Sentir que los días duran más de veinticuatro horas es algo que no le deseo a nadie en el mundo.
Sólo quieres regresar a tu cama a dormir un poco, sin saber si lo que ocurrió durante todo el día fue real o sólo producto de tu imaginación.
Las semanas que pasan después de aquella pelea durante su concierto en Seúl sólo puedo sentirme de esa manera. Me atasco de trabajo hasta la coronilla con la esperanza de que estando ocupada el día pase más rápido.
—Retirarán los cargos en unos días y podrás salir de aquí pronto —le informo a la persona del otro lado del vidrio con la mejor sonrisa que puedo.
—¿De verdad? —pregunta aquél hombre joven mientras coloca sus muñecas esposadas sobre la mesa para inclinarse y estar más cerca del vidrio que nos separa.
—Claro que sí. Pronto podrás estar con tu esposa de nuevo —digo para alentarlo.
Sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas y no para de agradecerme hasta que salgo de la habitación.
Miro el reloj que marcan las ocho de la noche cuando me formo en la fila para subir al autobús que me llevará a casa.
¿De verdad apenas son las ocho?
—¿Está todo bien? —pregunta una chica detrás de mí.
Su pregunta y su aspecto me desconciertan un poco. Volteo para encararla y lo primero que se me viene a la mente es que mi aspecto, aún en mi situación, no es tan malo como el de ella. Está demasiado pálida, su cabello maltratado tiene las puntas de color rosa y las ojeras en su rostro son muy prominentes. Su actitud es algo nerviosa y no para de ver hacia todos lados menos a mí.
No puedo evitar pensar que yo debería preguntarle lo mismo.
Estoy a punto de hacerlo, pero el autobús llega a la parada, así que sólo asiento levemente antes de que la fila comience a avanzar. Cuando ya estoy adentro y tomo asiento, busco a la chica por todo el vehículo pero no la encuentro. Estiro el cuello para buscarla por la ventana, pero comenzamos a avanzar y pierdo de vista la parada.
Durante el trayecto, trato de sacudirme los escalofríos que me ha provocado aquél encuentro. De hecho, cuando llego a casa y escucho que tocan a la puerta, no puedo evitar sobresaltarme hasta que escucho una voz muy familiar.
—¡Soy yo, noona! —escucho decir a Mino de manera enérgica.
Suelto el aire que contuve durante unos segundos y sacudo la cabeza, tratando de alejar mis pensamientos de aquella chica. Abro la puerta e inmediatamente soy atacada por sus brazos, que me rodean tan fuerte que me quedo sin aire.
—No puedo respirar —me quejo mientras me suelta, asustado.
—Lo siento —dice mientras se sonroja—. Es sólo que no pensé que estuvieras en casa tan temprano.
—Últimamente he estado muy cansada —miento descaradamente.
"Cansancio" no es el término exacto para definir mi situación.
—Aish... ¿Cuántas veces te he dicho que no debes trabajar tanto?
—Aún no son suficientes —respondo con una pequeña sonrisa—. ¿Qué te trae por aquí? Tú tampoco estás en casa tan temprano.
—En realidad... —comienza a decir mientras se rasca la nuca, apenado—. Quería hablar contigo sobre algo.
—¿Sobre qué? —pregunto curiosa mientras cierro la puerta detrás de él y nos sentamos en el sofá.
—¿Te parece si lo hacemos con algo de tomar?
Carajo, sí. Es una excelente idea.
Me levanto del sofá y voy hacia el refrigerador, de donde saco varias botellas de soju y las llevo hacia la sala. Sé que generalmente deberíamos servirlo en vasos, pero la necesidad de sentir algo que me recuerde que sigo viva es más fuerte, así que le propongo que tomemos directo de las botellas.
Quiero que el ardor en la garganta mientras el alcohol se desliza por ésta sea lo más doloroso posible.
—¿Quién te ha enseñado a beber así? —pregunta asombrado el chico frente a mí.
—Seunghyun oppa ha hecho un buen trabajo.
Se ríe mientras le da un trago a la botella y mientras lo veo fijamente, no puedo evitar pensar en el parecido que tiene con aquél hombre que está tan lejos de mí.
—Escuché que le va bien en su servicio militar.
—Cuando puede me llama, dice que lo que más extraña son sus botellas de vino... Pero nos estamos desviando un poco. Dime qué es lo que pasa.
—Creo que estoy enamorado de nuevo —confiesa mientras se escuda bebiendo.
Durante semanas, no había sonreído de manera tan genuina como en este momento.
—¿Puedo saber de quién? —pregunto con curiosidad, la sonrisa aún sin dejar mi rostro.
—Es una trainee en la empresa. Su grupo va a debutar pronto. Llevamos saliendo varios meses y... La amo, noona. Quería que fueras la primera en saberlo.
Mientras lo dice, sus mejillas se ponen aún más rojas y una sonrisa nerviosa se dibuja en su rostro. Sus manos se mueven nerviosas por toda la botella.
Mi primer instinto es sentarme junto a él y tomar sus manos entre las mías. Mi gesto tiene la intención de reconfortarlo, como si fuera su hermana mayor. Una verdadera noona.
—Mino-yah, estoy tan feliz por ti. Mereces a alguien tan buena como tú que te haga muy, muy feliz.
—Pensé que debía decírtelo primero. Después de estos años, no quería que aún te sintieras mal por lo que pasó entre nosotros.
—Aigoo... ¿Después de todo lo que hice aún sigues preocupándote por lo que siento? Deberías ser más egoísta de vez en cuando.
Él se ríe y vuelve a beber. Esta vez yo lo imito, sintiendo algo por primera vez en semanas.
Seguimos platicando por un rato, hasta que da la media noche y él se va pues me informa que tiene un ensayo mañana por la mañana.
Sin embargo, eso no me impide seguir bebiendo. Bebo hasta que mi rostro se siente caliente y mis movimientos se vuelven tan torpes que me tropiezo varias veces antes de llegar a mi cama y después me recuesto con las piernas y manos extendidas.
Jiyong.
Su nombre viene a mi mente por primera vez desde que se embarcó en su gira mundial.
Jiyong.
Qué nombre tan pequeño comparado con el vacío que siento en este momento.
—Nunca lo vas a entender —me dijo en la fiesta después de su exitoso concierto en Seúl.
—Entonces ayúdame a entender —le había pedido con lágrimas en los ojos.
—Todos estos años no te enseñaron nada ¿verdad? —su tono estaba tan lleno de hartazgo que en ese momento sabía que no estaba hablando con mi novio.
Estaba hablando con la súper estrella.
—No puedo discutir contigo, G-Dragon —dije sin usar su nombre a propósito, en un intento de hacerle notar lo rota que me sentía.
—¿¡Cómo me llamaste?! —exclamó de inmediato, herido.
No le gustaba que lo llamara así, tenía conciencia de ello.
¿Pero cómo llamarlo por su nombre cuando el hombre frente a mí era completamente diferente?
Lo vi tensar la mandíbula y cerrar los puños con fuerza. Si hubiera sido otra persona, probablemente me hubiera asustado, pero lo conocía demasiado bien como para sentir miedo.
Mi mente está demasiado confundida por el alcohol y simplemente dejo de pensar en aquél día.
¿Por qué todo se está poniendo negro?