—Supongo que no tengo que explicarles mucho—les dije a mis dos hijos, que se mantenían quietos y mirándome con el corazón hecho pedazos. Yo se los había roto. ¿Hasta qué punto habían llegado mis mentiras? Mis engaños...
Durante dieciséis años estuve imaginando el momento en el que ellos me pidieran la verdad. La verdadera realidad de la que los quise mantener ocultos. Me consolaba en aquel momento que todo eso, todo lo que había creado hasta ese día, lo había hecho para protegerlos. Para crear una nueva vida donde ellos pudieran crecer sin pesadillas ni deseos estúpidos.
Jamás les tuve rencor a los Guardianes luegode que me retiré. Pero el «No contacto mágico» los incluía a ellos, también a Jack. Más que nadie.
Todo estaba planeado. Hasta el día de hoy.
—Vee...—le llamé a uno de los amores de mi vida, al que tenía en frente hecha trizas—Lo viste en tus sueños ¿Verdad, cariño?
Ella asintió lentamente. Orión, mi hijo al que nunca había visto derramar una sola lágrima, me daba la espalda mirando hacia el techo cubriéndose los ojos con el antebrazo. Sabía perfectamente hasta qué punto yo había jodido las cosas.
—Yo tenía más de doscientos años cuando conocí a su padre. Coincidentemente, poco después yo fui seleccionada por El Hombre de la Luna para formar parte de los Guardianes. Éramos los encargados de proteger los sueños de los niños y sus esperanzas, los protegíamos de las pesadillas.—suspiré, si seguía contando detalle por detalle no acabaría nunca, tenía que ir al punto—En una de las batallas, yo morí.
Jack se tensó. Me dió la espalda. Él fue el que me sostuvo aquél día y al que le entregué mi alma y poder, no me imagino cómo se debe de sentir al recordar ese momento en el que nuestro mundo perfecto se destruyó gracias a los planes de Álex.
—El Hombre de la Luna me permitió renacer.—miré a Jack, el cual tenía ya sus ojos enrojecidos—Dieciocho años después Jack me encontró, fui a parar a nuestro escondite en el Polo Norte y ahí me devolvieron mis memorias.
No veía el por qué contar las peleas entre nosotros y Hada o la muerte de Ademir. Lo único que necesitaban era conocer la verdad. Mas sin embargo, no toda. No les puedo decir todavía que Jack es su padre.
—Me embaracé de ambos y huí.—finalicé.
—¿Por qué no te quedaste?—preguntó Orión.
Miré discretamente a Jack.
—Pensé que sus padres no los aceptaría, que no sabría qué hacer. Cuando se enteró...me dió miedo en lo que nos pudiéramos convertir si lo forzaba a quedarse conmigo.—jugué con mis manos, me imagino que la cara de Jack en ese momento debió ser un poema.
—¿Por qué nos ocultaste esto, mamá?—preguntó Orión, Vee se mantenía callada con la mirada baja.
—Quería protegerlos. Pasé por muchas cosas cuando me involucré con los Guardianes y no quería que ustedes también salieran afectados, quería protegerlos de mis sombras— me rompí, comencé a sollozar—. Perdónenme.
Ambos se mantuvieron distantes. Jack se aproximó para tenderme su mano, como siempre lo había hecho. Menos aquel día que lo necesité y que su rechazo le costó sus dos hijos.
—Oigan.—llamó Jack—¿Qué les parece si los llevamos al taller? Yo creo que ya pueden conocer al resto de la familia, ___.
Y con ese comentario su falta de seriedad fue mal vista pero tenía un punto por tan buena idea. Sé que tanta información en una sola noche les haría daño, saber que su vida era una mentira así de repente...no me imagino lo que han de sentir...
No.
Sí lo sé. Así fue cuando me devolvieron mi memoria y me dijeron de golpe que antes de ser humana yo había sido un espíritu que murió en batalla. Sé lo perdidos que se debieron haber sentido en aquel momento, les había arrebatado su vida así sin más. Debía darles la entrada a su verdadero futuro, del que tanto yo los quise proteger...
Al amanecer bajé al sótano junto a mis hijos y Jack. Encendí las luces y al fondo de la habitación, donde el frío era intenso, había una vitrina rectangular de dos metros de largo y treinta de ancho cubierta por una sábana y amarrada por una cuerda ya casi rota.
Rompí la cuerda y dejé caer la sábana al suelo. Dentro estaba mi cayado encerrado cubierto de lianas y llenando el poco espacio que tenía con ramas y flores.
—Se nota que no has abierto ésta cosa en años—dijo Jack.
Era hermoso. Tenía tanto tiempo sin verlo y podía sentir su tristeza atravesar el cristal. Lloraba por salir de ahí e incluso desde arriba sentía su poder que me llamaba.
Sin notarlo había comenzado a llorar.
—¿___?
—Lo siento—dije—Jack, ayúdame con esto—señalé la vitrina.
Los niños se habían mantenido callados mientras Jack y yo movíamos la vitrina. Cuando por fin lo hicimos me abalancé sobre mi cayado y lo abracé como si fuera una persona. Las ramas me abrazaron y se unieron a mis manos.
—¿Esa cosa está viva?—dijo Orión.
Sonreí y asentí.
—Está más que vivo, Orión, tiene alma como ustedes y como yo.
Orión se acercó lentamente y lo dejé tomar mi cayado. Él lo recibió y las ramas se enredaron en sus manos como lo hicieron conmigo.
—Te acepta—dije.
Él rió nerviosamente.
Venus nos miró curiosa pero cuando mi mirada y la suya se cruzaron ella la desvió de golpe fulminante.
—Bueno, andando, a esta hora llegaremos cuando allá todavía es de noche por allá.
—¿A dónde iremos?—preguntó Venus, finalmente dijo algo.
—Al Polo Norte—respondió Jack.
***
Ya llevábamos tres horas de viaje y mis brazos estaban más que cansados. Jamás había cargado a alguien durante tanto tiempo mientras volaba y contando que tenía brazos de espaguetis no parecía que duraría más tiempo en el aire. Sin embargo cuando estaba a punto de desplomarme vimos una gran construcción de madera a lo lejos con una cúpula dorada cubriendo la punta.
—Aterricemos dentro—dijo Jack entrando por una ventana grande casi como una puerta.
Asentí.
Apenas entramos oímos un grito estruendoso desde la parte de abajo. La voz imponente de un hombre grande.
—¡Pongánse a trabajar, sólo tenemos cuatro meses para preparar los juguetes de ésta navidad!—rugió—¡Habrá horas extra si no se dan prisa!
Dando grandes zancadas apareció un gran hombre barbudo que se detuvo en el acto cuando nos vio a todos.
—¿Jack? ¿Qué hacen estos humanos aquí?—nos señaló.
Sonreí. No había cambiado nada. Corrí hacia él y lo abracé.
—Te extrañé mucho, Norte.
—¿___?—preguntó sorprendido—¿Eres tú mi niña?
—Regresé—sonreí tímida.
—¡Oh, pero si es ___!—me dió vueltas por la habitación, todos los duendes y yetis comenzaron a reunirse en la habitación—¡Querida tiene mucho que no te veo!
—Eh, yo también existo—dijo Jack pero nadie hizo caso.
Norte se detuvo de golpe al ver a Orión y Venus. Me miró sorprendido, luego a Jack disimuladamente y finalmente a ellos.
—Norte, ellos son mis hijos—los presenté—Orión y Venus.
—Hola, niños, me llamo Norte—les sonrió—Su madre los tenía muy escondidos ¿Verdad?
—¿Eres nuestro padre?—preguntó Orión.
Norte carcajeó.
—No, yo soy casi como su abuelo.
—Oh...
—Niños, vamos a por sus habitaciones ¿De acuerdo? Es muy tarde y fue un viaje largo—les ofreció Jack—Mañana nos podremos reunir con los demás.
Me sorprendió mucho ver a Jack ser tan amable con ellos desde el día que llegó. Hasta se podría pensar que sí somos una familia. ¿Si le guardaba rencor? Obviamente, me mantuve sola por casi veinte años cuidando a dos niños (de los que no me arrepiento) que no planeé. No fue fácil.
No quisiera que fuera así, pero así es.
—___—me llamó Norte.
—¿Sí?
—¿No saben que Jack es su padre?—preguntó.
—No tienen por qué saberlo—dije—Les agrada un poco Jack, a su padre lo odian. Quiero que permanezca así por un tiempo.
—¿Por cuánto tiempo, linda?—pareció preocupado—Es más dolorosa la triste verdad que una agria mentira. No siempre se ve bien, pero no creo que odien a su propio padre toda la vida. Ambos conocemos a Jack, se ganará su confianza luego de que lo sepan, poco a poco tal vez pero será una familia de nuevo. Lo prometo.
—¿Y si no? ¿Y si no lo aceptan?—dije.
—Por Dios, ___, es su padre. Es Jack. Te aseguro que lo amarán como te aman a ti.
Pero...
¿Y si no?