Dark Secrets

By MissPssycho

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Amy Murphy lleva una vida normal alejada de su sexy/ex-amigo de la infancia Ethan Rowling, pero tras cruzarse... More

1• Miradas prolongadas
2• Mentiras y más mentiras
3• ¿Héroe o asesino?
4• Las palabras en un silencio
5• No muerdo ¿Sabes?
6• Deseando escapar
7• Te va a doler sólo un poco
8• Explicaciones
9• No te necesito
10• Colmillos
11• Una familia rota
12• Puertas y Ventanas
13• Sex-appeal
14• Dos meses de abstinencia
15• El enigma de papel
16• Ojimiel.
17• Dulces sueños
18• El libro
19• Cuestión de fuerza
20• Chófer personal
21• ¿Deberíamos?
22• Recuerdos que asustan
23• Abismo de la inconsciencia
24• Viaje a los recuerdos
26• Yo solo tengo química en el horario
27• Primeras sensaciones
28• El corazón también se rompe
29• Autodestrucción
30• ¿Buenas decisiones?
31• Restringidos
32• El lobo tiene hambre de caperucita
33• Puntos débiles
34• ¿Recíproco?
35• Te necesito
36• El comienzo de una maldición
37• Heridas
38• Nada de esto a mamá
39• Nubloso

25• Cruel

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By MissPssycho

Las bisagras de la ventana, habían abierto las dos repisas con un ruido insoportable y jodidamente chirriante. Supongo que esa había sido la señal que había decidido enviarme el destino, para que me levantase de la cama dando un salto mortal, y pusiese todos mis sentidos alerta. Antes quizás, no me habría alarmado tanto; pero ahora que sabía cuántos enemigos y gente sospechosamente rara tenía tras de mí, tenía varios motivos para estar cubriéndome las espaldas, cada dos por tres, y comportarme de forma paranoica. Mis delirios ya formaban una parte esencial de mí misma.

Me acerco con cuidado al marco de la ventana. Las piernas me tiemblan a medida que estoy más y más cerca, y mi pulso bipolar está amenazando con matarme de un infarto.

Aunque bueno, como es de esperar, es Ethan el que me deja sin respiración.

Pego un grito cargado de emociones contradictorias, adrenalina, y miedo, y después, le pego un puñetazo en la nariz. Ni siquiera sé de dónde he sacado la fuerza repentina y el valor necesario para hacerlo, pero parece confuso, y de un momento a otro comienza a tambalearse hacia los lados. Cuando se me pasa la emoción, la euforia, y los nudillos comienzan a picarme, salgo de mi alucinación, y me acerco a él a la velocidad de la luz.

—Perdón, perdón. —Lo ayudo a levantarse del suelo, y sus ojos me miran desorientados—. No quería hacerte daño, han sido mis impulsos.

Recobra un poco la compostura, se levanta del suelo, y después respira profundamente para no elevar la voz.

—Está bien, creo que me lo merezco.

Lo miro con el rostro plagado en confusión. ¿Eso ha sido una disculpa? ¿Ethan Rowling se está disculpando por qué a mi se me ha ido la cabeza y he decidido pegarle? Creo que no sería muy difícil acostumbrarme a esta situación, aunque una parte de mí me sigue recordando que esto está mal.

—¡Me has asustado! —digo intentando que no me tiemble la voz—. ¡Las puertas están para algo!

—Claro. —Se sujeta la nariz con firmeza, y de un momento a otro se la recoloca en su sitio. El sonido es asqueroso, pero no digo nada; yo he sido la causante de ese dolor que seguramente no estará sintiendo por qué es un puto vampiro de alma inmortal—. Lo voy a tomar en cuenta de aquí en adelante. Creo que pagarme las rinoplastias no va a ser asequible si seguimos así.

Pongo los ojos en blanco, por sus comentarios tan estúpidos en momentos no idóneos como estos, y después, cogiéndole de la mano, lo empujo fuera del alcance de mi ventana. Cierro con varios seguros, y después tapo los cristales translúcidos con las cortinas. Ethan me mira anonadado; de nuevo no puede reprimirle a sus comentarios que estén callados durante varios breves minutos.

—Tu paranoia comienza a ser preocupante.

—Tu estupidez también —acoto.

Un silencio sepulcral, para tantas palabras escondidas en los recovecos de mi mente, comienza a ser claustrofóbico.

—¿El tema es...? —le dejo la frase a medias para que la continúe, pero él parece no comprenderme.

—¿Qué tema? ¡Estamos fuera del instituto!

«Algún día las neuronas que tienes dormidas, despertarán, y ese día yo cantaré victoria.»

—¡El tema Ethan! ¡El puto tema! ¡¿Por qué cojones has venido aquí si no?!

—Ah. —Su cara se tuerce en una mueca divertida. Arcadas me da, imaginar en lo que estaba pensando antes de aclararle la memoria—. Está en una fiesta al lado del bosque.

—¿Y no la has detenido? —pregunto alzando la voz.

Ethan niega, y yo suspiro en respuesta. Creí haberle dejado las indicaciones bastante caras: «tráela de vuelta sana y salva.» ¿Qué no había entendido? Era algo simple, fácil, y detallado. No había error. No podía equivocarse en algo en lo que yo le había puesto tanto empeño. Bueno, aunque quizás es cierto lo que dicen. No hay trabajo mejor hecho que el qué hace uno mismo.

—¿Podrías dejar de insultarme mentalmente? Qué no lo hagas verbalmente, no significa que sea menos ofensivo.

—¿Perdón? —Alzo los hombros, intentando descifrar si quiere que me disculpe o no. Ethan no contesta.

Y mientras tanto, la nota que encontré anoche sigue palpitando bajo las sábanas de mi cama, con miedo de que alguien más que no sea yo, las lea. Plagada de venganza; sentimientos encontrados, y sobre todo; sed de sangre.

—¿Entonces qué hacemos ahora? —pregunto, evitando darle más vueltas al asunto de la nota amenazante. De todas formas, aunque yo tuviese razón, la vida me la arrebataría, como siempre. Y de nuevo, yo volvería a ser la chica loca con déficit de inteligencia.

—¿A qué te refieres con “qué hacemos”? No hables en plural. No estamos juntos en esto.

Abro la boca, sorprendida por lo que acaba de decir, y repentinamente, la parte de mí que le ha propinado un puñetazo, no se arrepiente en absoluto.

—¡No parecías tan disgustado cuando prometí guardar tu secreto!

—Secreto del que nunca deberías haberte enterado, por cierto —arremete.

—¿Me estás diciendo que yo soy el problema aquí? —Señalo dramáticamente la habitación, y después niego, incapaz de creerme que sus palabras son ciertas—. El único problema aquí eres tú.

Con paso apresurado se acerca a la ventana, y con firmeza, retira las cortinas de una sacudida. Abre todos los pestillos con poca paciencia, y antes de arrojarse por la ventana, me mira.

—Ya. Yo soy el cruel; no hace falta que me lo repitas; lo sé.

Y cuando por fin estoy sola, bajo la tenue luz de mi lámpara de noche, frente el aire tan denso que se cuela por la mosquitera de la ventana, y bajo la influencia de mis propios pensamientos, la imagen de Ethan abrazándome, y borrándome la memoria consigue hacerme sentir mal de nuevo. Me retracto, pero como siempre es tarde. Él no es el malo. La única persona cruel aquí soy yo.

Cuando las primeras lágrimas comienzan a empaparme las mejillas, el único juicio que me culpa una y otra vez, es el mío propio.

[•••]

Y en la soledad de mi cama, con los únicos pensamientos de lograr sentirme a salvo de nuevo, escucho un tintineo de llaves no muy lejano, y el indescriptible sonido de una cerradura forcejeándose, y unos pasos tambaleantes.

Con brío me levanto de la cama; agarro uno de los cojines más cercanos a mí, y separando los pies a una distancia prudencial del pasillo, espero con los ojos muy abiertos. Me asusta el hecho de bajar y encontrarme con alguien peligroso, así que decido que lo más prudente es esperar. Son alrededor de las cinco de la mañana, así que descarto a mis padres de la lista de sospechosos, y sitúo como principales atacantes a mi querido hombre anónimo de las cartas amenazantes: B. N; quién tiene varios motivos y supuestas razones para querer acabar conmigo desde la raíz. A Damien; el vampiro loco, que ansía con todas sus fuerzas mi sangre, desde que le di plantón en nuestro encuentro tan fortuito del bosque; y por supuesto Scarlett, quién a pesar de haberse intentado mostrar amable conmigo, me seguía transmitiendo unas vibras bastantes contradictorias en las que no sabía muy bien, si depositar mi confianza. Primero me criticaba, después me ayudaba, luego se volvía a jactar de mí, se enfadaba, y después, como si me debiese algo, volvía a mí a ayudarme a darle respuestas a mis problemas. Era como una especie de karma cambiante, h estaba segura de que cuando regresase con varias noticias malas, sería más peligrosa que un explosivo.

L

a figura se ve reflejada por las paredes del pasillo, así que, con firmeza, levanto el cojín por encima de la cabeza. Cada vez, está más cerca; camina tambaleante, y hace varios sonidos extraños al pisar la madera del suelo. Cuando la figura se sitúa lo suficientemente cerca de mi habitación, inclinó hacia atrás el cojín con todas mis fuerzas, y con un golpe súbito, arrojo la sombra hacia la otra punta del pasillo.

Sonrió victoriosa, pero mi alegría se disipa, cuando descubro que tras tanta paranoia, he dejado a Thalía tendida boca abajo sobre el suelo.

Definitivamente esto no estaba incluido en mis planes.

—Mierda —mascullo, soltando el cojín, y acercándome a ella con rapidez—. ¿Estás bien? —grito, pero no me responde.

«¿Y si la has matado de un cojinazo

Las manos comienzan a temblarme en cuánto me acerco a ella, y le toco la espalda con cuidado. ¿Acaso sería eso posible? ¿Pueden encarcelarte por ello?

Cuando le giro la cabeza con preocupación, lo único que descubro, es el inigualable ruido de sus carcajadas. Le sostengo la frente un buen rato, hasta que por fin se arma de valor para hablar. ¿Acaso se ha quedado tonta del golpe?

—¿Estás preparándote para la lucha libre y no me lo habías dicho? —su risa no es puntual, sus carcajadas sí—. Me gustaría decirte, antes de que te metas en las Olimpiadas, o lo que sea que hagáis las karatecas, que no soy tu saco de boxeo personal.

—Thalia, creo que estás mezclando muchos deportes a la vez. —La ayudo a incorporarse, y ella parece perder el equilibrio. Ni siquiera puede mantenerse depié—. ¿Estás borracha?

—No, no. —Niega hacia todos lados, y podría jurar que está imitando la voz de una niña de cinco años—. Estoy muy sobriiiaaa.

Alarga las últimas vocales de la palabra, y eso me da que pensar. ¿Qué cojones hacia bebiendo con un desconocido?

—Por cierto, ¿dónde estabas?

Me mira como una niña, intentando ocultarle a sus padres que ha comido azúcar por la noche, y repentinamente hace el gesto de cerrarse la boca con una cremallera invisible, y lanzarla al agua.

—Es un secreto de compañeroooosss.

Frunzo el ceño, y le coloco las muñecas bajo las axilas para poder arrastrarla hasta su habitación.

—¿Qué clase de compañeros? —inquiefo alzando las cejas en su dirección. Definitivamente todo esto me está dando muy mala espina.

—Es un secretoo Amy —susurra arrugando los labios, en un perfecto mohín—. Además, estamos enfadadas. Y los enemiigooos no se cuentan sus planeeess.

—Claro Thalia, ahora vamos a dormir. Mañana hay clase.

Las palabras también me pesan a mi, cuando descubro la realidad tan oscura que voy a tener que afrontar mañana: Cameron. Ni siquiera sé cómo disculparme por haberle dejado plantado. Él no se lo merece, pero en mi defensa diré, que yo no tenía la menor intención de hacerlo.

—Eres una aburrida —suelta de repente, cruzándose de brazos—. Nunca haces nada divertido.

«Creéme que sí. Mi vecino es un vampiro, y mi en mi mente decapito personas. Mi vida es mucho más entretenida de lo que crees.»

—Se llama ser precavido Thalia. —Cuando llego a la puerta de su habitación, le pego una patada a la puerta para abrirla, y su cama nos sonríe a ambas. A mí, porque quiero descansar los brazos, y a ella, porque por fin podrá olvidar lo que sea que haya vivido está noche. No tiene marcas de colmillos, así que supongo que no ha sido tan entretenida como esperaba—. Podrías probarlo alguna vez. Es meramente satisfactorio no meterse en líos.

—Siempre te metes en liiiioooos Amy —susurra con la lengua adormecida—. Siempre; de verdad de la buena.

—Ajá —susurro de pasada.

La dejo sobre la cama, y apoyo mis manos sobre mis rodillas, para respirar mejor. Estoy exhausta y cansada. Nunca creí que hacer de hermana mayor fuese a ser tan asfixiante. Es como vivir con la sensación de estar en peligro constantemente.

Apago la luz, y la observo descansar unos cuántos segundos. Antes de que pueda abandonar la habitación, oigo como susurra en sus sueños, el nombre “Damien”.

[•••]

La misma rutina de siempre. La alarma del despertador suena incontables veces, la paro con el pie. Me destapo, doy vueltas sobre la cama, y de nuevo, vuelvo a llegar tarde al instituto, aunque esta vez al menos me lo puedo justificar a mí misma. Anoche eran aproximadamente las seis de la mañana cuando conseguí conciliar el sueño; la lástima es que a las seis y media me había sonado el despertador.

Desventajas de ser una chica con problemas surrealistas, supongo.

Me levanto corriendo de la cama, revuelvo el armario de pies a cabeza, y poniéndome lo primero que pillo, bajo las escaleras a toda prisa. No desayuno, cojo las llaves, cierro la puerta tras de mí, y salgo disparada en dirección al instituto. Con suerte, si hay poco tráfico, pillo todos los semáforos en verde, resisto a correr sin detenerme ni un solo segundo, y adquiero la rapidez de flash, solo tardaré aproximadamente cinco minutos en llegar. Pero omo mi vida es un revoltijo de catástrofes que se siguen en fila, pillo todos los semáforos en rojo; me toca esperar. Hay tráfico; me toca esperar. Me tropiezo por el camino; voy coja hasta la entrada del instituto. No tengo resistencia; no he podido correr.

Así que, el resumen de mí día, es haberme perdido la primera clase.

Ni siquiera quiero imaginarme cómo habría llegado Thalia hasta aquí, con resaca y ojeras. Aunque bueno, comparando su torpeza y la mía, quizás gracias a ella podría haber llegado hoy a tiempo.

En cuánto pongo el pié derecho sobre el primer escalón del instituto, me hielo por dentro. Mis desgracias no han hecho más que empezar, y eso que solo estamos a primera hora de la mañana.

Cameron y Ethan. Uno detrás del otro. Un destino movido por hilos catastróficos.

Así que, mientras que yo intento esconderme tras la multitud y las taquillas, mi suerte anda descalza sobre cristales, y como no, una mano firme es la que me detiene a mitad del pasillo. Sus ojos son preciosos, pero parecen enfadados. Nunca en mi vida me he sentido tan expuesta a algo; en este caso la humillación de no saber qué decir. Estaba claro que antes o después, íbamos a tener que vernos las caras, y solucionar nuestros problemas como personas adultas, pero yo solo quería darle un poco de tregua al tiempo, porque últimamente me estaba apretando bien los ovarios.

—¿Amy?

Me parece sumamente estúpido que pregunte mi nombre, si sabe que soy yo perfectamente. Es como una especie de tortura personal. Recordarme una y otra vez, lo irresponsable que soy.

Me giro, fingiendo sorpresa, y con un grito más poco disimulado de lo normal, le dedico una sonrisa un tanto falsa:

—¡Cameron!

Todo el pasillo se queda mirándonos, inclusive la mirada tan penetrante de Ethan. Puedo sentirla desde lejos, y no me hace falta verlo, para saber que seguramente ahora mismo está posando toda su atención sobre nosotros. Es como una especie de padre sobre protector pesado. Y no es que me este quejando en estos mismos momentos de su extraño comportamiento, sino que me gustaría que se metiese de lleno en el papel, y viniese a rescatarme, porque ¡dios santo! parecía un aspersor de todo lo que estaba sudando.

—Me dejaste plantado.

Ah. Bien. Directos al grano.

Lo miro, y después aparto los ojos. Todo está resultando mucho más incómodo de lo que creía.

—¿Podemos hablar en otro momento? —inquiero, evitando su mirada—. Tengo asuntos pendientes que tratar... —dejo la frase a medias, y él de nuevo, me observa confuso.

—¿Por qué no me dijiste que no querías salir conmigo, antes de que te lo pidiese? ¿Nunca te han dicho que la incertidumbre es más dolorosa que la verdad?

Alzo las cejas confusa, y niego varias veces.

—No eso. Te lo juro. Pero tengo otros asuntos pendientes, y hasta que no los resuelva, no puedo contratarme en nada más.

Se pone los dedos en el labio, dándole vueltas al asunto, y finalmente asiente. Se mete las manos en los bolsillos y, mientras que se balancea hacia delante y hacia atrás, yo observo de reojo a mi vecino. A abandonado las taquillas, y con paso apresurado se dirige hacia la calle.

—¿Entonces no es por mí?

Voy a contestarle, cuando el timbre que marca la segunda hora, resuena por todo el pasillo. Con rapidez, agarro las asas de mi mochila con fuerza, al mismo tiempo que le hago un ademán con la mano a Cameron para despedirme.

—Tengo prisa; tengo que ir a clase.

—¡Las clases están por el otro lado!

Los alumnos se mueven por los pasillos, como sardinas fuera del agua. Me tapan la salida, pierdo los pies de Ethan, y de nuevo, estoy más pérdida que antes, salvo que esta vez estoy rodeada del tumulto que realizan miles de adolescentes con las hormonas disparadas, en un único pasillo. Me aplastan, me ahogo, me asfixio, alzo las manos para que alguien me encuentre y pueda sacarme del barullo, y finalmente consigo mi objetivo.

La diferencia es que no estoy a salvo, y tampoco estoy alejada de ningún adolescente con problemas de testosterona.

—Ethan, ¿qué cojones hacemos en el armario de la limpieza?

¡¡Hola chicxs!!
Al final he decidido actualizar hoy, ya que mañana, como os dije, no tendré mucho tiempo, y bueno, no quería dejaros sin capítulo...

Si os ha gistado el capítulo decídmelo en los comentarios. ¿Que creéis que va a pasar con Amy y Ethan en el siguiente?

Pd: no os quejaréis. Hoy el capítulo es mucho más largo que de costumbre.

Hasta el próximo día.

[Editado y corregido]
Instagram: misspssychoo

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