"CAPITULO 2"

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Después de que Lena se fuera, Greta regresó, tuve que pedirle que me ayudara, diciendo que mi hermana no se sentía bien en esos momentos. Por supuesto aceptó encantada, y en pocos minutos, ya tenía todo listo. Preparó el baño y arregló cuidadosamente la ropa que mi madre me había asignado para ese día. Era de suponerse. Katrina odiaba la manera en la que me vestía, odiaba que vistiera con pantalones y chaquetas. Me sacaba de quicio algunas veces.

Al salir del baño, vi el vestido que ya estaba en mi cama. Me dieron más ganas de llorar, era hermoso, tan hermoso que a la vez lo odiaba, pues estaba formando parte de toda esta farsa. Una que yo misma podía detener pero no por ahora. Las cosas debían seguir su curso.

Luego de una hora, Greta estaba más que complacida con el resultado. Había hecho que el vestido se ajustara perfectamente a mis escasas curvas, la delicada tela caía hasta mis pies, y con ese color azul, parecía que habían tomado una manta del cielo y la pusieron encima de mi. Tenía las mangas largas y el cuello era en V. Greta insistió en que usara el collar con el escudo de mi familia, un regalo de Adrián por mi cumpleaños número diecinueve. Era muy discreto, pero captaba cierta atención. Recogí mi cabello en un cuidadoso moño y colocó la única tiara que tenía en esos momentos.

—Luce hermosa, Alteza.

—¿En serio? —pregunté mientras me seguía observando en el espejo.

—Claro que sí —repuso—. Es por eso que el joven Cedric esta tan enamorado.

Algo amargo subió por mi garganta cuando Greta dijo eso. Recordaba las palabras de Cedric, él sólo quería ser el héroe de esta estúpida situación. Pero no fue así. Durante el tiempo que llevaba aquí, había tratado de mantener una relación cordial con él. Nadie sabía absolutamente nada acerca del accidente o al menos no todos los detalles. Yo prometí guardar silencio y él tenía que mantener su distancia. Ese fue el trato que hicimos un día después de la muerte de Peter. Con la muerte de éste y la de Lucinda, cualquier indicio de peligro había desaparecido para mí. Cedric sabía lo que podía hacer con él si abría la boca de más.
Y ahora, tenía que pensarlo pues ya había roto parte del trato. 

Una propuesta de matrimonio, no era mantener la distancia.

...

Antes de llegar al salón principal, escuché las voces de todos, parecían muy animados. Y no había nadie de la corte por los pasillos. Tal vez les habían ordenado estar lejos. Cuando pisé el último escalón, mi corazón se detuvo por un momento. No debía hacer esto. No tenía por qué hacerlo. Las palabras de Lena no me importaban, pues yo estaba al tanto de la situación. Era verdad. La gente no me tenía en un buen concepto, mi manera de ser, el poco interés que tenía en los asuntos de las personas y del reino en general. Había escuchado el término de "terrana" más de una vez mientras estuvimos en el norte, pero todos me pidieron no hacer caso. No era tan fácil.

Y era algo tan estúpido. ¿Quién demonios pudo pensar que un matrimonio salvaría o arreglaría la situación? Ya había una alianza hecha con los Hathaway, gracias al matrimonio de Lena y Robert, ¿por qué hacer esto más grande? Magnus me detestaba, de eso no cabía duda, al igual que la malcriada de Cataline. No podía verme ni en pintura y era una lastima pues en el salón principal había muchísimos cuadros míos.

—¡Alex! —Luvia venía corriendo hacia mí.

Se veía hermosa, toda vestida de rosa y ese lindo cabello rubio. Ya no había momento de escapar.

—Mi tío  Cedric te espera, ¡todos te esperan! —me tomó de la mano y caminamos al salón.
Todos guardaron silencio cuando llegué. Las miradas variaban, mis padres me veían con una evidente aprobación, Marie y Anabeth me sonreían radiantes, al igual que Robert, sin embargo, Lena no me miraba directamente. Aún así me dio gusto ver la cara de Cataline al verme entrar. Aquí yo valía más que ella. Y de Magnus no había mucho que decir, su mirada pocas veces reflejaba algo bueno.

Adrian fue hacia mí y me tomó de la mano, mientras que Luvia iba con mamá.

—Te ves hermosa, Victoria —dijo con una leve sonrisa. Era muy raro que actuara así.

—Gracias papá.

Cedric apareció en la entrada. ¿Dónde había estado? Al verme, se quedó pasmado y una pequeña sonrisa apareció en él. ¿Debía hacer lo mismo? Caminó hacia mí y en un gesto muy común en él, besó mi mano. Sentí mi cara caliente. Demonios, me había sonrojado.

—Te ves muy, muy hermosa.

—Tú también te ves muy bien, pero bueno, ¿a qué se debe esta visita? —quise sonar lo más casual posible, aunque todos debían dar por hecho que yo sabía lo que pasaba. 

—Creo que debemos sentarnos —sugirió Adrián.

Todos nos sentamos y convenientemente Cedric y yo quedamos en un mismo sillón. Luvia revoloteaba alrededor de todos, hasta que Magnus la tomó del brazo y le sonrió fríamente. Todos lo notaron.

—Creo que debes calmarte, linda.

La soltó y Luvia lo miró aterrada, entonces se fue con Adrián, quien la tomó y la sentó en su regazo sin ningún problema. La carita de Luvia se relajó totalmente, era la consentida de Adrián. Pero era claro que no la de Magnus. Infeliz.

—Me alegra que hayamos podido reunirnos todos este día —comenzó Adrián—, hemos estado en movimiento constante estos meses y no hemos tenido tiempo para la família. Lena y Robert acaban de darnos la noticia del nuevo bebé y quiero que sepan que espero que sea un bebé lleno de salud y será igual de querido que esta hermosura.

Lena puso una enorme sonrisa en su rostro, y Robert acariciaba su vientre.

—Bueno pues creo que es mi turno —Cedric se levantó del sillón y acomodó su chaqueta—, he estado planeando esto por meses realmente, y me cuesta creer que por fin vaya a hacerlo.

Mi instinto me decía que le diera un magnífico golpe en el rostro y luego lo rechazara, pero otra parte de mí sabía que no era tan buena idea. No podía echarlo abajo por un simple capricho. Las cosas tenían que pintar de otra manera a partir de ya. La "terrana" se iría y llegaría la verdadera princesa, todos se darían cuenta de ello. Debía hacer mi mayor esfuerzo, pues la única persona que no me creería tan fácil sería Lena. Pero mi cerebro ya estaba trabajando en una muy buena estrategia.

—Alexia —hizo que me pusiera de pie y en un momento ya estaba de rodillas frente a mi—, no te pido esto como una alianza real, sino que te lo pido como una muestra de mis sentimientos hacia ti.

Sacó un anillo de su chaqueta. Era hermoso, tenía un gran diamante rojo en el centro, me perdí en el de inmediato.

—Permíteme ser el hombre con el cual podrás pasar el resto de tus días, con el que alcanzarás todos tus sueños y metas, con el que vivas alegrías y tristezas, y con el que reines de manera generosa y justa. Por favor, cásate conmigo.

Vaya discurso que había planeado. Un rechazo combinaría perfecto con el. Alejé esos pensamientos maliciosos de mi mente. Tenía claro lo que quería y aceptar esto, era el primer paso. Saqué mi mejor sonrisa. Aquella que usaba en mis días de secundaria en Ravenville. 

—Sí, acepto —y el salón estalló en aplausos.

Había desviado su propio destino.

"El Elemento Perdido #2: Agua" ⚠️ Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora