5• No muerdo ¿Sabes?

8.2K 735 65
                                    

Tenía dudas y me sentía exhausta por el gran esfuerzo que estaba realizando por intentar darle respuestas lógicas a todas las incógnitas. Todavía no daba con una explicación sostenida por argumentos racionales, pero mi mente testaruda nunca se daba por vencida y de una forma u otra, sabía que tarde o temprano acabaría hallando una solución convincente, y para nada desmesurada. Estaría tan bien cohesionada, que hasta un equilibrista dudaría de sus propios valores para mantener su propia gravedad en la cuerda floja.

Así que, la pregunta de la que tanto estaba ansiando la respuesta era: ¿Por qué? ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo se puede dejar marca en una pared de cimientos reforzados? ¿El gimnasio o acaso la adrenalina es más fuerte que el propio criterio que tenemos sobre nuestras propias habilidades?

Segundos antes de que el manillar de la puerta girase hacia todos lados, la pregunta me arrebató la estancia de cualquier otro pensamiento que pudiese quitarle importancia al nombre de mi vecino.

—¿Podemos hablar?

Suspiro, mientras pongo los ojos en blanco, y me dejo caer un poco más sobre los cojines mullidos que hay esparcidos sobre la cama.

—Ya lo estás haciendo papá...

Lo veo fruncir el ceño levemente, y diviso como sus pasos van quedando cada vez más cerca de la cama. Finalmente, cuando está a los pies de esta, me obliga a mirarle directamente a los ojos, y después me manda una mirada de reprobación por mi mala conducta.

—Este finde semana tenemos cena de negocios. Creía que era bueno avisarte con tiempo; no quería que lo olvidases.

—Ajá. —Me rasco la nuca con desdén, y seguidamente le dedico una sonrisa de lo más convincente.

—Y recuerda que... —Lo corto.

—Prohibido hacer fiestas, beber alcohol y abrirle la puerta a desconocidos y más si son chicos. ¡Me las sé de memoria!

—Es mi deber recordarlo. Conozco todos los trucos. —Sonríe de lado, y seguidamente adopta esa actitud de viejo verde que pretende revelarte verdades inéditas sobre su pasado. Antes de que pueda enlazar la primera palabra con el inicio de la frase, le cierro los labios con mis dedos, y niego de forma persistente hacia todos lados.

—No necesito saberlo papá. No quiero ni tengo necesidad.

—A veces me pregunto de quién heredaste el gen borde.

«No te preocupes papá, yo también he pensado miles de veces que soy adoptada» pienso mientras le sonrío de lado, y le doy una palmadita en la espalda acompañándolo a la parte exterior de mi habitación.

Cuando mi padre desapareció; giré varias veces el pomo de la puerta, y me dejé caer contra ella de forma sobreactuada una pequeña parte de mí, lo pensó.

¿Sería tan macabro pensar que realmente soy adoptada?

[•••]

No es agradable ver una película en total soledad; o al menos, yo tenía todas mis creencias puestas en ello. Me sentía rara, sin vida social, y más triste que nunca. Y creo que eso no fue por el mero hecho de que Thalia no hubiese aceptado venir a mi casa para acompañarme, como siempre hacía; sino por haberme sustituido por un hombre. Y más, si ese hombre era un imbécil como Dalan que solo intentaba meterse en sus bragas y después abandonarla. Yo conocía a Thalia lo suficiente como para saber qué a ella le gustaban los novios formales y centrados. Nada de rollos pasajeros; solo que durasen; y Dalan no tenía precisamente esas intenciones.

Sabía que ese momento llegaría, pero esperaba que la vida me diese más tregua, y a Thalia, unos meses más de pubertad.

Ni siquiera el helado mezclado con las palomitas había logrado devolverme la sonrisa.

Dark SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora