Capítulo 84, I.

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Sábado, 21 de febrero

Narra Sara.

—Sara: sé que lo voy a pasar mal, Ana. No me apetece ir -repito por milésima vez

Mi amiga resopla mientras termina de alisarme el pelo.

—Ana: vamos a pasarlo genial, ¿vale? -trata de convencerme-. Estoy segura de que Dani quiere verte allí -suelta

Y sus palabras hacen que la mire a través del espejo con las cejas alzadas.

—Sara: yo estoy segura de lo contrario -admito

Llevo todo el maldito día deprimida. Lo único que he hecho ha sido pensar en Mónica y ver cómo todos nuestros amigos subían fotos con él y él respondía cariñosamente. Aún nos seguimos mutuamente en redes sociales, y no sé si eso me es favorable o perjudicial. Quería felicitarlo, pero me daba un miedo terrible su respuesta. Solo podía pensar en que iba a dejarme en leído o iba a bloquearme o... no sé. No lo he felicitado porque no quería hacerme más daño.

En medio de todo ese bucle, le he dicho a Ana que no iba a ir al cumpleaños. Estaba siendo más difícil de lo que pensaba. Me sentía peor de lo que pensaba. He cenado y he subido a mi habitación dispuesta a irme a la cama cuando de repente mi mejor amiga ha aparecido en mi casa. Le ha dado igual que me negara constantemente a ir a esa fiesta. Ella ha sido quien me ha maquillado y peinado, y casi me viste también; pero he cedido a hacerlo yo.

—Ana: tía, deja de darle vueltas -desenchufa las planchas-. Daniel no tiene absolutamente nada con Mónica y en el fondo lo sabes -acomoda mi melena con sus manos

Suspiro profundamente observando mi reflejo. Lo que vi ayer me rompió los esquemas por completo. ¿Y si realmente ha vuelto con ella? ¿Y si la ha perdonado? Puede ser por el hecho de pagarme con la misma moneda o porque nunca ha dejado de quererla.

—Ana: llevamos más de un mes ahogadas entre exámenes, apuntes y trabajos -me recuerda-. Necesito una dosis de reggaeton y tú también -me apunta con su índice-. ¿Te has visto, Sara? -pregunta- estás espectacular, así que deja de pensar estupideces y prepárate para brillar esta noche -me tiende la mano obligándome a levantarme

Una pequeña sonrisa aparece en mi rostro y la abrazo con fuerza. Siempre tiene buenas palabras para mí, al igual que yo para ella. Ella brilla todos los días de su vida sin necesidad de plancharse el pelo.

—Sara: quién quiero que me vea apenas me mira, pero supongo que no puedo ir en pijama -bromeo amargamente

Ana suelta una carcajada y se separa de mí.

—Ana: te aseguro que Daniel Oviedo te va a mirar esta noche -afirma- coge el bolso y el abrigo y vámonos, rubia -me indica con su cabeza

. . .

Llevamos aquí como 4 horas y no estoy disfrutando en absoluto. Al llegar, los gemelos soplaron las velas después de cantarles el típico cumpleaños feliz. Debo confesar que se me escaparon algunas lágrimas. Saludé a Jesús, e incluso a Paula, y Álvaro también lo hizo. Pero ninguno de nosotros se ha acercado a Dani, y no precisamente porque no queramos. Él tampoco se ha mostrado abierto a saludarnos, aunque supongo que es normal, y nosotros no hemos querido forzar nada. Me muero de ganas de darle un abrazo y felicitarlo, pero probablemente él no quiera, y mi intención no es joderle la noche.

Parece que se lo está pasando bien. La sonrisa no desaparece de su boca y, para ser sincera, me alegro muchísimo por ello. Me alegra verlo feliz, pero mentiría si dijera que no me duele que no comparta esa felicidad conmigo.

Lo han montado bastante bien. Tanto que su casa se ha convertido en una especie de discoteca. La puerta de la cocina está cerrada, pero han habilitado el salón y el jardín. Y el baño, obviamente. Objetos como la televisión no están, supongo que para evitar roturas y problemas. Han puesto dos mesas: una con algo de comida y otra con todo el alcohol. Además de un congelador para el hielo y los refrescos. Por otra parte, han puesto en el salón pequeñas luces y dos grandes altavoces: una auténtica discoteca.

Llegaste tú 2 || GemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora