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Nadie venía a este lugar, y era obvio porque muy pocos lo tenían permitido. Un lugar sagrado no podía ser pisado de manera tan simple, pero él era el futuro rey y no quedaba otra salida. Cerró con seguro la puerta y fue ante la gran fuente que se alzaba en la habitación. Agua cristalina corría desde la pared mojando aquellas marcas que los Dioses dejaron para proteger ese lugar. Puso a la bebé en la orilla y tomó el puñal que llevaba en el pantalón. Cortó su mano y dejó que la sangre corriera en el agua. 

Espero unos segundos hasta que el agua comenzó a tornarse de color rojo. Burbujas salían de la fuente como si el agua hirviera a miles de grados. Asustado, tomó a la bebé en sus brazos y se alejó un poco. Una imponente forma comenzó a salir de entre el agua.

Vaya, vaya.

La radiante mujer que salió de entre aquellas rojas aguas era simplemente hermosa. Su cabello era naranja como el fuego y unos enormes ojos verdes lucían como esmeraldas, igual de brillantes, lograban cualquier que hombre o mujer, o cualquier ser humano en la tierra se perdiera en ellos. Era como si los mismos ángeles hubieran esculpido su cuerpo. Cada mínimo detalle era perfecto.

Un Vasilith ha venido a perturbar mi calma —dijo con voz cantora— ¿Qué es lo que quieres?

Con más calma, caminó a donde estaba esa mujer y se arrodilló ante ella con la pequeña bebé en brazos. Sabía que quedaba muy poco tiempo. Su petición tenía que ser hecha ahora.

Solara, he venido ante ti, he venido a pedirte por la vida de mi hija.

La diosa lo miró de manera arrogante. Muchos Vasilith habían venido ante ella, pero jamás para pedir algo así. El último de ellos pidió poder total y ella se lo concedió.

¿Qué gano yo salvando a esa niña?

¿Podía ser tan valiosa la vida de esa criatura como para desgastar su energía? ¿Qué podía darle ese inútil humano a cambio de su magia?

Te daré lo que quieras, señora mía —dijo desesperado—. Pero por favor, salvala, salva su vida.

Solara vio la desesperación que invadía a ese pobre iluso. Parecía que no le habían enseñado que no debía negociar con los Dioses y mucho menos por una vida. Pero ahora lo tenía aquí, implorando por la vida de aquella pequeña. Y Solara supo que tenía su oportunidad. El momento que había esperado por cientos de años, llegó a ella sin siquiera pedirlo.

Tú lo has dicho Adrián Vasilith, ¿tendré lo que yo quiera?

El rey pareció dudarlo un momento, pero luego recordó que la vida se alejaba un poco más de su pequeña.

Por supuesto—respondió resignado.

Una hermosa sonrisa pintó el rostro de la Diosa. Extendió las manos hacia él.

Muéstrame a la bebé ordenó.

Con manos temblorosas, puso a la bebé en los brazos de Solara y esta la tomó con cierta alegría.

Su nombre es Alexia.

"El Elemento Perdido #2: Agua" ⚠️ Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora