Phoenix (Pandora #6)

By SofiDalesio

276K 41.2K 14.5K

Hay 3 hechos innegables: 1) Lionel desea matarme, nada lo detendrá hasta lograrlo. 2) Orlando Bright podría e... More

Pandora & Valentino disponibles en librerías
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27 (final)
Spin off (Disponible en mi perfil)

Capítulo 16

10.1K 1.4K 329
By SofiDalesio


Podría haber sido peor, seré sincera.

Dejando de lado el horrible hecho de madrugar para partir antes que saliera el sol, y lo inquietante que podía llegar a ser el silencio eterno de Lucio, en serio podría haber sido peor. Pero Alicia estaba absolutamente distraída con su móvil, Lucio escuchando un playlist que había puesto de Heavy Metal italiano (sí, al parecer eso existía, y era el gusto de un mafioso italiano), y yo solo podía ver por la ventana.

Si alguna vez has hecho un viaje de carretera por Escocia, entonces sabrás que no verás nada más que kilómetros y kilómetros de perfectos pastizales verdes. Y ovejas. Estaba segura que la cantidad de ovejas debía superar a la población nacional. Lo que era más ridículo, era que para que cada dueño pudiera diferenciar sus ovejas en caso que se mezclaran con las de su vecino, las marcaban con colores. Así que una podía estar tranquilamente intentando pensar en sus líneas, solo para ser distraída por una oveja azul. O roja. O verde...

—¿Estás segura que tu proveedor no nos delatará? —pregunté.

—¿El padre de tu novio es inglés? —respondió ella sin levantar la vista de su móvil y suspiré.

—Por favor no lo llames así.

—La realidad no cambiará solo porque llames de un modo distinto las cosas que no te gustan. Creo que Shakespeare dice algo así en una de sus obras. ¿No deberías saberlo?

—No tienes la menor idea de teatro clásico.

—No —confesó Alicia y se encogió de hombros—. Pero sé de hombres, y si te niegas a tratar a tu enemigo como lo que en realidad es para ti, entonces tan solo lo estás haciendo peor para tu chico. Él ya bastante debe tener con andar jugando a ser bueno, cuando su familia es responsable de todo esto que anda sucediendo, como para que tú te andes negando a llamar las cosas por lo que son, porque entonces estás negando una parte de él también.

—No es cierto.

—No se siente bien que los Bright prefieran pretender que no existo. ¿Verdad, Emma?—preguntó Alicia girándose para mirarme—. A mí no me importa, pero a ti sí. Puedes no estar de acuerdo con la vida que elegí, pero no me rechazas, y no te gusta que me traten como una paria. Es casi lo mismo. Las personas que forman parte de nuestras vidas, buenas o malas, también forman parte de nosotros. Que los Bright me renieguen, significa que te renieguen a ti todas esas travesuras que hicimos juntas, o nuestras charlas, o cualquier instante que compartimos una risa. Estás haciendo eso mismo con tu chico. Quizás no le guste su familia, pero fue criado por ellos, y durante años fue cómplice de sus actos al saber y callar. Que te niegues a llamar al enemigo por lo que es, significa que estás negando esa parte de él que por mucho tiempo encubrió los actos de su padre, fuera por miedo o amenaza o tal vez porque no le importó hacerlo, pero lo hizo. Entonces, hazle un favor, y no reniegues de nuestro enemigo, porque lo harás sentir peor sobre ese tiempo en que colaboró.

—No todo es tan sencillo como crees —dije.

—Ciertamente nunca lo es, pero la honestidad es la base de cualquier buena relación, y eso incluye llamar las cosas por lo que son. ¿Entonces?

—Sí, Lionel es inglés.

—Mi proveedor es escocés, y aborrece a los ingleses más que a cualquier otro ser vivo en la tierra. Así que no, no hará negocios ni cruzará palabra con el padre de tu chico, y será mejor que tú no hables o pierdas tu acento londinense si quieres que esta expedición sea útil.

—Los escoceses exageran —murmuré echando mi cabeza hacia atrás.

—Oh, por supuesto, mata a su reina para gobernar todo y espera que un pueblo no te guarde rencor por siglos.

—¿En serio vamos a meternos en ese tema? Porque los estadounidenses dejan mucho que desear en cuanto a relaciones internacionales, y mejor ni empezar con los italianos.

—No son tan malos —dijo ella restándole importancia con una mano.

—Dudo que los franceses digan eso —respondí.

—¿Pero con quién no se llevan mal los franceses? Básicamente tienen algo contra cualquier país limítrofe, y en especial con Inglaterra. Son muy quisquillosos, ese es el problema. Los crims franceses son lo peor.

Lo dudaba, aunque a esta altura estaca casi segura que Ethan sería capaz de decir lo contrario. No era como si siquiera pudiera mencionarle a Alicia el drama amoroso de mi hermano, o ella jamás lo dejaría de molestar con eso, y si el dato llegaba a Giorgio Difaccio, él ciertamente no lo utilizaría para burlarse de un modo inmaduro. En serio era un gran inconveniente esto de que mi prima fuera a casarse con el padrino.

—Por favor dime que no le andas contando a Giorgio nada de todo lo que anda sucediendo —susurré.

—Familia es familia, Emma. Nunca les haría daño.

—Eso no evita extorsiones. Créeme, no quiero volver a deberle un favor.

—A diferencia de lo que puedas creer, no comparto todo con mi prometido —respondió Alicia—. Y Lucio me tiene mayor lealtad a mí que a él. Es cosa de Brights, quedará como tal.

—Gracias —dije y suspiré con alivio.

—¿Algo más?

—¿Te suena de algún lado el nombre Antoine Ferrière? —pregunté y ella hizo una mueca.

—Psicópata. No quieres meterte en eso, créeme. Reinó Paris hasta hace unos años, detenido por el MI6, deberían haberlo ejecutado.

—No puede ser tan malo.

—¿Sabes cuáles son los crímenes que más pagan en este mundo, Emma?

—¿Sicarios? ¿Tráfico de drogas? ¿Trata de blancas?

—El morbo —dijo Alicia simplemente—. Ese que todos preferimos ignorar y pretender que no existe, porque nadie quiere saber de ese tipo de crímenes, ni siquiera yo, ni siquiera tú para detenerlo. ¿Sabes cuántos millones son capaces de pagar los seres más depravados, con tal que proveas material para sus fantasías? Denaro del diavolo, así es como Giorgio lo llama. No quieres saber lo que hace Antoine Ferrière para ganarlo, y tampoco quieres estar cerca de él.

—Podría estar colaborando con Lionel —dije.

—No veo el motivo. Ningún crim se alía con otro si no hay una buena paga de por medio, y créeme que a Antoine no le interesa el dinero.

—Libertad.

—Es un psicópata, no colaboraría por propia voluntad solo por sacarlo de la cárcel. Tiene el poder como para permitirse eso.

—Venganza —corregí y Alicia cerró los ojos al inspirar.

—Entonces, si ese es el caso, es mejor evitarlo. No queremos estar cerca de una persona como él.

—¿Tan terrible es?

—Sé lo que piensas de Giorgio, y él es un niño de guardería en comparación.

Bien, lo entendía, nada relacionado con Antoine si Giorgio era inofensivo en comparación. ¿En qué había estado pensando Diana al meterse con un sujeto así? No había pensado, ese era el problema, porque ella había sido una niña pequeña viviendo en las calles y él un joven prometiéndole protección y luego... Alejé esos pensamientos enseguida. ¿En qué había estado pensando Ethan al meterse con un sujeto así? En que la chica que amaba debió haber vivido con miedo mientras Antoine estuvo libre, y ahora no debía ser distinto.

El aburrido recorrido por Escocia se extendió durante horas hasta llegar a Edinburgh. Tan solo había visitado la ciudad en una ocasión el verano pasado en compañía de mi hermano, pero seguía luciendo como si hubiera salido de un cuento de hadas con sus construcciones antiguas y leyendas urbanas. Era difícil imaginar que fuéramos a negociar con un criminal en una ciudad que alababa la estatua del perrito Bobby.

Discretamente toqué a Bobby al pasar a su lado. Mito o no, necesitaba toda la suerte posible de mi lado, incluso si implicaba cumplir con tal niñería. Las calles de Edinburgh eran demasiado atestadas en la parte vieja, los turistas caminando sobre los adoquines, los autos paralizados por horas en una misma manzana. Lucio nos seguía de cerca mientras avanzábamos por la avenida, Alicia distraída observando las vitrinas de los locales en vez de lo que fuera que debiera buscar.

—Estoy bastante segura que eso no es lo que estamos buscando —dije cuando Alicia se detuvo frente a la vitrina de una juguetería.

—¡Pero es una Nimbus dos mil autografiada! —gritó ella e hice una mueca cuando me miró con horror ante mi falta de entusiasmo.

—Por favor no me mates... —susurré.

—¡Eres inglesa! ¿Cómo es posible que no te guste Harry Potter?

—Oh vamos, han pasado años de eso.

—¡No tuviste infancia!

—La tuve, solo que leía Doyle, y Christie, y Poe...

—Has fallado como inglesa —dijo Alicia retrocediendo un paso.

—Me pregunto qué dice Giorgio de tu fanatismo —murmuré cogiendo su mano y tirando de ella lejos—. Y este tipo de cosas, luego llevan al fascismo. Puede no gustarte un libro, o un género, o algo que a todo el mundo le guste, y no por eso es un crimen. Prefiero el misterio.

—No tuviste infancia —repitió Alicia con horror y resoplé.

—Si no hubiera crecido con Holmes, Poirot y Dupin la situación sería mucho peor. Así que agradece que aspiré a su lógica y raciocinio, y no otra cosa.

—Eres aburrida.

—Estoy paranoica, estresada y al borde de perder el control con todo lo que anda pasando.

—Y dramática —agregó Alicia—. Culpo al asunto de ser actriz.

—¿Lo dice la chica que fue a un campamento circense por años?

—Y qué útil que resultó ser al final cuando debes escapar de escenas del crimen.

Suspiré, era en vano intentar discutir con ella. Alicia jamás daba un argumento por perdido. Tampoco me sentía del todo cómoda siendo consciente de Lucio caminando un paso detrás de nosotras, siguiéndonos como una sombra y atento a cada movimiento de mi parte. Sabía que no debía juzgarlo, solo él sabría qué amenaza le habría hecho Giorgio para que cumpliera con su trabajo a costa de cualquier cosa, pero, por favor, el mayor daño que podría hacerle a mi prima sería incitarla a abusar del azúcar a semanas de tener su vestido de novia.

No pude detenerla cuando se metió dentro de una barbería, murmurando algo sobre al fin haberla encontrado. Resoplé con resignación antes de seguirla. A veces, ir tras Alicia, era igual que perseguir un niño. Imprevisible, enérgica y extremadamente distraída. Lucio ni siquiera se detuvo a cuestionarla. Él tenía una paciencia impresionable, eso era innegable.

—Estoy bastante segura que tenemos un horario para regresar, y no lo cumpliremos si seguimos haciendo paradas en el camino —comenté en italiano mientras ella no dejaba de avanzar hacia el final de la tienda—. Yo no pienso enfrentarme a la abuela por llegar tarde.

—¿Tienes idea de cuánto cuesta el contrabando en Edinburgh? —respondió Alicia.

—¿Los crímenes cuestan?

—Por supuesto que lo hacen. Como cualquier negocio, debes invertir para obtener algo en retorno. Y Edinburgh es una de las ciudades que cotiza más bajo. Algunos tienes paraísos fiscales, nosotros tenemos este cielo. Trescientas libras. Eso es lo que cuesta montar un contrabando aquí, una verdadera ganga. E imposible de encontrar, así que tienes que prometerme silencio.

—No comprometo a mis contactos.

—¿Sabías que la ciudad está construida sobre un laberinto interminable de bóvedas? Bóvedas, tras bóvedas, sobre bóvedas, hay como tres pisos o más allí abajo. Creo. Y puedes comprar una, por solo trescientas libras —continuó Alicia—. Hay tantas, que es imposible encontrar una si no sabes cuál buscas o dónde está la entrada. Y muchas están conectadas entre ellas, así que son fáciles rutas de escape. Espero no le tengas miedo a los fantasmas.

—No existen tales cosas —dije enseguida.

—Pues deberías ser uno, no queremos quede ningún registro de tu pequeña incursión al lado oscuro, y recuerda lo del acento —dijo Alicia deteniéndose frente a una puerta—. Mirada abajo.

Había notado la cámara incluso antes que ella me lo indicase. Clavé mi mirada en el suelo, feliz de no haberme quitado mis lentes de sol. No, ciertamente no quería que quedara prueba alguna de lo que andaba haciendo. Alicia llamó a la puerta y murmuró algo lo suficientemente bajo por el intercomunicador como para que yo no escuchara. Incluso en familia, no existía tal cosa como la confianza absoluta.

La puerta se abrió enseguida y seguí a mi prima dentro de unas escaleras demasiado estrechas y oscuras. El ambiente apestaba a moho y humedad, la piedra se sentía resbaladiza debajo de mis botas y temía que un paso en falso me haría caer hasta el fondo, lo cuál sería demasiado trágico para mi aspecto y orgullo. De niña, Ethan me había dicho que Edinburgh era como una cama, con las personas viviendo tranquilas y felices en su superficie, pateando todo lo indeseable o que no sabía donde poner debajo. Una ciudad construida sobre miles de cajas, cada una conteniendo algo más misterioso y aterrador que la anterior.

Alicia cogió su móvil para iluminar el camino, yo solo podía preguntarme cómo se las arreglaba para caminar con tan delgados tacones Armani. ¿Cómo siquiera había terminado metida en esto? Pero alguien debía chequear que ella trajera todo lo solicitado y nada más, y Alicia solo confiaba en mí. Las pocas horas que había logrado dormir no me permitían apreciar del todo el honor de que ella solo me quisiera a mí a su lado.

Para mi sorpresa, lidiar con un contrabandista no era muy distinto a lidiar con un vendedor callejero de bolsos falsos. No había muchas diferencias. Ambos operaban en rincones oscuros de la ciudad, pero fáciles de encontrar para quienes buscaban. Cargaban mochilas con sus vienes dentro, y no dudaban en exponerlos para un potencial comprador, pero también eran capaces de recoger todo y huir en un parpadeo ante la menor señal de la ley. Solo aceptaban efectivo, eran capaces de cualquier cosa con tal de no perder una venta, y básicamente intentarían estafarte si no eras dura negociando.

Me detuve un instante solo para ver la luz filtrándose a través de diminuto agujeros en el techo. La vida seguía allí arriba, del otro lado de pequeños cuadrados de cristal, clientes entraban a la barbería y demás tiendas encima sin ser conscientes de lo que sucedía debajo. Alicia me hizo seguirla por tres bóvedas, teniendo que agacharme o trepar a causa de los pasadizos que la conectaban.

—Hook —dijo Alicia deteniéndose frente a un hombre—. Vamos a hacer esto rápido y bien. Me das lo que pido, o mato a tu proveedor.

Ella extendió una lista escrita a mano de todos los pedidos de la familia Bright. Hook la miró con aburrimiento desde donde estaba sentado contando un fajo de billetes, pero terminó por ponerse de pie de mala gana. Lucía como si estuviera en sus treinta, demasiado pálido por su vida subterránea y con el cabello húmedo pegándose a su rostro por el sudor.

—¿Giorgio mataría a su propio proveedor? —preguntó Hook apenas fijándose en nosotros con desinterés.

—Mataría a nuestro mayordomo si yo se lo pido —respondió Alicia—. Ahora haz lo que digo, o dejaré de sentirme tan generosa como para comprar a través de ti y te quedarás sin comisión.

—¿Quieres también un bolso con la compra?

—Tenemos el nuestro —Alicia chasqueó sus dedos, y enseguida Lucio se adelantó cargando un gran bolso vacío y entregándoselo a Hook.

—Esto está fuera de tu gusto habitual —comentó él.

—Me gusta experimentar cosas nuevas.

—¿Y tu amiga?

—Soy las cosas nuevas —respondí sonriendo.

Hook tragó en seco ante mi sugerente sonrisa y enseguida se puso a buscar los objetos. Alicia apenas fue capaz de ocultar su risa. Algunas veces, los hombres eran demasiado fáciles de distraer. Casi se sentía como estar yendo de compras, de no ser porque el sujeto estaba poniendo en el bolso artefactos que ni siquiera yo sabía del todo qué eran. Chips, placas de computadoras, lo que parecía una radio, algunas armas...

—Me he quedado sin el codificador que quieres. ¿Puedo ofrecerte un Enigma? —preguntó Hook.

—Que no tenga costo extra —respondió Alicia.

—Estás comprando chatarra, cara.

—El vintage está de moda —dije con sencillez—. Un Enigma está bien.

—¿Algo más? —preguntó él dejando el bolso cargado delante de nosotras.

—Tienes otro cliente —dijo Alicia.

Ella sacó un sobre del interior de su chaqueta y lo extendió para que Hook lo cogiera. Fue un instante, pero reconocí la letra enseguida por más que no llegué a ver el contenido de la carta una vez que Hook la sacó. Los secretos eran inevitables, y eran sanos. La intriga era necesaria para que uno no se aburriera al saberlo todo, tan solo... No imaginé que recurriría a Alicia.

—¿Ahora andas trabajando con Janus? —Hook arrugó el papel al guardarlo dentro de un bolsillo.

—Solo un recado —Alicia se encogió de hombros.

—Nada es solo un recado con ese sujeto —él suspiró al sacar una pequeña caja de su improvisado mostrador—. Es todo lo que tengo de momento, debería bastar para lo que sea que esté pensando. No efectivo, pero comprará unas horas. ¿Se lo dirás?

—¿Temes disgustarlo? —preguntó Alicia con diversión.

—Siempre témele al hombre de dos rostros. Es un intermediador, y nunca sabes quién está al otro lado del trato.

—Entonces espero por tu bien que no intentes estafarlo —comenté.

—Un cliente siempre es la prioridad —dijo Hook—. Aquí está todo.

Alicia contó los billetes con aburrimiento antes de darle el monto que él había anotado en un papel. Esas eran demasiadas libras, pero tal vez pasado un nivel de delincuencia los miles parecían números corrientes. Si debía ser honesta, estaba más interesada en aprender el criminal arte de saber cuánto dinero tenía en mano con el simple hecho de sentir su peso. Hook asintió conforme y Lucio cogió el bolso ahora lleno.

Subimos las escaleras y salimos de la barbería como si no hubiera pasado nada. Definitivamente el mundo no había cambiado por visitar a un contrabandista en las catacumbas. ¿Cuántos secretos similares existían de este modo, a plena vista, y aun así invisibles, incluso para los espías? Alicia estaba regodeándose, como si de algún modo fuera superior por conocer esos secretos. Guardé silencio hasta que subimos de regreso al auto.

—No sabía que Jack te había pedido algo —dije.

—Una vez un criminal, siempre un criminal —comentó ella cruzando sus piernas y extendiendo un brazo para que Lucio le entregara una paleta.

—Él no es así.

—Déjame decirlo de otro modo —respondió Alicia mirándome—. Tú tampoco cumples todas las reglas. Una vez que estás acostumbrado a hacer las cosas a tu modo, es difícil que te pongan del todo una correa.

—No me importa lo que haga, solo no lo metas en problemas.

—Eres demasiado seria, Em —dijo Alicia y suspiró al mirar por la ventana—. Giorgio tampoco me dice cuando hace cosas muy peligrosas, algo sobre que no quiere preocuparme o que yo corra el riesgo también. Los hombres son necios en eso. Pero no te preocupes, te hará saber si necesita ayuda. Aquellos que no piden ayuda en este mundo no suelen vivir mucho. Creerse invencible es una de las mayores debilidades.

—Jack sabe cuidarse —murmuré.

—Eso parece. Déjame recordarte que, de todos nosotros, es quien mejor conoce al enemigo. Quizás sea quien lo venza.

—Lo dudo —admití—. No quiere matarlo, y temo que esa será la única forma de deshacernos de Lionel.

—Yo puedo disparar —sugirió ella y reí.

—No te quiero cerca de ese sujeto.

—Y yo no quiero que te ausentes a mi boda —dijo Alicia y me mostró su móvil—. Ahora, necesito tu ayuda para elegir el color del centro de mesa. Temo que mi asistente es un inútil y terminaré por despedirlo si no se puede ocupar durante mi ausencia.

Temía que Giorgio fuera a dispararle en la cabeza como modo de despido, por lo que cogí enseguida el móvil para poder ayudar a Alicia. ¿Cómo hacía ella para planear una boda en medio de semejante caos? Pero su mente estaba muy lejos, preocupándose por el clima de Sicilia dentro de unas semanas, y no en la actual amenaza de muerte. En su defensa, mi libreto estaba en mi bolso también, como si siquiera hubiera una obra para la cual memorizas mis líneas.

El viaje de regresó resultó más rápido, o tal vez las distracciones fueron mejores. Ya era casi el atardecer para cuando estuvimos de regreso en la residencia Bright. Lucio cargó la mercancía al interior, Alicia continuó intercambiando mensajes con su prometido, y yo solo podía lamentarme por mi efímera visita a Edinburgh sin siquiera haber podido comprar un tartan para el invierno.

Por supuesto, las interminables horas sentada de viaje de carretera no habían sido suficientes para este día. El griterío me recibió tan pronto como crucé la puerta principal. ¿Esta familia no podía estar un día sin que dos miembros discutieran? Pero había algo casi acogedor en ello. Las grandes familias discutían siempre, y yo tenía una. Luego de años de clases para evitar soledad y prácticamente vivir sola en el departamento, ahora había ruido y voces y demás personas que compartían mis peculiaridades, aunque eso implicara al Servicio Secreto.

El abuelo estaba gritando, eso no estaba bien. Me sumé en la sala y me senté en el borde de una ventana mientras intentaba descifrar qué estaba sucediendo. Alicia frunció el ceño con disgusto, pero continuó escaleras arriba como si el asunto no le interesase. Mamá y la abuela estaban sentadas a un lado tomando té, posiblemente imitando mi estrategia a esperar que los hombres dejaran de gritar y el orden se restableciera. Jack permanecía a un lado, demasiado concentrado en sus propios pensamientos para participar de lo que fuera que estuviera sucediendo entre John, Ethan, papá y el abuelo.

Debían llevar así un buen rato, y el hecho que los cuatro estuvieran hablando a la vez hacía que fuera imposible distinguir palabras. Estaba demasiado cansada del viaje como para esforzarme por entender. Había una computadora portátil en medio de la sala, al parecer John había logrado hacerla funcionar y conectarla a la red sin ningún tipo de hackeo o localización posible.

Jack se fijó en mí. Me encogí de hombros sin tener la menor idea de lo que estaba pasando. Él suspiró y cogió la computadora en su camino antes de sentarse a mi lado. Deseaba preguntarle qué clase de plan tenía en mente como para usar a Alicia de intermediario con un criminal, y a la vez tal vez fuera mejor no saber. Yo tampoco le había dicho todas las cosas que estaba haciendo, o la carta que estaba esperando.

—Tenemos un problema —murmuró él.

—¿Qué tan grave? —pregunté.

—Bastante —Jack giró el ordenador para mostrarme lo que parecía un video y un primer plano de un joven con la mirada completamente enloquecida y enmarañado cabello rojo—. John consiguió conectarse a la intranet del MI6 y esto está en todas partes.

—No veo el problema —dije y fruncí el ceño en concentración al ver el fondo—. Esas sogas colgando... Las he visto antes. ¿Quién es?

—Ese es Antoine Ferrière, y acusó frente a todo el Servicio Secreto a tu hermano de traición por encubrir a una criminal —respondió Jack y sentí mi sangre congelarse ante lo que eso implicaba—. El video lleva días circulando. No podemos eliminarlo, y aun si fuera posible, ya es tarde. Está cargado en la propia red social de los hombres de traje.

—¿Fue Byte?

—Seguro.

—Tiene sentido. Lionel no podía rastrearnos, así que usó el Internet para atacarnos sabiendo que no podíamos acceder a este por seguridad —susurré, todavía intentando comprender por qué el escenario me resultaba familiar—. Antoine está aliado con él.

—Ese no es el problema —dijo Jack y lo miré con preocupación.

—¿Qué puede ser peor que esto? Mi hermano podría perderlo todo por esto, incluso su libertad si va a juicio. Antoine y Lionel tienen las pruebas para demostrar que es culpable, y ya sabes cuán sensibles son los hombres de traje en cuanto a traición.

—Es peor que eso. ¿Tienes auriculares? —preguntó él y asentí al sacarlos de mi bolso—. Bright, no sabemos dónde fue filmado, ni cuándo, así que lo que veas...

—-Lo sé, soy una chica grande. Ya sucedió, estoy viendo algo del pasado, no hay nada que hacer —respondí a la ligera.

Cogí la computadora y la puse sobre mi regazo. Eché una última mirada al caos de discusión que era mi familia antes de conectar los auriculares y fijarme en la pantalla. Esto no podía estar sucediendo. La reputación de Ethan era impecable, y prefería no imaginar el modo en que podrían reaccionar los hombres de traje ante esta acusación, sobre todo ahora que Scarlet ya no estaba para cubrirnos las espaldas y defendernos. Inspiré hondo y toqué el botón de reproducir.

—Hey, Ethan, colega. ¿Dónde estás? Llevo semanas buscándote —comenzó Antoine en francés con una amplia sonrisa como si le estuviera hablando a un amigo—. Bueno, no exactamente yo. Te dije que saldría de esa prisión, y que lo primero que haría sería vengarme de ti. Cumplo mis amenazas, así es como mantienes el poder. Tú y yo tenemos algo pendiente, entonces tal vez sea mejor eliminar el problema de raíz. Y escúchame muy bien, infeliz, porque quiero que sepas que por cada miserable segundo que me ignoras, haré que te arrepientas el resto de tus días —Antoine se acercó hasta que solo sus dientes eran visibles—. No dejas que el gatito que recogiste de las calles vuelva al cruel mundo exterior. ¿O no sabes lo frágiles y fáciles de herir que en realidad son? —susurró él—. Solo unas horas jugando, y ya está gritando tu nombre y suplicando que la salves. ¿Cuánto la harás esperar, pequeño príncipe? ¿Cuánto crees que duraré yo antes de aburrirme y ponerle fin al juego? Te estaré esperando. Solo piensa en todo lo que puedo hacer por cada minuto que no estás aquí. Tantas posibilidades...

Pausé el video. No porque sus palabras casi me causaran escalofríos, o porque esto fuera una provocación directa a Ethan. Tampoco por el hecho que, como Jack me había recordado, esto había sido grabado hacía días, por lo que habían pasado más que simples minutos desde esa amenaza. Ni siquiera porque Antoine se alejó en ese momento, revelando detrás un delgado cuerpo con su ropa rasgada y cubierta de sangre, el rubio cabello hecho un desastre.

Mi corazón se encogió al saber que Diana no había estado evitándonos, pero no tanto como lo hizo al reconocer las coloridas líneas del sucio suelo. Tenía sentido, Antoine podía ser el intérprete en este momento, pero Lionel el titiritero detrás, y él estaba tratando de arruinar cada aspecto de mi vida que pudiera, incluso aunque implicara retorcer lugares donde había sido feliz y normal para recordarme que eso nunca regresaría.

—Ese es el gimnasio de mi escuela —murmuré.

Jack se apresuró en sisear para que callara y cubrirme los labios con su mano, pero era tarde, porque Ethan había callado y me estaba mirando. Él me había escuchado. Había esperado que descifrara lo que ciertamente ningún otro había podido, porque solo yo entendía lo que Lionel quería hacernos. Y mi hermano había sido más astuto, pretendiendo estar metido en la discusión, cuando en realidad había estado absolutamente atento a mí para que le diera la respuesta que deseaba.

Y ahora que Ethan sabía el donde, dudaba que pudiera detenerlo de ir directo a una trampa.

*********************************************************************

Por favor no te olvides de dejar tu voto, y puedes encontrar más historias de todo tipo en mi perfil.

Continue Reading

You'll Also Like

39.9K 318 1
2164, Sudamérica. Venarg es un país en reconstrucción producto de una guerra que tuvo lugar hace veintidós años, cuando un pueblo, cansado del modelo...
87.7K 9.4K 58
-¿Tú que quieres? -Morir, ¿y tú? -Que no mueras. ~~ #280 Historia corta 11/05/2020
83.7K 5.7K 32
Sus ojos cambian de color según cómo ella quiera. A veces eran verdes, a ella le gustaba ese color. Otras veces era de color lila, como el cielo de s...
2.8M 278K 133
Ella siempre tomaba el metro para ir a la universidad... Un día subió un nuevo pasajero. Ella se fijó en él. Él no se percataba de ella. Ella...