La Prisión de los Sueños

Autorstwa agustinazeta

696 47 3

Ten cuidado con lo que sueñas... puede convertirse en una pesadilla. Helena es una soñadora con alma de guerr... Więcej

PARTE 1: LA JAULA DE LAS PESADILLAS
CAPÍTULO 1: Lluvia de Fuego
CAPÍTULO 2: La Cueva del Tiempo
CAPÍTULO 3: Cartas del destino
CAPÍTULO 4: La Pluma de Oro
Capítulo 5: Cartas de amor
CAPÍTULO 6: Caballo de Troya
CAPÍTULO 7: Baile de Máscaras
CAPÍTULO 8: Promesa soñada
CAPÍTULO 9: Bosque de Sombras
CAPÍTULO 10: El Hilo de la Vida
CAPÍTULO 11: Bella Durmiente
CAPÍTULO 12: Reflejo desconocido
CAPÍTULO 13: Serpiente marina
CAPÍTULO 14: Cristal susurrante
CAPÍTULO 15: Amapolas mágicas
CAPÍTULO 16: Alas de Piedra
CAPÍTULO 17: Diluvio onírico
CAPÍTULO 18: El príncipe de las Bestias

PRÓLOGO

167 7 0
Autorstwa agustinazeta

Dicen que en la noche más oscura del año, los monstruos salen a jugar. Las sombras se extienden a través del mundo, un manto de tinieblas envía corriendo a los simples mortales que transitan por las calles de la ciudad.

Pero no todo es oscuridad, pues también es la noche de los sueños. Un mercado que llega envuelto en humo, conocido sólo a través de susurros, y que alberga las curiosidades más extrañas para que los más valientes compradores se lleven a su hogar. Por el precio justo, claro.

La mayoría de las personas se mantienen alejadas de este sitio, ocultándose en sus hogares, echando el cerrojo a la puerta y cubriendo las ventanas con pesadas cortinas para no ser vistos. Cierran los ojos, tapan sus oídos, e intentan ignorar los terrores que se abren paso durante la noche.

Todos se esconden de los terrores nocturnos que aguardan en las sombras. Todos excepto una niña con cabellos de oro, piel brillante como el sol y ojos desiguales: uno del color del cielo de verano y el otro del color de la tierra. Una pequeña hecha de luz, que siente curiosidad por un mundo hecho de sombras, uno que es todo lo opuesto a su naturaleza pero que la llena de curiosidad y emoción.

Es en ésta, la noche más oscura del año, que la pequeña escapa de su casa a pesar de las advertencias de su madre, a pesar de la reluctancia de su hermano. Ella baja al sótano de su maltrecha casa, evitando los escalones ruidosos para no delatar sus planes. Se sumerge en la más absoluta oscuridad, ayudándose con sus pequeñas manos para guiar su camino.

El sótano huele extraño, una mezcla de humedad y polvo, pero nada de ésto detiene a la niña. Ella conoce bien el sitio, pues ésta no es la primera vez que se escabulle de su casa.

Tal vez ella pueda parecer un sol por fuera, pero su espíritu aventurero la convierten en lo más alejado posible a una chica dócil. Oh no, ella es valiente y temeraria, rebelde y traviesa, como un rayo de luz que atraviesa las nubes de tormenta.

Es por ello que la niña no tiene miedo. No lo tiene cuando ve sombras escalofriantes rodeándola, ni cuando escucha ruidos en la oscuridad. Algunos normales, como una gotera haciendo ploc ploc ploc sin parar. Otros más aterradores, como un correteo de lo que probablemente sea un roedor.

Tratando de ser muy silenciosa, se acerca a la pila de objetos que esa misma mañana reorganizó para crear una escalera.

Ploc.

Escala con cuidado, resbalando y volviendo a subir, hasta finalmente llegar a la pequeña ventana.

Ploc.

Ella es lo suficientemente diminuta para caber por allí.

Ploc.

La ventana está cerrada, pero la casa es tan vieja que cede con facilidad. Arrastrándose como una serpiente, logra conseguir la libertad.

La niña despliega una amplia sonrisa cuando finalmente está afuera, llena de tierra y algunas telarañas en su cabello atado en una coleta. Nada de eso le importa, sólo el aire fresco y puro, el viento impulsándola a correr a través de callejones vacíos, papeles arrugados y sucios acompañándola en su carrera y siendo los únicos testigos de su escape.

El mercado se puede sentir antes de llegar. De la plaza principal brota la más brillante luz plateada, mientras el sonido de voces y risas se arrastra por las calles que la rodean. Un aroma a caramelo inunda el aire, y la pequeña cierra los ojos con deleite, levantando la nariz para olfatear las más exquisitas delicias. Presa de la curiosidad, echa a correr hasta llegar a la plaza, en donde las maravillas se despliegan frente a sus ojos. Decenas de puestos despliegan las más diversas excentricidades, ubicándose uno al lado del otro.

La niñita se acerca con estrellas en su mirada, observando los objetos curiosos que venden allí. Una señora cubierta en capas y capas de ropa, exhibe un despliegue de telas que muestran distintas vistas del cielo. Hay un amanecer y un ocaso, un cielo nocturno y un cielo tormentoso, todos ellos moviéndose ligeramente por un viento mágico, resplandeciendo a la luz de la luna. O ésto es lo que parece cuando la niña se acerca a observar, pasando sus regordetes dedos sobre la suave tela.

Otro puesto presenta una multitud de frascos de vidrio, algo brilloso lanzando destellos al rostro de la pequeña. "Polvo de estrellas" dice la etiqueta, con la promesa de cumplir todos tus sueños. El vendedor es alto y flaco, alargado como el cuello de una botella.

Junto a un árbol de la plaza, un puesto lleno de atrapasueños decora el ambiente y crea su propia música con las cuentas chocando entre sí. Algunos tienen plumas enormes de colores extraños, y plumas que dicen ser de ángeles; otros poseen caracolas que comunican a otro mundo. Todas afirman tener un elemento relacionado a un determinado miedo, uno que será ahuyentado de las pesadillas de cada persona.

Y entonces, la niña se encuentra frente a un puesto repleto de espejos. Uno de ellos refleja todo de cabeza, tanto el mercado, la gente y a la misma observadora; otro muestra a la pequeña como una mujer adulta, armada hasta los dientes y convertida en una guerrera. Su futuro, quizás, o su sueño. Un espejo ovalado cambia el color de su piel a un profundo azul océano, su imagen rodeada de estrellas. Y un último espejo no refleja nada en absoluto, sólo una eterna oscuridad. Al acercarse un poco más, la niña observa monstruos y fantasmas, bestias feroces y su propio padrastro en tan sólo un destello. Se trata de sus peores pesadillas. Y así como aparece, vuelve a convertirse en nada con un suspiro, como si nunca hubiese estado allí. La niña pega un respingo pero no retrocede ni logra apartar la mirada. Es este espejo el que captura su atención, y al acercarse aún más, unos intensos ojos le devuelven la mirada. Unos ojos que no son los suyos y que están rodeados por una nube de oscuridad.

La niña gira para observar quien está escondiéndose detrás suyo. Espera hallar un monstruo o un demonio, acechándola desde su negro escondite. En su lugar, se encuentra con un niño. Un niño que no la mira a ella, sino a los espejos. Un niño vestido completamente de negro: pantalones, camiseta y unas botas llenas de barro. Su cabello es un remolino de sombras, apuntando en todas las direcciones.

La pequeña, presa de la curiosidad, avanza unos pasos para ubicarse junto a él. Siguiendo su mirada hacia los espejos, descubre que no hay nada allí, pues ninguno de los cristales refleja al niño, ya ni siquiera a sus oscuros ojos. Este niño invisible para el mundo de los espejos, es muy real frente a los ojos de la niña. Entonces, sin comprender lo que sucede, ella le pregunta:

—¿Por qué no te reflejas en el espejo?

Volteando rápidamente con las cejas fruncidas, el muchacho la mira con extrañeza, como si fuera el reflejo de la pequeña el que hubiese desaparecido.

—¿Puedes verme?

Mirando de arriba a abajo, la chiquilla analiza con detenimiento su pregunta antes de contestar.

—Pues claro, no eres invisible —le explica, señalando el espejo—. Excepto allí. ¿Eres un fantasma?

El rostro del niño se retuerce en desagrado ante tan insultante acusación.

—No— le contesta cortante.

—¿Un mago?

El pequeño cada vez se enoja más ante las absurdas deducciones de la niña, y abriendo los brazos, se señala a sí mismo.

—¿Acaso parezco un mago?

La curiosa muchacha, sin una pizca de miedo, piensa en su pregunta por un momento para luego sacudir la cabeza de forma negativa.

—¿Entonces por qué no te ves en el espejo? ¿Eres un vampiro?

Esa pregunta hace resoplar al extraño niño, burlándose de su deducción.

—Los vampiros no existen. Y no puedo verme en el espejo porque nadie puede verme.

—¿Nadie puede verte?— pregunta la pequeña, confundida.

—Eso fue lo que dije —le responde un niño que jamás se ha sometido a un interrogatorio semejante—. Todos me ven como una sombra.

La niña frunce el ceño, concentrándose en lo que acaba de oír, y extiende su brazo esperando poder pasar su mano a través de su cuerpo, pero sólo se encuentra con materia sólida como una pared.

—¡Au! —se queja el niño—. ¡Ya deja de picarme! ¡Dije que me veo como una sombra, pero no soy una sombra!

—Bueno, no te ves como una sombra para mí —le contesta la niña, cruzándome de brazos. Ahora ella es la que acaba enojada—. Y no tienes porqué gritarme.

—Yo puedo hacer lo que quiera. Un día seré un dioscuro, el más terrorífico de todos.

La curiosidad es algo extraño, llena de entusiasmo a una persona cuando lo más sensato sería temer... o continuar enfadada.

—¿Eres un dioscuro?— pregunta la niña, acercándose más a él.

—Soy hijo de un dioscuro, aún estoy entrenándome para ser uno. ¿Eso no te da miedo?

Ella levanta la barbilla con mucho orgullo y valentía.

—Yo no le tengo miedo a nada. Y tú aún no eres un dioscuro, ¿no? Tú mismo lo dijiste. Ni siquiera luces como uno.

—¡Claro que luzco como un dioscuro! De todos modos, ¿a cuántos dioscuros has visto para ser una experta?

La niña aprieta los labios, irritada.

—Bueno, a ninguno, pero seguro tienen garras y colmillos, cuernos y alas. Tú luces como sólo un muchacho.

—¡No soy sólo un muchacho! No sé porqué tú puedes verme, pero me veo como una sombra aterradora, y además, algún día tendré unas inmensas alas. Aún no me crecen pero te aseguro que serán magníficas.

La curiosidad de la niña se va transformando en un abrumador entusiasmo con cada instante que pasa.

—¿Vas a tener alas? ¡Eso es tan genial! ¿Significa que podrás volar?

—Claro que voy a poder volar. ¿Sino para qué voy a tener alas?

Ignorando su último comentario, una niña común y corriente llena de sueños y esperanzas, imagina lo que se sentiría el viento impulsándola más y más alto, rodeada de nubes y rayos de sol.

—Quisiera poder volar. Así escaparía de casa.

—¿Quieres escapar de tu casa?— le pregunta el niño, por primera vez con timidez, sin rastros de querer demostrar su superioridad.

—Mi padrastro es un monstruo. Y a mami no le importa.

La mirada del niño se oscurece, mostrando algo parecido a... comprensión.

—También mis padres lo son.

La pequeña asiente ante ésto, como si sus palabras tuvieran perfecto sentido.

—Eso es lo que dicen de todos los dioscuros.

Entonces, a la niña se le ocurre una idea, una idea muy peligrosa pero que para ambos significaría una llama de esperanza.

—¡Oye! Tal vez cuando tengas alas puedas llevarme contigo y escaparemos juntos.

—No puedo escapar, tengo responsabilidades —le contesta el niño, alzando su barbilla—. Soy el príncipe de los sueños.

—¿Eres un príncipe? Creí que los príncipes montaban caballos, tenían espadas y rescataban damiselas en peligro.

—No soy esa clase de príncipe. Mi reino estará formado de pesadillas y será terrible. Todos huirán de mí con una sola mirada.

—¿Y eso es lo que quieres? Suena muy solitario.

El niño, confundido, considera sus palabras como si fuese la primera vez que alguien le hace semejante pregunta.

—No —contesta, tan bajito que si la niña no estuviese prestando atención, no lo hubiese oído—. Es lo que Padre quiere.

—Entonces deberíamos escapar, como ya te he dicho.

—Eso es imposible, Padre me encontraría.

—No con mi ingenio —le asegura la niña, su sonrisa llena de travesuras—. He diseñado suficientes planes como para tener unas cuantas buenas ideas. Sólo necesito los medios para escapar.

Él la mira con desconfianza, sin creer del todo sus palabras, sin pensar que puedan ser ciertas, pues una pizca de esperanza podría hacer añicos su oscuro corazón.

—¿Tú haces planes?

Ella mueve su cabeza de arriba a abajo, muy entusiasmada.

—Claro, alguien tiene que complicarle la vida a mi padrastro. Especialmente cuando trata de lastimar a mi hermano.

—¿Tienes un hermano? ¿Y que hay de él? ¿Piensas abandonarlo?

La niña le dirige una mirada hostil, tratándolo como si estuviese loco.

—Claro que no. Él vendría con nosotros.

—No podría cargar a dos personas —le explica el niño, como si esta afirmación fuese obvia.

—Creí que tus alas serían magníficas. No serán tan impresionantes entonces si no puedes cargar a dos personas.

Mirando hacia otro lado, la niña conoce a la perfección el efecto que sus palabras tendrán en él.

—¡Mis alas serán inmensamente fuertes, ya verás! Podré cargar a dos personas, incluso a más.

—Entonces tenemos un trato— afirma orgullosa la pequeña, sabiendo que ha logrado justo lo que se proponía, y extendiendo su mano hacia el muchacho. Él la mira por un momento y luego un poco más. Entonces, muy lentamente, une su mano con la suya en un trato que cambiará la vida de ambos para siempre. Su piel es increíblemente fría en contraste con la mano de la niña, la noche estrechando al día.

—Sí, tenemos un trato.

De inmediato, unos pequeños puntos luminosos comienzan a brillar en la oscura piel del príncipe, como si cientos de estrellas se encendieran en un cielo nocturno. O luciérnagas, tal vez. ¡Qué curioso!

Con una sonrisa enorme que sólo promete problemas, la niña finalmente se presenta.

—Mi nombre es Helena.

El muchacho duda por un segundo y finalmente confiesa:

—Soy Morfeo.

Una mujer se detiene con los ojos bien abiertos al lado suyo, el espanto marcando sus facciones. No mira a la niña, sólo mira a Morfeo al pegar un alarido espantoso. Corriendo como si el mismo dioscuro del Inframundo la persiguiera, la mujer se aleja a un ritmo veloz, desapareciendo del mercado en cuestión de segundos.

La niña dirige su mirada nuevamente a Morfeo, tratando de ver lo que atemoriza tanto a una mujer adulta, pero no logra hallar nada. Ella sólo ve a un muchacho con las mismas ansias de libertad que ella, y una promesa de aventuras.

—Creo que seremos buenos amigos, Morfeo.

Por primera vez, el muchacho sonríe.

—Yo también lo creo, Helena.

Sacudiendo sus manos estrechadas, un lazo se forma entonces. Un vínculo de amistad que hace soñar a un príncipe de pesadillas, y que le da magia y esperanzas a una niña común. Sus destinos se entrelazan en un mercado cuyo nombre adquiere un nuevo sentido: el mercado de los sueños compartidos.

Czytaj Dalej

To Też Polubisz

39.5K 5.8K 29
《 Transmigré a la antigüedad para ganar dinero y criar a mi cachorro 》 Continuación a partir del capítulo 200. Para leer la primera parte, busca la n...
474K 46.5K 90
Park Moon transmigró al cuerpo de un personaje con el mismo nombre que ni si quiera puede considerarse carne de cañón en una de las novelas más popul...
887K 31.4K 60
Solo es una historia nada es real no se enojen 🤷‍♀️
176K 12.8K 49
Días después de su decimoctavo cumpleaños, Aurora Craton siente la atracción de apareamiento mientras trabaja como camarera en una fiesta de los líde...