19• Cuestión de fuerza

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—¿Qué demonios ha sido eso? —Ethan zarandea a Scarlett con precisión, pero aún así, sé que la pregunta va dirigida a mí—. Respóndeme

Esta escena parecía sacada al dedillo, de una película de terror. Cuando yo había despertado de mi traumático sueño, Scarlett se había quedado en estado de shock, Ethan asustado, me pedía que le explicase detalles que ni yo misma sabría describir con palabras; y mi corazón mientras seguía batallando una lucha constante por disminuir la intensidad de su latido.

—Vas a hacer que vomite —grito de repente, consiguiendo que Ethan deje de moverla de un lado a otro intentando despertarla.

Con la mirada perdida en ninguna parte, hago hueco entre el desorden de la chica moribunda, y me siento sobre el suelo, pegándome las rodillas a los ojos. Tengo ganas de llorar, pero no tengo ganas de que Ethan presencie mi sufrimiento para que luego pueda reírse de él, así que simplemente reservo las ganas de derrumbarme para otro momento.

—¿Que ha pasado? —pregunta de nuevo, acercándose prudencialmente a mí.

La frase se repite una y otra vez en mi memoria: «arrasarás con lo que más quieres, aunque eso incluya a tus seres queridos.»

—No lo sé. —Mi voz suena temblorosa. Ni siquiera me molesto en simular que no estoy asustada—. No lo recuerdo.

—¿Es bastante curioso que no lo recuerdes puesto que ha sido un viaje por tus recuerdos, para aclararte la memoria, no crees? —pregunta, acercándose peligrosamente a mí.

Ahora todo cobraba sentido; los libros; las fechas; los recuerdos. ¿Había viajado hasta las profundidades de mi mente?

—Ha sido todo muy rápido —contesto, incorporándome de nuevo.

Ni siquiera sé por qué le tengo miedo. Ethan está intentando protegerme, pero soy incapaz de pensar en otra cosa que no sean las palabras: «no confíes en nadie más, salvo en ti misma.»

—¡Has dormido como una hora y media! —Ahora parece indignado. Creo que sabe perfectamente el hecho de que le estoy intentando ocultar cosas.

—¡No me presiones! —La vena de mi cuello, está palpitando con demasiada fuerza—. ¡No es mi culpa que no recuerde nada!

—No creo que eso sea tu culpa. —Su voz suena relajada hasta que vuelve a elevarla de nuevo—. Pero creo que eso si es tu culpa. —Con su dedo acusatorio señala el cuerpo de Scarlett que permanece estático en el suelo, para luego, devolverme esa típica mirada acusatoria a la que tanto estoy acostumbrada—. Algo tiene que haber pasado ahí dentro —me dirige una mirada rápida a la cabeza—, para que haya acabado así.

—¡A lo mejor la culpa es suya! —noto como la sangre se me amontona en las mejillas a una velocidad vertiginosa, pero aún así no la detengo—. Posiblemente es ella la que no ha hecho un buen trabajo pero aún así la defiendes. —¡Qué te acuestes con ella no significa que sea una buena persona!

Y al instante de decir esas palabras en voz alta, me arrepiento de inmediato. Su cara se tuerce con una mueca de desagrado, y la mandíbula se le desencaja con solo recordar mis palabras; fue entonces cuando por mí cuenta asumí que no me había equivocado, lanzando acusaciones por doquier.

No se mueve, no pestañea, su actitud sigue siendo tan pasiva como de costumbre. Me gustaría que por una vez en la vida diese algo más de sí mismo.

—¿Me estás intentando leer la mente? —inquiero cruzandome de brazos—. ¿Qué pretendes averiguar?

Y de repente, su sonrisa torcida me dio la solución de nuevo. Iba a detener su frase plagada de mofa, pero no pude evitarlo, porque sus palabras se adelantaron a las mías como siempre.

Dark SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora