Capítulo 29: La traición

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Días antes

Orión

Me destrozaba cual hoja desgarrada los aullidos de dolor que gritaba mi madre en el hombro de mi padre, tan desconsolada y rota que me hacía sentir que mi agonía era un simple grano en aquella playa de murria y dolor. 

Los Yetis, quiénes también en su gran mayoría estaban desconsolados por el llanto de la Guardiana, a la par se mantenían sin descanso por reparar el desastre causado por su cólera, yendo de acá para allá junto con los duendes, luchando por mantener lo que quedaba del Gran Salón en pie.

Una gran mano se apoyó en mi hombro y cuando levanté la vista, me encontré con los enrojecidos ojos azules de Norte que intentaban esbozar una sonrisa, un esfuerzo inútil pues su mirada de asombro se encontraba apagada y lúgubre.

—Ven conmigo, muchacho —me dijo, su voz gruesa, que antes era imponente y firme, se había convertido en una ronca que se quebraba con cada sílaba que pronunciaba.

Se dio la vuelta sin dejar de apoyar su mano en mi hombro en señal de conforte, pero de alguna manera se sentía como un abrazo incompleto, pues sabía que su otro brazo no estaba sosteniendo a mi hermana, quien siempre estaba conmigo. 

La imagen me destrozó nuevamente y un pequeño sollozo escapó entre mis labios.

En cuanto estuvimos cubiertos por pilares, lejos del bullicio y los lamentos, me abrazó con tanta fuerza que sentía los huesos de mis antebrazos estrujarse a los lados de mi caja torácica.

—Sé por lo que estás pasando, muchacho —susurró en un hilo de voz —, yo también perdí muchos hermanos en esta Guerra, esta masacre. Hermanos que creían en mí como yo creía en ellos. Hermanos que lo hubiesen dado todo por ver a nuestro enemigo derrotado. Hermanos que me amaban —suspiró con pesadumbre —, y  que yo amaba —me separó de él para verme fijamente a los ojos, inclinándose ligeramente para quedar a mi altura —. Pero yo no tuve lo que tú tuviste, yo no tuve una conexión. Eso es lo que te conecta con Venus, lo que siempre los ha unido y siempre los unirá.

—Norte, ¿Qué estás..?

—Enfócate, muchacho, busca en tu corazón —me pidió —. El Coco ha sido un desgraciado toda su vida, pero no un desalmado, no se pudo haber llevado el cuerpo de tu hermana porque sí.

—Por favor, Norte —le rogué con los ojos inundados en lágrimas —, no me des esperanzas, nadie aquí está para tenerlas a éstas alturas.

—Yo sí, muchacho, y a menos que lo intentes, la mujer que más amas estará sufriendo la mayor pérdida de todas.

—¿Estás chantajeándome?

—¿Funciona? —sonrió levemente.

Lo medité muy poco rato, sin embargo, en mi mente pasaban tantas cosas que apenas era fácil procesarlas; podría hacer el desfuerzo de hacer lo que él me pide y, si cabe la posibilidad, encontrar a Alexander, con el milagro de que Vee esté con él y sus secuaces.

Pero, ¿y si no encontraba nada?

¿Podría éste hueco hacerse más grande?

Lo dudo.

—¿Qué tengo que hacer?

—Quiero que te enfoques en ella, en su esencia, como si estuviese en un lugar del mundo que tú conoces y se abriera un portal que te lleve justo frente a ella —mientras hablaba, no pude evitar pensar que esa podría ser la manera en la que viajaba a través del mundo cada navidad, seguramente a Vee le habría encantado sentir esto —. Quiero que pienses en ese último momento que la viste a los ojos, su última rabieta, convierte tus sentimientos reprimidos en nostalgia y esa nostalgia en una chispa que te guiará hacia su alma, dime, ¿Qué es lo que ves, muchacho?

Junto A Ti (Jack Frost X Tu)Where stories live. Discover now