Capítulo 79.

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Jueves

Narra Sara.

Deslizo mi pulgar por la pantalla del teléfono, viendo una foto más. Sollozo, y un par de golpes en la puerta hacen que me sobresalte.

-Sara: ahora no papá -alzo la voz

Doy la vuelta en el colchón y me acurruco bajo las sábanas, pero hace caso omiso y escucho el forcejeo de la manilla.

Trato de retirar algunas lágrimas.

-Sara: no es momento para una de tus charlas -me anticipo

-Ana: ¿y para uno de mis abrazos? -cuestiona

Alzo la cabeza rápidamente al escucharla y rompo a llorar de nuevo mientras me levanto de la cama para fundirnos en un abrazo.

-Sara: perdóname por no contest...

-Ana: deja de pedirme perdón cada vez que me ves -noto como sonríe

Pero al separarme de ella me percato de que también está llorando.

-Sara: ¿qué ha pasado? -la miro asustada

Me imagino lo peor.

Mi amiga niega con la cabeza mientras seca sus ojeras.

-Ana: nada -se ríe tristemente- vaya mala racha llevamos, ¿no?

Mi risa acompaña la suya y me encojo de hombros agotada.

-Ana: pensaba venir a verte y tu padre me dio aún más motivos para hacerlo al llamarme -explica sentándose en mi cama

-Sara: ¿te ha llamado? -me sorprendo- ¿qué te dijo? -me siento junto a ella

-Ana: me pidió que viniera porque él ya no sabe qué hacer -confiesa con seriedad

El corazón se me encoge al oírla y dos lágrimas brotan de mis ojos casi sin quererlo. Absorbo por la nariz y mi mirada se pierde en alguna parte de mi habitación.

Llevo dos días refugiada en estas cuatro paredes, sin ir a clase. Solo he salido de ellas para ir al baño, ducharme y comer por obligación. Después de que Jesús soltara aquello el martes, perdí los pocos ánimos que tenía. Me limité a salir del instituto y le pedí por favor a Ana que no me siguiera, así que se quedó allí, dispuesta a tener una conversación con su chico. Por la expresión que se le quedó, juraría que para ella también fue un golpe bajo.

Llamé a mi padre y vino a buscarme enseguida. En cuanto me subí al coche comencé a llorar, y él comenzó a preguntarme. "Cualquier tipo de contacto que pudiera tener con los gemelos se ha acabado, ¿vale?" le dije, en un tono de voz algo elevado. Ahí terminó la conversación. Llegamos a casa y me fui directa a la cama. No bajé a almorzar y, a la hora de cenar, después de una gran insistencia por parte de María y un continuo rechazo por mi parte, me subieron la cena a la habitación. El miércoles por la mañana le dije a mi padre que no pensaba ir a clase, y no recibí respuesta por su parte. Después, cuando llegó a casa, prácticamente me obligó a ir al salón para comer todos juntos. Me dieron una charla que parecía no acabar, en la cual también terminé llorando. "Tienes que aprender a poner límites Sara, no puedes permitir que las cosas te afecten tanto", "el tiempo lo cura todo". Esa última frase fue irónica. Lo que consigue curar lo incurable es escuchar cómo Álvaro y Jesús se pican mientras Daniel me acaricia el pelo. Y eso ya no lo tengo.

Llegaste tú 2 || GemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora