Ángel Guardián

By Dreamscanbetrue

202K 8.9K 700

[GANADORA PREMIOS WATTY 2014. Categoría: Fantasía, Ciencia- Ficción: En ascenso] ... More

Capítulo 1
Capítulo 2: Mitchie
Capítulo 3: Horario
Capítulo 4: Kalie
Capítulo 5: Los ángeles guardianes
Capítulo 6: Advertencia
Capítulo 7: (Parte I) Preparación
Capítulo 7: (Parte 2) Preparación
Capítulo 8 (Parte 1)
Capítulo 8 (Parte 2)
Capítulo 9: Excluido
Capítulo 10: El Observatorio.
Capítulo 11 (Parte I)
Capítulo 11 (Parte 2)
QUIZ PARTE UNO
QUIZ PARTE DOS
QUIZ PARTE TRES
BOOKTRAILER :D
Capítulo 13
Capítulo 14 (Parte 1)
¡10.000 leídos!
Capítulo 14 (Parte 2)
Capítulo 15 (Parte 1)
Capítulo 15 (Parte 2)
Capítulo 16
Capítulo 17 (Parte 1)
Capítulo 17 (Parte 2)
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Epílogo
¡Finalista a los Premios Watty 2014!
¡Votaciones abiertas!

Capítulo 12

5.6K 272 10
By Dreamscanbetrue

Dejo la cuchara sobre la bandeja ya vacía, y observo a Kalie morder con avidez un trozo de manzana.

—¿Qué tal te salió?— pregunto de improvisto.

—¿Qué tal me salió el qué?— pregunta, tapándose la boca con la mano. Veo el movimiento de su garganta al tragar— ¿La Prueba?

Asiento con la cabeza y nos levantamos, cargando con nuestras bandejas entre las manos. Ella esboza una tímida sonrisa.

—Supongo que lo justo para estar viva— contesta, arrugando la nariz.

Sonrío de oreja a oreja.

—Esa fue mi misma respuesta— respondo, riendo.

Dejamos los platos sobre la torre vacía y salimos del comedor, dejando el sonido de las alegres charlas a nuestras espaldas, y cambiándolo por el tranquilizador silencio que reina en los corredores.

­—Por cierto­— interrumpe mis pensamientos Kalie, esbozando una sonrisa de complicidad— ¿Qué estabas haciendo antes?

Creo que sé exactamente a qué se refiere, pero aún así doy largas a la hora de responder.

—¿Antes? ¿Cuándo?

—Ya sabes… Cuando te quedaste a entrenar.  ¿Qué hiciste?

—Entrenar— le miro como si fuese una respuesta obvia.

—No te hagas la loca, Leia. Se oían voces— insinúa, esbozando una sonrisa cual Lucifer.

—Era yo. Hablo sola. Un efecto marginal de tener pocos amigos.

—Seguro.

—De todas formas… ¿Nos estabas espiando?

Las mejillas de Kalie adquieren una tonalidad rojiza rápidamente.

­—Emm… no. Solo estaba de paso— gira la cabeza hacia otro lado, y evita mi mirada penetrante. —Vale, solo los primeros minutos…— de pronto, su rostro se ilumina, y me doy cuenta de mi error demasiado tarde— Espera, ¿has dicho “nos”?

Maldigo entre dientes por mi estupidez.

—¿Qué? No. Has entendido mal. Claramente he dicho “me”.

—Claramente no— me contradice, con aires de superioridad. Kalie me pincha con un dedo en el costado, y ahogo una risita— Leia…

Vuelvo la cabeza hacia ella, sonriéndole con vehemencia. En el rostro de Kalie hay una fingida expresión de súplica y pena; ojos grandes y un puchero.

—No me estás dando pena— canturreo en su oído, y ella me da un golpe amistoso en el hombro.

—¡Eres una mala amiga!— se queja. Ahora soy yo la que sonríe con maldad.

—Solo un poquitín— indico, guiñándole un ojo.

Doblamos una esquina.

—Bueeno, me has convencido— cedo, alzando las manos en gesto de rendición— Estuve entrenando…

—Hasta ahí yo también llegaba—me corta, impaciente.

—… con Castiel− finalizo.

Incluso en la oscuridad, puedo ver los ojos de Kalie abrirse como platos.

—¿Qué?

—Que estuve…

—Lo había entendido, gracias— replica ella— Me refería a ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿De verdad soy tan ignorante como para no haberme dado cuenta?

—Un poco ignorante sí que eres— le pincho, divertida. Kalie me saca la lengua— Pero esta tarde fue la primera vez. Me dijo que me comportaba como una “novata”—miento. Lo que realmente dijo fue que era débil, y que no lo conseguiría así. Aunque eso mi amiga no tiene porque saberlo. Ante esto, Kalie pone los ojos en blanco— Quiso ayudarme. Simplemente me ofreció algo de ayuda.

Algo en los ojos de Kalie denota que no ha quedado totalmente satisfecha con mi respuesta, pero, si estoy en lo cierto, no da muestras de ello. En vez de responder, ambas llegamos al espacio frente a su puerta, y nos despedimos hasta el día siguiente.

La puerta a mi espalda se cierra con un chasquido y sigo avanzando hasta llegar a la mía, que ya solo ocupamos Kass y yo. Un ambiente más solitario que  dos días atrás reina en nuestra habitación, y no por primera vez desde que se fue, me permito hacer cábalas sobre el paradero de mi amiga.

¿Habrá llegado Mitchie a algún lugar seguro? ¿La habrá acogido la gente de la que hablaba Castiel? Y la más importante de todas: ¿Estará bien? Castiel me aseguró que sí, pero podría haber sido una estratagema para evitar que me castigase más a mí misma. ¿Y quién podría culparle, de todas formas? Si yo hubiese estado en su lugar, probablemente habría hecho lo mismo.

Dejo caer las zapatillas al suelo, y al poco tiempo las sigue también mi ropa, agrupándose en un desordenado montoncito al pie de mi cama. Me dejo caer sobre mi colchón, y hundo la cara en la almohada. Dejo la puerta sin colocar el cerrojo para que la otra chica entre si quiere. Pero si lo hace, no la oigo. Y así, vestida solamente con la ropa interior, me sumerjo en un ajetreado sueño en el que puedo, al fin, olvidarme de todo durante unas horas.

Me despierto con el suave zarandeo de alguien en los hombros, y me incorporo sobresaltada. Solo es Kass, apoyada en la barra de metal de mi litera, con aspecto impaciente.

—Vamos Leia, despierta— insiste, en voz baja.

—¿Ya es de día…? — gimo, y alcanzo a poner la linterna de mi reloj. Resulta ser una tarea difícil, porque me cierran los ojos. Pero al fin lo consigo, y distingo la hora: las seis menos veinte de la mañana. Falta cuarenta minutos para la hora corriente de levantarse— Kass. ¿Qué diablos…?

Ella se anticipa a cualquier muestra de enfado por mi parte, y se apresura a explicarse:

—Ayer, cuando os fuisteis, Marcus adelantó la hora de la Prueba Mental de hoy a las seis, para después no tener así el resto de la mañana “inutilizada”— Kass hace un gesto desdeñoso con la boca— Nos conviene estar en la antesala algo antes de la hora, por si acaso.

Mientras ella habla voy levantándome y estirándome, cosa que lleva su tiempo. Cuando ella termina su discurso, lo primero que se me ocurre preguntar es:

­—¿Nos hemos perdido el desayuno?— ahogo un bostezo.

Kass suelta una carcajada que resuena en la silenciosa habitación.

—No, todavía no— asegura, sonriendo bajo la tenue luz— El desayuno ha sido programado para después de la prueba.

Por un lado, la idea me reconforta; al menos no echaré toda la comida fuera. Por el otro, me muero de hambre. Pero entonces recuerdo que puede que haya personas en este recinto que anoche tomaran su última comida, y se me revuelve el estómago, anulando las anteriores ganas de comer.

Observo que Kass ya está totalmente vestida y preparada para salir, y siento, aunque no encuentro el motivo, que debería enfadarme con ella por ello. Pero en vez de eso, me paso la primera camiseta que encuentro por la cabeza y pregunto:

—¿Hay alguien más que no sepa lo del cambio de horario?

Kass se lo piensa antes de responder:

—Creo que no. Solo tú, y la chica que salió contigo— dice— El resto nos quedamos al menos un par de minutos más, cuando Marcus dio el anuncio.

—¿Y ella lo sabe?— alcanzo un par de calcetines y me los pongo.

—¿Tu amiga? Es probable. Sus compañeras se lo dirían anoche. La única razón por la que yo no lo hice fue por no despertarte; cuando llegué ayer ya dormías, y parecías tan cansada que decidí contártelo por la mañana. No creí que te importara.

—Y no lo hace— coincido yo, agradecida de que lo hiciera— Aún quedan diez minutos para las seis, ¿nos vamos ya?

—Vale. ¿Llevas tú la llave?— me encojo de hombros y ella me la lanza desde el otro lado de la habitación. En ese momento me pregunto cómo entró anoche si yo tenía la llave, pero entonces recuerdo que no cerré por completo la puerta, y me quito un peso de encima. Kass apaga la luz y ambas salimos de la habitación, solo deteniéndome un segundo a dar dos vueltas a la llave.

En el pasillo ya hay muestras de actividad: Aspirantes pasando de una habitación a otra, o yendo de aquí a allá, lo que me confirma que Kass no mentía. O eso, o todos se han levantado temprano por una razón desconocida. Por un momento me temía que me estuviese tendiendo una trampa como Mitchie y yo hicimos, pero descarto la idea.

Por el camino nos encontramos a los miembros de la habitación siete, y Kass y yo nos separamos. Una Kalie muy somnolienta, con profundas bolsas bajo sus ojos caídos y el pelo revuelto me saluda, y ambas caminamos en silencio. Yo debo tener un aspecto parecido, pero mi amiga no comenta nada al respecto.

Seguimos a la silenciosa fila de adolescentes hasta la sala en la que esperamos tras nuestra primera Prueba Mental, que han acondicionado para la ocasión. Esta vez, media docena de largos bancos y algunos asientos disueltos por toda la sala han sido dispuestos para la espera de nuestro turno. También hay algunas mesitas habilitadas aquí y allá. Kalie y yo acercamos un par de butacas de plástico rígido a una de ellas, y esperamos a la llegada del resto de Aspirantes.

Cuando estamos todos —incluidos Marcus, y el resto de Aspirantes tardíos— Se abre la puerta y comienzan a llamar a gente, de uno a uno, dejando un intervalo de tiempo entre uno y otro. Alrededor de veinte minutos después de que el primer Aspirante entrase, llaman el segundo. Y lo mismo ocurre con el tercero. La lista está organizada alfabéticamente, y el saberlo me desespera. No solo seré de las últimas en entrar, pues hay pocos apellidos que empiecen de “s” en adelante, sino que también seré de las últimas personas en salir. Si es que salen, claro; ya han entrado cuatro Aspirantes y todavía no ha regresado ninguno a esta sala. Tampoco hay rastro de Marcus ya. Supongo que habrá otra salida allá dentro, alguna que ninguno de nosotros sabíamos hasta ahora.

En algún momento Kalie se levanta, y se despide de mí con un gesto. La detengo un segundo agarrándola del brazo.

—¿Te han llamado?— Es una pregunta muy absurda, pero se me escapa antes de que pueda pensarlo.

Kalie señala con la cabeza a la enfermera que espera en la puerta de entrada al otro lado de la sala, golpeando con el pie el suelo, impaciente, y cargando con un pequeño tablerillo con lo que supongo que serán nuestros nombres.

Se encoge de hombros con una sonrisa de disculpa, me dedica un último gesto y se marcha, dejándome de nuevo sola con mis pensamientos.


Pasa más de una hora y media hasta que oigo mi nombre, me giro hacia la puerta a medio incorporarme, y me sorprende no hallar a nadie allí. En vez de eso doy media vuelta y me encuentro cara a cara con la sonrisa burlona de Castiel. Miro a un lado y al otro, pero el resto de Aspirantes está tan perdido en sus propios intereses que ni se percata de su repentina aparición a mi lado.

—¿Qué haces aquí?— pregunto, con la curiosidad corroyéndome por dentro.

Castiel se encoge de hombros.

—Quería ver cómo era esto— hace una mueca. Me parece un razonamiento muy pobre— Y también tenía que darle esto a Marcus, ¿Sabes dónde está?

Alza una gruesa carpeta malamente envuelta en papel marrón y levanta las cejas. Eso me cuadra más.

—Se fue cuando comenzó la prueba. Creo que por esa puerta­— digo, señalando el lugar por donde entramos pero no salimos.

Castiel hace ademán de levantarse, pero se vuelve a sentar a mi lado un momento.

—¿Ya la has hecho?

—Si la hubiera hecho no estaría aquí, ¿no?— respondo, burlona.

Él no parece acatar el sarcasmo.

—No tengo ni idea. No me preguntes sobre estas cosas— confiesa, y de repente se inclina hacia mí como si contase un secreto— ¿Un consejo? Mientras dure el efecto de la disolución mantén los ojos abiertos y fijos en un mismo punto de la sala, e intenta moverte lo mínimo posible. La computadora está programada para calcular la velocidad de los latidos del corazón. Y además, tengo entendido que ayuda a soportarlo.

Sonrío con amargura.

—¿Y qué puedes saber tú, si nunca has hecho una prueba así?

Parte de la calidez de sus ojos se evapora de golpe, y su mirada se vuelve dura de pronto.

—He hecho más cosas de las que te podrías imaginar, Leia, así que no hables sin saber.

Me sonrojo y murmuro una disculpa apresurada. No entiendo por qué le ha molestado tanto un simple comentario. El rostro de Castiel recupera expresividad, y suspiro, aliviada.

—Tienes un aspecto horrible, ¿Lo sabías?— dice Castiel, observándome con la sombra de una sonrisa en su rostro.

—Supongo que tú tampoco tendrías tu mejor aspecto recién levantado, a las seis de la mañana— me excuso, aunque soy consciente de que voy hecha un desastre.

­—En eso te equivocas; yo siempre estoy a punto— se pavonea, con un gesto de superioridad.

—Claro, como eres míster perfecto en todo…— ironizo, poniendo los ojos en blanco— ¿Y qué llevas en esa carpeta, de todos modos?— cambio de tema.

Castiel esboza una sonrisa enigmática.

—No te lo puedes ni imaginar— dice, con una mueca de superioridad.

—Tú tampoco lo sabes, ¿He acertado?

—En el blanco— contesta, con aire compungido. Observo manos hacer girar hábilmente el paquete; son manos de dedos largos, y llenos de callos y durezas, visibles aun desde mi punto de vista; no son manos de un adolescente; son manos de un guerrero.

—Pero has intentado abrirlo de todas formas ¿cierto?

Castiel se lleva una mano al pecho, fingiendo ofensa.

—¿Por quién me has tomado?¿Por un vándalo cualquiera? Soy una buena persona, ¿lo sabías?

—Lo intentaste y no pudiste, entonces— adivino.

Castiel chasquea la lengua.

—La única otra persona que he visto en el mundo capaz de anteponerse a mis acciones tiene más de cincuenta años. Y es mi madre.

Me río, pero antes de que pueda formular una respuesta, una tercera voz nos interrumpe.

—Leia Sunshine.

Vuelvo la cabeza hacia la puerta al fondo de la sala, y allí está, la misma mujer que ha atendido a todos los anteriores Aspirantes, entre ellos, a Kalie, que hará un rato desde que ha terminado. Me pongo en pie y recibo un empujón desde atrás, lo que me hace sonreír, y avanzar, mientras me despido de él con un gesto de cabeza. Mientras llego a la puerta abierta y a la enfermera, noto las miradas penetrantes de los pocos compañeros que quedan en la sala clavadas en mi nuca, y acelero el paso.

La mujer me hace pasar a través de la entrada, y me encuentro en el corredor del primer día, aquel que tengo asociado con los malos recuerdos que ese tiempo infernal allí me trajo.

Esta vez hay una única puerta abierta a uno de los lados del pasillo, de la que se entrevé un haz de luz artificial. Sigo a la mujer hacia allá, hasta que de pronto una de las puertas adyacentes se abre. Tras ella, el cabello rizado y desprovisto de un gorro de otra mujer asoma, y mira a ambos lados de la galería.

Es Mer.

Cuando nos ve, su cuerpo sale por completo al pasillo, y se acerca a nosotras retorciéndose las manos tras la espalda.

—¿Melody?— pregunta, y la mujer frente a mí se gira hacia ella. Mer hace un gesto a algo fuera de mi campo de visión al fondo del pasillo— El Jefe ha dispuesto la habilitación de otra de las salas para acelerar el proceso.

—¿El Jefe, dices?— insinúa Melody, frunciendo el ceño.

Mer asiente, y Melody parece pensárselo durante unos instantes para acabar cediendo a regañadientes.

—¿Y quién se ocupará de ésta?— pregunta, haciendo un gesto de desagrado hacia mí. Una ola de indignación recorre todo mi cuerpo.

—Yo lo haré— se ofrece Mer— Ésta habitación ya está preparada.

—De acuerdo.

Tras dejarme bajo cuidado de Mer, Melody regresa a por el siguiente Aspirante.

Mi responsable se retira a un lado y me hace pasar al interior de la sala tras ella.

Me sorprende la redecoración que ha sufrido la habitación en tan solo un par de días; esta vez, dos de las sillas han sido desmontadas y extraídas de la habitación, y solo una de ellas permanece anclada al centro del suelo embaldosado, con su respectivo monitor  en un rincón de la sala. Las bombillas del techo parecen haberse fundido, y la única fuente de luz proviene de una vieja lámpara auxiliar de pie, instalada de forma muy apurada. Junto a ella, un equipo similar al de la prueba anterior, esparcido de forma muy precaria sobre una bandeja.

Sin pronunciar una palabra, me coloco voluntariamente en la silla y le ofrezco las manos, que ella amarra a los reposabrazos sumida en su habitual silencio. Observo sus manos realizar cuidadosas los procesos habituales, pero esta vez, denotan algo más de inseguridad.

Mer recoge las agujas intravenosas vacías, y dispone dos disoluciones de extraños colores sobre la bandeja; uno lo reconozco como el contenedor de la sustancia azul flúor que ella usó conmigo la última vez. Sin embargo, el otro vial contiene un líquido de un singular color plateado, que me recuerda un poco a la sustancia que antiguamente contenían los termómetros de mercurio. Todavía existen algunos, aunque están prohibidos bajo pena de ley. Mer rellena las agujas con la sustancia conocida y noto que me empiezan a sudar las manos. La puerta está cerrada; nadie oiría los gritos de una adolescente desesperada.

Ella se acerca a la pantalla y teclea información que supongo que “no será de mi incumbencia”, y regresa para voltearme las palmas hacia arriba y tantear  en busca de mis venas. Obligo a mis músculos a relajarse; he oído que la entrada de la aguja se hace más liviana cuando no estás en tensión.

 Una vez encontradas, Mer se retira un mechón de rizado cabello oscuro de la sien, alcanza las agujas, y sin darme tiempo a prepararme ni física ni psicológicamente, me las introduce en ambas muñecas, primero en una, y luego en la otra. La entrada molesta un tanto, pero el dolor no es comparable a lo que recuerdo de la última vez que viene a continuación.

Mer llena la otra jeringa con la otra sustancia, la desconocida, y la introduce en la mitad de mi hombro izquierdo. Quizá debería haberle mencionado que soy zurda, pero ya es demasiado tarde. Presiona el embolo despacio, como si la tarea conllevase mucho esfuerzo. Esta vez, no hay ninguna cajita con ningún botón, ni nada similar a ella. Tampoco ningún dolor, al principio. Me quedo mirando sorprendida el rostro inexpresivo de Mer, hasta que noto que mis extremidades comienzan a entumecerse, e intento moverlas para despertarlas, pero no responden.

“¿Qué…? Quiero preguntar, pero de mi garganta no sale sonido alguno. Lo intento de nuevo; lo intento con todas mis fuerzas, obligar a mi boca a pronunciar un sonido, cualquiera, sin resultados. Comienzo a aterrorizarme. Todo mi cuerpo está rígido, no responde a las órdenes creadas por mi cerebro. Concentro toda mi energía en un dedo, en el dedo índice de la mano derecha, en moverlo aunque sea un milímetro. No funciona.

Mi corazón comienza a latir desbocado.

O al menos, eso es lo que creo que hace. ¿O va cada vez más lento?

Más…

Lento.

Cada…

Vez…

Más…

Len…

to.

Y de repente, siento como una fuerza de gran magnitud me arranca de mi propio cuerpo, y la negrura me engulle.

“¿Dónde estoy?” es lo primero que pienso, al abrir los ojos de nuevo. “¿Estoy muerta?” No, creo que no.

“¿Qué es este sitio?” vuelvo a intentar; mi voz rebota en las inexistentes paredes de mi jaula negra, mientras voy girando sobre mí misma con la misma gracia y elegancia que la caída de una pluma.

Floto.

Doy una vuelta de trescientos sesenta grados; a mi alrededor, solo oscuridad. Me recuerda un poco al cielo nocturno plagado de estrellas que solía observar las noches que iba al campo con mi familia, pero este es mucho más frío, y totalmente desprovisto del luz alguna.

Y vacío. Total e inhumanamente vacío.

Un zumbido a mi espalda, como la expansión de un pulso electromagnético, rompe el antinatural silencio, y me doy la vuelta para ver de dónde procede. Una figura, brillante y fantasmagórica, se materializa frente a mis ojos.

Es una pequeña casa solariega de dos plantas, que dista poco de ser un cobertizo modernizado. Sus cimientos están amarrados a ninguna parte, lo que solo sirve para acentuar las extrañas vibraciones que esa casa despierta en mí.

Siento unas inexplicables ganas de arrastrarme hacia el solitario porche de la casita, acurrucarme en las desportilladas tablas de madera que forman el suelo, pero de alguna forma, sé que si lo hago, si cedo, no podré salir de allí.

Necesito ir, con urgencia. He de ir.

Tanto mis brazos como mis piernas me impulsan hacia delante, hacia la casa. Tiene algo que no me gusta.

Pero no puedo detenerme.

Mi cuerpo corta el aire con rítmicas brazadas, y avanzo despacio, con cruel lentitud.

No. Para. ¡Para!

Mientras soy arrastrada en contra de mi voluntad, caigo en mi única oportunidad: la única forma de salir de esta pesadilla es despertar.

"Despierta, Leia. Despierta." Sisea la aterciopelada voz en mi mente, suave como el ronroneo de un gato.

Aprieto los párpados con increíble fuerza, e intento con todas mis fuerzas abandonar este lugar. Lanzo un grito de frustración.

El tenebroso hogar está más cerca, cada vez más.

Y de repente, sin más, despierto.

Bueno, y antes de despedirme por ahora, como prometí, el/la ganadora del mini-concurso es...

*Sonido de tambores*

¡ @HeyIamAngiie ! Con 6'5 puntos ¡Felicidades! ^^ Dime por privado el nombre que quieres darle a un personaje, y yo lo apuntaré para usarlo pronto ;)

¡Un beso!

Continue Reading

You'll Also Like

119K 16.2K 62
Sinopsis Tras encender el gas para perecer junto a quienes codiciaban la fortuna de su familia, Lin Yi transmigró a otro mundo, ¡y estaba a punto de...
488K 72.3K 193
Me convertí en el villano de la historia de una heroína. Así que estuve a punto de abandonar después de luchar contra el personaje principal. Pero el...
34.5K 4.7K 46
Entonces ahora es el dueño de lo que tanto anhelaba desde niño. Pero solo le faltaba ser dueño de algo, no el ya era dueño pero tenía que recuperarlo...
110K 14.3K 117
Viajando a través del Hokage, se convirtió en Uchiha Ye Huo, el hermano mayor de Uchiha ltachi, y despertó el sistema de recompensa cien veces mayor...