6• Deseando escapar

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Ethan abrió la puerta de su casa con un movimiento ágil de muñeca y con leves levantamientos de la cabeza me indicó que subiese las escaleras haciendo el menor ruido posible. Pero claro, como soy torpe por naturaleza no pude evitar tropezarme multitud de veces con los escalones recién encerados, y pegar algún que otro traspiés, que siempre era bien recibido por Ethan quién en un momento determinado de la subida no retiró la mano de mi cintura sino, que la mantuvo ahí; estuvo estática todo el tiempo hasta llegar al primer escalón de la primera planta.

—¡Amy de verdad me sorprende lo torpe que eres!

Pongo los ojos en blanco, y doy un pisotón hacia atrás que casualmente impacta contra los dedos de sus pies. Lo escucho soltar una aullido de dolor, y seguidamente sonrío triunfante.

—No hagas ruido Ethan, ¡Qué vas a despertar a tus padres! —Me mofo de él, mientras intenta recomponerse y después sigo el recorrido del pasillo como Pedro por su casa. De hecho, me sorprende acordarme del camino hasta su habitación porque extrañamente creía haber olvidado todo de él. Para mí desgracia, los buenos momentos nunca se olvidan, y una buena amistad menos aún.

No quería ser una clase de persona irrespetuosa entrometida, así que, opté por ser sabia y dejar que él abriese su puerta de su propia habitación. Quizás debería limpiarla antes de entrar o hacer cualquier cosa vergonzosa como hacía yo en la mía; pero para mi sorpresa, cuando sus manos se colocaron sobre el picaporte y lo hizo girar ante mí, todo el defecto que pude encontrar fue la abundancia de perfección. Era patético que hasta él fuese más ordenado que yo.

—Pasa.

Sigo sus órdenes, y soy la primera en entrar. Las paredes son de un color azul oscuro bastante espeluznante si te adentras en la habitación por la noche, y hay una cama de matrimonio colocada justo en el centro; todo lo demás es algo más banal. Una estantería en la esquina de la puerta, y un escritorio que ocupa la mayor parte de la habitación. Ni fotos, ni retratos, ni souvenirs, ni nada.

Me adentro un poco más en la habitación y miro en dirección a mi ventana. Ya lo sabía; no me sorprende. Pero me recuerdo a mí misma que tengo que comprar cortinas, porque si me cambio con la luz encendida, se me puede apreciar desnuda desde todos los ángulos posibles. Miro hacía atrás y veo a Ethan deshaciendo la cama, le observo los brazos y luego vuelvo a mirar en dirección a la pared. La marca que vi la otra noche ni siquiera está, ¿cómo demonios lo ha hecho? Un pensamiento un poco siniestro opaca todos los demás por varios minutos en los que solo pienso en lo siguiente: ¿Qué esconde Ethan?

Escucho otro ruido tras de mí, y con intenciones de saber qué ha sido, me giro en dirección a la cama, dónde Ethan se ha tapado hasta arriba con las mantas, y ha dejado un espacio relativamente ancho, a su lado.

No puede estar hablando en serio.

Enarco una ceja, y con las palabras un poco pesadas susurro:

—¿Dónde voy a dormir yo?

Su ceño se frunce en torno a la confusión y después me mira incrédulo, colocándose ambos brazos detrás de la cabeza.

—¿En la cama? —Soy consciente de que su respuesta es bastante obvia, pero al parecer, él no comprende muy bien el camino al que está intentando conducir mi conversación.

—¿Contigo?

—¿Con quién si no? Es mi cama.

Pongo los ojos en blanco y me acerco a la cama sin mostrarle mucha atención a su sonrisa prepotente. Cómo me gustaría quitársela de un puñetazo. Un puñetazo muy fuerte.

—¿No llevas camiseta?

Mis ojos instintivamente se dirigen hacia sus abdominales —bastante marcados a decir verdad—, y después vuelvo la vista rápidamente a sus ojos, antes siquiera de que pueda percatarse del tiempo que me he pasado contemplándolo.

Dark SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora