Juro enamorarte |BORRADOR|

By La_Carcache

5.4M 342K 79.8K

PRIMERA PARTE DE LA SAGA JURO. Cuando Katherine James era apenas una pequeña, su madre llenó su mente con his... More

Juro enamorarte
Dedicatoria
Advertencia!
¡Juro enamorarte en spotify!
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3 |NUEVO|
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6 |Nueva edición|
Capítulo 7
Capítulo 8 |Nueva edición|
Capítulo 9 |Nueva edición|
Capítulo 10 |Nueva edición|
Capítulo 11 |Nueva edición|
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24 |Nueva versión|
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
FIN
Epílogo
Agradecimientos
+Novelas
Creaciones ❤

Capítulo 29 |Nueva versión|

121K 8.1K 1.4K
By La_Carcache

El intenso olor a chocolate se introdujo por mis fosas nasales hasta dar un brinco imaginario dentro de mi estómago, llevándome al paraíso donde pequeñas tazas rellenas de chocolate derretido con caritas felices y grandes mejillas rojas cantaban felizmente mientras se sujetaban de las manos al rodearme y proclamarme su reina. Lo bueno de tener un novio, cuyo don es realmente mimarte y observar cada uno de tus gustos, es que, en el momento menos esperado él aparece con alguna bobada que tú amaras por el resto del día. Así es como llegamos a este momento donde vi aparecer una mirada risueña en sus ojos al mismo tiempo que yo le daba un sorbo al vaso con chocolate caliente.

Un fuerte gemido salió desde lo más profundo de mí ser al sentir el sabor tan dulce de la mezcla y el ligero ardor, por lo caliente que estaba, golpeando en mi labio superior. Ian se echó a reír cuando miro un bigote oscuro en mi rostro y yo junto a él por la vergüenza.

— Por lo que veo te ha gustado — asentí —. Sabía que iba a gustarte ese toque extra de chocolate con leche que pedí exclusivamente para ti.

Era increíble que siempre estuviera sorprendiéndome, parecía como si su mente estuviera conectada con la mía y supiera todo lo que quería o pensaba cada día que pasamos juntos. Me gustaba saber que con él me sentía cómoda, no me avergonzaba hacer ciertas cosas o decir lo que podría darme vergüenza, mucho menos ocultarle que él era como un pueblito para mí. Un pueblito tranquilo bajo la neblina de un clima frío. Un lugar donde aprendes a amar.

Terminó de limpiar el bigote con los restos de chocolate que todavía estaban en mi rostro y juntos echamos a andar en dirección a las instalaciones de la secundaria. No pasó mucho tiempo cuando él tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos. Succionó un trago de su café amargo y abrió la puerta para mí. A como era de esperarse alguna que otra mirada se posa sobre nosotros y, sobre todo, en nuestras manos entrelazadas. Sin embargo, este tipo de miradas no era repulsivo, sino, eran miradas que demostraban que estaban felices por nosotros y porque al fin habíamos logrado estar juntos a pesar de todo.

Guardé mis libros y mis cuadernos dentro del casillero siendo admirada por Ian a un lado de mí con su brazo pegado al otro casillero, él apartaba los mechones castaños de mi cabello dejándolos por detrás de mi hombro, pero antes jugaba con este enrollándolo en su propio dedo. Cuando soltaba el mechón miraba la textura ondulada que quedaba con mucha atención y luego volvía a alisarlo. Cerré la puerta de mi casillero lista para irnos a nuestra primera clase cuando un estruendo hizo que todos viéramos la puerta del director.

Hilary estaba saliendo del lugar encabronada y siendo perseguida por el director. Su mirada perdida entre las personas que la miraban lucia trastornada y, de acuerdo a su apariencia, parecía que no estaba del todo sobria. El directo la llamaba para que volvieran a entrar al despacho y que no hiciera el espectáculo del año, pero su mirada ya estaba fija en la mano de Ian sujeta a la mía. Nunca la había visto así, en realidad, nadie la había visto así.

— Ustedes dos — nos señaló con su dedo índice, el cual tenía una uña acrílica desbaratada y casi arrancada de su uña natural —. Que mal que lucen juntos.

Su risa fue amarga cuando caminó hacia nosotros con un alto ego que ni la pantera rosa le llegaba a los talones. De un momento a otro su pie se dobló haciendo que esta cayera y todos comenzaran a reír para luego guardar silencio al ver que intentó balancearse sobre mí. Definitivamente su aliento apestaba a alcohol y a algo más que no sabría identificar.

— ¿Cómo es posible que una ciega asquerosa como tú pudiera quitarme todo? — entornó los ojos — Mírate Ian, luces patético.

— Hilary — le advierte Ian.

— Señorita Colt, por favor regrese al despacho — el director intentó sujetarla por los hombros, pero ella se lo quitó por encima con un gesto agresivo haciendo que todos a nuestro alrededor admiraran sorprendidos.

— ¿Para qué, Ronnie? — gritó abriendo sus manos — ¿para decirme que no conseguiré la aceptación de ninguna universidad? ¡Yo no necesito esto! — giró sobre su propio eje — Pero tú — volvió a señalarme —, eres idéntica a tu madre. Una víbora que vive bajo la piel de una mujer inocente y justa, cuando en realidad es un asco.

Ian apretó su mano aferrada a la mía y me acerca a él de una manera protectora. Por otro lado, yo me concentré en respirar profundamente dejando que el olor tan refrescante de mi novio me relaje por algunos segundos, pero no lo consigo. En cambio, mi mente comenzó a mover todos los recuerdos y los datos que Hilary mantiene bajo una capa gruesa para que nadie lo sepa. No pude controlar mi voz al recordar ese detalle tan profundo que Rosalina me comentó hace un tiempo, siquiera supe en que momento mis labios comenzaron a moverse dejando a todos con la boca abierta y a ella con el rostro pálido.

— ¿Eso has aprendido cada vez que te revuelcas con el capitán de baloncesto? ¿O cuando el entrenador de béisbol te arrincona contra los casilleros cada martes solo porque ninguno de los dos tiene algo productivo que hacer? — balbuceó algo que no pude entender, pero en ese momento ya nada me estaba deteniendo, siquiera la mirada penetrante de Ian — ¿qué me dices de cuando es tu madre la que se acuesta con el directo para que entres a una gran universidad porque eres una inútil que solo piensa en cuántos hombres la han visto desnuda? — respiré profundamente — Deja la maldita venganza, los problemas de nuestras madres no son los nuestros y piensa en que carajos hacer con tu futuro, porque tus extensiones no te darán de comer.

Tomé la mano de Ian con fuerza y comencé a arrastrarlo hacia nuestro salón de clases dejando los murmullos detrás de nosotros y a una rubia destrozada. Cuando doble en la esquina del primer pasillo y solo escuchaba los aplausos de las personas que habían sufrido los maltratos de mamá anaconda alegres por mis palabras, dejé que mi espalda chocara con la pared del pasillo para tomar aire y analizar bien todo lo que había hecho. Me sentía poderosa, única y con mi alma completamente limpia, aun sabiendo que lo que había hecho no estuvo del todo bien.

Ian estaba frente a mí con sus manos dentro de sus bolsillos, pero su sonrisa lo demostraba todo. Orgullo, felicidad, satisfacción.

— Entonces — comenzó arrastrando la última letra de su palabra —, al suave me fueron infiel. Me siento indignado — su rostro era un poema hacia la burla en ese instante. No pude evitar reír y él tampoco.

Besó mi frente devolviéndome la paz y volvimos a tomarnos de las manos como la pareja que éramos para, entre empujoncitos graciosos, llegar a nuestra primera clase. Ese día no volvimos a saber de Hilary, solo una pequeña llamada a la oficina del director donde le expliqué que fueron palabras que salieron de mí por el enojo y que prometía que jamás iba a volver a suceder. Él se la creyó y me dejó ir como si nada, pero ambos sabíamos que no era la secretaria del directo la que llegaba ciertos días de la semana, sino, Abigail Colt.

— ¡Al fin terminaron las clases!

Jack dejó caer sus rodillas sobre el cemento que cubría la entrada principal del instituto y comenzó a besar a este con desesperación.

La semana de exámenes había terminado para todos los años dejándonos libre por algunos días hasta que llegara el partido final de fútbol americano donde los jugadores sabrían si iban a ser uno de los becados por las mejores universidades. Así que a partir de ese día adiós estudios, adiós secundaria, adiós pruebas, adiós todos. Finalmente, me iba graduar y dentro de dos meses me iba a mudar junto a mi novio a la gran ciudad de New York, dispuestos a luchar por un futuro juntos. Me sentía tan emocionada por lo que me esperaba que no podía más, quería que los días pasaran como los segundos y mis maletas ya estuvieran junto a las de él.

— Si continuas haciendo esto — dijo Rosa —, jamás volverás a besarme.

Rosa se cruzó de brazos al tener la atención de su novio y luego sostuvo la oreja de Jack para que este, rápidamente, se pusiera de pie. Ian y yo, aún estáticos, continuamos mirando la escena del cómo Rosalina golpeaba a su novio cuando él intentaba besarla al mismo tiempo que sostenía sus brazos. Luego de escuchar muchos regaños y malas caras por parte de mi amiga, caminamos al auto. Mi mejor amiga había estado los últimos días de muy mal humor, no sabíamos por qué, pero así era. Para ella el simple hecho de respirar estaba mal. Por ende, nosotros caminamos detrás de ellos a paso lento evitando que viera como nuestras fosas nasales se abrían.

En el auto todos íbamos en silencio escuchando la voz del locutor de la radio. Ian revisaba su móvil mientras con su dedo pulgar hacia círculos imaginarios sobre la palma de mi mano, Rosalina también revisaba su móvil y Jack miraba la carretera con atención luego de que este se distrajera y mi amiga lo matara con la mirada.

— Katherine, recuerda que hoy estarás sola en casa y que yo no podré ir porque tengo cosas que hacer — inmediatamente mi novio dejó su móvil a un lado para poner atención a las palabras de mi amiga —. Ten cuidado con las personas que puedan entrar y asegúrate de cerrar todo perfectamente bien.

Rosa me miró a través del espejo moviendo sus cejas de arriba hacia abajo, luego guiñó uno de sus ojos y sonrió con travesura. Lo había hecho apropósito porque la única persona que podía entrar en esa casa con mi autorización era mi novio, es decir, mi propio Jackie Chan. El mismo que todavía estaba atento a lo que decía mi amiga.

— ¿Dónde estarán tus padres? — Ian frunció el ceño.

Sabía el error que había cometido. No le había comentado que iba a estar sola por un par de días, digamos que él era algo así como mi protector y si algo tenía muy en cuenta es que mi padre podría matarlo si en su ausencia algo me sucedía, pues el único responsable sería Ian por no cuidarme sabiendo que está cerca. En estos días había descubierto que era un novio muy sobre protector que tenía los mismos ideales partenos que papá e intentaba cuidarme hasta de una mosca.

No me sorprendería saber que en estos momentos su mente estaba imaginando el cómo alguien podría entrar por alguna ventana mal cerrada de mi casa, golpearme y venderme a una de las tantas mafias especializadas en robo de órganos. Seguramente ya me estaba visualizando en una tina con mucho hielo por debajo de mí, una cicatriz, un órgano menos y una nota donde me agradecían por ese órgano faltante.

— La abuela Flor se escapó junto a su nuevo amante — dijo Rosalina.

— Mis padres ayudarán a los padres de Rosa para saber dónde está — me encogí de hombros restándole importancia y, de paso, dándole a entender que nadie intentaría matarme solo por estar sola —. Ella es toda una loquilla con complejos de narcotraficante de pastillas para abuelas mayores de setenta años, pero nos agrada.

— Fue la que nos enseñó a hacer brujería con los calzones — Jack frenó en seco mirando sorprendido a la chica de cabello oscuro que estaba a un lado —. No idiota, a ti no te hice nada. Tú caíste solito bajo mis encantos latinos.

— No te creo — el auto continuó su curso —. Yo digo que tengo algún hechizo o algo así, últimamente sueño mucho contigo y comienza a darme miedo la idea de que aparezcas, así, de la nada, en mi armario.

Rosalina lo golpeó en el brazo.

Omití la conversación de ellos al sentir la mirada tan penetrante de mi novio, sentía un ligero sentimiento de miedo al girar y mirarlo porque por alguna loca razón yo sabía que me iba a estar viendo como papá molesto. Su cuerpo se movió a un lado de mí hasta que nuestros hombros chocaron y su aliento a menta dio contra la piel de mi oído.

— Eres un encanto cuanto intentas omitirme, pero ¿adivina qué? — dijo en un susurro — Llevaré películas, comida y desde ahora te digo que hoy dormiré contigo — se cruzó de brazos —. No se diga más, llegaré a las nueve porque Marta quiere que aprenda a hacer galletas.

Respiré profundamente al recordar todo el desorden que mis padres habían dejado por la casa al salir con sus maletas y asentí.

Cuando el carro se detuvo frente a mi humilde morada, bajé lo más rápido posible despidiéndome de mis amigos con un movimiento de mano. Bastó con abrir la puerta para ver las revistas regadas por el piso que papá intentaba ordenar antes de que le dieran la mala noticia de la Abu Flor, la mezcla de galletas regada por el piso de la cocina y echa piedra gracias a mamá y las pisadas llenas de lodo que uno de los dos dejó. Tiré mi bolso a un lado y me acomodé para comenzar a limpiar todo ese chiquero antes de que llegara Ian, porque mi propia madre me decía: "tu aseo general ilustra tu aseo de allá abajo". Y lo que menos quería es que piensen que estoy podrida.

Barrí, pasé el lampazo, eche ase por todos lados, limpie los muebles, moví los asientos, en fin, le saqué brillo hasta el perro de mi otro vecino. Pasaron las horas hasta que el timbre sonó y, a como era de esperarse, Ian estaba frente a la puerta con todo lo prometido anteriormente. Lo primero que hizo fue cubrir el mueble con una manta de peluche que nos mantendría cómodos y calientitos por mucho tiempo. Tiró los dulces sobre recipientes frente al sillón y se acomodó de tal manera que había un huequito perfecto para mí. Sin embargo, todo el trabajo que había realizado en estas horas me había dejado tan exhausta que de un momento a otro me quedé dormida.

Comencé a sentir pequeños besitos en mi coronilla y el rose de su dedo gordo dando círculos en la piel expuesta de mi cintura. Al abrir los ojos me di cuenta de que prácticamente lo tenía encarcelado con mis brazos y él, con costo, podía respirar.

— Te has quedado dormida en la mejor parte — continuó recorriendo mi rostro con sus besos.

— Y según tú — rasqué mis ojos con mis dedos intentando no arrancarme las pestañas de una —, ¿cuál es la mejor parte?

— Cuando ella pierde la memoria y lo olvida.

— En ese caso, me he perdido toda la película.

— Así es — su risa cubrió todos los espacios de la sala —. Sabes, me he puesto a pensar que pasaría si algún día nos llegara a suceder algo similar.

Me acomodé liberándolo del peso de mi cuerpo. No miento cuando digo que en ese momento respiró profundamente dándole gracias a Dios de que al fin, luego de dos horas, me haya alejado, pero era un tipo educado y enamorado que jamás diría que su novia pesaba igual o más que un luchador de sumo con calzones de abuela.

— ¿Y qué harías? — pregunté.

Cerré mis ojos al sentir sus manos alrededor de mi rostro para besar mi frente, deslizarse a la punta de mi nariz, recorrer mis mejillas y morder mis labios con cautela. Al abrirlos, él me estaba mirando con esas gemas por ojos que tenía, algo atrapante que en definitiva me hacía ver todo el color rosa. A la porquería las películas de amor y sus malditas mariposas, yo ya pasé ese nivel y ahora siento zopilotes hambrientos por Ian dentro de mí.

— Despertaría todos los días con el propósito de enamorarte al igual que Leo — sonrió —. Te demostraría con cada beso cuanto te amo, te abrazaría transmitiéndote todo mi amor — sus manos jugaban con las mías mientras fruncía su ceño y continuaba hablando —, te llevaría a los lugares que fueron nuestros pero, sobre todo, te demostraría que eras, eres y siempre serás el amor de mi vida; la mujer de mis sueños. Y eso lo sé, porque simplemente no sé cómo describir mis sentimientos hacia ti, no es un te amo, ni un te adoro, mucho menos un te quiero. Es algo más fuerte, algo que no me deja dormir por las noches porque no estoy a tu lado, algo que te hace ser la única que puede acelerar mi corazón en cuestión de segundos. Algo que te hace ser la dueña de mi corazón.

Sus palabras, su mirada y sus caricias hicieron que los zopilotes dentro de mí tomaran Red Bull y comenzaran a moverse más fuerte contra las paredes de mi estómago. Podría decir que en ese momento mi corazón había quedado sin movimiento de lo tan rápido que avanzaba, es más, podría decir que mis emociones estaban tan alteradas que mi corazón en cualquier momento iba a salir de mi pecho e iba a bailar sobre la mesa que se encontraba en el centro de mi sala.

— Ian, eso es...

Ni siquiera pude continuar con lo que tenía pensado decir, pues sus labios se encontraban sobre los míos. En ese momento todo cambió. Los besos de Ian tenían ese no sé qué, que lograba que mi mente olvidara todo a nuestro alrededor, cuando él me besaba no me importaba si estábamos en medio de una calle transitada o solos, simplemente nada me importa. Solo el hecho de sentir sus labios dulces y tibios.

Cuando volví a la realidad, sus manos acariciaban mis caderas y sus labios besaban cada parte de mi rostro con un gesto divertido, pero yo quería más. Yo quería tenerlo más cerca de mí, quería más besos y más caricias. Sentía que el deseo se había apoderado de los dos. Así que, cuando sentí que él intentaba controlarse, tomé su cabello y jalé de este hasta dejarlo inmóvil. Llevé mis labios sobre los suyos y lo besé con toda la pasión que pude transmitir. Él reaccionó un segundo después, volvió a jugar con mis caderas y yo posicioné mis manos en su cuello.

De un momento a otro el beso fue subiendo de temperatura, me encontraba sentada sobre sus piernas sin ponerle atención a las alertas que me decían que debía controlarme. Mientras jugaba con su cabello castaño y sentía un ligero hormigueo en el área donde se encontraban posicionadas sus manos, bajé mi mano derecha hasta su pecho donde sus palpitaciones me demostraban que él estaba sintiendo lo mismo que yo. Me gusta lo que estaba pasando; que digo, me encanta.

— Kath... — susurró sobre mis labios — deberíamos parar, amor...

Deberíamos, si deberíamos pero no quería o mejor dicho, no podía.

Omití sus palabras volviendo a besarlo con más desesperación y no tardó en seguir mi beso. Levantó su cuerpo del sillón con mis piernas aun entrelazadas sobre su cintura y sin separar nuestros labios, caminó lentamente subiendo las escaleras hasta llegar a mi habitación. Acomodó mi cuerpo sobre mi cama dejándome debajo de su pesado cuerpo sin cortar nuestro beso, con algo de desconfianza metió sus manos debajo de mi camisa, acariciando con las yemas de sus dedos cada parte de mi abdomen y jugando con el borde mi sostén.

— Podemos esperar. — murmuró viendo el lunar que sobresalía de mi camisa.

— No — acaricié su labio inferior con mis dientes.

Ian se separó un poco de mi cuerpo tomando el borde de mi camisa y jalando de esta con delicadeza. Sus ojos se iluminaron al ver el sostén blanco que cubría mis senos para luego bajar por cada uno de los lunares de mi abdomen. Me admiraba como si de una obra de arte se trata; su mirada era deseo absoluto. Si, Ian había sido el primero, pero eso no quitaba esa sensación de vergüenza al sentir como me escaneaba.

— Tienes unos senos jodidamente hermosos. — dijo pasado unos minutos.

No pude evitar la carcajada que me daban sus palabras, siempre era lo mismo y mentiría si digo que no me gustaba lo que decía o como lo decía.

Una vez más sus cálidos labios tocaron los míos dejándome olvidar la pena y el lugar en donde nos encontrábamos. Dejándome deseosa de querer más, siempre más. Sus besos poco a poco fueron bajando hacia mi cuello provocando un cosquilleo demasiado delicioso que me obligaba a sostener su cabello con fuerza. El contacto de su aliento sobre mi piel era una maravilla que, estoy segura, jamás volveré a sentir con otra persona.

— Quítalo — susurré.

Elevé un poco la espalda para darle libertad al broche de mi sostén, tiró de este a un lado dejando mis senos al aire.

— Jamás me cansaré de verlos.

Llevó sus labios hasta mi pezón besándolo, succionando y dando pequeños mordiscos que hicieron que de mis labios saliera un gemido casi silencioso.

Siguió con sus besos hasta el botón de mi pantalón, soltó de este y me lo quito. No quería parecer una inexperta, aunque lo era y él lo sabía, sin embargo, tomando un poco de atrevimiento desde lo más profundo de mí, llevé mis manos hacia el cierre de su pantalón y solté este. Poco a poco su pantalón desapareció entre besos y más besos. Finalmente, en un rápido movimiento me posicioné sobre su cadera y realicé movimientos lentos sobre su miembro cubierto con su ropa interior mientras escuchaba que de su boca salían gemidos de placer. Una vez más volvieron los besos y mi posición bajo él. Quitó la poca ropa interior que tenía, jugó con mi intimidad llenándome de puros gemidos de placer, hasta que quitó su ropa interior y sacó un pequeño sobre plateado de uno de sus bolsillos. Lo colocó sobre su miembro y con sumo cuidado me penetró poco a poco. Sus movimientos eran lentos al principio y me observaba con un poco de temor.

— Dime si duele o si te sientes incomoda y necesitas que pare — asentí sentimiento segura de lo que estábamos haciendo.

Cerré mis ojos sintiendo como el placer recorría mi cuerpo a tal punto que mis piernas comenzaban a temblar y mis manos se aferraban con fuerza sobre su espalda. Escuchaba sus gemidos combinándose con los míos, mis uñas recorrían su espalda dejando marcas rojas y sus labios hinchados recorrer mi cuello. Minutos después ambos terminamos cansado y sudado. Su cuerpo cayó a un lado del mío dándome la oportunidad de acariciar con mis manos su húmedo cabello pegado a su frente. Observaba cómo sus ojos verdes se cerraban poco a poco gracias al cansancio y, en ese momento, el miedo de que la historia se repitiera me consumió.

No quería volver a sentir un dolor parecido a ese. No quería ser la burla de nadie. Y lo único que me quedaba era acurrucarme a un lado de mí y rezar para que no volviera a suceder. Su mano buscó una sábana para cubrir nuestros cuerpos. Me acomodó entre sus brazos aferrándose con fuerza.

— No me dejes nunca, Katherine — susurró antes de quedarse dormido —. Eres mi vida, que nunca se te olvide. Yo te amo.

— Jamás lo haré.

Besé su frente y ambos nos quedamos dormidos sintiendo los latidos de nuestros corazones. 

Continue Reading

You'll Also Like

5M 251K 47
[COMPLETADA] ¿Qué pensaríais de tener una persona que cuida de ti y de tus hermanos durante un mes? ¿Y si esa persona es el chico más guapo que has v...
46M 3.1M 58
YA EN FÍSICO. La irresistible tentación está ahí: para los dos. En medio de todo el desastre, tuvimos que encontrarnos. Lo intentaría, pero no podría...
71M 3M 60
Culpa mía es una película basada en la trilogía "Culpables" - Próximamente disponible en Amazon Prime. ¡Disponible los 16 primeros capítulos! **Ganad...
14.3M 1.3M 26
"Sempiterno: una vez empezado, no tiene fin." Este libro es la segunda parte de Etéreo, que está disponible en mi perfil :)