Capítulo 16

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Nunca nada aliviaría el dolor de su pasado, ella se dio cuenta de eso. Estaba roto, como nadie que ella hubiera conocido. ¿Y quién podría culparlo? La crueldad de Noir haría que cualquiera se volviera loco. Guillermo tragó ante la sinceridad que vio en sus ojos. Una parte de él estaba desesperado por confiar en ella. Si sólo pudiera. Pero una vida entera llena de traiciones los separaba.

Recién se habían conocido. Y ella era su prisionera. Como él, ella haría lo que fuera por escapar.

Inclusive vender su alma. ¿Qué significaban unas mentiras bien dichas y algunas miradas tiernas si con eso lograba lo que quería? ¿Quién podría confiar en alguien en su posición?

Sólo un tonto lo haría. Y él era cualquier cosa menos tonto.

Ella se acercó para tocar el borde del libro. "¿Esto es lo que hacés para entretenerte?"

“Así es.”

Ella se mordió el labio mientras consideraba lo que le había dicho, entonces sus ojos color topacio brillaron como si se le hubiera ocurrido una travesura. "¿Alguna vez quisiste escapar y hacer algo salvaje y diferente?"

"¿Cómo qué?"

"No sé. ¿Qué hay afuera de este cuarto?"

El infierno. La miseria. Paredes llenas de sangre. Estatuas que volvían a la vida para comerse tus ojos.

Demonios que atacaban sin razón aparente. Sin mencionar dos idiotas conocidos como Azura y Noir.

Quizás debería decirle todo eso, pero al final, se conformó con darle una respuesta más genérica.

"Nada que valga la pena."

"¿De verdad?"

"Sí. Azmodea es extensa y tiene muchos reinos en ella, pero ninguno vale la pena el peligro de explorarlos. Que los Dioses tengan piedad de vos si te encuentran los demonios que recorren estas tierras sólo para encontrar víctimas. Y lo que es todavía peor, algunos de los otros reinos, están gobernados por seres que hacen que Noir y Azura se vean como pacifistas. Si en algún momento te encuentran... bueno no es algo muy agradable."

_____ asintió. Por su tono de voz y la forma en la que inconscientemente se había tocado su muslo como si reviviendo algún dolor, ella se dio cuenta de que hablaba desde la experiencia.

"¿Entonces te quedás sentado en este cuarto y lees?"

"Cuando me dejan, sí."

Ella no podía imaginarse una forma más aburrida de vivir, especialmente desde que solamente tenía cinco libros para entretenerse. "Sin ofender, pero es un poco patético, ¿no?"

Le dedicó una mirada afectada mientras se puso duro como una tabla. “No quiero escuchar esa palabra.”

Dado su tono y su actitud de quiero‐arrancarte‐los‐ojos, era más que evidente. Ella quería saber a qué palabra se oponía con tanto ímpetu para jamás volver a decirla. “¿Poco?”

“Patético,” dijo esa palabra con suficiente veneno como para matar a alguien.

“Está bien. Voy a eliminarla de mi vocabulario.”

Cerrando el libro, lo dejó a un lado. Se levantó y dudó como si todavía estuviera luchando para mantener su temperamento bajo control. Cuando habló, todavía se escuchaba la bronca en su voz. “Puse algunas prendas de ropa en el baño para ti.”

“Gracias.”

Eso pareció causarle vergüenza, pero al menos se le había ido toda la bronca. “Si necesitas algo más, avísame.”

“Vale.”

Ella fue al baño, donde se encontró con que le había dejado un guardarropa completo. Vestidos y blusas de seda y algodón, jeans y zapatos.

Cuando llegó a la ropa interior, no pudo evitar reírse ante su elección. Tangas rojas. ¿Por qué no la sorprendía?

Porque él era un hombre, después de todo. Aun cuando él se rehusaba a tocarla, este era el tipo de ropa interior que un hombre le compraría a una mujer para que usara frente a él. No había otra razón para que se hubiera inventado. Y ella estaba segura que el diseñador original de esto debió haber sido un descendiente directo del Marqués de Sade.

Uh, era como usar un talle menos de zapatos. Y los corpiños…

Hacían juego, pero no ofrecían ningún tipo de soporte. Sí, iba a tener las lamparitas prendidas y las lolas se le iban a mover como gelatina a cada paso que diera. Sin embargo, estaba asombrada que hubiera pensado en ropa interior. Y, por el tipo de ropa interior, parecía que había pensado mucho en eso.

Ella fue hacia la ducha, y abrió la canilla, luego se dio cuenta que la ropa no fue el único cambio que había hecho. Ahora había una gran variedad de shampoo, crema de enjuague, y otros ítems para ella.

Así que su demonio podía ser extremadamente considerado y dadivoso. ¿Quién lo habría pensado?

Sacudiendo la cabeza, se sacó el camisón y se metió en la ducha.

* * *

El corazón de Guillermo latió fuertemente al escuchar el sonido del agua corriendo en la ducha. Ella estaría ahí desnuda…

No sabía por qué quería verla de esa forma, pero se moría de ganas. En la peor de las formas. Más que eso, quería bañarse con ella.

¿Por qué?

El sexo era bueno, pero el placer nunca duraba lo suficiente y usualmente se arruinaba con las mordidas, los terribles tirones de pelo, y los arañazos, y a veces las cuchilladas y pedazos de piel arrancada.

Después de una rápida liberación y solo el destello de un momento de placer perfecto, los viejos dolores volvían, y él era echado del lugar.

No hacía falta aclarar que ni siquiera le gustaba tanto – al menos no cuando tenía la posibilidad de acceder a eso. Durante su confinamiento, esa había sido otra cosa con la que habían torturado su cuerpo y su mente.

Pero con _____, nunca dejaba de pensar en eso. A veces parecía que era todo en lo que podía pensar.

Era la razón por la que no le hacía demasiadas preguntas. Él no quería conocerla mejor. Lo que ya conocía de ella lo perseguiría por el resto de su inmortalidad.

No necesitaba más dolor en su vida.

Tratando de distraerse fue a la cama para estirarla. Pero al momento en que tocó su almohada, una brisa de su esencia hizo que se pusiera duro al instante por ella. Lo que daría por tener su preciosa esencia en su piel. Que ella se frotara contra su cuerpo y lo sedujera con su pelo oscuro.

Respirando dificultosamente, cerró sus ojos y se imaginó profundamente dentro de ella, mientras su aliento le hacía cosquillas en su piel.

¿Mordería como Azura, o lo arañaría como un demonio? A este punto ni siquiera le importaba. Estaba dispuesto a ser despellejado por una semana si sólo pudiera probarla.

Él presionó su mano contra su entrepierna y lentamente se frotó, deseando que fuera ella a quien sentía ahí. Sólo pensar en estar con _____ era casi suficiente como para hacerlo acabar.

Córtala. Ahora. Lo último que necesitaba era dejar evidencia de su deseo para que ella la viera. Lo haría sentir vergüenza hasta lo más profundo de su ser.

Con su mano temblando, él estiró la almohada y se vistió con su armadura y pintura ante de volver a su libro.

En el momento en que finalmente consiguió dejar de pensar en ella, fue cuando ella abrió la puerta del baño.

Él miró hacia arriba, y el libro cayó directo al piso.

El Guardián [Willyrex&Tú] *Editando*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora