El Guardián [Willyrex&Tú] *Ed...

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Sinopsis A la Dream Hunter _____ le ha sido encargada la más sagrada y peligrosa de las misiones: Descender a... More

El Guardián [Willyrex&Tú]
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Epílogo

Capítulo 35

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Al principio pensó que se estaba imaginando las cosas. Pero no había error en el destello color topacio que brillaba en la oscuridad.

_____ estaba sobre la mujer, pegándole con una ferocidad que él no sabía que poseía. Las otras tres se tiraron sobre ella.

“¡_____, detrás tuyo!”

Ella se puso de pie y manifestó una vara que dio vuelta por la espalda y el frente. Atacó a una de las mujeres con un golpe en la cara, y a la segunda le pegó en la cabeza y la noqueó. A la tercera le pegó en el estómago.

Él tenía que darle crédito. Ella sabía cómo manejarse con una habilidad que no habría creído posible.

Era una cosa buena que le hubiera quitado sus poderes cuando la capturó. Con sus habilidades, podría haberlo vencido o no, pero definitivamente le habría infligido una buena cantidad de dolor en el cuerpo.

En cuestión de minutos, ella tuvo a las perras corriendo por su vida. Mientras se iban les gritó. “Díganle a todos, putas. Si quieren pelear conmigo en este reino, mejor que practiquen y traigan a la caballería.”

Con la respiración entrecortada, se dio vuelta para encararlo.

Nunca en su vida había visto algo más hermoso que el cabello de _____ cayendo sobre esos ojos que tocaban una parte de él que pensaba que había perdido para siempre.

Su corazón.

Sacándose el pelo de la cara, ella tiró la vara al piso y corrió hacia él. “¿Cómo estás?”

Él miró hacia las lanzas en su torso. “Lamentablemente, puedo decir con honestidad que, comparada con otras sesiones de tortura, esta no fue tan mala.”

Ella suspiró pesadamente. “Encuetras el sentido del humor en los momentos más raros.” Con el ceño fruncido, ella tomó la lanza de más abajo. “Esto te va a doler. Perdóname.” Él la detuvo antes de que ella pudiera retirarla. “¿Por qué estás aquí?”

_____ hizo una pausa ante el tono extraño de su voz. Él realmente no lo entendía. “¿No lo sabes?”

Él negó con su cabeza. “Estabas tan enojada conmigo. No creí que volvieras a hablarme nunca más.”

Ella tomó su mano y la sostuvo con fuerza. “Cielo, siempre voy a ir a buscarte.”

“Pero yo no te llamé.”

“No tuviste que hacerlo. Sabía que me necesitabas. Ahora, prepárate.” Ella sacó la lanza tan pronto como pudo, esperando causarle el menor dolor posible.

Guillermo se mordió el labio mientras ella lo liberaba de las otras dos lanzas.

En vez de dejar que cayera contra el piso, ella lo agarró contra sí misma, y lo sostuvo.

“Aguantá,” ella le susurró en el odio mientras le ayudaba a colorar los brazos de él sobre sus hombros.

“Te voy a llevar a casa.”

* * *

Guillermo se despertó lentamente. Por un minuto completo, tuvo miedo de abrir los ojos y encontrarse nuevamente en su habitación, o peor, en la cámara de tortura de Noir.

Pero, al captar el aroma de su precioso lirio, él supo que estaba a salvo.

Cuando abrió sus ojos, fue para ver la mujer más hermosa que existía. Antes de que pudiera moverse, ella comenzó a tirar de su remera, levantándola para exponer su estómago y pecho.

“¿Qué estás haciendo?” le preguntó.

“Asegurándome de que esas perras no te lastimaran tanto que hubieras traído las heridas contigo. Te juro que si lo hicieron, las voy a perseguir y patearles los dientes hasta que me supliquen que pare, y aun así voy a…”

_____ se congeló al escuchar la cosa más increíble de todas.

La risa de Guillermo.

Sorprendida, se sentó sobre sus piernas para fruncirle el ceño y maravillarse de la forma en que su sonrisa le iluminaba su todo el rostro y lo hacía verse aún mejor.

Realmente tenía una sonrisa adorable que podía derretir al corazón más helado.

Pero ella estaba completamente intrigada por su buen humor.

“¿Eso te hace reir?”

“No,” suspiró. “Creo que es un milagro.” Él se estiró y acarició su rostro con su mano. “Realmente viniste por mí.”

Cerrando sus ojos, ella refregó su mejilla contra su palma, saboreando la sensación de su piel contra la de ella. “Te dije que lo haría.”

Pero él nunca lo creyó. Ni por un segundo. Las palabras se las llevaba el viento.

Las acciones eran lo que perduraba.

Aun así, ella había peleado contra sus atacantes y lo había traído de regreso a casa. Justo como dijo que lo haría.

Ella le soltó la mano y volvió a revisarle el cuerpo buscando heridas. Algo que a él no le habría importado si no lo hubiera calentando tanto que no podía soportarlo.

Y cuando se inclinó sobre él, rozando su pecho con su suave cabello, casi se vino solo por su aroma.

_____ dudó al ver el fuego en sus ojos verdes que seguían cada uno de sus movimientos. Más que eso, ella sintió su deseo en la erección que le presionaba el muslo.

Ninguno de ellos se movió mientras se miraban a los ojos, ambos con miedo de moverse. Con miedo de cómo el otro iba a reaccionar si lo hacían.

Ellos sabían que una palabra equivocada o una acción podría arruinar el momento, y era algo que ninguno de los dos quería arruinar accidentalmente.

Pero _____ jamás había sido tímida en nada. Ella hizo desaparecer su camisa para poder recorrer su pecho desnudo con su mano y sentir sus músculos. Él tenía un mínimo rastro de bello sobre sus pectorales. Cabello que desaparecía sobre sus abdominales, solo para volver a aparecer debajo de su ombligo, donde era más grueso, y llevaba su mirada más abajo, hacia la parte de él que estaba hinchada por ella.

Sin embargo, era su tatuaje lo que más sobresalía en su piel. Eso era lo primero que le había llamado la atención. Lo único que había manifestado en un esfuerzo por reconfortarse.

El primer oasis que Noir le había arrebatado.

Ahora ella quería ser quien lo reconfortara y le borrara su dolor. Para mostrarle que él no necesitaba las alas de un ave para escaparse de lo que pasaba a su alrededor. Que podía encontrar placer en su propio cuerpo.

Déjame amarte, Guillermo…

¿Pero aceptaría algo así de alguien, su testarudo demonio? Incluso de ella. ¿O estaba tan dañado que nada podría repararlo?

Guillermo apretó los dientes mientras _____ se inclinaba sobre él para recorrer su tatuaje con su lengua. Era la primera vez desde que había aparecido que no odiaba esa marca y lo que significaba.

Cerrando sus ojos, se rindió ante su boca y su tacto suave que lo alcanzaba más allá de la piel y lo calmaba en niveles que nunca habría imaginado que poseía. Con sus sentidos encendidos, realmente se mareó del placer de, finalmente, tenerla en sus brazos.

Él la recorrió con sus manos, por debajo de su camisa, y por su espalda, deleitándose con la calidez y la suavidad de su piel. Lo bien que olía. Todo a su alrededor se desvaneció mientras se rendía completamente ante sus caricias. Caricias que eran mucho más dulces que cualquier cosa que se hubiera imaginado.

¿Y cómo podría habérselo imaginado? Nunca nadie lo había tocado de esta forma.

Como si fuera importante.

No había dolor en su cálido toque. No había uñas que le rasgaran la piel.

Pero su camisa había comenzado a frustrarlo mientras trataba de sentir más de ella. “No es justo,” le susurró en su oreja. “Todavía tenéis la camisa puesta.”

Se desvaneció al instante.

Guillermo inspiró de golpe al ver sus pechos perfectos. El tono de su piel era tan pálido en comparación con el propio. Algo que no tenía sentido, ya que ella era de un mundo de brillante luz solar y él había vivido en la oscuridad por tanto tiempo que apenas podía tolerar el sol.

Salivándose, él tomó sus pechos que desbordaban sus manos y sonrió ante su exuberancia. Él la levantó para poder recorrer el pezón endurecido de su pecho derecho con su lengua y finalmente probarlo.

Mmm… era incluso más suculenta de lo que había sido su mejor fantasía, y él quería probar cada centímetro de su cuerpo hasta embriagarse de él.

_____ tembló ante la forma en la que la lengua de Guillermo jugaba contra su pecho mientras la ponía sobre su espalda sin alejarse de ella.

Luego se movió de pecho a pecho, haciéndole cosquillas en sus pezones con la lengua y con su barba.

Algo que hizo que su cuerpo entero se convulsionara de la dicha. ¿Quién se habría imaginado que un hombre podía hacer eso?

Su señor de los demonios era extremadamente talentoso. Tanto que se vino después de unos minutos, solo con eso.

Tirando su cabeza hacia atrás, se rio en éxtasis mientras su mundo explotaba.

Guillermo sonrió al sentir que temblaba contra él. El sonido de su nombre en sus labios…. Era la canción más dulce y él estaba agradecido de haberle dado su voz.

Él nunca había sentido dicha de darle placer a sus parejas. En el pasado, había desarrollado esa habilidad en particular para poder sacárselas de encima más rápido y poder encontrar su orgasmo para salir de la situación.

 Pero con _____, él quería que durara y quería darle placer como nadie se lo había dado antes. Estaba desesperado por asegurarse de que cuando ella dejara su cama, no se arrepintiera ni de un minuto que hubiera pasado con él.

_____ se lamió los labios mientras su cuerpo se calmaba y Guillermo continuaba acariciando sus pechos mientras suavemente mordisqueaba su piel. Ella se levantó para besarlo.

Él la esquivó nuevamente.

“Guillermo—”

“Perdóname,” susurró. Mirándola a los ojos, él tragó, y luego acercó sus labios a los de ella. Su cuerpo entero estaba tenso y rígido. Casi se encogió ante la expectativa de su beso.

_____ recorrió su boca con su dedo mientras él la miraba. “Un beso no se supone que duela, Guillermo.”

Él frunció el ceño como si solo pensar en eso fuera una locura.

“Confiá en mí.”

Guillermo asintió, aunque no le creía ni por un segundo. Los besos no lastimaban a las mujeres. Pero siempre lo lastimaban a él. Sin importar quien se los diera, el resultado siempre era el mismo.

Él se preparó para el dolor que iba a venir, mientras ella presionaba sus labios contra los de él. Ella enterró sus manos en su pelo mientras pasaba la lengua por sus labios, enviándole escalofríos en todo el cuerpo. Y cuando deslizó su lengua dentro de su boca y tocó sus dientes, él sintió que veía las estrellas.

_____ sonrió mientras lo sintió relajarse contra ella, y enfocarse más en el beso, hasta que finalmente tomó el control.

Ahora fue su turno de estar sorprendida. Si bien había tenido sus novios y citas a través de los siglos, nadie la había besado de esa forma.

Como si ella fuera el aire que respiraba. Ella hundió sus manos en su suave melena y dejó que se envolviera en sus dedos en la más dulce de las caricias. Ella no sabía por qué, pero esa cabellera siempre la

hacían sonreir. Probablemente porque su cabello era único. No solamente el color, sino también la suavidad de tal. 

Y en ese momento, mientras sus alientos se mezclaban y él gemía contra ella, ella hizo el

descubrimiento más impactante de todos.

Ella lo amaba.

Verdaderamente. Profundamente.

Y con todo su corazón.

Sí, él la volvía loca. Tenía una forma de enfurecerla a un nivel de locura que la motivaba a querer matarlo. Y al mismo tiempo, él le rompía el corazón y le hacía desear que la tocara aun cuando ella todavía pensaba en dónde escondería su cuerpo después de matarlo.

Pero más que nada, cada vez que la miraba, ella se sentía como una diosa. Pura y simple. Y cuando él la sostenía de esta forma, ella casi podía creer que era hermosa.

Te amo, Guillermo.

Si sólo se animara a decirlo en voz alta. Pero aun así, ella sabía que no debía. Él no estaba listo para creerle. A él también lo habían lastimado. Pero a su debido tiempo, ella iba a lograr que lo entendiera.

De alguna forma.

La cabeza de Guillermo giraba, mientras _____ lo sostenía y besaba sus labios sin lastimarlo en lo más mínimo. Nunca se habría imaginado algo tan dulce. Tan suculento.

Ahora entendía por qué la gente deseaba esto. Porqué estaban dispuestos a morir y a matar por esto.

Y mientras inhalaba su esencia, una necesidad provino de la parte más oscura de su alma.

Quiero que me ames…

Él estaba desesperado por ganar su corazón y no tenía idea de por qué. Pero cuando estaba con ella… no importaba nada más. No sentía dolor. Sólo a ella. Su sonrisa le daba una calidez que llegaba hasta la parte más fría de su alma. Y ella no tenía idea de cuánto poder tenía sobre él. Noir podía ser el dueño de su cuerpo.

Pero ella era dueña de su corazón y su alma abatida.

En sus brazos, él podía soñar nuevamente. Creer que quizás, solo quizás, no era un pedazo de mierda sin valor para ser usado y descartado. Que tal vez, por una vez, valía la pena pelear por él.

En ese momento, se sintió más expuesto y vulnerable de lo que nunca se había sentido. Porque sabía una verdad que nunca podría negar.

_____ era la única persona en la tierra, sobre ella y más allá, que tenía el poder de destruirlo con una sola palabra. ¿Cómo podía haberse causado esto, a sí mismo? Él sabía mejor que nadie que no tenía que dejar que nadie se le acercara. Aun así él no podía mantenerla a distancia. Era demasiado vital, demasiado dulce, y la forma en la que lo miraba…

Como si fuera importante.

En sus ojos, él veía al hombre que siempre había querido ser, y él no quería decepcionarla.

_____ lo rodó sobre su espalda, juguetonamente, para poder mirar su hermoso cuerpo que exudaba poder puro. Ella recorrió con besos el camino desde su pecho hasta la cadera más apetitosa que había sido creada.

Pero cuando rozó su pene ligeramente con su mano, él se alejó de ella y la agarró de la muñeca para evitar que lo tocara.

Ese reflejo la tomó completamente por sorpresa. Ella nunca había estado con un hombre que hiciera algo así. Generalmente le rogaban que los tocara.

Una vez más, él la sorprendió.

Intrigada, lo miró a los ojos.

Él tomó la mano de ella y la llevó a su pecho antes de finalmente explicarle. “Puedo hacerlo mucho mejor si esperás hasta el final antes de lastimarme en ese lugar.”

Ella no sabía qué la lastimaba más, la sincera honestidad en su voz o la expectativa de dolor que vio en sus ojos. Él habló como si no fuera otra cosa que un mono entrenado con ningún otro propósito más que servirla e irse.

Con su mano temblando, ella le retiró el cabello de la frente. “¿Nunca nadie te hizo el amor?”

Frunciendo el ceño, giró su cabeza hacia el costado. “¿Hacer el amor? No sé qué es eso.”

Claro que no lo sabía. Porque nunca nadie lo había tocado con amor. Lo habían usado, abusado, y luego descartado durante toda su vida. Pero eso iba a cambiar.

Ella le sonrió. “Estás a punto de descubrirlo, pero tenéis que confiar en que no voy a lastimarte.”

“No sé si pueda.”

Lo más triste era que ella le creía. “Entonces, voy a enseñarte.”

Guillermo no tenía idea de lo que ella había querido decir con eso hasta que ella hizo aparecer cinco pañuelos de seda. Ella ató una de sus muñecas, y luego lo ató a la cama.

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