El castaño miraba hacia el techo al lado del rubio, suspiró de placer mientras recuperaba el aliento, sus piernas aún temblaban y sintió que Bill tomaba su mano, él la sostuvo fuerte entrelazando sus dedos.
Cuando parecía haberse recuperado un poco, sintió que el otro se levantaba y lo miraba travieso mientras acariciaba su pecho.
—Eso fue sólo el comienzo, haré que supliques que me detenga.
—Bill...
El menor sonrojado tragó saliva.
El demonio lo interrumpió dándole un húmedo beso, sus lenguas jugueteaban fuerte como si también hicieran el amor con ellas.
—Ponte de espaldas.
Le susurró mientras mordía su oído.
El rubio le dio la vuelta con suavidad y besó su espalda mientras lo penetró lento pero más rápido que la primera vez, aunque aún le costaba invadir ese precioso cuerpo, al estar adentro por completo, vio como el humano sujetó las sábanas y gemía cuando empezó a embestirlo, la vista que tenía del trasero del menor era esplendorosa, lo apretó con suavidad y después lo abrió un poco para adentrarse más en el castaño quien gritó al sentir ese miembro tan profundo que rozaba su próstata y lo hacía tocar el cielo.
—...Aaa... Ahí...
Fue lo único que pudo decir, pero pronto, sintió que el demonio se enfocaba en esa zona con desenfreno, al sentir las paredes de Dipper apretando su miembro.
—Te daré lo que desees Pino, sólo ... Pídemelo.
—Lléname de ti.
—Hasta lo más profundo, mi humano.
Bill levantó a Dipper recostandolo contra su pecho sin dejar de adentrarse en él, acarició un poco sus pezones y luego se dirigió a su miembro para masturbarlo mientras mordía su cuello, aumento las embestidas y no se detuvo hasta sentir que el humano gemía fuerte y derramaba esa dulce esencia en su mano.
Bill salió de su interior con cuidado y lo volteó hacia él mientras lo dejaba en la cama, el cuerpo del menor estaba cubierto por una capa fina de sudor.
—Me... Corrí... Muy rápido está vez... Lo siento.
Le dijo el menor jadeante y sonrojado.
—Eres tan lindo Pino.
Bill le dio besos en el cuello mientras el castaño recuperaba el aliento.
Afortunadamente no pasó mucho tiempo después, cuando el demonio ya estaba sobre Dipper y dentro de él, el castaño se sentía un poco agotado pero pronto se olvidaba de eso hundiéndose en el placer, gemía ahora sin vergüenza, se sentía muy bien como para callarse. De nuevo sentía el orgasmo cerca, se abrazaba a Bill quien tenía su frente sobre la suya, sus ojos dorados se clavaban en los suyos, mientras invadía su ser de todas las maneras posibles.
Luego de un breve descanso para dar lugar a suaves besos, el mayor levantó una de las piernas del castaño y de nuevo se adentró tocando su punto dulce, Dipper agradecía aún no haberse acostumbrado a tenerlo dentro suyo, siempre se sentía diferente y Bill prolongaba su orgasmo lo más que podía embistiendolo lento y luego rápido haciendo que el cuerpo del menor enloqueciera, el demonio lo tomó un par de veces más, en posiciones que el humano nunca había realizado, causándoles un placer infinito a ambos que solo se preocupaban en correrse juntos, tanto era el placer que el tiempo se detuvo para ellos, Bill no pensaba en odiar a los humanos, no sentía ira y no se sentía encerrado mientras Pino estuviera a su lado y Dipper se sentía amado, y sentía que al fin lograba amar desde el alma, ninguno sentía ningún remordimiento, en ese instante el pasado y el futuro nos les importaba, porque ahora se encontraban en el momento perfecto, donde sentían que alguien había logrado llegar hasta su corazón y llenarlo, aun si se alejaban, no estarían vacíos nunca más.
Para esta vez, Bill deseaba que el castaño lo montara de nuevo, esa pose le encantaba, pues de esa manera podía observar y abrazar mejor a Dipper.
—Quiero hacerlo, pero... No siento mis piernas.
Confesó el menor apenado y jadeando.
Bill no se había fijado cuántas veces había tomado al castaño, él no estaba nada agotado pero el humano había soportado demasiado, nunca había tomado a alguien tantas veces, por lo general se aburría muy fácil luego de no sentir nada, pero Dipper sabía a gloria, ya lo había saboreado todo y aún su sed no era saciada, aunque había dicho que no se detendría, sabía que tendría todo el tiempo para degustar ese cuerpo aún más.
—Me excedí contigo Pino.
Se recostaron mirándose uno al otro y Bill empezó a besar a Dipper, bajo su mano hacia su miembro y comenzó a acariciarlo hábilmente mientras el menor gemía en su boca, empezaba a excitarse él también.
—Sólo lo haré con mi mano.
Susurró el mayor.
El castaño acercó su mano con timidez hacia la cálida entrepierna del mayor.
Se acercaron más para que sus miembros se rozaran, a Bill le encantaba el rostro excitado y agotado del menor.
—Bill... Ah... Espera, voy a correrme de nuevo.
—Quiero ver tu hermoso rostro de placer.
—También... Quiero ver... Tu rostro.
—Hagámoslo juntos...
Aumentaron el ritmo de sus caricias y se miraron a los ojos cuando sus cuerpos se tensaron por el placer que los recorría, se besaron entrelazando sus lenguas e intercambiando suspiros al sentirse tan cerca el uno del otro.
—Soy muy débil, lo siento, no puedo seguirte.
Respondió el castaño agitado.
—¿Bromeas? Ningún humano podría soportar tanto al hacerlo con un demonio.
—Tal vez es porque eres tú.
—No me provoques Pino, puedo hacer que te corras hasta quedarte dormido de cansancio.
Dipper sonrió.
—Quiero intentarlo alguna vez.
Bill miró el reloj que había sobre la mesa, el sol saldría en poco tiempo.
—Lo haremos, te lo prometo.
Levantó al menor con cuidado y lo llevó a la ducha, lo recostó en la tina que llenó abriendo la llave con su telequinesia, Dipper no quería admitir que su cuerpo no daba más, le habían encantado todas aquellas sensaciones llenas de pasión y gozo, el demonio era un verdadero maestro del sexo, por su parte, Bill tomó un poco de jabón líquido y frotó con cuidado el torso y demás partes del menor quien lo tomó de los hombros para sostenerse, luego abrió la ducha para quitarle los restos de jabón y otros fluidos.
—¿Estás bien?
—Si, sólo un poco cansado.
Bill le dio un beso y lo llevó de vuelta a la habitación, al estar allí, con sus poderes buscó en el armario una toalla sin dejar a Dipper, lanzó las sucias cobijas al suelo y las cambio por unas que había visto en el armario.
Dejo al humano en la cama y lo secó con cuidado, Bill se dio cuenta de todas las marcas de mordidas y besos que tenía en el cuello, hombros y torso, incluso en los muslos, se veía hermoso pero, de verdad se había sobrepasado bastante con el humano.
Dipper sólo vio lo que hacía Bill sin decir nada, se sentía agotado, ahora el demonio estaba sentado a un lado de la cama mirando su cuerpo, sus ojos antes llenos de lujuria ahora lo miraban de una manera distinta.
Tomó su mano para enlazar sus dedos, el demonio no rechazó el gesto pero se impresionó un poco.
—¿Te quedarás conmigo Bill?
El mencionado lo besó una última vez, sintiendo algo que dolía en su pecho y al mismo tiempo lo hacía sentirse feliz, ignoró aquel sentimiento y luego de cubrir al chico con una cobija se abrazó a él hasta que el sol lo hizo desaparecer.
Hola mi querido(a) lector(a),
Gracias por leer este capítulo, espero que cada día encuentres algo que te haga sentir feliz y que la fuerza te acompañe.
"Estoy ajustándome al momento de tu cuerpo, a la llama que desprende tu piel en los sueños, incendiame las ganas, arrebatame el nombre y gritalo en tu boca, libérame el deseo de estar en tu sexo, déjame ser el dueño de tu cielo, coróname como el anhelo de tu infierno."
-Eduardo Pacheco, Letras de Piel.