Suspiro y aprieto la mandíbula con fuerza. Últimamente no se puede mantener una conversación decente con él. Concretamente desde que lo dejó con Ana. De cinco palabras que suelta, mínimo dos son 'joder'. Lo dejaron el martes por la tarde, pero no ha querido hablar del tema. Ni conmigo ni con mis padres. Como si ya ellos tuvieran poco y como si yo no tuviera suficiente.

-Dani: deberías hablar conmigo, ¿sabes? -insisto cuando pasa por mi lado

-Jesús: no -espeta

-Dani: de puta madre -murmuro

Y cierro la puerta con fuerza tras nosotros.

-Dani: yo tampoco estoy bien Jesús -hablo cabreado- es más, si sigo entero es gracias a ti -admito- así que no me jodas -lo miro- no quiero que seas tú el que se rompa ahora

Asiente indiferente y me muerdo la lengua con rabia.

No hay manera.

Estoy agotado. Trato de llevarlo todo al día y se me hace muy difícil. Estoy intentando centrarme en los estudios, algo que parecía imposible. Además, estoy yendo todas las tardes a la autoescuela. El lunes fui con mi hermano y el resto de la semana he ido solo. Quiero sacarme el carné, pero principalmente voy para mantener mi mente ocupada.

La peor parte del día llega por la noche, cuando me tiro en la cama y mis pensamientos van a mil por hora. Me acuerdo de ella mucho más de lo que me gustaría y eso es algo que no puedo controlar. También, noche tras noche, barajo la posibilidad de cogerle el teléfono a Álvaro. Todos los días me llama y todos los días le cuelgo y, aunque me dé rabia admitirlo, se ha vuelto rutina. Es como si me pasara el día esperando a que me salte su llamada entrante para rechazarla. No sé. Puede que lo eche de menos.

Sara... Bueno. Sara lleva un par de días colándose en mis sueños y ese es el motivo por el cual no pego ojo. La primera noche que soñé con ella me desperté sudando. Estábamos en la playa y el sonido del mar se mezclaba con su risa. "Te quiero" me dijo; y después se esfumó. Todos los sueños que he tenido han sido similares: la escucho reír, feliz, para después desaparecer. Es irónico, pero supongo que mi subconsciente es más consciente que yo de que ya no está.

Ayer por la mañana, mientras desayunaba, estuve hablando con mi madre. Le dije que me sentía raro, porque siento una tristeza y un vacío inmenso pero al mismo tiempo no tengo ganas de llorar. La última vez que lloré fue el domingo, cuando Sara se fue de mi casa después de explicar públicamente lo que había pasado. "Llevas la pena por dentro cariño" afirmó, "pero el tiempo te curará". Esa frase me dejó pensativo durante horas, y es que tenía razón.

Me he dado cuenta de que en los días en los que no la veo la herida cicatriza un poco más. Lo que es una putada es verla y sentir cómo me arde el pecho. Lo comprobé el martes cuando apareció en el recreo. Esa tarde (la del martes) Ana vino a casa. Fui yo quien le abrió la puerta. Cruzamos dos fríos "hola" y enseguida salí hacia la autoescuela.

No me gusta encontrarme con ella. Me recuerda a Álvaro, a Sara y a la noche del sábado: tres cosas de las que me intento olvidar. Por tanto, también prefiero cortar nuestra relación.

Cuando volví a casa ya Ana no estaba. Mis padres tampoco habían vuelto. Me encontré a Jesús saliendo de la cocina con un vaso de agua y los ojos hinchados. "Lo hemos dejado, te lo digo para que lo sepas" soltó antes de yo articular palabra. Intenté que me explicara qué había pasado y convencerlo de que seguro que tenía solución. Juro que lo intenté, pero no conseguí nada. En ser cabezota mi hermano me gana por goleada, eso siempre ha sido así. Desde entonces cada vez que tengo oportunidad le saco el tema, pero se cierra por completo a hablar de ello.

En realidad cada día que pasa hablamos menos y he de admitir que eso lo complica todo. Él se pasa el día en su habitación y yo me paso el día fuera de casa. He empezado a ir a la biblioteca para estudiar, porque las cuatro paredes de mi habitación parece que se me caen encima cuando paso demasiado tiempo entre ellas. Mi colchón guarda demasiadas noches, demasiados recuerdos que me terminan ahogando.

Lo único que me alivia, tanto a mí como a mis padres, es que Jesús sigue igual de centrado en segundo de bachillerato y le sigue flipando comer patatas con huevo. Imagino que nuestros padres tienen mala experiencia en cuanto a la relación ámbito alimentario-rupturas-hijos, ya que mi apetito se va a algún universo paralelo cuando estoy realmente mal; hecho que a cualquier padre le preocuparía. Por suerte para ellos estoy luchando por no saltarme ninguna comida.

El tema del tabaco no lo llevo tan bien, pero tampoco me esfuerzo por ello. Me sigue liberando de la presión y la ansiedad y me ayuda a desconectar. Por lo que, sí: sigo fumando, pero mucho menos.

En conclusión, la situación en casa es una mierda, y fuera de ella también.

-Jesús: Sara acaba de subir al autobús -me saca de mis pensamientos

-Dani: ¿qué? -pregunto distraído viendo que ya hemos llegado y, sorprendentemente, a tiempo

-Jesús: que Sara acaba de subirse en el autobús -repite

Suspiro profundamente rodando los ojos.

-Dani: ¿y por qué me lo dices? -me molesto

-Jesús: para que no se te corte la respiración cuando la veas -vacila

-Dani: eres gilipollas -mascullo- seguro que Ana va con ella -contraataco haciéndolo callar

Me saca de quicio cuando se pone borde. El borde siempre he sido yo, no él. ¿Qué le han hecho para que esté así? ¿A qué viene que me diga que Sara está en el autobús? Joder, debería saber que me duele hasta oír su nombre.

Subimos al bus, mi hermano delante de mí, y andamos por el pasillo en busca de dos asientos libres. Mi mente insiste en mirar al frente para no verla y mi corazón me grita que la busque con la mirada. Es el último quien gana, y en cuanto agacho la vista me encuentro con sus ojos, como si fuera la única persona que hay en el maldito autobús.

Ana está a su lado y se remueve nerviosa en el asiento al vernos. Sara aparta la mirada rápidamente, pero no tarda en volver a clavar sus ojos en los míos. Mantenemos el contacto visual apenas unos segundos, los cuales se me hacen eternos. No tiene mejor cara que el martes, pero supongo que yo tampoco.

. . .

Me pongo la chaqueta y me peino un poco con las manos.

Son eso de las siete de la tarde y he quedado con Paula. No la veo desde el sábado, es decir, desde que pasó aquello. Esa noche tampoco hablé con ella y no ha ido a clase en toda la semana (estamos en el mismo grupo).

Ha sido ella quien me ha hablado por WhatsApp. Paula y yo nunca hemos tenido demasiado contacto, pero me imagino que los dos tenemos el mismo rol en esta situación y nos va a venir bien el hecho de compartir nuestras opiniones.

Hoy no he vuelto a ver a Sara. Después de verla en el bus no hemos vuelto a cruzarnos, ni en el recreo ni a la salida. Ya he dicho que los días que la veo se me hacen mucho más complicados, y hoy es uno de esos días.

Todavía no he recibido la cotidiana llamada de Álvaro. Es viernes. Los viernes solíamos quedar todos juntos para cualquier plan de mierda que terminaba en risas aseguradas. Pero ya no. Ese es el resumen de todo esto: "ya no".

Saco el paquete de tabaco de la pequeña mochila que llevo a la autoescuela y me lo guardo en el bolsillo. Llegué de la autoescuela hace media hora aproximadamente. El profesor me ha dicho que si sigo siendo constante podré presentarme al examen teórico en breves.

Escucho el sonido del timbre y frunzo el ceño echándole un rápido vistazo a mi móvil. Paula me dijo que me avisaría cuando estuviera llegando, pero no he recibido ningún mensaje suyo. De todas formas mi madre está en el salón, abrirá ella.

Cojo el mechero y las llaves de casa y bajo las escaleras rápidamente. Pero freno en seco en los últimos escalones sintiendo cómo se me corta la respiración momentáneamente. La que era mi chica y el que era mi amigo están justo en la maldita entrada de mi casa. Juntos. Han venido juntos.

No sé cuánto tiempo pasamos mirándonos, pero es el suficiente para cultivar de nuevo algo de ira en mi interior.

Mi madre me mira preocupada y es quien rompe el silencio.

-Eva: vienen a hablar con tu hermano -trata de mediar

-Álvaro: contigo también queremos hablar -añade

¿Cómo tienen agallas para venir a mi casa? ¿Pretenden hundirme por completo? ¿Pretenden hacerme recordar el momento exacto en el que los vi besándose?

¿Están juntos? ¿Habrán empezado una relación? No puede ser.

Solo de pensarlo mi pulso se dispara. Clavo mi mirada en la de Sara y ella niega con la cabeza repetidamente, como si supiera lo que pienso. Mi respiración se acelera y aprieto la mandíbula con fuerza apartando la vista. Termino de bajar las escaleras y voy directo a la cocina a paso rápido. No puede ser. No puede ser.

"Dani" me llaman los tres al unísono. Pero no me paro. Llego a la cocina y apoyo firmemente la palma de mis manos sobre la encimera, intentando calmarme.

Cierro los ojos y trago saliva. Tranquilo, tranquilo me repito una y otra vez. Alguien entra en la cocina y siento una mano en mi hombro. Todos mis músculos se tensan y la sensación que me transmite me indica que es ella. Jamás entenderé la jodida conexión que tienen nuestros cuerpos.

-Sara: Dani...

-Dani: no me toques -espeto sin moverme

-Sara: mírame -mantiene su mano en mi hombro

-Dani: no me toques -repito

Me giro repentinamente quedando frente a ella y obligándola a separar su mano de mí.

-Sara: vale, vale -asiente alzando ambas manos en señal de paz- escúchame

Tenerla así de cerca me consume.

-Dani: déjame solo, por favor

La ira comienza a convertirse en dolor y solo quiero huir.

-Sara: Daniel, dame 1 minuto -me mira suplicante

Enredo una mano en mi pelo y resoplo empezando a perder los nervios.

-Dani: 1 minuto -acepto

-Sara: Álvaro y yo no estamos juntos ni lo vamos a estar, nunca -niega desesperada- no quiero que pienses algo que no es real, ¿vale?

Esta chica me conoce demasiado bien. Conoce todas y cada una de mis expresiones y sus significados. Al igual que yo las suyas. Nos hemos conocido en todas las facetas posibles, hasta en las peores. Y ahora míranos.

-Dani: ya da igual, Sara -mascullo

-Sara: no, no da igual -obvia- siempre ha sido como mi mejor amigo y va a seguir siendo así, porque no siento nada por él más allá de eso -explica

Sus ojos se humedecen a la par que habla y empiezo a pensar que los míos también.

-Sara: hemos venido a hablar con tu hermano sobre Ana -justifica ante mi silencio- lo que ha pasado no debería afectar a su relación, y lo sabes. Esto es solo problema nuestro y...

Y dejo de escucharla porque me quedo embelesado analizando cada parte de su rostro. Lleva rimmel, le encanta el rimmel, y hace que esos ojos azules se vean aún más bonitos. Sin embargo, sus ojeras no son el decorado adecuado. Sus mejillas tienen algo de color (como siempre), y sus labios me siguen pareciendo los más apetecibles del mundo.

-Dani: si mi hermano no quiere hablar de Ana conmigo, dudo mucho que lo vaya a hacer con vosotros -le digo tajante

No puedo tenerla cerca.

Hago el intento de salir al salón pero agarra mi brazo.

-Sara: ¿cómo hemos terminado así? -murmura

Una lágrima desciende por su mejilla y me muero por secarla. Pero no lo hago.

-Dani: no lo sé -admito- estoy intentando averiguarlo

Mi madre aparece y me suelto de su agarre.

-Eva: Daniel, Paula está aquí -me mira preocupada

Suspiro profundamente. Mierda.


❤️

Capítulo para despedir el año 🤭

¡Gracias siempre por estar aquí un año más!

Nos leemos en 2020 ❤️

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