"El Elemento Perdido #2: Agua...

By DanielaHernandez1940

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Todo ha vuelto a la normalidad en Caudentry. La familia Vasilith esta más fuerte que nunca con el regreso de... More

PRÓLOGO
"CAPÍTULO 1"
"CAPITULO 2"
"CAPÍTULO 3"
"CAPITULO 4"
"CAPITULO 5"
"CAPITULO 6"
"CAPITULO 7"
"CAPITULO 8"
"CAPITULO 9"
"CAPÍTULO 10"
"CAPITULO 11"
"CAPITULO 12"
"CAPÍTULO 13"
"CAPITULO 14"
"CAPÍTULO 15"
"CAPÍTULO 16"
"CAPÍTULO 17"
"CAPITULO 18"
"CAPÍTULO 19"
"CAPÍTULO 20"
"CAPÍTULO 21"
"CAPITULO 22"
"CAPÍTULO 23"
"CAPÍTULO 24"
"CAPÍTULO 25"
"CAPÍTULO 26"
"CAPÍTULO 27"
...
"CAPÍTULO 28"
"CAPÍTULO 29"
"CAPÍTULO 30"
"CAPÍTULO 31"
"CAPÍTULO 32"
"CAPÍTULO 33"
"CAPÍTULO 34"
"CAPÍTULO 35"
"CAPÍTULO 36"
"CAPÍTULO 37"
"CAPÍTULO 38"
"CAPÍTULO 39"
"CAPÍTULO 40"
"CAPÍTULO 41"
"CAPITULO 42"
¡TERCERA PARTE!

"CAPÍTULO FINAL"

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By DanielaHernandez1940

Entonces todo comenzó. Eric le pidió a Roderick que diera la señal y la gente comenzó a moverse de aquí para allá como hormiguitas. Fuimos de inmediato a nuestros cuartos para prepararnos. Me cambié de ropa rápidamente y Nath me proporcionó una pequeña caja para guardar la daga.

Aún no podía creer que haría eso. La daga apenas y pesaba pero en mis manos, parecía pesar casi una maldita tonelada. Pasé mis dedos por la escritura grabada y sabía que no era algo bueno tenerla en mis manos. Las marcas de las que ya me había olvidado casi por completo, se hicieron visibles de nuevo pero ya no eran negras, eran de un color rojo, justo como cuando Adrian las acababa de hacer.

Metí esa cosa de inmediato a la caja y tomé un par de guantes que Dëni había dejado ahí. Nath entró justo cuando terminaba de ponermelos.

—¿Estás lista?

Parecía que él sí. Llevaba el uniforme de batalla igual que yo.

—Eso creo —respondí pero la verdad no lo estaba, quería morirme y dejar todo esto.

—Todo estará bien —me dió un abrazo—. Te mantendré a salvo, lo juro Alexia, no dejaré que nada más te dañe.

—Tengo miedo Nath —no quería llorar pero fue inevitable—. Qué pasará si esto no funciona, Eric me matará, estoy segura.

—No lo dejaré —dijo firmemente—. Lo mataré antes de que te toque un pelo.

Así estuvimos por unos segundos. No quería dejarlo ir. Sólo quería que esta pesadilla terminara y así poder continuar con nuestras vidas como fuera posible. Alguien toco la puerta. Dëni y Vanessa se asomaron. Me aparté de Nath y limpié las lágrimas de mi rostro.

—¿Están listas? —pregunté más tranquila pero eso apenas y duró tres  segundos pues las dos fueron hacia mi y me envolvieron con sus brazos.

Ninguna pudo resistirlo. Escuché como Dëni sollozaba en mi hombro. Me había propuesto despedirme de ella la noche que huyeron del palacio pero no fue posible. En estos momentos debíamos considerar que yo podía morir en el intento de destruir a ese ser. Y ahora sí, nada me traería de regreso.

—Alex —Vanessa era la más calmada de todos—, ya no estoy tan segura de esto, creo que nadie lo está.

—No podemos arriesgarte —Dëni se limpió la nariz con la manga de la chaqueta—. No somos los olmecas para hacer sacrificios.

—Dëni, no eran los olmecas —la corrigió Nath.

¿En serio estábamos hablando de esto?

—Cierra la boca, Weber.

—Ya basta, esto no es un juego; esto puede fallar y lo saben así que tienen que prometerme que se cuidarán —los tres me miraron fijamente—, se cuidarán incluso mejor que en estos años. Tienen que buscar la manera de salir de aquí, no pueden quedarse.

—Alex...

—No Dëni —la interrumpí—. Están aquí por mi culpa, todo esto está pasando por mí y tengo que asumir las consecuencias. Jamás debí permitir que esto pasara y todo empezó por una fiesta de cumpleaños.

Sonreí ante el recuerdo de la emoción de aquel día.

—Escúchame por favor. Le prometimos a Daniel que volveríamos con él, no podemos dejarlo, no ahora que sabe que estamos vivas. No puedes hacerle eso Dëni. Incluso ustedes, John y Carlos aún los necesitan. Así que prometanmelo. Se irán de aquí en cuanto todo esto acabe.

Los tres se miraron, era claro que no estaban seguros de prometerme eso, pero era lo mínimo que podían hacer por mí ahora que casi les estaba diciendo mi testamento.

—Y yo siempre estaré a su lado —susurré.

—Te lo prometo —Vanessa tomó la caja donde estaba la daga e hizo que todos pusiéramos las manos en ella—. Te lo prometemos, Raven.

...

La lluvia cayó de manera torrencial sobre nosotros. Dëni comenzó a decir cosas sobre los malos augurios, las malas vibras y no sé que otras estupideces. Ya de por si los cuatro nos sentíamos más deprimidos que Janine cuando se embarazó. La plática no quedó nada bien. Sólo Vanessa fue capaz de prometerme que harían lo que les dije; Nath y Dëni no respondieron nada.

Todos estaban reunidos en el patio esperando órdenes de Eric. Dëni dijo que nos adelantaramos, ella tenía que volver a su cuarto por algo. Dejé que Vanessa y Nath bajaran. Quería unos momentos a solas.

¡No puedes dejarme! —era la voz de una niña.

Venía de una de las habitaciones.

Entiendelo, no puedes pelear —ese era Eric—. No voy a arriesgarte Georgiana.

Me acerqué un poco para poder escuchar; una actitud para nada apropiada, eso diría Janine.

¡Todos irán! —le gritó— ¡Todos pelearán por esa chica, yo también quiero hacerlo! —sonaba muy decidida.

¡Escúchame bien Georgiana!, te quedarás aquí, y Dëni se quedará contigo —¿qué?—. No dejaré que mi hija se involucre en esta batalla.

La puerta se abrió y me aparté para que no se dieran cuenta de que había estado escuchando la pequeña pelea. Eric cerró la puerta con llave. Podía escuchar los gritos de Georgiana.

¡Abre la maldita puerta, papá por favor!

Eric se recargó un momento de la puerta. Se veía muy cansado, como si el peso que soportaba fuera a derrumbarlo. Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que yo estaba ahí y cambió de nuevo a esa postura de villano maldito. Caminó hacia mí y me quedé muy quieta.

—Escúchame bien mocosa —me tomó del brazo con mucha fuerza—, será mejor que cumplas tu parte y acabes con esto.

Me empujó contra la pared y bajó las escaleras rápidamente dejando atrás los gritos y golpes que Georgiana le daba a la puerta. Quise alcanzarlo pero el maldito fue muy rápido y ya estaba en la entrada. Sólo se escuchaba el sonido de la lluvia que caía. Todos los que estaban en el patio lo observaban en silencio y podía notarse la emoción que todos sentían por esta misión.

—¡Hoy es el día, la hija de Solara cumplirá la promesa! —todos levantaron las manos y entre gritos y aplausos apoyaban esto— ¡Es momento de compensar todo el daño causado, es momento de que ella demuestre que nadie puede tener más poder y es momento de que regrese todo lo que nos pertenece!

Quedé detrás de Eric, se giró y me hizo una seña para que me pusiera a su lado. Se veía muy diferente. Ya no era el padre mortificado. Ya ahí, pude apreciar todo con claridad. Eran muchísimas personas, todas ellas depositando su confianza en mí; si les fallaba, me matarían, así que no perdían mucho después de todo. Hasta el frente se encontraban Nath, Roderick, Sebastian y Vanessa. Faltaba alguien. Caí en la cuenta de que Dëni no había ido a su cuarto por nada. Ella simplemente no iba a venir. Por eso tanto llanto.

Vanessa me hizo una seña. La miré y pude entender que me preguntaba por Dëni. Simplemente negué con la cabeza y su rostro cambió por completo cuando entendió. Así es, la conejita nos abandonó.

¿Debía decir algunas palabras? ¿O simplemente estar ahi como idiota parada junto a este maldito?

—¡Prepárense compañeros! —quizá no— ¡Es nuestra noche!

Comenzaron a dispersarse. Algunos iban a caballo y otros se preparaban para ir a pie. Me preguntaba por qué no abriamos un portal.

—Sabe que la mataremos —murmuró Eric—. Nos esta complicando las cosas, no podemos abrir portales.

Lo miré confundida. Estaba loco si creía que yo tenía que ver con esto. Pero según lo que Nath me había dicho, este lugar no estaba muy lejos del palacio de los Vasilith. La noche apenas estaba llegando, teníamos mucho tiempo.

—Todo saldrá como tú quieres —le dije—. No te preocupes, después de todo siempre consigues lo que quieres.

—Eso me suena a reclamo —respondió—. ¿Hice algo para ofenderte?

—Mi hermana no irá con nosotros, y todo por tu hija —mi tono no pudo ser más resentido, pero Eric seguía como si nada.
—Ah, es por eso —dijo con una enorme sonrisa—. Pero esta vez te equivocas, yo no le pedi a Dëni que se quedara, ella me lo pidió, casi me rogó, ¿no lo entiendes?, no es algo que ella deba presenciar y ella cree que no aguantará ver morir a su querida hermana, ¿le harías algo así?

No respondí nada. Ya no sabía qué pensar.

—Eso es, ve y prepara tu caballo. Salimos en quince minutos.

...

—¡Tendremos que seguir a pie! —gritó Roderick cuando llegamos— ¡La lluvia no dejará que los caballos se muevan!

Casi habíamos llegado al palacio. La lluvia caía como nunca antes había visto. Parecía un diluvio. Pudo ser buena idea que construyeramos un arca, hubiera sido más útil.

—¡Tendremos que hacer la prueba! —dijo Sebastian— ¡Tardaríamos más!

Desde este sendero podíamos ver el palacio y unas pequeñas luces llamaron mi atención.

—¡¿Ve ese señor?! —le gritó Diego a Eric.

—¡Claro que puedo verlo! —respondió Eric.

El palacio no estaba abandonado, tal como Damon había prometido. A medida que nos acercábamos, y a pesar de la lluvia, comenzamos a ver las pequeñas siluetas. Eran tropas enteras.

—¡Es Magnus! —le grité a Nathan—  ¡Estoy segura!

—¡No puedes entrar así, Alex! —Vanessa se quitó la capucha— Nos derribarán antes de que pisemos el muro siquiera.

—¡Claro que puede! —Roderick se acercó—. Hemos practicado, ¿cierto?

Tenía que ser un chiste. Apenas y conocía el ataque por supuesto, pero no lo habíamos llevado a la práctica. Roderick estaba loco. Pero al parecer era la única forma que ellos estaban considerando. Muchas miradas estaban puestas sobre mí, esperaban una decisión y rápida.

—¡Lo haré!

—¡Muy bien, prepárense! —les gritó Eric a los demás.

La lluvia representaría un obstáculo para todos pero al menos había un ambiente positivo. Los caballos hacían su maximo esfuerzo por galopar sobre el terreno lodoso, pero no se detuvieron, no los dejamos hacerlo. Empezó a haber movimiento en la entrada. Los soldados comenzaban a moverse por el muro, listos para atacar. Malditos, no tenían idea de lo que les esperaba.

—¡Puedes hacerlo Alexia! —gritó Roderick cuando nos acercamos más—  ¡Crea el escudo, hazlo!

Los caballos galopaban con más fuerza, podía concentrarme, podía hacerlo.

—¡Ahora! —gritó Eric cuando estuvimos lo suficientemente cerca.

¡Kritenzial!

El escudo de fuego nos rodeó y quemó a todo aquel que quiso acercarse.  ¡Funcionó! Estaba segura que lo lograríamos, ahora más que nunca.

Fue cuando el caos comenzó. La batalla tenía que iniciar en algún momento. Los Zerkjis se habían dedicado a atacarnos solamente a nosotros, ahora tenían un nuevo chance con los Hathaway.

—¡Sigue Alex! —me gritó Nathan.

Algo me jaló de la chaqueta y caí del caballo; uno de los soldados me golpeó con algo que parecía un fierro. Grité del dolor. Hijo de perra. Me levanté del suelo y saqué la espada que Sebastian me había dado. Una sola estocada y la metí en su cuello. Tenía que entrar.

—¡Ve! —gritó Vanessa mientras lanzaba a un soldado al suelo— ¡Nath te seguirá!

Seguí corriendo hasta que llegué a la gran puerta. Para mi suerte, estaba abierta. Entré al palacio. La pierna me dolía mucho; sólo esperaba que el ejército fuera lo suficientemente fuerte como para detener las tropas de Magnus.

—La niña ha vuelto a casa —una voz sonó desde el salon—, y trajiste compañía.

—Magnus.

—Lo sabía —estaba en medio del salón, listo para atacar—. Eres igual que Daniela, siempre causando problemas.

—Mejor lárgate —aferré la daga a mi mano—. No sabes la magnitud del problema.

—Claro que lo sé —las velas comenzaron a prenderse una por una—, Cedric me dijo todo acerca de ti niña.

Maldito. Era más que lógico. Ya de por sí Magnus trataba a Cedric como un estorbo, que mejor que ser el soplón.

—Te lo diré una vez más, lárgate.

—Has sido un dolor en mi trasero niña —caminó hacía mi—. Siempre siendo el centro de controversia, haciendo que Adrián tomara malas decisiones, ¡haciendo que nuestro mundo se vaya al infierno!

Levantó las manos pero detuve el ataque. ¡Sí! Roderick hubiera estado muy orgulloso. Trató de rodearme pero lo que este imbécil no sabía era que yo era más rápida y ágil ahora.

—No siempre juego limpio.

Me tomó por sopresa cuando me dio una patada justo en el estómago y caí al suelo. La daga cayó debajo de un sillón. Traté de levantarme pero me pateó de nuevo en la cara. Sentí la sangre en mi boca.

—Lo mejor para todos, sería que acabara contigo de una vez.

Se agachó sobre mí y apretó mi cuello con fuerza. Quise quitarmelo de encima pero era demasiado fuerte.

—¡Déjala en paz! —gritó Nathan y lo lanzó por el aire.

Magnus se estampó en la pared. Tendríamos unos cuantos minutos antes de que se recuperara. Metí la mano debajo del sillón y saqué la daga. Nath me ayudó a ponerme de pie. El cuello me dolia horriblemente pero no había tiempo de preocuparme por eso.

—¿Estás bien? —Nath tocó mi cuello pero aparté sus manos.

—¡No, vámonos!

Tomé a Nath de la mano y corrimos. Tenía la vaga idea de donde estaba el santuario. Adrian rara vez nos dejaba bajar ahi y mucho menos a mí; ahora entendía la razón. Ya nadie nos seguía pero esto se estaba saliendo de control.
Podíamos ver por cada ventana como los Zerkjis combatían con todas sus fuerzas pero las tropas de Magnus no se quedaban atrás.

—¡Es aquí! —abrí la puerta pero en cuanto entré se cerró de golpe y Nathan se quedó afuera.

—¡Alex!

—¡Nath!

Traté de abrir pero era inútil, era como si la hubieran cerrado desde afuera.
Comencé a golpear la puerta con toda la fuerza que tuve pero era inútil.

¡Destruyela Alexia! —gritó Nathan desde afuera— ¡Hazlo!

Este lugar me causó escalofríos. Según lo que sabía, el palacio fue construido a partir de esta cueva y no pudieron cambiar nada por respeto a las deidades. Que idiotas, toda su vida viviendo en un estúpido engaño.

La gran fuente se extendia ante mí. Cuatro pilares sostenían el techo de donde parecía provenir esa agua cristalina. Era como si diminutos diamantes cayeran ahí. Era hermoso.

—Es ahora o nunca Raven.

Me concentré para poder recordar lo que Vanessa me habia enseñado.

—¡A ti, inmortal, eterna, inefable e increada madre de todas las cosas, que sin cesar eres transportada sobre el rodante carro de los mundos en un perpetuo girar! —grité!— ¡Dominadora de los etéreos reinos donde se levanta el trono de tu poder desde el cual tu tremenda mirada todo lo ve y tus santos oídos todo lo oyen. Socorre a tu hija que amaste desde el principio de los siglos!

Recité la invocacion esperando no haber olvidado nada. Conté mentalmente los segundos; veinte, treinta, nada, algo debi haber hecho mal.

—¡Rayos!

Un círculo de fuego me rodeó de inmediato y no había manera de salir. Traté de apartarlo o extinguirlo pero fue inútil. Pude escuchar el ruido proviniente de la gran fuente pero apenas y podía ver algo. Un suave murmullo llenó el lugar. Era como si alguien estuviera tarareando una canción de cuna. Una canción que yo ya había escuchado antes. Llegó a mi mente fuerte y claro y podía que Katrina jamás me la enseñó.

—Hace mucho que esperaba verte —la voz era tan suave que me hizo quedarme totalmente quieta.

Una figura se formó de entre las aguas. Poco a poco fue saliendo, una mujer perfecta. Era ella. El largo cabello como el fuego caía hasta su espalda. Parecía que su vestido estaba hecho de fuego, literalmente. Su belleza era inaudita.
Sólo ahora podía comprender lo que todos decían acerca de ella: una vez que la veías, era tu perdición.

—Sabía que algún día, vendrías a mí.

Salió de la fuente y era como ver a la mejor modelo caminando. Se movía con una delicadeza jamás vista.

—Aunque Adrián prometió que seria muchísimo antes —caminó alrededor del círculo y rozaba el fuego con sus manos—. Te tardaste.

—No he venido hablar.

—Sé que no has venido hablar —la manera en la que hablaba me desconcertaba mucho—. Sé que tu objetivo es terminar conmigo y salvar a todos.

Quería sacar algun comentario inteligente pero esta maldita cosa lo sabía todo.

—¿Soprendida? —preguntó— Soy casi una Diosa, puedo moverme en cualquier lugar que quiera y vigilar a quien me plazca, ¿por qué crees que has mejorado tanto en los entrenamientos?

Entró lentamente al círculo atravesando las llamas que cobraron un color azul en cuanto las tocó por completo.

—Y puedo darte más que eso —traté de salir pero fue imposible. Yo no era inmune al fuego y cuando traté de atravesarlo, me quemó—. Estamos ligadas por sangre Alexia, hasta por nombre.

Solara quedó frente a mí. Era tan hermosa. No creía que ni los ángeles la igualaran. Con sus dedos, rozó levemente mi rostro, y me hizo sentir helada. Sus manos eran tan suaves pero yo había venido aqui por algo.

—Solara no era mi nombre en mi otra vida —explicó. Vanessa dijo algo de su vida terrana— Doña Victoria Maria de Bustamente, ¿te suena?

Alexia Victoria Marie.

—Creo que sí —parecía muy satisfecha—, Adrián tenía que ser agradecido, después de todo, salvé a la hija de su hermano.

Estaba perdiendo mucho el tiempo. Demasiada plática y poca acción. Me sentía desorientada. Como si no supiera lo que estaba haciendo.

—He venido a matarte —dije tratando de concentrarme, decidida—. He venido a terminar con esto.

La daga era como hierro caliente en mi mano. No me sentía capaz de moverme siquiera. Pero tenía que hacerlo. Vanessa y los demás estaban seguros de que era la única forma de liberarme a mi y a todos los que amaba pero...

—Soy tu madre Alexia —su voz era como seda que recorría cada parte de mi cuerpo—. No te llevé en el vientre pero te di la vida. Sé que no lo harías. He seguido tus pasos cada día, cada noche mientras estuviste en Terra, me aseguré de cuidarte.

Mi mano estaba congelada. Sabía que tenía que enterrar la daga en su corazón y deshacerme de ella. No había dioses, todo era una maldita manipulación. Pero para Solara no era suficiente. Bajé la mano lentamente. ¿Qué demonios ocurría?

—¿Lo ves? No tienes el valor mi niña —la mujer sonrió—. Te daré todo lo que quieras en este mundo, tu vida como terrana, el reino que tu quieras, tu mayor deseo yo lo haré realidad, solo pidelo. El poder más grande del mundo.

—Yo...

Todo pasó ante mi. Dëni y yo viviendo con nuestra familia de nuevo, viendo crecer a Albert, conociendo más lugares del mundo junto con Vane, Nath a mi lado, siendo felices por siempre.

—Yo te daré todo, si tú me ayudas linda.

La vida que deseaba. Mi verdadera vida. ¿Podía ser posible que yo...?
Reacciona Alexia.

—¡No, no quiero nada de ti! —y corrí empuñando la daga— ¡Vete al infierno!

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