20• Chófer personal

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No estoy preparada para hablar, no todavía; pero por suerte, Ethan ha decidido que darme tregua, es lo correcto, si no quiere que entre en un ataque de pánico. Todavía siento mis rodillas temblar, a causa de la adrenalina que me ha provocado pegar a alguien “inocente”, y eso es lo que más me asusta de todo. Qué pueda volver a repetirse, y que la próxima vez, descargue toda mi furia contra alguien inofensivo.

Le doy mil vueltas de camino a casa, pero ninguna hipótesis es lo suficientemente buena. Lo que sea que haya ocurrido en esa habitación, no he podido ser yo. Más bien, ha sido como una especie de despersonalización. Es como estar en el cuerpo de alguien, sin ser meramente consciente de los actos que realiza; como si alguien te robaste las manos por unos segundos, para utilizarlas a tu antojo. Estaba exhausta, y Ethan también; quizás por eso decidió que este era el mejor momento para comenzar a fumar.

—¿Fumas? —pregunto con los ojos todavía perdidos, sobre las líneas discontinuas de la carretera.

Abre la ventana con parsimonia, y con medio brazo fuera del vehículo, le da varios toques al cigarro, para que las cenizas se desprendan. De nuevo se lo lleva a los labios, le pega una calada muy larga, y suelta el aire poco a poco; después me mira con una cara mucho más neutral y asiente sin convertir la curva de sus labios en una sonrisa tranquila.

Eso me alarma.

—Si —dice, desviando de nuevo la vista hacia la carretera. Iba tan inmiscuido en nuestra conversación que ni siquiera se había dado cuenta hasta ahora, que ha estado a punto de salirse del carril.

—Fumar mata. Es algo que deberías saber.

Y de nuevo, esa sonrisa fría y distante. La que me saca de quicio. El mero hecho de que utilice ese gesto intentando aparentar normalidad me saca de mis casillas.

—No creo que este cigarro pueda matarme más de lo que me mata el monstruo que llevo dentro. —Su respuesta tan automática y elocuente me sorprende—. Además —deja de hablarme para llevarse de nuevo el cigarro a los labios, y le da varias caladas rápidas antes de continuar con nuestra conversación—, soy inmortal.

Asiento sin más, y antes de que alguno de los dos pueda o negar algo, le arrebato el cigarro de las manos, y le doy una calada mucho más larga que las suyas. No toso, y tampoco me parece desagradable; no es la primera vez que lo pruebo, y desde luego no será la última, pero se siente bien, hacer algo malo de vez en cuando.

—Al parecer, y según Scarlett, yo también llevo un monstruo dentro. —Vuelvo a llevarme el cigarro a los labios, peor su mano es mucho más rápida, y me lo arrebata. Lo apaga con rapidez y esconde la caja dentro del bolsillo del pantalón.

—Scarlett dice muchas estupideces a lo largo del día.

—Tu también —contesto cruzandome de brazos. Mi casa está a sólo unos cuántos metros de distancia.

Ethan repentinamente se tensa en su asiento, y como si de un momento a otro todos los recuerdos de esta tarde, lo acabasen de atormentar, me mira anonadado y pregunta:

—¿Tú sabes algo sobre lo que ha pasado hoy? ¿Tienes alguna ligera idea de...? —lo corto en cuanto las ruedas de su coche pisan la parcela de su casa, y con lividez me bajo del coche.

Quiero decirle que no me deje sola; que no tengo ni idea de lo que me está pasando, y que me gustaría controlarlo, pero en su lugar, le doy dos palmadas en el capó del coche, y con gesto cordial lo invito a marcharse.

—Hasta mañana Ethan.

En su mirada veo que se ha quedado a medias; quiere respuestas, y en mi defensa diré que yo también las quiero, pero no hoy. No cuando sé que alguien nos está vigilando.

Dark SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora