16• Ojimiel.

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Cuando abro los ojos, todos los árboles de mi alrededor parecen distorsionados, por el viento que les mueve con frialdad las hojas más endebles de las ramas. El cielo está comenzando a tornarse de un azul apagado, y los pájaros parecen entusiasmados con la idea de huir en masa, a medida que las nubes se aproximan más y más hacia el suelo.

Nunca había presenciado nada igual antes; es una sensación muy parecida a la que presientes cuando un tornado está cerca, o algo malo está a punto de ocurrir. En cierto modo, más tarde descubrí que mis dos suposiciones eran ciertas.

Comencé a caminar a tientas de los peligros que merondeaban por el bosque, intentando buscar una salida, o alguna explicación razonable que explicase el porqué había acabado aquí, pero nada resolvía mis dudas; porque a medida que avanzaba, lo único que me resultaba familiar eran las ardillas escondiéndose dentro de sus madrigueras. Estaban tan asustadas como yo; la diferencia es que yo no tenía ningún lugar donde resuguardarme junto a mi miedo.

A medida que me voy adentrando más, lo único que encuentro es frondosidad y más vegetación. Me duelen los pies de tanto caminar, y las primeras gotas de lluvia, han comenzado a dejar a su paso una fina capa de agua, en la que sí me descuido, no sería difícil resbalarme, y romperme la crisma con las cientos y miles de piedras afiladas, que aguardan camufladas por todas partes. Evito pensar en esa catástrofe, y antes de dar ningún paso en falso más, me tumbo sobre el suelo, y comienzo a respirar con pesadez todo el aire que he perdido mientras daba vueltas en dirección a ninguna parte.

Trago saliva de forma brusca, y grito:

—¡¿Hay alguien aquí?!

Tras pronunciar esas palabras, el presagio de que algo muy malo va a suceder, se acentúa hasta niveles inimaginables. Con paranoia, miro a todos lados, y sin ser puramente consciente de lo que hago con racionalidad, me levanto del suelo de un salto, y comienzo a observar indicios de movimiento en cualquier lado. Sé que no estoy sola; hay alguien más, y por una extraña razón me invade una y otra vez, el pensamiento de que él me teme más a mí que yo a él.

Mis sospechas se corroboran tras escuchar un crujido de ramas tras de mí. Con rapidez, agarro una de las muchas ramas secas medio escondidas entre las hojas, mientras que con brío la alzo en el aires poniéndomela enfrente de la nariz. Doy vueltas hacia todos lados, sin moverme de mi posición actual, y justo cuando creo que lo tengo, me doy cuenta de lo mucho que me equivocaba.

Entre los troncos de los árboles se alza una sombra robusta, con una cabeza demasiado grande como para pertenecer a una persona humana. No puedo verlo, pero si puedo imaginarme lo que va a pasar a continuación; voy a morir. Claro que disimulo mi miedo, plantándole cara.

—¡Sal, te estoy viendo! ¡No seas cobarde! —grito con el corazón en un puño. Una pequeña parte de mí solo tiene ganas de que todo esto acabe.

Como una marioneta bajo mis hilos, me obedece, y se planta ante mí, dejándome con una versión mucho más humana de él mismo. En realidad es un poco más bajo que yo, pero tiene un traje y un pasamontañas que lo hacen ver más grande de lo que realmente es. Me mira confuso, como si nunca hubiese sido capaz de intuir que iba a plantarle cara; no lo culpo, hasta hace pocos segundos, ni yo misma me veía capaz de hacerlo.

—¿Quién eres? —inquiero mientras me acerco hasta él con precisión—. Como se te ocurra moverte, te dejo K.A.O.

No se acerca, pero antes de amenazarlo, veo varios indicios en su mirada, de hacerlo. Levanta las manos en señal de rendición y yo bajo un poco el paso, hasta dejar la punta reposar, contra la punta de mis zapatillas. Hasta ahora no había sido consciente de que iba en pijama.

—Vengo a advertirte. —Baja las manos poco a poco, y yo sujeto el palo con firmeza, poniéndome alerta—. Yo no soy el malo aquí.

Já. Eso dicen siempre en todas las películas, y finalmente nada es lo que parece. Es un cliché tan estúpido que comienzo a reírme de él una y otra vez, dentro de mi cabeza. Fuera de ella, sigo impasible.

Dark SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora